LA BRUJA DE LA SIRENITA

Dame tu voz y a cambio te otorgaré un par de hermosas piernas.

HAY EXPERTOS COMERCIALES DE LO EMOCIONAL, capaces de colocarte una mala relación con la misma habilidad con la que otros venden el Puente de Londres. Son los que, como la bruja de La Sirenita, te brindan algo pequeño a cambio de un sacrificio extraordinario.

Se aprovechan del deseo fervoroso (nada deseaba más Sirenita que volver a ver a su príncipe) o de la necesidad extrema (Rumpelstikin aparece cuando su víctima corre riesgo de muerte a menos que convierta la paja en oro). Saben convencer a los incautos y persuadirles de que con ellos realizan una excepción, o del esfuerzo que les supone, o de las miles y miles de llamadas que han debido hacer.

Las brujas de este tipo ganan siempre con el cambio que proponen. Observan. Acechan. Puede que aludan a que les debes un favor de por vida, y que por lo tanto te tengan en sus manos, tanto por el favor prestado como por el secreto. Puede que esperen hasta pedirte a cambio lo que más amas, sea un objeto, tu libertad personal o incluso un delito. Sea como sea, saldrás perdiendo.

De las redes de estas brujas sólo se sale con el método que Porcia empleó para librarse de Shylock en El mercader de Venecia, de Shakespeare. Su propia maldad deja resquicios. Shylock estaba autorizado a cortar una libra del pecho de su enemigo, pero no a verter una gota de sangre.

El otro método es la ruptura del silencio, una de las armas que emplean. La bruja enmudece a Sirenita. La reina, ya coronada, no se atreve a revelarle a su marido que Rumpelstikin le exige a su hijo. Si Sirenita escribiera lo que le ocurre, si la reina reuniera valor para contarle a su marido lo que ocurrió, ni la bruja ni el duende durarían mucho. Para estos timadores profesionales el secreto es una protección, y la verdad, una herida de muerte.