LAS AFUERAS

III

Ciudad

ya tan lejana!

Lejana junto al mar: tardes de puerto

y desamparo errante de los muelles.

Se obstinarán crecientes las mareas

por las horas de allá.

Y serán un rumor,

un pálpito que puja endormeciéndose,

cuando asoman las luces de la noche

sobre el mar.

Más, cada vez más honda

conmigo vas, ciudad,

como un amor hundido,

irreparable.

A veces ola y otra vez silencio.

X

Nos reciben las calles conocidas

y la tarde empezada, los cansados

castaños cuyas hojas, obedientes,

ruedan bajo los pies del que regresa,

preceden, acompañan nuestros pasos.

Interrumpiendo entre la muchedumbre

de los que a cada instante se suceden,

bajo la prematura opacidad

del cielo, que converge hacia su término,

cada uno se interna olvidadizo,

perdido en sus cuarteles solitarios

del invierno que viene. ¿Recordáis

la destreza del vuelo de las aves,

el júbilo y los juegos peligrosos,

la intensidad de cierto instante, quietos

bajo el cielo más alto que el follaje?

Si por lo menos alguien se acordase,

si alguien súbitamente acometido

se acordase... La luz usada deja

polvo de mariposa entre los dedos.