La tentación
Antes de ser librero, el jeque Ahmad no tenía otra ocupación que participar en las ceremonias religiosas llamadas zikrs, que consisten en la repetición coral de los nombres y atributos de Dios. Pertenecía entonces a la orden de los derviches sadiyeh, famosos por devorar serpientes vivas, y se dice que fue uno de los devoradores de serpientes, pero que no se atuvo a manjares de digestión tan fácil. Una noche, durante una reunión de derviches de la orden, en la que su jeque estaba presente, Ahmad cayó en un frenesí religioso, tomó una pantalla de vidrio que rodeaba a un candelero puesto en el suelo, y se comió un pedazo considerable. El jeque y los demás derviches, mirándolo asombrados, lo reprendieron por haber infringido las reglas de la orden, ya que comer vidrio no era uno de los milagros que les estaban permitidos, y lo expulsaron inmediatamente. Ingresó entonces en la orden de los ahmediyeh y como ellos tampoco comían vidrio resolvió no volver a hacerlo. Sin embargo, poco después, en una reunión, cayó de nuevo en un frenesí y, precipitándose sobre la araña, sacó una de las lamparitas de vidrio y se comió la mitad, tragando asimismo el aceite y el agua que contenía. Lo llevaron ante su jeque, para que éste lo juzgara, pero como juró que jamás volvería a comer vidrio, ni lo castigaron ni lo expulsaron. A pesar de su juramento, no tardó en ceder a la tentación y comió una lámpara. Otro derviche quiso imitarlo, pero se atragantó con un pedazo grande de vidrio, entre el paladar y la lengua, y a Ahmed le costó mucho sacárselo.
EDWARD WILLIAM LANE, Manners and Customs of the Modern Egyptians (1836).