JARETH
Sólo témeme, ámame, haz lo que te digo y yo seré tu esclavo.
LA IMAGINACIÓN JUEGA A VECES malas pasadas: y si no, que se lo pregunten a Sarah.
Jareth es el rey de los goblins en la película Dentro del laberinto, que Jim Henson firmó en 1986. Sarah es una muchachita que completa su vida con los libros, y que, como Don Quijote, preferiría que su realidad fuera ésa, y no la que le toca presenciar. Cuando sus padres le obligan a quedarse al cargo de su hermanastro, un bebé, molesto como todos los bebés, ella invoca al rey de los goblins para que se lo lleve.
Dicho y hecho. Los goblins se llevarán al llorón, y eso obligará a Sarah a internarse en su reino, un laberinto plagado de criaturas mágicas y de peligros que superará hasta encontrarse cara a cara con Jareth.
El desafío que Jareth presenta a Sarah la enfrenta a su punto más débil: le ofrece recuperar a su hermanito y regresar al mundo real o, si se somete a él, ser la reina de un mundo de fantasía en el que será perennemente una niña que no deberá enfrentarse a la realidad. ¿Qué elegirá Sarah?
Por suerte, elige crecer: Sarah no accederá al chantaje de Jareth. Si la niña comenzaba siendo una narcisista ella misma (algo al fin y al cabo comprensible, dada su edad), decide, en ese mismo momento, dar un paso hacia la madurez: no puede sacrificar a su hermanastro por su propio bienestar, no puede eludir sus responsabilidades ni herir a sus padres. Sarah abandona su egoísmo y se libra, al mismo tiempo, del manipulador que intenta chantajearla.
Merece la pena reproducir el diálogo final entre ambos, como lo merece toda la película, un despliegue de maravillas y libertad creativa, con Jennifer Connelly como una convincente Sarah, y David Bowie como un extravagante y muy narcisista Jareth. Sirva como lección de cómo plantar cara a un chantajista emocional, y cómo eludir sus trampas.
SARAH: Dame al niño.
JARETH: Sarah, cuidado. He sido generoso hasta ahora, pero puedo ser cruel.
SARAH: ¿Generoso? ¿Qué has hecho que sea generoso?
JARETH: ¡Todo! Todo lo que tú quisiste que hiciera. Pediste que me llevara al niño y me lo llevé. Tú te agachaste ante mí y yo estuve aterrador. He cambiado el orden del tiempo. He vuelto el mundo del revés. Y todo lo he hecho por ti. Estoy agotado de vivir según lo que tú esperabas de mí. ¿No es eso generosidad?
SARAH: Por increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino hasta el castillo más allá de la ciudad de los goblins, porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya y mi reino…
JARETH: ¡Basta! Espera… Mira, Sarah, mira lo que te estoy ofreciendo… Tus sueños.
SARAH: Y mi reino igual de grande…
JARETH: Te pido tan poco… Deja sólo que te gobierne y podrás tener todo lo que tú quieras.
SARAH: Mi reino igual de grande… ¡demonios! Nunca consigo recordar ese párrafo…
JARETH: Sólo témeme, ámame, haz lo que te digo y yo seré tu esclavo.
SARAH: Mi reino igual de grande… mi reino igual de grande… No tienes poder sobre mí. ¡No tienes poder sobre mí!
Sirva ese último grito como manifiesto contra las personas dañinas. No. Pueden arrebatarnos cualquier cosa, menos la voluntad.