Capítulo 16
Robbie no podía perder ni un segundo. Tenía que actuar en ese preciso momento.
Dando gracias porque varios metros de distancia separaran a Orway y a Kiefer, Robbie le quitó el seguro al rifle y apuntó con calma.
Orway debió de oír ruido procedente de los árboles, porque se volvió hacia él nervioso.
Robbie sabía que, desde donde estaba, el disparo no iba a matar a Orway, pero sí lo iba a dejar fuera de combate y causarle un intenso dolor.
Con Orway en su punto de mira, Robbie apretó el gatillo y se escuchó un gran estruendo.
Gracias a Jenna, Amanda estaba siendo capaz de dominar sus nervios. La mujer la sostenía entre sus brazos mientras los coches de policía seguían llegando sin cesar al pequeño establo.
Los Preston habían movilizado a todos los empleados de Quest, se habían lanzado en todas direcciones en busca de Kiefer. Los hermanos mayores de Robbie, Andrew y Brent, se habían apostado frente a la puerta de la casa de Claudia para asegurarse de que Orway no fuera a buscar también a Max.
—¿Y dices que Robbie tomó un rifle antes de salir detrás de ese hombre? —preguntó Thomas Preston.
—Sí —contestó Amanda cerrando los ojos para pedirle al cielo de nuevo que protegiera a su amado—. Lo sacó de esa camioneta de allí.
Thomas asintió mirando hacia el bosque que se extendía al norte de su propiedad mientras la policía se afanaba en encontrar el rastro de los pasos de Orway y Kiefer.
—Eso que se acaba de oír es el disparo de un rifle, no cabe duda —afirmó Thomas refiriéndose al sonido ahogado y distante que acababa de llegar hasta ellos.
Cientos de personas deambulaban de un lado para otro, ofreciendo un poco de café a Amanda, preguntando a los oficiales por cualquier información nueva que hubiera surgido, haciendo todo tipo de suposiciones y teorías sobre el camino que podía haber seguido Orway.
En la radio de uno de los coches de policía, Amanda escuchó la confirmación de que se había oído el disparo de un rifle.
Nerviosa, Amanda volvió los ojos hacia el horizonte, hacia el bosque, hacia el lugar por donde había desaparecido Robbie galopando a toda velocidad.
Y, entonces, lo vio.
—¡Kiefer! —gritó Amanda con el corazón desbocado en cuanto vio a Robbie emerger de la masa arbolada a lomos de su caballo.
Allí estaba su hijo, sentado a lomos del animal delante de Robbie.
Amanda echó a correr entre los coches de policía y la multitud que estaba empezando a reunirse. El caballo avanzaba hacia ella.
—¡Mi niño! —exclamó al tiempo que su hijo, desde lo alto del caballo, levantaba la mano y ponía los pies en el suelo con la ayuda de Robbie.
Amanda lo abrazó con los ojos llenos de lágrimas, empezó a darle besos, derramando sobre él toda la tensión y toda la desesperación que había sentido.
—Estoy bien, mamá, de verdad —dijo Kiefer sonriendo, aunque todavía un poco pálido—. Siento haberme escapado de casa de Claudia…
Junto a ellos, Amanda vio que Robbie se había bajado del caballo y le estaba indicando a un agente la situación exacta de Orway.
—Robbie… —dijo Amanda acercándose a él sin soltar a su hijo, con los ojos muy abiertos, como si quisiera comprobar por sí misma que lo que estaba viendo era real, que estaba vivo, que no le había pasado nada.
—Ya te dije que lo traeríamos sano y salvo —dijo Robbie consiguiendo sonreír, aunque Amanda no se dejó engañar.
Tenía los ojos llenos de miedo, de desesperación, de pánico.
Y sabía que todo era por su hijo.
Aquel hombre se había preocupado por Kiefer tanto como ella.
—No, Robert Preston —dijo ella abrazándolo con todas sus fuerzas, soltando la mano de su hijo—. Tú lo has traído sano y salvo. Tú lo has salvado. Tengo una deuda eterna contigo.
Robbie la abrazó besándola en el pelo mientras un médico hablaba con Kiefer para comprobar que estaba bien.
—Nunca dejaría que les pasara nada a tus hijos —dijo Robbie—. Te lo dije y lo repito. Estemos aquí, en Texas o en cualquier sitio. Vengas conmigo o no.
Amanda ardía en ganas de decirle que lo amaba, que estaba dispuesta a seguirlo hasta los confines de la tierra si era preciso, pero había demasiada gente alrededor.
En ese momento, vio a Jenna jugando con los niños para tranquilizarlos y se dio cuenta de que también ella debía de haber estado muy asustada pensando en su hijo, en Robbie, en lo que le podía haber pasado.
Amanda le hizo una seña a Robbie y ambos se acercaron a ella. Jenna se levantó y estrechó entre sus brazos a su hijo con fuerza.
—He hablado con Andrew y Brent —dijo Thomas—. Van a traer a Max aquí para que estéis todos juntos.
—Han sido todos muy buenos conmigo —asintió Amanda—. Se lo agradezco mucho.
—A Jenna le gusta decir que aquí en Quest somos como una gran familia —dijo Thomas mirando a su hijo con alivio.
—¿Señorita Emory? —solicitó su atención uno de los médicos que había estado hablando con Kiefer—. Me gustaría llevar a su hijo al establo un momento para hacer algunas comprobaciones.
—¿Está herido? —le preguntó Amanda preocupada.
—No, no, en absoluto —contestó el doctor—. Es sólo rutina.
Amanda asintió. También ella estaba deseando alejarse de allí, consciente de que, en cualquier momento, la policía se presentaría con Orway esposado. No quería verlo, y lo mismo debían de haber pensado el resto de las madres, que estaban alejándose del lugar.
—Lo siento mucho, mamá —se lamentó Kiefer—. Tenía mucho miedo de ese hombre, y lo único que hice fue atraerlo hacia todos mis amigos.
—No es culpa tuya, cielo —replico Amanda tiernamente—. El malvado es Orway, fue él quién os amenazó.
—Pero le hizo daño al señor Fred —insistió Kiefer con los ojos llenos de lágrimas entrando en el establo.
—El señor Fred está perfectamente —dijo Amanda—. Se lo han llevado al hospital para hacerle algunas pruebas, pero está perfectamente.
—¡Max! —exclamó Kiefer al ver a su hermano, al que abrazó tiernamente.
Amanda miró a sus dos hijos y se sintió orgullosa del amor que los unía. También ella, sin saber cómo, estaba en los brazos de Robbie, delante de toda su familia, a excepción de Melanie.
—¿De verdad Robbie disparó contra ese hombre? —preguntó inocentemente Max.
Amanda miró sonriendo a los hermanos de Robbie.
—Espero que no le importe, señorita Emory —dijo Brent—. Estaba un poco nervioso, y pensé que serviría para distraerlo.
—Claro que no, muchas gracias —dijo Amanda, recordando que Brent había perdido a su mujer algunos años atrás.
Kiefer le estaba contando a su hermano los detalles de cómo Robbie lo había rescatado. Parecía haberse olvidado de la traumática experiencia que había pasado. Pero Amanda volvió a lamentarse de nuevo por lo rápido que Kiefer se estaba viendo obligado a crecer.
—Bueno. Vamos a casa a cenar —dijo Thomas—. Y eso también va por usted y sus hijos, señorita Emory.
Amanda miró a Robbie. No estaba dispuesta a ir a ningún sitio sin él, y sabía las reticencias de Robbie hacia su familia. ¿Estaría dispuesto a hacer una excepción?
En ese momento, Robbie asintió sonriendo, y Amanda supo que lo iba a hacer por ella. Se sintió agradecida, aunque, por otro lado, tenía muchas ganas de hablar con él a solas. Además, aunque estaba dispuesta a seguirlo al fin del mundo, tenía la sensación de estar en el mejor lugar imaginable. En Quest.