Cacería
Nunca hubiera tenido que coger ese camino, ahora lo veía claro. Estaba perdido, la noche era oscura, y la garra fría del miedo le atenazaba el estómago. No tardó en sentirse perseguido, así que corrió, intentando alejarse del camino, cruzando a través del bosque. No debería tener miedo, sabía que ese era el peor peligro. Le seguían de cerca y llevaban armas. El primer disparó le reventó un pulmón. Con el segundo, justo en la cabeza, cayó al suelo, recuperó su forma humana, y dirigió una última mirada al enorme ojo blanco de la luna. El lobo ya había muerto.