SEGUNDA PARTE
AHORA, QUIZÁ, PODRÍAMOS EMPEZAR A ENTENDER
Cuando nos decidimos a dejar de creer en algo que hasta ese momento hemos creído, nos damos cuenta, de pronto, no sólo de las razones que había para no creer, sino de que esas razones las teníamos constantemente ante nuestros ojos.
George Bernard Shaw
Quizá esté equivocado. O quizá no lo suficientemente preparado. Quizá anida todavía en el fondo de mi código genético lo que Freud describió como «condicionamientos de índole familiar, económica, cultural y religiosa». Quizá no he podido arrancar aún de mi espíritu el «tótem» del convencionalismo.
No sé…
Y quizá por todo ello he sentido cierto temor a la hora de iniciar esta segunda parte del «reportaje» sobre Jesús de Nazaret.
Temor, por encima de todo, no al ridículo, sino a la posibilidad de sembrar confusión. No es ésa mi voluntad. Al contrario. Si algo pretendo, es buscar, aproximarme, descubrir la Verdad.
Y una «fuerza» que no puedo describir, pero que se ha apoderado de mí, me está empujando desde hace tiempo a hacer públicas estas ideas y meditaciones. Una «fuerza» infinitamente más grande que mi temor…
Al revés de lo que sucede con las experiencias de la NASA sobre la Sábana de Turín, que nadie considere los estudios que ahora expongo como algo probado o dogmático. Si acaso, como una hermosa posibilidad. Como el fruto de miles de kilómetros y horas de investigación personal. Como la sombra de mis pensamientos y de mis deseos…
Quizá hoy —en los primeros pasos de la conquista del Sistema Solar— estamos empezando a entender lo que, hasta ahora, sólo fue «misterio».