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¿QUÉ PASÓ REALMENTE EN EL DESIERTO?
Los evangelistas Mateo y Marcos dicen:
«Entonces, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre…».
Y concluye Mateo:
«… Entonces el diablo le deja (tras las conocidas tentaciones). Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían».
También Marcos concluye de forma similar esta parte de su evangelio:
«… A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían».
Nos enfrentamos aquí ante otro capítulo tan apasionante como desconocido en la vida de Jesús de Nazaret.
¿Qué pudo pasar en aquel desierto y durante tanto tiempo? Si los «enviados» o «astronautas» seguían —y muy de cerca— la vida del Nazareno, es fácil imaginar que durante su estancia de cuarenta días en aquel lugar desértico, dicho «equipo» celestial —por emplear una expresión asequible a nuestro corto lenguaje— estuvo cerca del Hijo del hombre. Tan cerca que —una vez concluido el ayuno—, «se acercaron y le servían». Y la palabra acercarse significa estar próximo o llegar hasta donde se encuentra la persona interesada…
Y es curioso que, justamente después de este retiro y del «encuentro» con los «ángeles», Jesús de Nazaret —que había sido «empujado» por el Espíritu hasta dicho desierto— se lanzó abiertamente a predicar.
¿Es que el «equipo» le hizo ver la necesidad de iniciar ya la gran misión que le había traído a este planeta? ¿Fue Jesús definitivamente preparado en aquellos cuarenta días y cuarenta noches para su llamada «vida pública»?
¿Por qué dicen los evangelistas que el Espíritu «llevó» y «empujó» al Nazareno —una vez bautizado en el Jordán— a ese desierto?