Capítulo 17
Robbie miró a Amanda y se preguntó qué estaría pensando. Estaba vestida con un sencillo vestido azul que le había dejado su madre, un vestido con el escote suficiente como para que se pudiera ver, sobre su cuello, un colgante con el símbolo de la paz. Allí estaba su preciosa chica de California.
Después de lo que había pasado, sabía que no podía pedirle a Amanda que fuera con él a Texas. En esos momentos, se sentía muy agradecida, se sentía en deuda con él, pero él no quería que hiciera nada porque se sintiera obligada a hacerlo para corresponderlo, sino porque lo sintiera sinceramente.
—Ha llamado Melanie —dijo Thomas mientras tomaban asiento en la larga mesa del comedor, donde una cena copiosa los esperaba—. Me ha pedido que esperemos cinco minutos a que llegue.
Robbie se puso un poco nervioso, aunque consiguió que nadie lo notara.
—Melanie corría hoy con Algo de que hablar —le murmuró al oído a Amanda.
Detrás de ellos, los niños estaban sentados a una mesa más pequeña con las hijas de Brent.
—¿Crees que tu padre sabe ya el resultado de la carrera y no ha dicho nada? —murmuró ella tomándolo de la mano por debajo de la mesa.
—Es difícil saberlo —contestó Robbie, diciéndose que, de no ser por la tensa relación que tenía con su padre, se quedaría en Quest para siempre.
A los pocos minutos, Melanie entró como un torrente en la sala vestida con unos pantalones vaqueros, una camiseta de manga corta y el pelo mojado.
—¡Lo siento! ¡Llego tarde! —exclamó dando la vuelta a la mesa para acercarse a Amanda—. Me acabo de enterar de lo que ha pasado —comentó dándole un beso en la mejilla—. ¡Cuánto me alegro de que todo haya salido bien!
Antes de que Amanda pudiera decir nada, Melanie se arrojó en brazos de su hermano.
—¡No puedo creer que salieras detrás de él como si fueras John Wayne! ¡Y con ese caballo!
Robbie la miró preguntándose cómo se había enterado de ese detalle, aunque su hermana siempre había tenido la misma misteriosa capacidad de su madre de enterarse de todo lo que sucedía en Quest.
—¡Me gustaría proponer un brindis! —exclamó Melanie sentándose, mirando a todos los presentes y levantando su copa.
Todos la imitaron. Robbie miraba a su hermana preguntándose qué se proponía.
—¡Por Robert Preston! —proclamó Melanie—. El mejor entrenador de caballos del mundo, el único capaz de adivinar la posibilidades de un caballo y darle una oportunidad —dijo alzando su copa un poco más—. Algo de que hablar ha batido el récord de la pista. Cuando consigamos que la federación levante le prohibición, podremos darle al mundo un nuevo campeón.
Todos la miraron sorprendidos. A su lado, Amanda le apretó la mano con fuerza. Brindaron derrochando sonrisas y felicitaciones, pero Thomas permanecía en silencio.
Robbie observó a su familia y por primera vez se preguntó si cabía la posibilidad de hacerse un hueco entre ellos. Pero desechó la idea enseguida. Eso sería como rendirse sin condiciones. Había luchado demasiado como para tirar la toalla.
Al otro extremo de la mesa, Thomas se aclaró la garganta.
—Después del terrible verano que hemos pasado, creo que ésta es la mejor noticia en mucho tiempo —dijo mirándolos a todos mientras los camareros servían la cena—. Ya sé que acabamos de contratar a un nuevo entrenador jefe hace poco tiempo…
—Creo que no hace falta volver a hablar de… —dijo Robbie, que no quería por nada del mundo volver a sacar el tema delante de todos en ese preciso momento.
—Yo creo que sí hace falta —lo interrumpió su padre—. No me arrepiento de haber contratado a Marcus Vásquez. Es un profesional increíble con mucho que ofrecer.
Era previsible. ¿Cuándo había sido su padre lo suficientemente humilde para reconocer un error? Nunca.
—Papá… —quiso intervenir Melanie, pero se calló al ver que su padre alzaba la mano para pedir silencio.
—Si Quest está empezando a ser fuerte de nuevo, es gracias a que te tenemos a ti y a Marcus a bordo —dijo mirando a su hijo—. No quiero perderte, no quiero tener que competir contigo, hijo.
Todas las miradas se posaron en Robbie. Era evidente que su padre se había enterado de la entrevista que había hecho en Texas. Pero no parecía furioso. Más bien estaba tranquilo y… lleno de orgullo.
¿Había sido eso lo que había provocado aquella reacción, o siempre había estado allí y Robbie había estado demasiado ciego como para darse cuenta?
También podía ser que conocer a Amanda hubiera cambiado su forma de ver las cosas. Observar el intenso amor que sentía por sus hijos lo había hecho reflexionar, pensar desde otra perspectiva en sus padres. Quizá su padre y su madre lo hubieran conocido siempre mejor de lo que él se conocía a sí mismo. Quizá lo único que habían hecho había sido guiarlo en la dirección correcta para extraer de él lo mejor.
Robbie sintió que tenía de nuevo una familia. Una familia que nunca estaría completa sin Amanda y sus hijos. Amanda significaba más para él que la aprobación de su padre. Sin ella, nada tenía sentido.
—¿Nos disculpáis un momento? —preguntó Robbie levantándose de la mesa y tomando de la mano a Amanda.
Su padre y sus hermanos lo miraron extrañados, con una mirada a la que Robbie ya estaba acostumbrado.
—Volveremos enseguida.
Dejando la servilleta sobre el asiento, Amanda lo siguió hasta un estudio, donde una criada estaba arreglando un ramo de flores. Cuando los vio, abandonó el salón discretamente.
Robbie sabía perfectamente lo que quería hacer. Estaba decidido a no sacar provecho de la situación, a no obligar a Amanda a hacer nada que no quisiera realmente. Pero tenía que encontrar las palabras adecuadas.
—Te amo —dijo Amanda adelantándose.
—¿Qué? —preguntó Robbie con el corazón acelerado y el cuerpo tenso.
—Puede que sea muy pronto para decirlo, pero… Te amo —repitió Amanda.
—No es pronto cuando uno sabe perfectamente lo que siente y lo que quiere en la vida —dijo tomando su barbilla y alzando su rostro—. Y estoy autorizado a decirlo porque hoy me he dado cuenta de que yo también te amo. Te amo demasiado como para dejarte escapar sólo por miedo a hacerte daño.
—Nunca me harías daño.
—Amanda, he visto por lo que pasó mi hermano al perder a su mujer, de modo que puedo imaginarme lo que has tenido que pasar. No quiero añadir más sufrimiento a tu vida.
—¿Estás loco? Vas a hacerme la mujer más feliz de este mundo. Lo único que tienes que decirme es cuándo nos vamos a Texas.
Estaba completamente convencida de la decisión. Su hogar no estaba en Quest, sino donde estuviera Robbie.
—¿De verdad? —Robbie la miró y el corazón de Amanda se llenó de amor al ver cómo sus ojos ardían en gratitud y en ternura.
—Iremos contigo, adonde vayas, suponiendo que no te importe cargar con mis hijos —sonrió Amanda, que ya sabía lo increíble que podía llegar a ser Robbie con los niños—. No sé mucho sobre Texas pero…
Antes de que terminara la frase, alguien llamó a la puerta.
—¿Sí? —preguntó Robbie.
—Robbie, creo que deberíais saber algo —dijo la voz de su padre desde detrás de la puerta.
—De acuerdo —dijo Robbie intercambiando una mirada de confusión con Amanda—. Siento haberme ido así de la mesa —le dijo a su padre abriendo la puerta—, pero tenemos cosas muy importantes de las que hablar.
—Lo sé, hijo, y siento interrumpiros, pero creo que esto es importante también para vosotros, puede que queráis escucharlo —dijo entrando en el estudio y sirviéndose un bourbon—. No he querido anunciarlo delante de todos hasta hablar contigo, antes de ofrecerte el trabajo que debería haberte ofrecido hace tiempo. Eres el mejor con los caballos, sabes mejor que nadie adivinar sus capacidades. Debería haber confiado en ti antes.
—¿Y qué pasa con Marcus? —quiso saber Robbie.
—Hablaré con él en privado —dijo ofreciéndoles una copa a cada uno—. Creo que puedo arreglarlo.
Amanda miró al hombre de quien se había enamorado, esperando su respuesta.
—No, papá —contestó Robbie—. No quiero pasar por delante de nadie injustamente. Marcus no ha cometido ningún error en el tiempo que lleva aquí. Como tú has dicho antes, es bueno para todos que esté aquí.
Amanda miró al padre de Thomas deseando, por una vez, que le llevara la contraria a su hijo. Pero no lo hizo. Se limitó a asentir.
—¿Significa eso que nos dejas? —preguntó Thomas.
—De eso estaba hablando ahora con Amanda. Creo que, al final, no me iré, al menos por el momento. Saber que tengo tu confianza, saber que algún día puedo llegar a tener ese puesto, es suficiente de momento. Seguro que, aunque nuestros métodos son muy distintos, Marcus y yo encontraremos la forma de colaborar.
—Me parece muy acertado —dijo Thomas poniendo una mano sobre el hombro de Amanda, como si, al hacerlo, quisiera expresar su amor por su hijo—. Me alegra mucho saber que vas a quedarte aquí. No quiero por nada del mundo perder el mismo día a mi hijo y a la nueva responsable de la gestión administrativa —añadió sonriendo a Amanda—. He estado hablando con mi esposa, dice que estás haciendo un trabajo extraordinario. Además, va a organizar un plan de ayuda a los empleados. De esa forma, podrás, si quieres, terminar tu carrera universitaria. No es que lo necesites para estar aquí, es por si lo estabas considerando.
—Gracias de todo corazón, señor Preston —dijo Amanda, superada por tantas buenas noticias, dándole un beso en la mejilla—. Y gracias por haberme ayudado tanto hoy con mi hijo.
—De nada. Y, ahora, vamos. Si tenemos suerte, puede que todavía lleguemos a los postres.
El padre de Robbie abandonó el estudio y los dejó solos.
—¡Es el trabajo que siempre habías querido! —exclamó Amanda, que no acababa de comprender por qué Robbie no lo había aceptado sin pestañear.
—Lo es, y sé que algún día será mío —contestó Robbie—. Pero hay algo que me importa más que eso: el reconocimiento de mi padre, y ya lo tengo. De momento, eso es suficiente. Además, hay otras cosas mucho más importantes —añadió abrazándola.
—¿Vas a cancelar entonces la entrevista? —preguntó Amanda, que ya empezaba a fantasear con un futuro lleno de maravillas.
—Sí, mamá —respondió Robbie sonriendo—. A menos que, de repente, tengas algún interés especial en vivir en el oeste de Texas.
—No —replicó Amanda pegando su cuerpo al de Robbie—. Pero sí tengo un interés especial en otras cosas.
—Mmm… Algo me dice que no tiene nada que ver con los postres —murmuró Robbie en su oído.
—Es algo mucho más dulce.
—¿Acaso no sabes que la habitación de al lado está llena de gente?
—Sí, sólo te lo digo para que te vayas preparando para esta noche —dijo dándole un beso.
—Mmm… No cierres con llave la puerta de tu casa. Quiero pasar la noche demostrándote por qué estar juntos es lo mejor que hemos podido decidir.
—Espero que seas discreto y no armes mucho ruido, Robbie Preston. De lo contrario, no será sólo tu caballo el que dará a todo el mundo algo de que hablar.
Fin