27

Luke

El hecho de no haber ganado en Macon no indicaba necesariamente si había montado bien; también era importante la calidad de los toros. Después de todo, el comportamiento de los animales constituía la mitad de la puntuación, lo que significaba que cada ronda estaba, en cierto modo, en manos de los dioses.

Su primer toro se había pasado prácticamente todo el tiempo dando vueltas sin parar. Luke mantuvo el equilibrio y su actuación fue, sin lugar a dudas, emocionante para el público, pero, cuando mostraron la puntuación, vio que ocupaba el noveno puesto. El segundo toro no fue mucho mejor, pero, por lo menos, consiguió mantenerse a lomos del animal mientras que los otros jinetes que habían obtenido mejor puntuación eran arrojados al suelo. Así pues, escaló hasta la sexta posición. En la ronda final, le tocó un toro decente, y recibió una puntuación lo bastante buena como para avanzar hasta la cuarta posición. No fue una competición estelar, pero fue suficiente para mantener, incluso extender, su liderazgo en la clasificación general.

Debería estar satisfecho. Con otro fin de semana así, prácticamente tendría garantizado el pase al circuito mayor, aunque su actuación no fuera muy buena en las siguientes competiciones. Pese a la falta de práctica y la contusión, estaba en la posición que había querido alcanzar.

Sorprendentemente, Luke no pensaba que competir en esos torneos hubiera empeorado su contusión. De vuelta a casa, siguió esperando que se intensificara el dolor de cabeza, pero no fue así. En vez de eso, notaba un dolor de baja intensidad, un leve zumbido que no tenía nada que ver con la agonía que había notado al inicio de la semana. De hecho, se encontraba mejor que por la mañana, y tuvo la impresión de que quizás a la mañana siguiente ya habría remitido por completo.

Un buen fin de semana, en otras palabras. Todo estaba saliendo según el plan.

Excepto por Sophia, claro.

Aparcó frente a la cabaña una hora antes del amanecer y durmió hasta casi el mediodía. Solo después de la ducha se dio cuenta de que no había necesitado recurrir a analgésicos. Tal y como había esperado, el dolor de cabeza había desaparecido.

Su cuerpo tampoco estaba tan entumecido como lo había estado después de la primera competición. Notaba los típicos dolores en la parte inferior de la espalda, pero nada que no pudiera soportar. Después de vestirse, ensilló a Caballo y salió a examinar el ganado.

El viernes por la mañana, antes de partir hacia Macon, había curado a una ternera que se había enganchado en la alambrada y quería asegurarse de que la herida se estaba cerrando adecuadamente.

Pasó el domingo por la tarde y el lunes ocupado con el sistema de riego, reparando algunas fugas de agua provocadas por el frío. A primera hora del martes, empezó a quitar las tejas en el tejado de su madre y luego, durante los siguientes dos días, se dedicó a reemplazarlas.

Había sido una buena semana, con mucho trabajo físico y sin descanso, y al llegar al viernes esperaba tener una sensación de plenitud por todo lo que había hecho. Pero no fue así. En lugar de eso, echaba de menos a Sophia. No la había llamado ni le había enviado ningún mensaje de texto, ni ella tampoco lo había hecho, y su ausencia a veces se le antojaba como un enorme vacío. Quería que las cosas volvieran a ser como antes; quería saber que, cuando llegara a casa después del rodeo en Florence, podría pasar el resto del día con ella.

Pero incluso mientras empezaba a preparar todo lo que necesitaría para su viaje a Carolina del Sur, supo que jamás aceptaría la elección que él había hecho, y, a diferencia de su madre, ella podía desaparecer de su vida.

El sábado por la tarde, Luke estaba mirando los toros desde la valla de la arena en Florence, y por primera vez se dio cuenta de que no le temblaban las manos.

Bajo circunstancias normales, eso debería haber sido una buena señal, ya que significaba que no estaba nervioso. Sin embargo, no pudo zafarse de la impresión de que había sido un error ir a Carolina del Sur. Desde que había llegado una hora antes había notado un sentimiento de pavor, y, desde entonces, los indescriptibles pensamientos negros no habían hecho más que hacerse fuertes en su cabeza, como unos susurros que lo empujaban a dar media vuelta, enfilar hacia la camioneta y marcharse a casa.

Antes de que fuera demasiado tarde.

No se había sentido de ese modo ni en Pensacola ni en Macon. En aquellos dos rodeos no había sentido ningunas ganas de competir, como tampoco en esos momentos, pero eso era básicamente porque no estaba seguro de si estaba listo para afrontar la exigencia del circuito. Sin embargo, el temor que lo asfixiaba en esos momentos era diferente.

Se preguntó si Big Ugly Critter podía percibir su miedo.

El toro estaba allí, en Florence, en Carolina del Sur, lo que seguía sin tener sentido, igual que no lo había tenido en McLeansville el pasado mes de octubre. Ese toro no encajaba en aquel circuito. Debería estar en el circuito mayor, donde sin lugar a dudas podía optar a que lo llamaran «toro del año». Luke no podía entender por qué el propietario había permitido que esa bestia participara en el circuito menor. Lo más seguro era que el promotor le hubiera ofrecido al propietario un trato imposible de rechazar, probablemente con uno de los concesionarios de automóviles de la ciudad. Esa práctica se estaba extendiendo en el circuito; promociones del tipo: «si puedes montar ese toro, te llevarás una camioneta nueva». Aunque a la multitud le solía encantar el reto añadido, Luke habría preferido no participar en el concurso. No estaba preparado para montar esa bestia de nuevo, ni seguramente lo estaba ningún otro jinete en el rodeo. Montarlo no le quitaba el sueño, ni la posibilidad de salir arrojado por los aires; el problema era la reacción posterior de Big Ugly Critter.

Luke se pasó casi una hora mirándolo, pensando «ese toro no debería estar aquí».

Ni él tampoco.

El torneo empezó puntualmente, con el sol lo bastante alto como para calentar el día, aunque solo de forma sutil. En las gradas, los espectadores iban abrigados con chaquetas y guantes, y las colas para comprar café o chocolate caliente llegaban hasta casi la entrada del recinto. Como de costumbre, Luke se quedó en la camioneta, con la calefacción encendida. En el aparcamiento estaba rodeado por docenas de camionetas al ralentí, en las que muchos otros jinetes también intentaban resguardarse del frío, como él.

Luke se aventuró a salir solo una vez antes de su turno, al igual que hicieron casi todos sus rivales, para ver cómo un jinete que se llamaba Trey Miller intentaba montar a Big Ugly Critter. Tan pronto como la puerta del cajón se abrió, el toro hundió la cabezota hacia el suelo y se contorsionó al tiempo que alzaba los cuartos traseros hacia el cielo; Miller no duró ni un segundo. Cuando cayó al suelo, el toro se dio la vuelta, tal y como había hecho después de que Luke intentara montarlo, y salió disparado hacia él con la cabeza baja. Afortunadamente, Miller pudo llegar a la valla de la arena a tiempo para escapar por los pelos de la embestida.

El toro, como si fuera consciente de la cantidad de gente que lo estaba mirando, se detuvo en seco y resopló, furioso. Se quedó allí quieto, con la vista fija en el escurridizo Miller; el aire frío hacía que pareciera como si estuviera sacando humo por las fosas nasales.

En el sorteo, a Luke le había tocado Raptor, un toro joven con una corta historia en los rodeos. Se suponía que tenía potencial, y no defraudó. Volteó, corcoveó y saltó, pero Luke se sintió extrañamente con el control en todo momento. Al final de su actuación, obtuvo la puntuación más alta de la temporada. Cuando saltó al suelo, el toro —a diferencia de lo que había pasado con Big Ugly Critter— no le hizo caso.

Había más rivales en aquel tercer encuentro de la temporada, por lo que la espera entre turno y turno se prolongaba. En su segunda ronda, a Luke le tocó Locomotive. Aunque no obtuvo tantos puntos como en su primera actuación, permaneció a la cabeza.

Después de la actuación de cinco jinetes, Jake Harris se preparó para montar Big Ugly Critter. Tampoco duró mucho sobre la bestia, pero, en cierto sentido, corrió la misma suerte que Miller. Tras arrojarlo al centro de la arena, el toro se volvió hacia él e intentó embestirlo. No había escapatoria. Un jinete sin experiencia habría tenido serios problemas, pero Harris era un veterano y fue capaz de salir disparado como una flecha en el último instante, por lo que los cuernos del toro erraron el objetivo por apenas unos centímetros.

Dos adiestradores saltaron para distraer a Big Ugly Critter, ofreciendo un indulto momentáneo a Harris que le permitió llegar a la valla de la arena. Harris se encaramó a la valla y alzó las piernas justo en el momento en que el toro enfurecido se le echaba encima, listo para un baño de sangre.

Rápidamente, la bestia dio media vuelta y se cuadró; entonces su vista se posó en los adiestradores que todavía estaban en la arena. Uno de ellos logró ponerse a salvo saltando la valla atropelladamente, pero el otro tuvo que refugiarse en uno de los barriles de protección que había cerca de la valla. Big Ugly Critter fue a por él, furioso porque su verdadera presa había escapado. Arremetió contra el barril, y este rodó por la arena; entonces volvió a embestirlo antes de aprisionarlo contra la pared, donde continuó arremetiendo contra él con saña, clavando los cuernos y bufando con ira, como loco.

Al verlo, Luke sintió náuseas, pensando de nuevo que ese toro no debería estar allí, ni en ese ni en ningún otro rodeo. Un día no muy lejano, Big Ugly Critter mataría a alguien.

Tras las primeras dos rondas, veintinueve jinetes se marcharon a casa. Quince se quedaron. Luke se había clasificado para las pruebas finales. Hubo una breve pausa antes de que empezara la final. El cielo invernal se oscureció y encendieron las luces del recinto.

Sus manos seguían sin temblar. Tenía los nervios bajo control. Estaba montando bien, y si se guiaba por sus actuaciones hasta ese momento, seguro que volvería a montar bien, lo cual era extraño, teniendo en cuenta cómo se había sentido al principio. No obstante, la sensación de miedo que lo había invadido previamente no se había disipado por completo, pese a no haber sufrido ningún incidente.

La verdad era que su temor se había incrementado desde que había visto cómo Big Ugly Critter había perseguido a Harris. Los promotores del rodeo tendrían que haber sido conscientes del peligro, dado el historial de esa bestia. Deberían haber tenido a cinco adiestradores en la arena, no solo a dos. Pero incluso después de que Miller montara, no habían aprendido la lección. Ese toro era peligroso, incluso psicótico.

Al igual que otros finalistas, Luke se puso a la cola para participar en el último sorteo de toros del día. Uno a uno, los fueron asignando a los jinetes que iban a competir. Raptor salió el tercero. Locomotive fue el séptimo. Mientras los nombres seguían saliendo, su sensación de angustia se intensificó. Era incapaz de mirar a los otros rivales; en vez de eso, cerró los ojos, a la espera de lo inevitable.

Al final, tal y como había presagiado, le tocó Big Ugly Critter.

El tiempo se ralentizó en la ronda final. Los dos primeros jinetes no cayeron al suelo; los siguientes tres fueron arrojados por los aires. El sexto consiguió aguantar los ocho segundos reglamentarios, pero el séptimo no.

Luke permanecía sentado en la camioneta, atento a las palabras del presentador. Su corazón empezó a latir aceleradamente mientras le subía la adrenalina. Intentó convencerse de que estaba listo, de que podía enfrentarse al reto, pero no lo estaba. No lo había estado ni siquiera en sus mejores momentos…

No quería hacerlo. No quería que el presentador anunciara que ganaría una camioneta ni que en los últimos tres años nadie había conseguido montar ese toro. No quería que el presentador comentara que Big Ugly Critter era el toro que casi lo había matado, y convirtiera así su actuación en una especie de juego de rencor. Porque no lo era. No sentía rencor por ese toro. Solo era un animal, si bien era el más agresivo y peligroso con el que jamás se había topado.

Se planteó retirarse; aceptar los puntos de las primeras dos rondas y marcharse a casa. Aún seguiría clasificado entre los diez primeros, quizás incluso entre los cinco primeros, en función de la actuación de los otros jinetes al final del día. Tal vez descendería de posición en la clasificación, pero estaría entre los cinco primeros. Todavía estaría en condiciones de optar a competir en el circuito mayor…

Donde seguramente acabaría también Big Ugly Critter.

Pero ¿qué pasaría la próxima vez? ¿Y si en el sorteo le tocaba ese toro en la primera ronda, cuando estuviera en California, por ejemplo, o en Utah, después de gastar una pequeña fortuna en el vuelo, en el motel y la comida? ¿Estaría dispuesto a retirarse también?

No lo sabía. En esos momentos estaba totalmente bloqueado. Bajó la vista hacia las manos y, con sorpresa, vio que seguían sin temblar.

«¡Qué extraño! —pensó—. Teniendo en cuenta…»

A lo lejos, el rugido de la multitud subió aún más de tono. Una buena actuación, a juzgar por las ovaciones. Luke se alegró por el jinete, fuese quien fuese. Desde que se había iniciado la temporada, no envidiaba el éxito de ningún compañero. Él, más que nadie, conocía los riesgos.

Había llegado la hora. Tenía que decidir si seguir adelante, quedarse o no, retirarse o montar, salvar el rancho o permitir que el banco se lo arrebatara.

Vivir o morir…

Luke soltó un hondo suspiro. Las manos seguían igual, sin temblar. Estaba tan listo como podría estarlo en cualquier otro momento de su vida. Abrió la puerta, pisó la tierra compacta y alzó la vista hacia el cielo invernal, que oscurecía.

Vivir o morir. De eso se trataba. Intentó relajar los músculos de camino hacia la arena, preguntándose cuál de las dos caras de la moneda saldría.