Se apearon de la motocicleta al llegar a la entrada del Admiral. Lori se quitó el casco, Mike levantó la careta transparente.

—Discúlpame, no sé que me pasó.

—¿Por qué te estás disculpando? —levantó una ceja y le regaló una mirada entre burlona y nerviosa— ¿Por meterme mano?

Mike se quitó el casco, lo sostuvo debajo del brazo y le lanzó una risa ronca.

—Entre otras cosas. —Se alejó unos centímetros y la miró a la cara—. Principessa, quiero saber adonde nos lleva esto. Deseo compartir tiempo contigo.

Lori veía su pecho subiendo y bajando, cada respiración más profunda que la anterior. Un músculo se contrajo en su dura mandíbula.

—¿A qué te refieres con tiempo?

—Semanas, meses, eso es difícil de medir, ni siquiera hemos empezado una relación.

En el viaje de vuelta, aunque fue una tortura ir aprisionada al cuerpo de Mike y rememorar lo ocurrido momentos atrás, Lori enfrió sus emociones, ya no se sintió tan segura como a la salida del restaurante. El hombre solo quería sexo. ¿Valdría la pena el desafío? Ella no caería tan fácil, ni tonta que fuera, por más que él le prometiera la luna y las estrellas en cuanto a placer se refería, no iba a correr a meterse en su cama.

Lori se acercó a la entrada del hotel. Dio media vuelta y se despidió con la mano. El portero le abrió la puerta mientras observó a Mike con curiosidad.

—Hasta mañana, Mike, paso de tu propuesta.

Mike se quedó en la acera, descolocado por primera vez en la noche y asombrado porque hacía muchos años una mujer no lo rechazaba. La lección aprendida de su desengaño amoroso años atrás, era que él tenía la última palabra siempre. La admiró por su actitud, su obstinación, pero que ni pensara por un momento que abandonaría la contienda. Se puso el casco y manejó hasta su casa.

****

 

—Lo primero que hicimos, fue hacer una investigación en la zona sobre consumo de drogas, alcohol y baja escolaridad en jóvenes de catorce a diecisiete años, por medio de estadísticas. El problema es la falta de control —le explicaba Lucas a Lori y a Mike, mientras hacían un recorrido por el lote. Estaban levantados los cimientos y algunas paredes. Los muchachos involucrados ayudaban y había una cuadrilla de obreros, el lugar bullía de actividad.

Mike la había recogido hacía una hora en la empresa de calzado de la diseñadora Minka Dobson, con la que había estado reunida desde temprano. La mujer le coqueteó a Mike con descaro y este ni corto ni perezoso le devolvió el flirteo. Lori estaba furiosa pero no se los demostraría, se despidieron. Iba preparada para el viaje en motocicleta pero esta vez era un auto deportivo el que los esperaba.

—Agradable tu amiga.

—No es mi amiga —retrucó ella—, es una clienta de la empresa.

—Ah.

—Si deseas su número de teléfono puedo dártelo.

Mike sonrió abiertamente.

—Eso sí que es bueno. —Siguió sonriendo con el gesto confiado del que nunca ha tenido que utilizar el truco de pedir el teléfono de una mujer a otra—. ¿Estás celosa?

Lori, soltó la carcajada.

—Por favor. No voy a entrar en tu juego.

—No hemos empezado a jugar. Aún.

Su mirada hipnótica y penetrante la atravesó con un magnetismo casi tangible, estaba en su elemento, no le hizo comentario alguno de lo ocurrido la noche anterior, se mostraba amable y comedido, pero a ella no la engañaba, por debajo de su autodominio y compostura, era un hombre que quemaba. Coqueteó con Minka porque ella lo había rechazado, no estaba acostumbrado a perder, sonrió para sus adentros, los hombres eran tan ingenuos.

Lori volvió de sus pensamientos, para seguir escuchando la exposición de Lucas.

—Tenemos unos objetivos claros. El primero, sacar a los jóvenes de la drogadicción, de su trato con camellos, putas y las peleas callejeras. El segundo objetivo, darles un lugar digno, decente para que puedan continuar su proyecto de vida libres de adicciones.

—Es una labor ambiciosa ¿Has tenido apoyo?

Lucas miró a Mike.

—Sí, todo esto es obra de Mike, pero no es suficiente, es un proyecto costoso.

—No te hagas el santurrón, has disfrutado sacándome cada centavo.

—¿Por qué no involucras a hoteles Admiral en esto? —preguntó Lori a Mike que se sorprendió de que se dirigiera a él, pues hasta el momento Lucas había llevado la voz cantante y Lori lo miraba como si estuviera hablando con Cristo resucitado y estaba fastidiado por eso.

—Hoteles Admiral, tendrá parte en este proyecto.

—¡Qué bien! —soltó Lucas—. Te lo tenías calladito.

—Ya tomé la decisión.

—No será oneroso —interrumpió Lori—, recuerda los beneficios tributarios que tendrá la empresa, a Nick le encantará.

—Sí, sería un tonto si no lo aprovechara.

—Y todos contentos —concluyó Lucas.

—Además, hablaré con Peter, la empresa de publicidad puede aportar algún dinero.

—Eso está muy bien, Lori, pero no será suficiente, deseamos articular el centro con políticas mundiales como los objetivos de desarrollo del milenio.

—Entonces dirigiré la campaña hacía ese nicho. El Banco Mundial y otras entidades.

—Es un proyecto ambicioso —dijo Lori.

Tomó del brazo a Lucas y siguieron hablando del tema. Mike se quedó rezagado, desde la noche anterior no había podido sacársela de la cabeza. No recordaba a otra mujer a la que hubiera deseado metérsele en la piel. No había experimentado esa intensidad de sentimientos y no solo abarcaba su cuerpo, sino la mente y los sentimientos. El sonrojo de su piel lo tenía idiotizado, lo de anoche había sido una pequeña degustación de lo que sería entre ellos. Una sonrisa afloró a sus labios ante el recuerdo. Había respondido muy bien a él, era cremosa, lujuriosa y caliente. Tuvo otra vez la sensación de que ya había probado esa piel, los labios. Era extraño y ahora estaba fastidiado porque parecía hechizada por Lucas, aunque su amigo no hacía nada por atraerla, solo mostraba pasión por su trabajo. Le molestó reconocer la marea de celos que lo asaltó. Necesitaba el control, con él regia su vida, había superado el alcoholismo y los demás demonios se mantenían a raya, había aprendido a canalizar la rabia, la frustración y la maldita culpa. En cuanto la tuviera donde quería, todo volvería a la normalidad, las emociones estarían en control como siempre.

Una hora más tarde se despidieron de Lucas. Lori lo abrazó y lo felicitó por tan maravillosa labor. Se reunirían en tres semanas para presentar un bosquejo de lo que sería la campaña.

Mike la llevó al aeropuerto, estaba serio y silencioso. Se acomodó las gafas oscuras. Lori le acarició el brazo.

—Me alegra conocer más facetas del señor Michael Donelly, el hombre de acero en el sector hotelero, creo que eso decía una revista de ti. Este trabajo con el centro de jóvenes es fabuloso.

—¿Te gusta, Lucas?

Lori le devolvió un gesto sorprendido.

—¿Qué? No, ¿cómo se te ocurre? ¿Estás celoso?

Ahora fue el turno de Mike de reír con un gesto entre mordaz y displicente.

—Lo mirabas con ojos de ternero degollado.

—Estás celoso y no tienes derecho, no somos nada.

—Todavía.

Lori blanqueó los ojos y puso música, un tema de Bon Jovi se escuchó por los parlantes. No hablaron más hasta llegar al aeropuerto.

La acompañó hasta la puerta de salida y llegó la despedida. Mike se acercó y tomó con delicadeza la barbilla de Lori y le dio un suave beso en el borde de los labios.

—Cuídate mucho, principessa.

—Gracias por todo, lo haré.

***

La semana siguiente, fue una de las más desconcertantes en la vida de Lori, aparte de la creación de una nueva campaña para un jarabe de tos, Mike se había dedicado a cortejarla.

Al levantarse y revisar el móvil, ya tenía un mensaje de él deseándole una buena jornada, en la oficina no faltaba un ramo de orquídeas cada tercer día. Las tres reuniones de trabajo que compartieron, fueron una completa tortura. Insinuaciones, leves caricias y siempre el beso de despedida, igual al que le había dado en el aeropuerto. Se encontró añorando lo compartido el sábado en la noche en el parqueadero.

****

 

La ceremonia de la boda de Julia y Nick se celebró el primer domingo de octubre. Liz hubiera preferido un sábado pero Julia y Nick deseaban celebrar la boda en la iglesia de San Pedro y San Pablo y solo tenía cupo ese día y a última hora de la tarde. La misa empezó con quince minutos de retardo por culpa de la novia, pero al verla desfilar por el pasillo, Mike se dijo que había valido la pena. Julia estaba hermosa, el vestido de novia era perfecto. La felicidad de Nick no la opacaba nadie. Al lado de Nick se encontraban él y Peter que eran los padrinos. Cuando Lori entró a la iglesia con su sexy vestido, Mike trazó las curvas de su cuerpo con los ojos, se maravilló de la sensación de cruda necesidad que sintió en su vientre y cuando le sonrió con sus pícaros ojos azules, un fuego de emociones y anhelo invadió su plexo solar, pero acalló ese sentimiento de forma fiera, concentrándose en la ceremonia.

Al finalizar el rito y salir de la iglesia posaron para las fotografías. Mike se acomodó detrás de ella. Sabía que había notado su presencia por el leve escalofrío que percibió. Al llegar al salón de la recepción en el hotel, vio que lo habían acomodado al lado de una prima de Julia, sin pena, cambió la tarjeta del acompañante de Lori que por fortuna no era Jack y sin ceremonias se sentó a su lado.

—¿Por qué haces eso? —Quiso saber Lori, el brillo certero en sus ojos le aumentó el ritmo cardiaco. Le recordó a un depredador dispuesto a devorarla de un bocado y ella estaría feliz con el resultado. Además, estaba de muerte lenta con su esmoquin, su sonrisa y su comportamiento intimidatorio que era ventajoso, algunas veces. “Ha venido solo a la boda también”, susurró su demonio al oído.

—Porque quiero —contestó Mike y miró despectivo el nombre de la tarjeta y se la entregó a un mesero para que la pusiera en el lugar que él tenía designado—. Tom Lowell, debe ser familiar de Julia ¿Lo conoces acaso?

—No, no lo conozco pero eso que hiciste es de mala educación.

—¿Es de mala educación querer compartir tiempo con una hermosa mujer que me gusta mucho? —La notaba nerviosa, le rozó los hombros y los brazos, estaba sedosa y deseable.

—Una boda preciosa, ¿no les parece? —interrumpió Elizabeth la abuela de Julia, que se sentó frente a ellos.

—Todo está hermoso, Liz y Julia trabajaron mucho.

Lori observó a Mike coger su copa con agua, se concentró en sus dedos, que días antes la habían acariciado y vinieron a su mente los momentos en que esos dedos soltaron su sujetador y le acariciaron los pezones, se sonrojó enseguida. Los pensamientos de Mike debían ir por los mismos derroteros, porque pegó su pierna a la de ella con toda intención. Lori no podía apartar la suya, sin que se dieran cuenta. Empezó a sudar frío, y a rogarle a Dios que se terminara esa deliciosa tortura, su muslo firme que se notaba a través del pantalón, duro como el acero, en contraste con la pierna de ella.

Lori pegó un brinco, al ver una pareja que se sentó a su lado izquierdo, sobresaltada y avergonzada por sus pensamientos y lo que pasaba debajo de la mesa, le dio a Mike un golpe en la pierna, al que él ni siquiera le prestó atención. Mientras Mike charlaba con Elizabeth, Lori se dedicó a observar el lugar.

El salón estaba decorado con una exposición de flores de colores y lindos manteles de encaje de brujas, que daban aspecto elegante y a la vez acogedor. Habían hecho un buen trabajo en tiempo record, la pareja estaba sentada en la mesa principal y no dejaban de sonreírse.

Lori, se atragantó con el vino al sentir la mano de Mike debajo de la mesa, le levantó la falda del vestido y le acarició el muslo. Éste sonrió de manera reservada.

—¿Te sientes bien, querida? —preguntó Elizabeth que miró a Mike de forma inquisitiva. Para Lori no era un secreto que la abuela se las sabía todas, y se sonrojó aún más.

—Sí, señora, estoy bien —contestó Lori con la voz algo ronca.

—Parece que algo te incomodara, hija —insistió Elizabeth con sonrisa pícara mirando de Mike a ella.

—Anda, dile a la buena señora qué es lo que te incomoda.

Lori por debajo de la mesa, le dio una palmada a Mike y de forma brusca le retiró la mano.

—No en serio, ya estoy bien —Lori además de sonrojada, quería que la tierra se la tragara, estaba segura que todo el mundo se había dado cuenta de lo que sucedía. No había podido probar bocado, jugueteaba con el tenedor en la comida. No sabía que estaba mal con ella, debería estar indignada, pero lo único que quería era que Mike se la llevara a algún lugar y continuara con su juego.

A la hora del brindis, Mike se levantó, pidió silencio, golpeó su copa con el tenedor dispuesto a felicitar a su socio y amigo.

—Nick es mi hermano por elección y ha recaído en mí, después de una larga deliberación con Peter, la responsabilidad de realizar este brindis, deseándoles toda la felicidad del mundo. Pocas veces he visto un amor como el que ustedes se profesan, todos conocemos su historia, sus años de separación y su reencuentro, nunca dejaron de amarse a pesar de estar separados. Nick siempre te estaba recordando y perdóname Julia por lo que te voy a decir, a veces era un gran incordio —se escucharon risas alrededor—. Menos mal que te apiadaste de él. —Más risas—. No, es broma. Lo que ustedes comparten es el verdadero amor que no muere ni en el tiempo, ni en la distancia. Estaban destinados a estar juntos desde siempre y estoy seguro de que nada los separará. Nick, Julia, les deseo amaneceres llenos de esperanza, días de sueños cumplidos y que cuando sean ancianos puedan mirar hacia atrás con la satisfacción de que todos sus deseos fueron cumplidos. Salud.

Todos levantaron sus copas brindando por ellos. Después siguió el brindis del papá de Julia igual de emotivo.

—Vaya, para ser el invento de un cabrón que no tenía nada que hacer —dijo Lori recordando las palabras dichas por él en el restaurante—, ese brindis fue muy emotivo, cualquiera diría que has estado enamorado.

—He experimentado algo parecido pero no terminó muy bien, paso del sentimiento, principessa.

—Entiendo.

La pareja bailó el vals y después se dio inició al baile. Mike invitó a Lori y salieron a la pista, la orquesta empezó a tocar una suave melodía. Mike pegó su cuerpo al de ella, olía el aroma de su pelo ya familiar, ¿qué carajos le hacía esta mujer?, ¿por qué sentía esa necesidad de tocarla, de devorarla?, de llevársela a algún lugar en modo hombre de las cavernas.

—Estás muy sexy con ese vestido y quiero quitártelo, disfrutar de ese caliente cuerpo tuyo —dijo Mike al oído y luego frotó la nariz en el cabello de ella.

—Creo que se formaría un pequeño escándalo, a la mamá de Julia le daría un ataque. La única que lo disfrutaría sería la abuela Elizabeth —sonrió de solo pensarlo.

—Estás loca.

—¿Te parece? —contestó Lori sin dejar de mirar su boca.

Mike se acercó con sus labios casi rozando los suyos, acariciándole los brazos con el pulgar de arriba abajo.

—¿Dónde está tu querido Jack?

—Está en Seattle —soltó Lori.

—Me alegro —respondió Mike algo decepcionado, porque estaba seguro que si el tipejo hubiera estado en la ciudad, estaría aquí con ella.

Terminó la pieza y Mike la tomó de la mano.

—Ven, tenemos que hablar, vamos a mi oficina.

Lori negó con la cabeza.

—¿Cómo se te ocurre?

—¿No confías en mí? —Mike la miraba con expresión inocente.

—No.

—Te prometo, que tendré mis manos quietas —la miraba de reojo.

—No te creo.

Volvieron a la mesa. Momentos después, Lori se dirigió al lavado con una sonrisa en los labios. “Hombres”. Se puso seria de repente, si seguía en compañía de Mike sabría cual era el resultado de la noche y a estas alturas estaba más que deseosa de estar con él. Sin reglas, sin ataduras de ninguna clase, tomaría lo que la vida le brindara, el tiempo que fuera y después seguiría su camino. En cuanto tomó la decisión se sintió más tranquila. Se lavó las manos, se arregló el cabello y cuando se retocaba los labios, Mike apareció detrás de ella. Con el labial en alto lo miró sorprendida, contuvo la respiración.

—¿Qué haces?

—Si no deseas ir a la oficina, este será un buen lugar, se acercó despacio.

—Podría entrar alguien.

—Soy el dueño del lugar, decidí poner un aviso de fuera de servicio. —contestó con voz ronca.

Estaba loco por probar sus labios. Frunció el ceño al observar su boca malhechora, que inspiraba solo cosas oscuras y fuera de control.

Una nube de erotismo espesó el aire y ya nada más importó. La intensidad de la atracción los envolvió.

Con un rápido tirón, Mike, la arrinconó con su cuerpo contra la pared y Lori pudo sentir su erección. Se acercó y con el rostro y la nariz la acarició.

—Me pongo duro con solo verte y me dan ganas de correrme con solo olerte ¿qué me haces, principessa?

La pasión se desató en un beso profundo y apasionado. Lori no perdió tiempo, introdujo la lengua en la boca de él y el beso se hizo largo y oscuro. En cuanto Mike hizo el amague de desprender las manos de la pared, Lori dijo.

—Prometiste que tendrías las manos quietas.

Él gimió dentro de su boca y se retiró un segundo; no apartaron la mirada de los labios del otro.

—No he utilizado las manos —contestó con la respiración estrangulada y era cierto, seguian a ambos lados de la pared a la altura de la cabeza de ella, mientras la miraba con ojos tormentosos.

Lori soltó la carcajada contra la boca de Mike.

—Eres un retorcido —le mordisqueó el lóbulo de la oreja, luego le echó los brazos al cuello y siguió besándolo. Volvió a introducir la lengua en su boca enredándola con la de él. Mike apretaba su cuerpo.

—Libérame de la promesa.

—Aún no —contestó Lori divertida.

—Hay esperanzas entonces —concluyó.

—Ya veremos.

Lori se volvió más atrevida, le bajó la chaqueta por los hombros que fue a aterrizar al suelo, sacó la camisa de los pantalones y exploró con urgencia su pecho, su abdomen musculado, la línea de vello que descendía, chocó con la pretina del pantalón. “Se ejercita”, caviló, una gran emoción la embargó, estaba tocándolo, después de tantos años. Le acarició la erección por encima del pantalón. Deseaba provocarlo.

Gimió de nuevo.

—Eres perfecto —suspiró.

—Quiero hacer lo mismo —la voz de Mike sonó agitada con la respiración entrecortada.

—No estoy segura.

Mike atrapó su labio superior en un beso devorador.

—Por favor —balbuceó Mike contra su boca ya desesperado.

—Está bien —capituló Lori.

Mike liberó el cabello de su confinamiento dejando que cayera sobre la espalda, lo agarró con las manos y le giró la cabeza para tener acceso a su cuello que besó y mordisqueó cuanto quiso. Con sus emociones ya desbocadas Mike se lanzó hacía la cremallera del vestido, separó la tela y le bajó la prenda, le acarició la piel de la espalda y le desabrochó el sujetador, liberando los pechos que observaba con mirada hipnotizada.

—Llevo mucho tiempo esperando este momento.

El turno de gemir fue de ella cuando le agasajó los pezones y bajó su boca hacia ellos, los chupó. Lo que inició como un juego preliminar por parte de Lori, cambió a algo más intenso y lóbrego. La pasión de Mike no tenía confines, una lujuria oscura se había apoderado de él. Empezó a tocarla por todas partes, le subió el vestido; sus manos siguieron el borde de las medias de liguero.

El corazón de Lori tronaba. Comparar la pasión de Mike de muchacho con la del hombre peligroso y experto que tenía enfrente, era de necios.

—Te deseo principessa, quiero estar dentro de ti —dijo Mike en tono implorante, en cuanto llegó al contorno de la ropa interior.

A Mike le temblaron las manos cuando hizo un puño con el caucho de las bragas y las rompió. Lori se quedó sin respiración ante el gesto. Él empezó a luchar con el cierre del pantalón, liberó su erección y con la palma de la otra mano tocó su sexo, en caricias suaves y espaciadas a las que Lori respondió con gemidos y estremecimientos de placer apretándose más a él.

—Me deseas, has pensado en esto tanto como yo. —Ella permaneció con los ojos cerrados, le aferró el rostro—. Mírame, háblame.

Aunque su tono era controlador, Lori percibió en él un dejo de súplica, de necesidad.

Mike deslizó los dedos por los pliegues empapados y luego la levantó en un movimiento ágil que la tomó por sorpresa. Era un hombre fuerte. Entonces Lori, con salvaje deseo, enganchó las piernas a cada lado del cuerpo de él, en una posición perfecta y abrió los ojos.

—Yo también te deseo Mike, quiero sentirte.

—Y me sentirás —dijo con tono de voz estrangulado—. Me tendrás.

La inspiración era entrecortada, como si hubiera corrido kilómetros.

Su erección se acercó a la abertura de ella, tanteaba y exploraba, la obligó a bajar hasta que la penetró. Un placer abrasador recorrió el cuerpo de Mike de arriba abajo, al apreciar el calor y la estrechez de su sexo. Lori sintió una punzada de dolor, hacia demasiado tiempo que no tenía sexo. Él se retiró y volvió a la carga en embistes suaves y precisos que se acoplaron con el movimiento de cadera de ella.

—Lori, oh, Lori —jadeaba Mike impresionado y sin aliento por lo que sentía. “Dios mío” La miró confuso, trató de llenar de aire los pulmones, quería correrse enseguida, estaba como adolescente en celo y más cuando ella apretó los dientes contra su cuello, una marca. No aguantaría mucho más. Empezó a moverse rápido y fuerte y dio gracias a Dios, cuando Lori se ajustó a su ritmo moviéndose más rápido, hasta que no pudo aguantar más la tensión y llegó al punto de no retorno.

No fue un acoplamiento fácil o sencillo para ella, el placer intenso y frenético la despedazó encendiendo su interior. Escalofríos ondularon por su piel, los latidos del corazón los sintió en la cabeza, quedando sin respiración. Con la espalda arqueada, abrió la boca para gritar, pero Mike la apretó contra él mientras las oleadas de placer la atravesaron, aferrándolo de manera fuerte con sus músculos internos.

Mike percibió el orgasmo de Lori en su propia piel. Abrió la boca y apretó los dientes contra su hombro. El cuerpo se le tensó y con un gruñido salvaje se sepultó completo en ella, liberándose y pronunciando su nombre una y otra vez.

Lori no quería soltarse, lo quería allí para siempre. Lo ocurrido no se parecía a nada que hubiera vivido antes. Cuando volvió en sí, se sintió magullada, como si hubiera corrido una maratón. Mike, la miró a los ojos y salió lentamente de ella. La bajó con delicadeza, le acarició el cabello y le dio un tierno beso, se limitó a observarla, como cuando se mira a alguien sorprendido de encontrarle cualidades que no le había visto antes.

—No te voy a compartir con nadie, principessa. Di que aceptas ser mía mientras dure.

Con la mirada embotada como si hubiera fumado algo Lori contestó:

—Acepto.

 

Perdido en tu piel
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