XII

Los veinte guerreros de Jalu acompañaron a Hodon y a O-aa hasta las estribaciones de las Montañas Terribles.

—Nunca podréis cruzarlas —les dijo Utan—. Haríais mejor en regresar con nosotros y uniros a nuestra tribu. Jalu dijo que os aceptaría a los dos.

Hodon negó con la cabeza.

—Mi compañera y yo pertenecemos a Sari. Puede que nunca lleguemos allí, pero al menos debemos intentarlo.

—Llegaremos a Sari —dijo O-aa—. Tú, yo y Rahna podemos llegar a cualquier sitio. No hay nada que los saris no podamos hacer.

—Creía que eras de Kali, donde los hombres miden nueve pies de altura —comentó Utan con una sonrisa.

—Soy de donde sea mi compañero —dijo O-aa—. Ahora soy una sari.

—Si creyera que hay otra muchacha como tú en Kali, iría a buscarla —dijo Utan.

—No hay otra como O-aa en todo Pellucidar —afirmó Hodon el Ligero.

—Estoy seguro de ello —repuso Utan.

Los guerreros de Jalu comieron, durmieron y, finalmente, regresaron a su poblado. Hodon y O-aa emprendieron su largo viaje… pero no lo hicieron en la dirección adecuada, puesto que se dirigieron hacia el noreste. Sin embargo, al fin y al cabo, su decisión resultó ser acertada, ya que antes del siguiente sueño se toparon con David y sus hombres. Para todos significó el reencuentro con unos viejos amigos a quienes se daba por perdidos.

¿Quién puede saber cuánto tiempo les llevó aquella increíble marcha de casi dos mil quinientas millas hasta llegar a las Llanuras del Lidi y a la Tierra de la Horrible Sombra para luego dirigirse al este, hacia Sari? Pero lo cierto es que por fin llegaron a su destino, el destino que la mayoría de ellos no esperaba volver a ver jamás. Entre los primeros en darles la bienvenida se hallaba Dian la Hermosa. El John Tyler había llevado a cabo su largo viaje sin mayores incidencias.

Todo el mundo fue feliz excepto Ah-gilak y Gamba. Ah-gilak fue feliz hasta que vio a O-aa. Gamba, en cambio, nunca fue feliz. Abner Perry, por su parte, fue tan feliz que se le saltaron las lágrimas, pues todos aquellos a quienes él pensaba que su descuido había condenado a muerte se hallaban de nuevo en casa y a salvo. En su mente, ya estaba proyectando el diseño de un submarino.

Fin