15.          Aurora

 

La noche había sido extremadamente larga. No por el exceso de clientes o el cansancio, sino porque Aurora había actuado como un zombi durante toda ella. A pesar de los intentos de Nick, se había negado en rotundo a explicar qué le pasaba. Ni siquiera con los clientes, con los que tan bien sabía disimular sus estados emocionales, había sido capaz de intercambiar más de una sonrisa rígida. Llegó un momento en que se sentía tan agotada de fingir que comentó a Nick que necesitaba tomar el aire unos minutos. Salió cabizbaja del bar, se apoyó contra la pared cercana y cerró los ojos unos segundos intentando que todo lo sucedido se borrara de sus pensamientos; olvidarlo como había intentado hacer durante todo el día. No supo cuánto tiempo estuvo así, hasta que un ruido la alteró. Era Aiden, que estaba a su lado. Sin darle tiempo a decir nada musitó:

He escuchado la noticia. No es de mi jurisdicción, pero uno de mis amigos de la policía de Nueva York me lo ha contado. He intentado llamarte, pero tu teléfono está desconectado. Entonces he llamado a Gabriel y me ha dicho que estarías aquí, así que he venido corriendo.

Ella le miró fijamente a los ojos y empezó a temblar. Aiden le acarició con suavidad la mejilla mientras le decía:

Esa chica que han asesinado, Christie, era la amiga de la que me hablaste, con la que hacías los trabajos y estudiabas en la biblioteca.

Aurora sintió que sus ojos se nublaban y las lágrimas que llevaba reteniendo durante horas empezaron a deslizarse rápidas por sus mejillas. Sollozaba fuertemente, llamando la atención de los que pasaban por la calle. Él la abrazó un segundo y después, tomándola de la mano, la hizo entrar de nuevo en el bar. Ignoraron las miradas interrogativas de Nick y entraron en las dependencias internas del bar. Allí Aurora comenzó a llorar desconsoladamente. Aiden la estrechó con fuerza, y ella se abrazó su cuello y lloró aún más fuerte. Sus lágrimas calientes se deslizaron sobre su hombro y él sintió que tenía que encontrar la forma de hacerle sentir mejor. Aurora se odió por no ser capaz de controlarse e intentó separarse, pero él la tomó por la cintura y la llevó escaleras arriba, al apartamento. Aurora se sentó en el sofá y continuó llorando convulsivamente. Aiden desapareció por la puerta de la cocina para volver poco después con una tila. Ella sorbió un trago y después empezó a explicar entre borbotones:

Esta mañana la policía ha estado en la academia. Nos han dicho que Christie...

Tranquila, Aurora. Relájate y después ya me lo contarás todo —la interrumpió él.

Ella asintió y durante unos minutos siguió llorando en silencio. Después comenzó a hablar mirándolo a través de sus lágrimas.

Nos han contado que Christie ha sido asesinada. No nos han querido decir si tenían alguna pista o algún sospechoso. Nos han interrogado a mí y a las chicas de clase que solían ir con ella. Ha sido algo horrible, ni siquiera he podido llorar hasta ahora. Apenas podía creer lo sucedido y tenía que estar hablando en pasado de Christie con un policía que solo tomaba notas en su agenda, como si eso pasara todos los días.

Me temo que eso pasa todos los días

Pero no a mi amiga —hizo hincapié Aurora mientras limpiaba sus ojos con el pañuelo que Aiden le había tendido.

Se hizo un silencio y ella añadió:

Siento haberme comportado así.

No tienes por qué pedir perdón por demostrar tus sentimientos conmigo.

No es por ti, es que se suponía que había aprendido a controlar mis lágrimas.

Nadie debería aprender a controlar eso.

Es la única manera de impedir que la pena te domine. Además, las lágrimas jamás me devolvieron nada de lo que el destino me arrebató, y ahora tampoco harán que Christie vuelva a reír mañana conmigo en la academia.

Puede que expresar tu pena no te devuelva a los seres queridos que has perdido, pero te puedo asegurar que ayuda a que el sufrimiento sea menor.

Aurora suspiró con tristeza y musitó:

Lo siento, a veces olvido que vosotros también perdisteis a vuestros padres y a vuestra abuela. Soy una egoísta.

No, no lo eres.

Su voz tierna la conmovió y susurró con la voz ahogada por las lágrimas:

Gracias por cuidarme.

Él acarició con suavidad su mejilla mientras le preguntaba:

¿Por qué no me has llamado? Hubiera venido antes o te hubiera ido a buscar a la academia.

Se me pasó por la cabeza, pero sabía que no era competencia del FBI y no quería molestarte con mis problemas.

No lo hubieras hecho y te hubiera venido bien hablar conmigo —la contradijo.

No lo creo. Si te lo hubiera dicho se hubiera hecho más real y no estaba preparada para eso… Ni siquiera sé si lo estoy ahora.

¿Me estás diciendo que no has hablado con nadie de esto? ¿Qué te has guardado todo el dolor para ti sola?

Estoy acostumbrada a ello, solo le explico mis asuntos íntimos a mi amiga Kendra. Y no puedo hablar con ella porque su padre ha tenido una apoplejía y está cuidando de él en Chicago. Y no tengo a nadie más. Bueno, en la academia tenía Christie, con quién compartía los trabajos y estudiaba en la biblioteca, pero ella ya no está…

Nos tienes a nosotros. Si no a mí, a Gabriel cuando te ha llamado para preguntarte si podías cubrir su turno…

El corazón se le aceleró dentro del pecho al oír el nombre de Gabriel. Desde el día de Navidad se había intentado mantener alejada de él. Nunca debería haberse vuelto a acostar con él, más cuando su cuerpo se estremecía de excitación al sentir el intenso brillo de Aiden siempre que la miraba, como ahora. Tenía que dejar de desear tanto a los dos hermanos que no podía tener, y por ello debía pasar por aquello sola, así que contestó:

No me ha parecido que fuera adecuado. Además, estoy segura de que he estado mejor aquí trabajando que sola en mi apartamento, aunque reconozco que no ha sido mi mejor noche como camarera.

Él la miró comprensivo y le tomó la taza vacía de la mano. La llevó a la cocina intentando hacer tiempo para encontrar algo que decir. Cuando volvió Aurora se había levantado y parecía dispuesta a irse. Él le preguntó:

¿Adónde vas?

Debo volver al bar —contestó sin convicción

Nick puede apañárselas solo. Y no estás en condiciones de servir más copas, necesitas descansar.

El teléfono comenzó a sonar y Aurora comentó:

Es mi amiga Kendra… También lo habrá escuchado en las noticias. Tengo que contestar esta llamada.

Por supuesto. Te dejaré intimidad, estoy abajo con Nick.

Aurora apareció en el bar diez minutos después. Tenía la máscara de pestañas corrida y sus ojos estaban más tristes que nunca cuando explicó:

Kendra está muy afectada. Me ha dicho que le gustaría estar aquí para apoyarme, pero no puede hacer nada, su padre ha empeorado. Le he dicho que no importa, pero lo cierto es que la extraño muchísimo. Desde que llegué a Nueva York y hasta que os conocí a vosotros, Kendra había sido la única persona en la que he confiado, a la que le explicaba todos mis problemas. Y no sé cómo enfrentarme a esto sin ella. Me ha repetido varias veces que la llame si la necesito, pero ella ya tiene bastante con cuidar de su padre como para que yo la atosigue con todo esto.

Aiden la miró. En alguna de sus conversaciones Aurora le había hablado de sus dos amigas, y no podía sino imaginar lo que estaba pasando por su cabeza ahora que se enfrentaba a la muerte de una de ellas con la ausencia de la otra. Por ello le tomó de la mano y le aseguró:

Estoy contigo y no voy a irme a ninguna parte. No necesitas pasar esto sola.

Te lo agradezco, pero ya te he incordiado bastante por hoy. Quizá tienes razón y es mejor que no esté más en el bar, así que me iré a mi apartamento e intentaré descansar.

No puedes estar sola ahora. Quédate aquí, te dejaré mi habitación y yo dormiré en el sofá.

Aurora le miró con incredulidad. La amabilidad con la que Aiden la trataba se le antojaba difícil de comprender, más cuando sabía que no lo merecía. Por ello contestó, intentando esconder la culpabilidad que sentía:

No puedo hacer eso.

¿Por qué no? Puedo prepararte algo de comer, porque estoy seguro de que no has comido nada en todo el día. Y después duermes, descansas y mañana a primera hora intento hablar con mi amigo de la policía y que me cuente todo lo que sepa.

Ella denegó con la cabeza, pero Aiden intuía que estaba demasiado afectada para dejarla sola. En un tono convincente le propuso:

¿Por qué no dejas de ser cabezota y te quedas a cenar conmigo?

Aurora arqueó las cejas, y sonriendo a través de las lágrimas le dijo:

Es demasiado tarde para cocinar.

Él sonrió feliz de que Aurora volviera a ser la misma de siempre y le contestó:

También podemos encargar una pizza. ¿Te gustaría eso?

¿Por qué eres tan bueno conmigo? —se le escapó.

¿Necesito una razón? —le preguntó él, perplejo.

Sí… —afirmó Aurora rotundamente.

Porque me importas, mucho, y no quiero que pases sola por esto —admitió él en un tono que le provocó un hormigueo por todo el cuerpo.

Ella le miró fijamente unos segundos y él hizo aquel gesto que la enamoraba y relajaba de acariciarle la mejilla. Cerró los ojos, disfrutando de ello, y él bromeó, sintiendo que su corazón se aligeraba al ver que estaba consiguiendo su propósito:

—¿Eso es una sonrisa?

El gesto de Aurora se hizo más amplio y abriendo los ojos reconoció:

—Me encantaría quedarme, no quiero estar sola esta noche.

Devolviendo su sonrisa, Aiden volvió a acariciarla, pensando una vez más lo suave que era su piel, lo hermosa que siempre se veía. Antes de poder pensarlo, se inclinó y besó sus ojos todavía húmedos por las lágrimas. Aurora inhaló su cálido aroma y agradeció que una vez más él estuviera a su lado cuando se sentía tan triste. Él volvió a abrazarla y Aurora apoyó la cabeza sobre su musculoso pecho, dejando que la respiración rítmica de su corazón la tranquilizara. En sus brazos se sentía a salvo, como si por unos momentos hubiera encontrado un hogar. Aiden comprendió y la apretó con más fuerza contra él, besando sus cabellos mientras su mano acariciaba con suavidad su espalda. Durante años Aurora había aprendido a superar todo sola, pero en sus brazos sintió que crecía una necesidad profunda de dejarse cuidar, aunque solo fuera por unos minutos. Su vida había estado dominada por el miedo, el sufrimiento, la responsabilidad y el sacrificio; por ello era tan maravillosamente relajante que alguien se hiciera cargo de todo, y ella deseaba experimentar eso, aunque solo fuera durante una noche. Estar con él aliviaba la soledad que había imperado en su corazón desde la muerte de su madre y de su hermano; ahora también el haber perdido a otra persona que apreciaba. Levantó la cabeza con cuidado y sus ojos se cruzaron, temblando los dos por un deseo profundo. Aiden estuvo tentado de besarla, pero todavía recordaba sus lágrimas y no quería aprovecharse de la situación, así que se apartó con cuidado mientras decía:

Será mejor que encargue esa pizza, tienes que comer algo.

Ella asintió, pero la angustió que aquellos brazos reconfortantes se alejaran de ella, aunque fuera durante unos segundos. Cuando él la sostenía de aquella forma tan tierna sentía un consuelo a todo lo que sucedía a su alrededor que jamás hubiera imaginado. No es que se borrara el dolor por la muerte de Christie, pero, de algún modo Aiden, con solo acariciarla, conseguía aligerar su corazón magullado.

 

 

Cuando Aiden terminó de telefonear para encargar la pizza, observó a Aurora, que permanecía sentada en el sofá, con las piernas dobladas y la mejilla apoyada sobre el respaldo.

¿En qué piensas?

Christie tenía toda su vida programada. Encontraría un trabajo bien pagado, al amor de su vida, se casaría, tendría tres hijos y saldría todos los fines de semana con sus amigas de toda la vida. Ella creía de verdad que conseguiría todo eso, pero en un día todo se ha terminado para ella. Sus sueños, sus esperanzas…

Antes de que él pudiera decir nada el timbre de la puerta les interrumpió. Aiden se levantó pesadamente y fue a abrir al repartidor de pizzas. Le pagó y después preguntó:

¿Quieres que cenemos aquí o en la cocina?

Me gustan las cocinas.

Ídem. Sígueme.

Ella hizo lo que le indicaba y Aiden propuso:

¿Te apetece una copa de vino?

Que sean dos…

Él sonrió y cuando se la hubo servido Aurora comentó:

No se me va de la cabeza lo que le ha pasado al padre de Kendra, ella estaba tan afectada.

¿Se pondrá bien?

Es difícil decirlo. Y es tan injusto porque es un buen hombre y el tipo de padre que yo siempre quise tener.

El dolor en sus ojos era tan profundo al decirlo que lo traspasó. Aurora sorbió un trago y le preguntó:

¿Quieres que te cuente una tontería?

Por tu expresión no creo que lo sea.

Cuando era pequeña y mi hermano y yo pasábamos muchas horas delante del televisor, me cautivaban de tal modo los padres de las series infantiles que a veces cerraba los ojos e imaginaba por un momento lo que sería tener un padre así, que se preocupara por nosotros, que nos escuchara, al que le importábamos. Que nos quisiera, como el padre de Kendra a ella. No te imaginas todo lo que ha hecho por ella, como la ha cuidado siempre. Estoy tan agotada de ver que a la gente buena sufrir… Aunque fuera por una sola vez me gustaría encontrar justicia ahí donde miro.

Me temo que la justicia divina y lo de que los buenos actos se ven recompensados también son estereotipos de series, Aurora. Con todo lo que he visto en mi trabajo, hace tiempo que he asumido que a la gente buena le pasan cosas malas continuamente.

Los ojos de ella intensificaron su angustia al escucharle y Aiden se disculpó:

Lo lamento. No debería haber dicho eso, solo he conseguido entristecerte aún más.

No, al contrario, me alegra que pienses como yo, me hace sentir menos sola. Más con lo que ha sucedido hoy.

Su voz sonó dolida y agotada que estaba, así que decidió añadir:

Aurora, por mi trabajo convivo con la muerte a diario. Sé lo duro que puede ser para los amigos de las víctimas, más para ti, porque supongo que te recordará lo que pasó con tu familia. Y quiero que sepas que puedes hablar conmigo de ello.

Tienes razón. Cada vez que alguien de mi entorno fallece, es como si todo volviera a resurgir. Normalmente, trato de mantener los recuerdos en un lugar de mi mente que no me paralice, pero hoy me es imposible. Les echo tanto de menos…

Sus ojos se humedecieron y Aiden jugueteó con uno de sus rizos mientras le decía cariñoso:

Me hubiera gustado conocer a tu madre y a tu hermano.

No estés tan seguro. Te hubieran hecho un interrogatorio y como eres un chico genial hubieran intentado que salieras conmigo.

¿Y crees que eso no me habría gustado? —preguntó él, travieso.

Sin embargo, el rostro de Aurora se torció para contestar:

A nadie le gustaba eso. Doblaba turnos en el supermercado y cuando no estaba en el instituto cuidaba de mi hermano.

¿Por qué estás tan segura de que nadie hubiera soportado estar en tu vida?

Porque el único motivo que yo tenía para soportar estar en mi propia vida era el amor que sentía por mi familia. Mi padre fingía estar siempre muy ocupado con su trabajo o la comunidad para no tener que ayudarnos con mi hermano, así que mi madre se pasaba la vida trabajando y turnándose conmigo para cuidarle. Ninguna de las dos teníamos un momento libre y no podía pedirle a nadie que formara parte de eso. Hubiera sido muy egoísta por mi parte.

Aiden sintió de nuevo que el dolor que de ella emanaba dominaba a su propio corazón, y le dijo:

Aun así, me hubiera gustado llevarte al baile de promoción.

Lo dudo mucho… —replicó Aurora.

¿Eras muy diferente de ahora?

Vestía como si fuera a ir a la iglesia todos los días, llevaba el cabello corto y tenía menos pecho.

Eso es una lástima —bromeó él mientras una sonrisa bailaba en sus labios.

Ella también sonrió y preguntó:

¿El vestido, el cabello o los pechos?

Aiden jugueteó con uno de sus rizos, pensando en cómo le gustaba cuando estos caían desordenados sobre su cara, acariciando su piel de porcelana salpicada de pecas. Pero tampoco podía obviar lo otro, así que contestó con sinceridad:

Las tres cosas… Tienes el cabello más bonito que he visto nunca, es como un atardecer y por eso adoro que esté tan largo y los rizos caigan en cascada sobre tu espalda. Me encanta tu forma de vestir y, respecto a lo otro, ya deberías saber lo que tu cuerpo me provoca.

Ella se sonrojó levemente y él añadió:

Y aun así, te hubiera pedido que fuera al baile conmigo. Además, seguro que estuviste preciosa en tu vestido largo.

No fui al baile de promoción. Mi hermano estaba ingresado y mi madre no podía faltar al trabajo.

¿Y tu padre?

Tenía una reunión en la Iglesia con la que se había comprometido y no podía faltar.

¿Ni siquiera para que tú pudieras ir al baile? —preguntó Aiden, indignado.

Digamos que tampoco le gustaba que fuera con chicos, así que, ¿por qué iba a hacerme el favor? —contestó Aurora, encogiéndose de hombros.

¿No quería que tuvieras novio?

No, sin novio y sin amigos era más fácil que aceptara estar siempre en casa cuidando de mi hermano mientras él seguía con su vida normal. Ya te dije que siempre fue un egoísta.

Su voz sonó tan amarga que atravesó incluso a Aiden, que adivinó:

Eso debió haber sido difícil para ti

Estaba acostumbrada a que mi vida lo fuera.

Nadie debería acostumbrarse a eso —replicó él acariciando su mejilla con el pulgar de la mano.

Ella se puso de lado, evitando mirarle a los ojos y comentó:

Te lo digo de verdad, si me hubieras conocido entonces, no te hubieras fijado en mí.

¿Por qué estás tan segura de eso?

Porque entonces no era la camarera sexi, sino una de las chicas del montón… —se explicó ella.

Él frunció el ceño, sumamente ofendido por eso, y le aseguró:

Eres una camarera muy sexi, pero no es por eso por lo que estuve contigo, por lo que volvería a estarlo y por lo que siempre que puedo me escapo para venir al bar a hablar contigo.

Ella le miró sin comprender y Aiden tomó su rostro con las manos mientras le aseguraba:

Eres hermosa, Aurora, pero no solo por tus cabellos, tus ojos, tus curvas o tu piel suave que podría estar acariciando todo el día. Todo eso es genial, pero no fue lo que me atrajo de ti ni lo que se hace una mujer tan bella.

Ella tragó saliva, nerviosa ante su declaración, y él añadió:

Jamás conocí a nadie como tú. Eres inteligente, valiente, fuerte y tienes una capacidad increíble de superación. Podrías pasarte la vida quejándote por lo que has vivido, pero solo hablas de tu pasado en momentos de debilidad, porque no quieres que nadie sufra por tu causa. Tu sonrisa a veces es dulce, otras irónica, y en algunas ocasiones es tan triste que me muero de ganas de llenar de besos tus labios hasta borrarla. Me gusta como tratas a los clientes, porque eres capaz de ser amable con quién incluso no lo merece. Me sigue asombrando que sacrificaras tanto por tu hermano, que lo sigas haciendo ahora pagando su deuda. Y, aunque me enfade, te admiro porque podrías pedirme que intentara quitarte a Jackson de encima, pero eres demasiado honrada para dejar esa deuda sin pagar. Así que, pelirroja, no me digas que no te hubiera pedido ir al baile de graduación porque tenías el cabello corto o no llevabas ropa sexi, porque la chica que está dentro de tu corazón me hubiera enamorado igual entonces que ahora.

Los ojos de Aurora se llenaron de lágrimas, que Aiden se apresuró a secar con su pañuelo mientras se disculpaba, confuso:

No pretendía hacerte llorar.

Es que no comprendo que alguien como tú pueda verme así, no creo merecerlo —susurró ella sin aliento.

Se hizo un silencio, en el que ambos se miraron en silencio hasta que Aiden se atrevió a preguntar:

¿Te has planteado alguna vez que ya no tienes por qué estar sola?

Sigue siendo lo mejor para todo el mundo.

Él hizo ademán de protestar, pero Aurora se lo impidió diciendo:

Estoy agotada, necesito dormir un poco.

Él soltó un lento suspiro y se frotó la parte de atrás de su cuello con nerviosismo, sin saber qué decir. Al final propuso:

Te indicaré cuál es mi habitación.

Aurora le siguió en silencio, sin hacer ningún gesto que pudiera hacerle sospechar que ella sabía cuál era la habitación de Gabriel. Cuando entraron en la habitación de Aiden, este se dirigió al armario y sacó una camiseta, que le ofreció. Esta la tomó y le miró indecisa. Aiden comprendió y le acarició suavemente la mejilla mientras le decía:

Te dejaré sola. Estaré en el sofá si me necesitas.

Aurora le vio marcharse y sintió que su corazón dolía por su ausencia, incluso sin que aún hubiera salido de la habitación, por lo que gritó:

¡Espera!

Él se giró sorprendido y ella le dijo anhelante:                                

En realidad querría que te quedaras conmigo y me abrazaras. No quiero estar sola, al menos no hoy.

Aiden se acercó a ella y la sostuvo con los brazos cálidos que ella recordaba tan bien. Era un abrazo profundo, largamente necesitado. Sabía que Aiden era sincero cuando le había dicho que dormiría en el sofá, y el mero hecho de que la respetara le hacía desearle todavía más. Antes de poder pensar en lo que hacía alzó su rostro y lo besó profundamente, sintiendo que todas las hormonas de su cuerpo se revolucionaban. Él se contagió de su pasión, pero utilizó toda su fuerza de voluntad para separarse de ella y decir con la respiración entrecortada:

Tenemos de dejar de hacer esto.

¿Te refieres a besarnos?

Me refiero a estar juntos cada vez que estás triste —se explicó Aiden.

¿Te hace sentir utilizado? —preguntó ella, horrorizada.

Aiden le acarició con suavidad y le contestó:

Me hace sentir que te utilizo a ti.

No lo haces, nunca lo has hecho. Pero tienes un don para transmitirme paz con tus besos. Quédate conmigo, no porque te utilice o me utilices, sino porque quieras estar conmigo.

Al escucharla Aiden volvió a posar sus labios sobre los de ella, cediendo a sus palabras. A Aurora le enamoraba la forma que él tenía de besarla. Era tierno y dulce, pero aun así resultaba completamente abrasador y la hacía arder por completo, más cuando abandonó sus labios para dejar un regreso de húmedos besos desde el mentón hasta el cuello, a la vez que sus manos comenzaban a acariciarla con suavidad. Después, con ternura soltó sus cabellos, que había llevado recogidos en un moño, y dejó que aquellos rizos perfectos cayeran en cascada sobre su espalda de aquella forma que le enamoraba; marcando sus hermosas facciones. Aurora desabrochó su camisa botón a botón, lentamente, disfrutando de ir revelando poco a poco aquel pecho musculoso. Cuando por fin la dejó caer al suelo, deslizó las manos sobre la espalda desnuda. Aiden contuvo su aliento mientras sentía como ella las llevaba hasta el abdomen, que siguió acariciando hasta que dejó caer sus pantalones y su ropa interior. Entonces, él la besó con una intensidad nueva que hizo que las rodillas de Aurora flaquearan; y la tomó en brazos hasta llevarla a la cama. Ella se arqueó, dejando que él la cubriera con su cuerpo ayudándole a quitarse la ropa. Cuando estuvo completamente desnuda la observó, sintiendo que ella estaba dejando que penetrara en su corazón como lo había hecho la otra ocasión con su cuerpo. Su mirada estaba tan llena de amor que Aurora torció el gesto, avergonzada. Él preguntó:

¿Sucede algo?

Ella vaciló. Sentir la suavidad del cuerpo cálido y deseable de Aiden contra el suyo era todo en lo que quería pensar en ese momento, pero él merecía saber la verdad antes de continuar. Estar con él había sido un regalo y jamás olvidaría la noche que habían pasado juntos, sus caricias, su pasión, sus palabras ni tampoco la ternura con la que la había tratado desde entonces. Pero la Aurora que de la que él estaba enamorado no existía, porque en realidad ella era otra chica totalmente diferente, una chica capaz de acostarse con su hermano al día siguiente de hacerlo con él. Y que volvería a hacerlo porque lo único que sentía en la vida era la necesidad apremiante de disfrutar de todo lo bueno que apareciera en ella antes de que el destino volviera a arrebatárselo de la forma más cruel. Aquella noche quería estar con él, sentir su cuerpo junto al suyo y olvidar todo lo que no fuera sus corazones unidos por una noche, pero no le mentiría acerca de lo que había sucedido. Si le había ocultado lo que había pasado con Gabriel era para no hacerle un daño innecesario, pero ahora que estaba su cama tenía que saber la verdad, tenía que saber cómo era realmente antes de volver a estar con ella. Y por eso tartamudeó, con el corazón roto al pensar en el daño que eso le provocaría:

Hay algo que debes saber, que debí explicarte hace mucho tiempo, pero que no tuve valor porque no quería que dejaras de mirarme como lo haces. Pero tienes que saber la verdad.

Aiden suspiró y miró al techo. No parecía intrigado, sino incómodo y dolido. Al final cerró los ojos y apretó la mandíbula como si lamentara lo que estaba a punto de decir. Cuando volvió a abrir los ojos confesó:

Soy detective y conozco a mi hermano, así que sé perfectamente lo que ha pasado entre vosotros.

Aurora se quedó boquiabierta y, obligándole a que la mirara a los ojos le preguntó, desesperada por saber la verdad:

Si lo sabes, ¿Por qué sigues siendo bueno conmigo? ¿Por qué me cuidas esta noche? ¿Por qué quieres estar conmigo? No lo entiendo.

Aiden suspiró, sintiendo el profundo sufrimiento que aquella conversación provocaba en ambos, y se sinceró diciendo:

Porque puedo soportar cualquier cosa menos dejar pasar una sola oportunidad de tenerte entre mis brazos.

Mientras lo decía tomó su mano y la condujo hasta su pecho para que ella pudiera sentir como latía su corazón. Los ojos de Aurora se humedecieron por ello y recordó las palabras que le había dicho antes, lo que su alma había sentido al escucharlas. Y también que no las merecía. Por eso insistió:

No quiero hacerte daño.

Entonces no me lo hagas. Me has pedido que me quede contigo, no cambies de idea por algo que sucedió hace tiempo.

Ella se mordió el labio hasta hacerse daño y al final preguntó:

¿Conoces la fábula del escorpión y la rana?

No —respondió él, extrañado.

“Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —necesito cruzar el río. ¿Podrías llevarme en tu espalda? —No. Si te llevo en mi espalda, me picarás y me matarás. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión— si te picase, me hundiría contigo y me ahogaría. Ante esta respuesta, la rana accedió. El escorpión se colocó sobre la espalda de la rana y empezaron a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, el escorpión picó a la rana. La rana, al sentir picotazo y darse cuenta de que iba a morir, le preguntó al escorpión: —¿Por qué me has picado? ¿No te das cuenta de que tú también vas a morir? A lo que el escorpión respondió: — Está en mi naturaleza.”

Él la miró de reojo y preguntó:

¿Esa fábula es tu sutil manera de decirme que jamás te enamorarás de mí?

Los ojos de Aurora brillaron y le aseguró:

No, esa es mi forma de explicarte que, aunque lo hiciera, aunque ya lo estuviera, tú y yo no terminaremos juntos. Aiden, no soy la buena chica que tú necesitas. La que se casará contigo y vivirá en una preciosa casa a las afueras de Nueva York. Soy la chica que aceptó que nunca tendría lo que amaba, así que decidió que viviría cada día como si fuera el último, sin privarse de lo que desea.

¿Y deseas a Gabriel?

Cuando estuve con él, sí contestó ella francamente.

Aiden bajó la mirada de nuevo, sin atreverse a preguntar nada más. Pero Aurora necesitaba explicarle todo y confesó:

Sé que suena horrible, sé que seguramente es horrible, pero puedo querer estar con él y luego querer estar contigo, y lo único que puedo garantizarte es jamás pienso en él cuando estoy contigo.

Aiden inspiró profundamente. Su parte más racional recordó que era un buen momento para dejarlo correr y marcharse, pero sabía que no se lo perdonaría a sí mismo si no le hacía la pregunta que bailaba en sus labios:

¿Quieres estar conmigo ahora?

Una dulce sonrisa se apoderó de los labios de Aurora mientras contestaba:

En este momento, más que nada en el mundo. Pero tenías razón, la otra noche, en el bar. Dijiste que te importaba y ahora yo te digo que tú me importas a mí, más de lo que nadie me ha importado desde perdí a mi familia. Y por eso va a ser la primera vez en mucho tiempo que no tome lo que deseo. Te he pedido que te quedaras conmigo, pero lo mejor para ti es alejarte de mí.

Porque temes hacerme daño —dijo él terminando su frase.

Ella asintió con tristeza y Aiden añadió:

Aun así, sigo sin poder pensar en nada que no sea abrazarte.

Cuando terminó de decirlo sus labios tomaron su boca interrumpiéndola con un tórrido beso; consiguiendo que, al instante, Aurora olvidara todo que no fuera el calor abrasador que se apoderaba de ella. Aiden le mordisqueó los labios, provocando con cada suave tirón una oleada de placer, hasta que se atrevió a decir.

Dime que no me deseas y te dejaré ir.

La expresión de amor en el rostro de él le abrasó el corazón y contestó con sinceridad:

Te deseo con locura.

En ese caso, estaré contigo olvidando todo lo demás y te amaré con toda mi alma, así que solo te pido que por una noche me des lo mismo.

Ella le lanzó una mirada que era una promesa en sí misma y Aiden se inclinó y atrapó sus labios. Aurora tomó su rostro con las manos para profundizar el beso mientras él la acariciaba de aquel momento tan especial, tan dulce. Ella había tenido algunos amantes, un momento rápido de una noche de dejarse llevar. Nada que significara algo. Pero Aiden era diferente. Estar con él era poder respirar libre de unos recuerdos y un dolor que le ahogaban. Podía sentir no solo pasión, sino que su corazón gritaba más libre de lo que había estado nunca. Su beso se hizo más intenso, hasta que abandonó sus labios para poder llegar hasta sus pechos, dejando un rastro ardiente de besos sobre su escote. Aurora gimió mientras él saboreaba sus pechos con una lentitud que era una placentera tortura. Aiden sonrió, disfrutando de lo que le hacía sentir. Después de unos minutos abandonó su cuerpo para continuar besando aquellas curvas lujuriosas que le volvían loco. Ella continuó temblando de placer, gimiendo de deseo y cuando volvió a sus labios, supo que necesitaba unirse a él. Aiden podía ser dulce y delicado, pero había algo en él que en aquel momento sacaba su lado más salvaje e incontrolado.

—Eres tan hermosa… —susurró él mientras se adentraba en ella profundamente.

Esta vez Aurora gritó de placer y apretó con fuerza sus hombros para atraerlo más hacia ella. Aiden continuaba actuando como cuando había saboreado sus pechos, tomándose su tiempo, disfrutando de cada delicioso contacto. Se miraron a los ojos, ardiendo ambos, rindiéndose el uno al otro por completo. Entrelazaron sus manos y sus labios devorándose el uno al otro, intensificando todo lo que sentían hasta que el clímax les hizo temblar durante minutos. Cuando terminó sus cuerpos agotados no se separaron, sino que él la abrazó con fuerza mientras ella le susurraba al oído:

—Esto fue increíble.

—Sí, lo fue —corroboró él suavemente, todavía asombrado por la forma en la que Aurora se había entregado a él—. Estar dentro de ti es mucho mejor de lo que había imaginado nunca. Y no puedo concebir dejar de hacerlo.

Ella alzó los ojos y sintió que sus ojos se humedecían ante la ternura con la que él le hablaba, ante sus besos suaves en el cabello desparramado sobre la almohada. Nuevamente, le había dado un momento de puro placer, pero había mucho más en aquel contacto. Kendra tenía razón. No era sexo lo que tenía con ellos, era algo mucho más profundo de lo que ella misma podía comprender.

Minutos después, sus manos todavía estaban entrelazadas, y Aiden pensó que había tocado su alma además de su cuerpo. Ella también lo sintió, y, cuando él la abrazó de nuevo, sintió que la muralla de ella se rompía, dejando paso a la ternura tanto tiempo ocultada.