Tercera Voluntad
Janet era una pija sin remedio, lamentó Hipergirl cuando nadie miraba para leer su expresión. Agradecía que la invitara a cenar, pero odiaba toda la mascarada y preparación que la persona media llevaba de serie, reforzada por el caso de la gente con cierta clase y prestigio, grado mayor porque quizás tenían más motivos que ocultar. Le gustaba que Janet presumiera como valor añadido para sí misma, pero el ego es algo que no pesa hasta que está lo suficientemente alto.
Por lo menos allí se encontraba Carla para hacerlo más llevadero. Era una persona pura que no se dejaba afectar (dentro de sus posibilidades) por la demostración del ego ajeno, por eso se llevaban tan bien. Era agradecida y dio el ambiente que necesitaba la cena con Janet y sus padres. Éstos, por su lado, parecieron interesados en Hipergirl porque habían oído hablar de ella por la televisión local.
Antes que pudiera terminar de analizar tal afirmación, la vigilante recibió una llamada urgente desde su casa. Pidió disculpas y se marchó, no sin antes firmar un par de autógrafos de lo cual Janet presumió que ya tenía uno desde el momento que conoció a su amiga. No era tanto que así, pero prefirió no discutirle por las prisas.
Su familia estaba al tanto sobre que iba cenar fuera, por eso le sorprendió la llamada. Era una llamada tan rápida y escueta que resultó prueba suficiente para demostrar su urgencia.
La hamburguesería no quedaba lejos, y correr hasta su casa no suponía tanto tiempo... al salir del local se percató y giró para observarlo. Había mezclado recuerdos, y lo de la cena en casa de Janet fue cuando regresó del parque en aquella vez. En esta ocasión estaba sola, improvisando el plan y antojo de una hamburguesa.
Repasó un poco más las luces reflejadas y los ojos tras el cristal y logró obviarlos para darse la vuelta. Esquivó a tiempo con un salto un gato que pasaba corriendo sin avisar. El gato le resultó familiar.
Su hogar quedaba protegido en la entrada del jardín por una ambulancia y un coche de policía. Vio luz en todas las ventanas y el murmullo de una multitud fue haciéndose de notar. Su hermana quedaba a un lado de la puerta de la casa.
La pequeña calmó la carrera y, tras tropezar, fue acercándose por la acera apartando sin tocar a los curiosos hasta llegar al sendero entre césped de jardín. Miró adelante y vio la puerta abierta expulsando la luz que podía. Holy la miró ausente por un motivo que la superaba. Llegó a la puerta y no le dio tiempo a preguntar cuando se percató de los hombres de blanco dentro de la casa, que preparaba una camilla ocupada. Comenzaron a moverla para llevarla fuera. Lo primero que surgió de la casa fue el hedor que obligó a taparse la boca y nariz con el brazo. Lo siguiente fue el chirrido intermitente de las ruedas.
La impresión también la superó.
Sobre la camilla yacía una especie de hombre deformado al que se le destacaban los incisivos. Estaba chamuscado y desprendía una mezcla de olor de diferente índole mareante. Sus ropas eran harapos acordes a la miseria del alma que desprendían sus ojos amarillos de pupilas rojas. Su expresión era de pánico y sufrimiento, maldita como el cuerpo con rictus mortis.
A la pequeña le recordó al mítico ser de cine basado en leyendas: Nosferatu. No parecía vampiro ni humano, sino los restos de alguien que fue tan pensante y vivo como lo puede estar una rata.
El resto de la familia surgió tras los enfermeros. Recibieron con preocupación a la menor de la casa. Le contaron por encima lo sucedido. Un policía salió un minuto después con guantes puestos para no marcar una katana que portaba en las manos.
Otro de los policías pidió a la familia ver las cintas de seguridad. Fueron al garaje y allí abrieron una trampilla oculta en el suelo. Antes, el policía quedó fascinado al ver a Ceberex, la nave alien de Hala guardada allí como si fuese un coche más de tantos. Se centró en bajar con los demás.
Fueron pasando por un pasillo con varias puertas a los lados. Entraron a una específica que se descubrió como una sala de vigilancia por la pared ocupada de monitores. Luk se sentó en una silla solitaria y comenzó a tocar los botones de un panel sobre una mesa para manipular lo que mostraban las pantallas.
Mientras esperaban, Hala comentó a su hija que le interesaría comprobar y saber dónde merodeaba el intruso antes del incidente.
Se buscó por el minuto exacto de la grabación de la cámara donde daba comienzo la intrusión. El intruso parecía capaz por la agilidad que mostraba al avanzar, además de un experto en coraje al atreverse a entrar en la casa River, tan precavidos y expertos en seguridad por su antigua condición. El ser había ido directo por la ventana del cuarto de la más pequeña, ausente en ese momento. La especie de ladrón se inició a repasar el cuarto sin llegar a tocar nada, salvo abrir el armario como si buscara más por un escondite que por un objetivo que robar.
Hipergirl resopló con disimulo al recordar que había una cámara en cada habitación posible de la casa. Nadie podía tener intimidad en aquella fortaleza camuflada, confiados los hijos en que los padres no bajaban allí con ideas desconfiadas siempre que su instinto paternal le daba por torcerse.
Todo inició cuando el intruso dio unos pasos hacia atrás y se tropezó con el talón con una caja en el suelo que parecía colocada con idea y estrategia. Se vio cómo el ser caía de espaldas. El golpe, a pesar de amortiguarlo con una mano, logró despertar a Polo, fino de alerta y situado en la habitación de al lado.
Cambiaron a la grabación de la cámara del pasillo superior.
La batalla nocturna comenzó en dicha zona cuando el intruso fue sorprendido por un sigiloso Polo en pijama, que se había acercado hasta adentrarse dentro del cuarto y desaparecer de imagen. El tipo salió e intentó huir, pero fue sorprendido por una patada elevada que el chico efectuó con un gran salto hacia delante, pareciendo que fuera expulsado por la propia habitación. Fue impactante observar cómo el ladrón se daba la vuelta a último momento y lograba bloquear la pierna del chico para encadenar una llave que lo giró en el aire y tumbó contra el suelo. Polo no se dejó impresionar y se levantó de un salto. Se enzarzaron a golpes silenciosos bloqueados con maestría, donde sin embargo fue el chico el que mostró que no tenía las de ganar. A caso hecho, Polo golpeó la pared para causar un estruendo, lo que provocó un agujero y el asegurarse que el resto de la familia despertara. El intruso escapó escaleras abajo.
Pasaron a la grabación de la entrada interior. Buscaron con calma el minuto correspondiente.
El ser bajó las escaleras con una agilidad precisa. Se abalanzó contra la puerta y con disgusto comprobó que estaba cerrada. Nada más voltearse tenía encima a Polo para continuar con la pelea. El no-vampiro se vio acorralado al extremo de desenfundar la katana, fiel hasta el momento en la espalda y ahora de igual modo en la mano. El River retrocedió con las manos a media altura sin atreverse a cometer el más mínimo ataque. Los ojos de ambos se vigilaron a cada paso; uno avanzaba, otro retrocedía. El encuentro hubiera sido inevitable con una pequeña carrerilla que no sucedió. En su lento avance llegaron a la cocina.
Cambiaron de cámara.
Allí comenzó una lucha que destrozó parte del mobiliario. El vídeo era mudo, pero se podía escuchar en la mente los silbidos de la katana cortando el aire y la mesa. Tuvo el error de confiarse y lanzar un ataque que chocó clavándose contra la encimera. Polo aprovechó mientras el ladrón intentaba extraer su arma apresada, propinando de lleno uno de sus puños hinchados de hormonas y adrenalina. El intruso demostró resistencia y se giró para volver a la pelea con puños y bloqueos, una muestra seria de artes marciales digna de campeonato. De nuevo el chico tuvo las de perder. En eso apareció Holy sumándose sin preguntar al abanico de golpes. Los chicos decantaron la balanza conforme el enemigo bloqueaba sólo dos tercios de las acometidas. La rata humana se vio obligada a escurrirse hacia un lado y huir de la cocina.
Cambiaron.
De regreso a la entrada, el hombre saltó contra la barandilla de las escaleras y comenzó a escalarlas como si subiera por una escalera de mano ladeada. Luk estaba bajando en ese momento y retrocedió contra la pared cuando vio al intruso avanzar. Comprobó el falso miedo y la habilidad de saltos rebotados de aquel desconocido una vez que llegó arriba.
Volvieron a la grabación del pasillo superior. Nadie dijo nada aún, incluido el policía.
El tipo comenzó a correr dirección de vuelta a la habitación de Hipergirl, sin percatarse de Hala al fondo del pasillo emitiendo resplandores. Lo siguiente fue un ataque eléctrico de una de las armas alienígenas. Hala llevaba un guante con cables conectados a una especie de mochila en su espalda. Cuando cerró el puño expulsó chispazos y pequeños rayos que rebotaron por el pasillo hasta chocar contra el intruso y dejar un rastro de líneas chamuscadas en el aire y las paredes. El feo hombre se estremeció y no deseó recibir otro calambrazo por cómo se metió en la puerta que tenía más cerca.
Buscaron con prisas por la grabación de la cámara del baño.
Todo se mostró blanco e impoluto salvo por la mancha moviéndose que resultaba el asaltante. Pareció discurrir con astucia y se acercó a la bañera a coger la manguera de la ducha. Enfocó con intención de activar el chorro cuando Hala asomase, que por el momento era una sombra lenta que se proyectaba en la pared del pasillo que la puerta dejaba ver, avanzando para acercar y apretar la forma hasta que se transformara en la alienígena. El hombre no llegó a abrir el grifo al recibir nueva electricidad que le dio de lleno, proveniente de la puerta tras rebotar en la pared. Hala no necesitó asomar para terminar con el trabajo.
Las secuencias terminaban allí entre reflejos de baldosas y estructuras de baño. Se mostraba a los River reunidos intentando reanimar al intruso, pero era demasiado tarde.
Luk apagó los monitores.
Volvieron a la casa y se despidieron del policía. Comentó que ya los llamaría para testificar y que de mientras mostraría y haría copias de los vídeos correspondientes. La culpa había sido del intruso por invasión a la propiedad privada. Siquiera creía que nadie reclamase por él. Salieron de la sala para regresar al exterior.
Hipergirl subió arriba y se percató de los destrozos por el pasillo. Una de las luces del techo se había fundido. Actuó como si nada y entró a su cuarto.
Examinó pensativa sabiendo qué pretendía el invasor. Creyó notar su olor impregnado aún la habitación, por lo que buscó por un ambientador que guardaba para quitar cuanto antes la sensación de habitáculo mancillado.
En mitad de la acción de purificar encontró en el suelo un collar que cogió con calma hasta la altura de su cara. Comprobó que su decoración eran trozos blancos y amarillos, algunos con puntos negros y grietas...
Eran dientes.
Ensartados con un hilo quedaban una veintena de dientes de todo tipo y tamaños. La mayoría parecían de animales, alguno que otro sería humano. No reconoció un par, pero sí unos más pequeños que podrían ser de niño.
Bajó y salió a la calle. Abrió el cubo de basura y tiró el collar. Cerró la tapadera.
Quedan dos asesinos...
A la mañana siguiente fue recibida en el colegio con buenas caras y saludos de mano. Al parecer se había propagado el rumor de la intrusión a su casa y cómo Hipergirl había conseguido neutralizar la amenaza. La niña se sentó en su sitio pensando que le estaban gastando una broma por algo que no había tenido en cuenta, que en cualquier momento comenzaría la venganza.
Su sitio no pareció cojo, ni con mal olor, o acaso mojado el asiento. Confirmó que no se trataba de una broma cuando una niña se acercó con alegría pidiendo un autógrafo. Lo decía en voz alta para que todos la oyesen. Hipergirl no quería mirar las reacciones de sus compañeros, sin embargo se sorprendió al escuchar el cuchicheo que, por una vez, no iba a mal. Lo confirmó cuando tuvo que firmar varios autógrafos más bajo el nombre de Hipergirl.
Aquello, más que un día perfecto, iba a ser una semana perfecta.
—
No podía quedarse de brazos cruzados en comisaría y pidió permiso para una patrulla nocturna. El jefe le dijo que hiciese lo que quisiera, que para eso era vigilante. Se arrepintió sin mostrarlo por si la heroína se tomaba demasiado en serio la orden. La niña quedó un rato observando al jefe. Parecía ocupado con el papeleo por lo sucedido en casa de los River. Se marchó.
Lo que no supo la pequeña es que el jefe lo relacionaba con la aparición de unos cadáveres que no se lograban identificar. Había aparecido un nuevo asesino en serie que no dejaba pistas. La única conexión era que todas las víctimas eran sobrehumanos de fuera de la ciudad.
¿Qué clase de guerra secreta estaba sucediendo? Lo único que tenía claro el jefe es que no quería hablar de ello con la pequeña vigilante por si le daba por involucrarse; sin descartar que ese nuevo asesino fuese a por ella y su familia. Lo de Hipergirl eran los carteristas y no los asesinos, no la quería en más problemas. Una visión del pasado sobrevino y a tiempo lo eludió. Se concentró en respirar y en poner la mente en blanco.
Hipergirl avanzó con una idea en mente de ir a por el asesino de las polillas nada más cometiera su siguiente acto. El propio jefe le daba libertad al respecto, según acababa de decir. Hacía más de una semana que el asesino no actuaba, quizás aturdido por culpa del asalto a su guarida. Alguien como él debía de tener múltiples refugios preparados.
Salió de la comisaría y se infló con el aire nocturno. Se sintió llena de energía.
La patrulla nocturna resultó bastante tranquila.
En un momento dado notó en una calle cómo la vigilaban. Intuyó al depredador como un felino por su método de ocultarse. Un gato. Que no mirara demasiado si no quería hacer honor al odioso dicho.
Aparte de lo sucedido la noche anterior, se añadía la operación al almacén, que debió relajar a las malas mentes de esa mafia hasta nueva orden de sus propias conciencias.
Su nombre ya la iba precediendo.
Si quería acción y dejar de dar vueltas, podía ir directa a uno de los barrios más peligrosos, pero sabía que no podía ir sola...
Sabía a quién llamar.
Contactó con Alexander por vía Wi-Fi oculta y dejó un mensaje.
Cerca del punto acordado, se percató de un tipo medio oculto en una esquina: un camello. Lo puso a prueba y cuando vio que no tenía escrúpulos en ofrecerle droga a cambio de dejarlo marchar, dejó de interpretar la paciencia y lo agarró. Ejecutó una llave marcial que le haría doler el brazo por unos días. No le soltó hasta que el vendedor tiró lo que llevaba a un cubo de basura. Después lo dejó marchar, pensando que era tonto por cómo se tambaleaba si bien era el brazo lo que le dolía.
Justo cuando terminaba de desaparecer el ex-camello por la línea del horizonte urbano, llegó el refuerzo. Christoph era esplendido sin esfuerzo ni detalle alguno. La luz de la farola en su rostro y las sombras de la noche por el resto de su cuerpo lo ensalzaban de forma poética.
Hipergirl no pudo reprimir el deseo de imaginar que la llevaba en volandas... paró los pensamientos y evaluó. ¿Qué necesidad había de pensar en eso? Volvió a un estado mental frío.
La pequeña quiso hablar, pero notó que su mentor estaba con la expresión que usaba cuando la ponía a prueba. Prefirió no saludar y le indicó con la mano que la siguiera.
Se adentraron en uno de los barrios más conflictivos. Su familia era conocida por allí por todas las operaciones policiales y de vigilantes que se sucedieron en breves periodos de tiempo.
El aspecto de la zona se conformaba de edificios de altura media y diseño antiguo. El gris de sus fachadas destacaba incluso en la oscuridad, abundante debido a las pocas farolas que quedaban activas o intactas. Hasta la luna parecía asustarse de aquel lugar.
Escuchó una lata moverse. Miró en la dirección pero no vio a nadie. La lata volvió a sonar. Miró abajo y se percató del cuervo a unos metros intentando coger dicho bote. El animal la miró y salió volando en su dirección. Hipergirl disimuló su respeto y posicionó sus brazos por si tenía que golpear. El cuervo viró y se alejó. Dejó de sonar su aleteo. La niña se relajó y observó un poco nerviosa al cuervo posado en lo alto de uno de los edificios.
Continuaron y regresó la monofonía de los pasos de ambos. Resultó sospechosa la ausencia porque aquel barrio siempre tenía a alguien despierto guardando algún portal. Hipergirl se sintió incómoda por lo que pudiera estar pensando Christoph. Por mucho que tuviesen todo el imaginable, no sabía cómo reaccionaba el maestro rumano cuando le hacían perder el tiempo. Una ronda doble de ejercicios extra la esperaba.
La niña se detuvo y miró alrededor. Siquiera en los coches destartalados había gente escondida observando. Se sentía como en un pueblo fantasma, y una leve brisa así lo afirmó.
Era cierto que hacía tiempo que no iba por esa zona, pero resultaba imposible que en pocas semanas sucediera algo que...
Le golpearon por la espalda.
Hipergirl fue arrastrada por el suelo tras caer por el impacto. Esa noche le costaría conciliar el sueño debido al dolor de espalda.
Cuando dejó de saborear el suelo, se levantó con cuidado y notó el crujido de sus huesos. Miró en la dirección y se percató de una sombra reptando escondiéndose tras una esquina. Miró en busca de alguna farola activa y encontró una luz reflejada en la esquina opuesta. Corrió hacia allí.
Volvió a caer contra el suelo por la zancadilla que no vio venir. Levantó la cara y se topó con la enorme forma que, sin serlo del todo, recordaba a una serpiente. Reconoció quién era. La forma la envolvió a aprisionar.
Su cuerpo crujió y su cuello apretado dejó de tener posibilidad de respirar. Un pequeño crujido bajo su cabeza la alarmó.
Miró hacia Christoph, a cierta distancia a espaldas del ser, de brazos cruzados observando como quien mira un letrero por la calle.
Hipergirl sabía que estaba sola, así lo había acordado con su maestro. No podía decepcionarlo. Se concentró y dejó que la energía se liberase sin control.