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Los negocios no parecían ir muy bien. Los envíos eran pocos y reducidos. El jefe, Bud, vino hasta donde yo estaba, sentado en la mesa de despachos, fumándome un puro.
—Cuando las cosas estén tranquilas, puedes irte a tomar una taza de café ahí a la esquina. Pero asegúrate de estar de vuelta cuando vengan los camiones a recoger los pedidos.
—Claro.
—Y mantén la cesta bien repleta de impresos de factura. Ten una buena provisión de impresos.
—De acuerdo.
—También mantén los ojos alerta y cuida de que nadie entre por atrás y nos robe cosas. Tenemos a un montón de zarrapastrosos merodeando por estos callejones.
—De acuerdo.
—¿Tienes suficientes etiquetas de FRÁGIL?
—Sí.
—No tengas miedo de poner un buen montón de etiquetas de FRÁGIL en los paquetes. Y si sales, házmelo saber. Rellena con paja y periódicos los paquetes con material bueno, especialmente las pinturas envasadas en cristal.
—Cuidaré de todo.
—De acuerdo. Y cuando no haya nada que hacer, puedes salir fuera y tomarte una taza de café. Ahí está el café de Montie. Tienen a una camarera con unas tetas de campeonato, tienes que verlas. Se pone blusas escotadas y todo el rato se está agachando y la visión es algo memorable. Y la tarta de manzana es del día.
—De acuerdo.