Martes, 28 de agosto de 2012
Las 6.15

Suena el despertador y, por un segundo, pienso en no salir a correr esta mañana. Pero entonces recuerdo quién está esperándome fuera. Me visto a toda prisa (desde que aprendí a vestirme sola, nunca lo he hecho tan rápido) y me dirijo a la ventana. Hay una tarjeta pegada en la parte interior del cristal, en la que Six ha escrito la palabra «guarra». Sonrío y, antes de salir, despego la tarjeta y la lanzo a la cama.

Él ya está aquí, sentado en el bordillo, haciendo estiramientos. Me da la espalda, y eso está muy bien. De lo contrario me habría visto fruncir el entrecejo al descubrir que tiene la camiseta puesta. Cuando oye mis pasos Holder se da la vuelta.

—Hola —me saluda.

Sonríe y, al ponerse en pie, me fijo en que tiene la camiseta empapada. Ha venido corriendo. Ha recorrido más de tres kilómetros hasta aquí, ahora correrá otros cinco conmigo, y luego otros tres para volver a casa. No consigo entender por qué está tomándose tantas molestias. O por qué se lo permito.

—¿Quieres hacer unos estiramientos antes? —me pregunta.

—Ya los he hecho.

Extiende la mano y me acaricia la mejilla con el dedo pulgar.

—No tiene tan mala pinta —comenta—. ¿Te duele?

Niego con la cabeza. ¿De veras espera que articule una respuesta teniendo sus dedos en mi cara? Es muy difícil hablar y aguantar la respiración al mismo tiempo.

Holder retira la mano y sonríe.

—Muy bien. ¿Estás lista?

Dejo escapar un suspiro y respondo:

—Sí.

Y corremos. Corremos un tramo el uno al lado del otro, hasta que el camino se estrecha. Entonces, cuando él se pone detrás de mí, me preocupo por qué aspecto tendré. Al correr suelo dejar la mente en blanco, pero estoy dándole vueltas a absolutamente todo: desde mi peinado, pasando por la largura de mis pantalones cortos, hasta cada gotita de sudor que me cae por la espalda. Me siento aliviada cuando el camino se ensancha y Holder vuelve a ponerse a mi lado.

—Deberías presentarte a las pruebas de atletismo en pista —me dice con una voz tranquila, como si no llevase recorridos más de seis kilómetros esta mañana—. Tienes más aguante que la mayoría de los chicos del equipo del año pasado.

—No sé si me apetece —respondo, jadeando de un modo muy poco atractivo—. Casi no conozco a nadie del instituto. Pensé en presentarme a las pruebas, pero, hasta ahora, la gente ha sido un tanto… cruel. No quiero tener que aguantarlos más tiempo por el hecho de formar parte de un equipo.

—Solo llevas un día en el instituto. Deja que pase un poco de tiempo. Después de haber estudiado en casa durante toda la vida, no puedes pretender tener un montón de amigos el primer día.

Me detengo de golpe. Tras dar un par de zancadas más, Holder se percata de que ya no estoy a su lado. Al darse la vuelta y verme quieta, viene a toda prisa y me agarra de los hombros.

—¿Te encuentras bien? ¿Estás mareada?

Niego con la cabeza y aparto sus brazos de mis hombros.

—Estoy bien —respondo, muy enfadada.

—¿He dicho algo que te haya molestado? —me pregunta con la cabeza ladeada.

Empiezo a caminar en dirección a casa, y él me sigue.

—Un poco —contesto, mirándolo de reojo—. Ayer te dije medio en broma que me acosabas, pero admitiste que me habías buscado en Facebook justo después de conocerme. Luego insististe en salir a correr conmigo, aunque no te venga de paso. ¿Y ahora sabes cuánto tiempo llevo en el instituto? ¿Y que hasta ahora he estudiado en casa? La verdad es que resulta un poco desconcertante.

Espero su explicación. Sin embargo, Holder entorna los ojos y se queda mirándome en silencio. Ambos seguimos caminando, y él no me quita ojo hasta que doblamos la esquina. Por fin, cuando se dispone a hablar, un profundo suspiro precede a sus palabras.

—He preguntado por ahí —me explica—. Vivo aquí desde los diez años, así que tengo muchos amigos. Y tenía curiosidad por saber algo más sobre ti.

Lo miro mientras doy un par de pasos y luego bajo la vista a la acera. De repente me siento incapaz de mirarlo, y me pregunto qué más le habrán dicho sus «amigos». Sé que han circulado rumores sobre mí desde que soy la mejor amiga de Six, pero esta es la primera vez que han hecho que me ponga remotamente a la defensiva o nerviosa. Solo puede significar una cosa que Holder dé un gran rodeo para salir a correr conmigo: le han llegado los rumores y espera que sean ciertos.

Él nota que estoy incómoda, de modo que apoya la mano en mi hombro y me detiene.

—Sky… —empieza a decir.

Nos ponemos cara a cara, pero sigo sin levantar la vista del hormigón. Hoy me he puesto algo más que un simple sujetador deportivo, pero, de todos modos, cruzo los brazos encima de la camiseta y me abrazo. No estoy mostrando ninguna parte de mi cuerpo que debería estar cubierta y, sin embargo, ahora mismo siento que estoy completamente desnuda.

—Creo que ayer empezamos con mal pie —prosigue—. Te juro que estaba bromeando cuando hablé sobre acosarte. No quiero que estés incómoda conmigo. ¿Te sentirías mejor si supieras algo más sobre mí? Pregúntame cualquier cosa y te responderé. Lo que quieras.

Deseo con todas mis fuerzas que esté siendo sincero, porque ya he notado que no es el tipo de chico por el que se tiene un enamoramiento pasajero. Es uno de esos chicos por los que se pierde la cabeza, y tiemblo solo de pensar en ello. No quiero enamorarme locamente de nadie, y mucho menos de alguien que está esforzándose en conocerme porque cree que soy una chica fácil. Tampoco quiero enamorarme de alguien que admite no tener ninguna esperanza. No obstante, tengo curiosidad, muchísima curiosidad.

—Si te hago una pregunta, ¿serás sincero conmigo?

Inclina la cabeza hacia mí y responde:

—Totalmente sincero.

El modo en que Holder baja el tono de voz para responderme hace que la cabeza me dé vueltas, y por un instante temo que, si sigue hablando así, vuelva a desmayarme. Afortunadamente, da un paso atrás y espera mi contestación. Quiero preguntarle sobre su pasado. Quiero saber por qué lo mandaron a un centro de menores, por qué hizo lo que hizo y por qué Six no se fía de él. Pero, otra vez, no estoy segura de si quiero saber la verdad.

—¿Por qué dejaste los estudios?

Holder lanza un suspiro, como si le hubiese hecho una de las preguntas que él esperaba no tener que responder. Vuelve a ponerse en marcha y ahora soy yo la que lo sigue.

—Técnicamente, todavía no los he dejado.

—Bueno, por lo visto no has asistido a clase durante todo un año. Yo diría que eso es dejarlos.

Se vuelve hacia mí y parece indeciso, como si quisiera confesarme algo. Abre la boca, titubea y la cierra otra vez. Odio no poder saber qué le pasa por la mente. Él no es tan simple como la mayoría de la gente. Holder es muy confuso y complicado.

—Acabo de regresar a casa hace unos días —me explica—. Mi madre y yo pasamos un año muy malo, y he vivido durante un tiempo con mi padre en Austin. Allí iba a clase, pero me pareció que ya era hora de volver a casa. Y aquí estoy.

El hecho de que no haya mencionado su estancia en el centro de menores hace que me cuestione su sinceridad. Entiendo que lo más probable es que sea un tema del que no le gusta hablar, pero no puede asegurarme que será completamente sincero cuando está siendo todo lo contrario.

—Eso no explica por qué dejaste los estudios en lugar de hacer un traslado de expediente.

Se encoge de hombros y responde:

—No lo sé. A decir verdad, todavía no he decidido qué es lo que quiero hacer. Este último año ha sido una mierda. Además, odio este instituto. Estoy harto de gilipolleces, y a veces pienso que sería mucho más fácil ir directamente a los exámenes finales.

Dejo de caminar y me vuelvo hacia él.

—Esa es una excusa barata.

Holder me mira y arquea una ceja.

—¿Es una excusa barata que odie el instituto?

—No. Lo es que permitas que una mala racha determine el resto de tu vida. ¿Decides dejarlo cuando apenas te quedan nueve meses para graduarte? Es… es una tontería.

Holder se echa a reír.

—Bueno, dicho así…

—Ríete todo lo que quieras. Al dejar los estudios estás rindiéndote. Estás dándoles la razón a todas esas personas que han dudado de ti. —Bajo la vista y me fijo en el tatuaje de su brazo—. ¿Vas a dejarlos y a demostrar al mundo que no te quedan esperanzas? ¡Haz que se traguen sus palabras!

Holder se fija en el tatuaje durante un momento, con los dientes apretados. No pretendía salirme por la tangente, pero descuidar la educación es un tema muy delicado para mí. La culpa es de Karen, por todos los años que se ha pasado metiéndome en la cabeza que soy la única responsable del rumbo que toma mi vida.

Él aparta la mirada del tatuaje que ambos estamos mirando, levanta la vista y hace un gesto con la cabeza hacia mi casa.

—Ya has llegado —anuncia como si nada hubiese pasado, y se marcha sin sonreírme o decirme adiós con la mano.

Me quedo en la acera y veo que Holder dobla la esquina y desaparece, sin volver la vista atrás.

Y yo, ilusa de mí, pensaba que hoy hablaría con solo una de sus múltiples personalidades. ¡Qué le vamos a hacer!