22

Sophia

—¿Así que diste media vuelta y lo dejaste ahí plantado? —preguntó Marcia, sentada junto a Sophia, que estaba tumbada en la cama.

—No sabía qué otra cosa podía hacer —replicó ella al tiempo que apoyaba la barbilla en las manos—. Estaba tan furiosa que no soportaba estar más rato con él.

—Bueno, supongo que yo también me habría enfadado —respondió Marcia, dándole la razón—. Quiero decir, ambas sabemos que los exámenes finales de historia del arte son cruciales para el moderno funcionamiento de la sociedad. Si eso no supone una gran responsabilidad, entonces, ¡ya me dirás!

Sophia esbozó una mueca de fastidio antes de ordenar a Marcia que se callara.

Su amiga no le hizo caso y siguió con su chanza.

—Especialmente cuando se trata de encontrar un trabajo que te permita ganarte la vida.

—¿Quieres hacer el favor de callar de una vez?

—Solo intentaba animarte chinchándote un poco —dijo Marcia, propinándole un cariñoso codazo.

—Pues no estoy de humor, ¿vale?

—¡Ay, chica! ¡Pero si no hablaba en serio! De todos modos, me alegro de que estés aquí. Ya me había hecho a la idea de pasarme todo el día sola, y prácticamente toda la noche.

—¡Estoy intentando expresarte lo que siento!

—Lo sé. Echaba de menos hablar contigo. Hace años que no hablamos.

—Pues no creo que hablemos más si sigues con esa actitud. En vez de ayudarme, lo estás complicando todo aún más.

—¿Qué quieres que haga?

—¡Que me escuches! Quiero que me ayudes a entender qué ha pasado.

—Te escucho. He oído todo lo que has dicho.

—¿Y?

—Bueno, la verdad, me alegro de que al final os hayáis peleado. ¡Ya era hora! En mi opinión, una relación no es totalmente seria hasta que no se ha pasado por una pelea real. Hasta entonces, todo es de color de rosa. Al fin y al cabo, uno no sabe si algo es verdaderamente importante hasta que no lo ha puesto a prueba. —Le guiñó el ojo—. Y el revolcón tras la reconciliación es siempre espectacular.

Sophia torció el gesto.

—¿Es que no piensas en nada más que en sexo?

—No siempre, pero ¿con Luke? —Soltó una sonrisa lasciva—. Si yo estuviera en tu lugar, guapa, intentaría hacer las paces lo antes posible. ¡No me negarás que es un pedazo de bombón!

—¿Quieres dejar de cambiar de tema? ¡Tienes que ayudarme a comprender qué ha pasado!

—¿Y qué crees que estoy haciendo?

—¿Hacer todo lo posible por irritarme?

Marcia la miró con una expresión honesta.

—¿Sabes qué pienso, a partir de lo que me has contado? Que él está nervioso sobre qué sucederá entre vosotros dos. Se pasará la mayoría de los fines de semana fuera, de viaje, y antes de que te des cuenta, tú te habrás graduado, y él cree que no te quedarás por aquí, así que probablemente su intención sea empezar a marcar distancias.

«Quizá», pensó Sophia. La respuesta parecía lógica, pero…

—Hay algo más. Nunca se había comportado de ese modo antes. Estoy segura de que hay algo más.

—¿Acaso hay algo que no me has contado?

«Podría perder el rancho», pensó Sophia. Pero no se lo había dicho a Marcia, ni pensaba decírselo. Luke le había confiado el secreto, y no pensaba traicionar su confianza.

—Sé que está bajo mucha presión —contestó Sophia evasivamente—. Quiere ganar o quedar en una buena posición, y está nervioso.

—¡Pues ya tienes tu respuesta! —concluyó Marcia—. Está nervioso y bajo presión, y tú vas y le dices que no piense en ello. Por eso se ha puesto un poco a la defensiva y ha reaccionado así, porque, a su modo de ver, te muestras indiferente ante lo que le preocupa.

«Quizá», pensó Sophia.

—Estoy segura de que en estos momentos probablemente se arrepiente de lo que ha dicho —continuó Marcia—. Y me apuesto lo que quieras a que no tardará más de unos minutos en llamarte para pedirte perdón.

Luke no llamó. Ni aquella noche, ni la siguiente, ni la posterior. El martes, Sophia pasó la mayor parte del día alternativamente pendiente del móvil por si él le enviaba algún mensaje y preguntándose si debía llamar ella. A pesar de que no se perdió ni una clase y tomó apuntes, le costaba mucho concentrarse en las explicaciones de los profesores.

Entre clase y clase, mientras abandonaba un edificio para ir a otro, repasaba las palabras de Marcia y se decía que tenían sentido. Con todo, no podía borrar la imagen de Luke, con aquella expresión de… ¿qué? ¿Desazón? ¿Hostilidad? No estaba segura de si podía describirse con esas palabras, pero, sin lugar a dudas, parecía como si hubiera intentado apartarla de él.

¿Por qué, después de que su relación hubiera fluido de una forma tan fácil y cómoda durante tanto tiempo, empezaba a torcerse de repente?

Había algo que no tenía sentido. Sophia decidió marcar su número y llegar al fondo de la cuestión. En función del tono de Luke, sabría casi de inmediato si se lo estaba simplemente tomando demasiado a pecho o si de verdad algo iba mal.

Hundió la mano en el bolso y sacó el móvil, pero justo cuando estaba a punto de marcar el número, alzó la vista y contempló al otro lado de la explanada el bullicio y el trajín familiar de la vida en el campus. Chicos y chicas con mochilas, un estudiante montado en bicicleta que se dirigía hacia quién sabía dónde, un grupo de turistas que visitaban la universidad y que se había detenido delante del edificio de recepción, y a lo lejos, debajo de un árbol, una pareja, uno frente al otro.

No había nada inusual en aquella escena, pero, por alguna razón, algo logró captar su atención. Sophia bajó el móvil y, sin poderlo evitar, fijó toda su atención en la pareja. Estaban riendo, con las frentes casi pegadas, la mano de la chica acariciaba el brazo del chico. Incluso a distancia, su atracción mutua era más que patente. Sophia estaba segura, pero, claro, la verdad era que conocía mucho a ese par. Lo que estaba viendo era definitivamente una escena de algo más que una buena amistad, y ya no le quedó la menor duda cuando vio que se besaban.

Sophia no podía apartar la vista. Todos los músculos de su cara se habían tensado de golpe.

Por lo que sabía, él no había pasado por la residencia de estudiantes, ni tampoco había oído sus nombres mencionados juntos, lo cual era prácticamente imposible en un campus ávido de secretos, lo que significaba que habían mantenido la relación en secreto hasta ese momento, no solo de cara a ella, sino respecto a todo el mundo.

Pero ¿Marcia y Brian?

Su compañera de habitación no le jugaría tal trastada, ¿no? Especialmente, sabiendo lo que Brian le había hecho.

Sin embargo, ahora que caía en la cuenta… Sophia recordó que Marcia había mencionado a Brian varias veces en las últimas semanas, ¿y no había admitido que todavía hablaba con él? ¿Qué había dicho Marcia acerca de Brian, incluso cuando aún la perseguía por todas partes? «Es divertido, guapo y rico. ¿A quién no le gustan esas cosas?» Tampoco podía olvidar que entre ellos había habido algo, tal y como a Marcia le gustaba señalar, antes de que apareciera Sophia.

Sabía que no debería importarle. No quería tener nada que ver con Brian, y ya hacía meses que había roto con él. Marcia podía quedárselo si quería. Pero cuando Marcia alzó la vista en dirección a Sophia, inexplicablemente, a Sophia se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Iba a contártelo —se excusó, avergonzada, cosa extraña.

Estaban de nuevo en su habitación, y Sophia miraba por la ventana con los brazos cruzados. Era lo único que podía hacer para mantener la calma.

—¿Cuánto hace que sales con él?

—No mucho —respondió Marcia—. Pasó a verme por mi casa durante las vacaciones de Navidad y…

—¿Por qué él? Recuerdas que me hizo mucho daño, ¿verdad? —A Sophia se le empezó a quebrar la voz—. Creía que eras mi mejor amiga.

—¡No había planeado que pasara esto! —masculló Marcia.

—Pero ha pasado.

—Tú estabas fuera todos los fines de semana, y yo coincidía con él en las fiestas. Siempre acabábamos hablando, normalmente de ti…

—¿Me estás diciendo que es culpa mía?

—No —contestó Marcia—. No es culpa de nadie. Yo no lo había planeado, pero cuanto más hablábamos y nos íbamos conociendo el uno al otro…

Sophia no escuchó el resto de la explicación de Marcia; notaba el estómago tan agarrotado que esbozó una mueca de dolor involuntariamente. Cuando la habitación quedó en silencio, intentó mantener la voz firme.

—Deberías habérmelo contado.

—¡Lo hice! Te dije que a veces charlaba con él, y también insinué que éramos amigos. Eso era todo hasta hace unas pocas semanas, te lo juro.

Sophia se dio la vuelta y miró a la que era su mejor amiga y, a la vez, su peor pesadilla en ese momento.

—Esto no está… bien, no, no está bien.

—Pensaba que ya no sentías nada por él —balbuceó Marcia. Sophia estaba lívida.

—¡Y no siento nada por él! ¡No quiero ni verlo! Pero no se trata de Brian, sino de nosotras dos, de ti y de mí. ¡Te acuestas con mi exnovio! —Se pasó la mano por el pelo—. Marcia, las amigas no se dan puñaladas por la espalda. ¿Cómo se te ocurre siquiera intentar justificarte?

—Sigo siendo tu amiga —alegó Marcia en un tono suave—. No es que piense invitarlo a subir a esta habitación cuando tú estés aquí…

Sophia apenas oía lo que Marcia le decía.

—Te la pegará, y lo sabes, como hizo conmigo.

Marcia sacudió la cabeza con vehemencia.

—Ha cambiado. Sé que no me crees, pero es verdad.

Al oír aquello, Sophia supo que ya no había nada más que hablar. Enfiló hacia la puerta con paso firme, y de camino agarró el bolso que descansaba sobre la mesa. Al llegar al umbral, se volvió hacia Marcia.

—Brian no ha cambiado —declaró con absoluta seguridad—. Te lo aseguro.

La costumbre y la desesperación la llevó de nuevo hasta el rancho. Como siempre, Luke apareció en el porche justo cuando ella se apeaba del coche. Incluso a distancia, él pareció darse cuenta de que algo iba mal. A pesar de que llevaban varios días sin hablar, avanzó hacia ella con los brazos abiertos.

Sophia se refugió en ellos. Durante un buen rato, él simplemente la abrazó mientras ella lloraba.

—Todavía no sé qué hacer —se lamentó Sophia, apoyándose de nuevo en el pecho de Luke—. No puedo obligarla a que deje de verlo.

Luke la estrechaba entre sus brazos en el sofá. Ambos mantenían la vista fija en el fuego. Él había dejado que Sophia se desahogara durante un buen rato, dándole la razón de vez en cuando, pero, sobre todo, consolándola con su silenciosa y reconfortante presencia.

—No —convino él—, probablemente no sea una buena idea.

—Pero ¿qué se supone que he de hacer cuando estén juntos? ¿Fingir que no los veo?

—Probablemente sería lo mejor, dado que ella es tu compañera de habitación.

—Saldrá mal parada —repitió Sophia por enésima vez.

—Probablemente.

—Seré la comidilla de todas mis compañeras. Cada vez que me vean, cuchichearán o se burlarán de mí o me compadecerán; no me quedará más remedio que aguantar las burlas durante el resto del semestre.

—Probablemente.

Ella se quedó callada un momento.

—¿Piensas darme la razón en todo lo que diga?

—Probablemente —contestó él con una sonrisa.

—Al menos me alegro de que no sigas enfadado conmigo.

—Siento mucho lo que pasó. Tenías razón: me comporté como un estúpido. Me pillaste en un mal día y me descargué contigo. No debería haberlo hecho.

—Todos podemos tener un mal día.

Luke la abrazó con más fuerza sin decir nada. Solo más tarde a ella se le ocurrió que él no le había contado por qué aquel día había estado de tan mal humor.

Después de pasar la noche en el rancho, Sophia regresó a la residencia de estudiantes y respiró hondo antes de entrar en su habitación. Todavía no estaba lista para hablar con Marcia, pero con un rápido vistazo se dio cuenta de que no tenía que haberse preocupado.

Marcia no estaba, ni tampoco había ido a dormir.

Había pasado la noche con Brian.