El movimiento obrero

El movimiento obrero comenzó a incidir en la vida del País Vasco desde 1890. La clase obrera estaba surgiendo de forma rápida y brusca, por la puesta en explotación de las minas y la instalación de nuevas fábricas. Formaban una nueva sociedad, compuesta básicamente por inmigrantes. En principio llegaban a Bizkaia como temporeros, en los meses de paro estacional agrícola, o con la idea de volver en algunos años a su pueblo.

Los mineros sufrían las peores condiciones. La mayoría eran peones que acarreaban hierro. El patrono podía sustituirlos con facilidad, por la abundancia de mano de obra. Tenían escasa capacidad de exigir mejores condiciones de trabajo. Los obreros industriales podían ejercer mayor presión sobre la empresa. Más estables, su capacidad asociativa era mayor, si bien en este ámbito había situaciones diversas, según trabasen en grandes fábricas o pequeños talleres, o fuesen peones u obreros especializados.

Unos y otros vivían en condiciones precarias, con pésimas condiciones de higiene, de vivienda y de alimentación. El rápido crecimiento de pueblos y barrios no preparados para el boom deterioró los niveles de vida. Las tasas de mortalidad llegaron a superar el 40% (el doble que en las zonas agrarias) y se redujo la esperanza de vida, en algunas localidades por debajo de los 20 años, por las deficiencias higiénicas, sanitarias y laborales.

El hacinamiento alcanzó su máxima expresión en la zona minera. Alejadas las minas de los pueblos, los patronos construyeron barracones, donde se agolpaban un centenar o más de camas, cada una para dos o tres obreros. Por lo común los mineros debían vivir en los barracones, que regentaban capataces de la empresa, a cambio de un pago elevado. También en las viviendas de los barrios era habitual el hacinamiento. La carestía de los alquileres forzaba a subarrendar cuartos. Solían vivir en el mismo piso, de reducidas dimensiones, dos o tres familias y varios huéspedes. La alimentación precaria fue habitual. La base de la dieta era el pan, y se completaba con tocino, tasajo, alubias, garbanzos, patata y vino. Para los mineros era obligatorio consumir en las cantinas de la empresa, cuyos abastecimientos, de altos precios, eran de muy baja calidad.

Las jornadas de trabajo eran largas. En las minas eran al principio de sol a sol. Existía el trabajo a tarea (a destajo): pequeñas cuadrillas ajustaban el sueldo por tanta cantidad de mineral. Era un trabajo agotador, en el que cada obrero obtenía unas dos toneladas diarias de hierro.

El trabajo en las minas, de sol a sol, era agotador. Cada obrero obtenía unas dos toneladas diarias de hierro. Vista general de la mina Carolina.

En Bizkaia arraigó la vertiente socialista del movimiento obrero. Fue, con Madrid y Asturias, uno de los pilares del socialismo español. Se propagó en Bizkaia tras la acción ideológica que encabezó Facundo Perezagua. En 1879 había participado con Pablo Iglesias en la fundación del Partido Socialista Obrero Español y llegó a Bizkaia en 1886 para difundirlo.

Surgieron dos tipos de organización: las sindicales, sociedades de resistencia enmarcadas en la UGT, y las de carácter político, las Agrupaciones Socialistas adscritas al PSOE. La primera fue la Agrupación Socialista de Bilbao. La impulsó en 1887 Perezagua, tipógrafo, con compañeros de profesión. En 1888 nacían las de Ortuella, Sestao y La Arboleda, así como la primera sociedad de oficio, constituida por tipógrafos.

La huelga general de mayo de 1890 resultó decisiva en la formación del movimiento obrero. Iniciada en las minas, se extendió entre los obreros fabriles por solidaridad. Al despido de 5 trabajadores siguió una huelga general en la que se reivindicaba la readmisión de los despedidos, la jornada de trabajo de 10 horas y la supresión del trabajo a tarea, de los barracones y de la compra obligatoria en las cantinas.

El conflicto se generalizó, con 21.000 obreros en huelga, y se declaró el estado de guerra. La autoridad de la provincia pasó al general Loma. El Pacto de Loma, tras una reunión entre empresarios y representantes obreros impuesta por el general, puso fin al conflicto. Los huelguistas veían satisfechas sus reivindicaciones. Constituyó un hito histórico, si bien sus términos se vulneraron después. La huelga consagró el liderazgo socialista.

Se inició así la etapa épica del movimiento obrero vizcaíno, que duró hasta 1912-14 y se caracterizó por la radicalidad socialista y las enconadas relaciones entre patronos y trabajadores. La violencia acompañó también a las otras cuatro huelgas generales que se realizaron hasta 1910. Las mejoras en la situación de los trabajadores fueron lentas. Las sociedades de resistencia, con muy pocos trabajadores, fueron escasas. Para conseguir mejoras sustanciales se confiaba en la huelga general. Era, pues, un movimiento obrero débil, disperso y poco organizado, en parte porque les resultaba fácil a los patronos sustituir a los trabajadores. Tuvo un marcado carácter cíclico. Las huelas de los años de bonanzas económicas, cuando los patronos tenían mayores beneficios y margen de maniobra, se saldaron con victorias obreras. Les seguían la afiliación a las agrupaciones socialistas y nuevos movimientos huelguísticos. Al llegar la crisis, el proceso se invertía.

A las actividades sindicales acompañaron las políticas. Las Agrupaciones Socialistas participaron en las elecciones desde 1891, las primeras con sufragio universal (masculino). En Bizkaia, por la presión del movimiento de masas sobre las estructuras caciquiles, las elecciones otorgaban algunas posibilidades políticas. Pablo Iglesias olía presentar su candidatura por Bilbao, con derrotas menos abultadas que las que sufría en Madrid. Y en Bilbao el PSOE consiguió en 1891 su primer concejal. Desde los años noventa, en Bilbao y en los municipios obreros los socialistas solían tener una minoría de concejales, insuficientes para condicionar las políticas municipales.

La ideología socialista defendía la lucha por la sociedad sin clases; la oposición a colaborar con partidos burgueses; una visión catastrofista del capitalismo, al que se suponía le colapsarían sus contradicciones; y la huelga revolucionaria como arma para acabar con el sistema. Pero el radicalismo ideológico hubo de adaptarse a las realidades concretas. Paulatinamente surgió una línea moderada, que defendía el gradualismo en los cambios sociales.

El antagonismo entre nacionalismo y socialismo fue constante. Para los socialistas la nación era un concepto burgués, que negaba los intereses proletarios. Además, Sabino Arana tachaba al socialismo de antivasco y proponía un movimiento etnicista, con argumentos peyorativos sobre los inmigrantes. Los planteamientos de Arana dieron pie a la aparición de una competencia sindical a los socialistas. Para el nacionalismo los obreros vascos sólo encontrarían solución definitiva a sus problemas con la independencia de Euskadi. En todo caso debían rehuir las agrupaciones socialistas. En 1911 nació Solidaridad de Obreros Vascos, para acoger a los obreros nacionalistas. Sindicato católico, con finalidades mutualistas, se apartaba de los planteamientos de clase de los socialistas. Su actuación, sin embargo, distó mucho de la de los sindicatos católicos no reivindicativos impulsados por la Iglesia a comienzos de siglo.

El sindicalismo nacionalista buscó su expansión entre los obreros de origen vasco. Por contra, la principal base social del socialismo la componían los inmigrantes, para los que fue vehículo de integración en la sociedad local, al proporcionales instrumentos de participación política.

Pero el socialismo atrajo también a obreros de origen vasco. Los había entre los afiliados vizcaínos. Y formaban el primer núcleo obrerista surgido fuera de Bizkaia, el de Eibar, donde se afianzó una sociedad de oficio compuesta por armeros. Adquirió notable fuerza, en parte por la gran capacidad de presión de los armeros, una mano de obra muy especializada. La tradición liberal de Eibar, con un acentuado anticlericalismo, caracterizó también a este núcleo obrerista. A comienzos del XX Gipuzkoa no había profundizado aún en el proceso de industrialización, ni los grupos obreros alcanzaban una presencia relevante. Pero el núcleo socialista de Eibar evidenciaba que este eje del pluralismo vasco no era exclusivo de Bizkaia.