CAPÍTULO 55

LA SEPTICEMIA DEL SISTEMA O EL ENTREMÉS DE CÓMO ESPAÑA SE CONVIRTIÓ EN UNA CLEPTOCRACIA

Democracia significa «gobierno del pueblo», cleptocracia significa «gobierno de los ladrones»[260]. En páginas anteriores hemos constatado que todos nuestros gobiernos de la etapa democrática (de la dictadura ni te cuento) se han pringado con prácticas delictivas: comisiones, sobornos, falsificación de documentos, cohecho, etc. Siempre relacionadas con dinero ilegítimo.

Cuando una democracia legítima cae en manos de partidos que basan su clientelismo político en la corrupción y el nepotismo podemos asegurar que tenemos una cleptocracia por mucho que cada cuatro años el ciudadano acuda a las urnas y piense que su voto garantiza la decencia del sistema.

Admitámoslo: España, que empezó su andadura democrática tan ilusionada se nos ha convertido en una cleptocracia. «Las corporaciones locales, entes regionales, televisiones públicas y demás organismos inútiles que se han creado en la hiperinflada y politizada administración española se han convertido en auténticas cuevas de ladrones donde el Alí Babá de turno entierra las fechorías de su predecesor bajo la alfombra a cambio de su silencio cómplice durante su legislatura»[261].

No digo que todos los políticos sean corruptos, líbreme Dios de pensar tal cosa. Lo que digo es que todos los partidos, los tradicionales al menos, son corruptos. Y el político que quiere medrar en ellos fatalmente se acaba corrompiendo, sea por comisión (metiendo la mano en la caja para el partido o en provecho propio), sea por omisión (cuando conoce prácticas fraudulentas en sus compañeros y no las denuncia)[262].

De este mismo pecado de omisión no está limpio el ciudadano que sigue votando a políticos imputados e incluso condenados.

España va camino de ser una cleptocracia si atendemos a las turbadoras señales. ¿Por qué mantiene España cuatro veces más cargos políticos que Alemania, si solo cuenta con la mitad de su población?