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LA DIAMANTINA
Pilar de Borbón y Borbón
(1936)
Dicen, quienes la conocen bien, que la hermana mayor de don Juan Carlos es todo un temperamento.
Pese a nacer en Cannes, el 30 de julio de 1936, cuarenta y ocho horas antes de que su padre don Juan de Borbón cruzase la frontera de incógnito dispuesto a luchar en vano en la Guerra Civil española del lado de los sublevados, nuestra infanta sigue comportándose hoy, en privado y en público, como una verdadera castiza. Dice lo que piensa, sin importarle, valga la redundancia, lo que piensen de ella. Es probablemente la infanta menos diplomática de su dinastía.
En febrero de 2012, sin ir más lejos, doña Pilar se despachó a gusto con la periodista María Eugenia Yagüe.
—Dijo usted —recordó la entrevistadora— que los periodistas decimos chorradas…
—Pues sí, muchas chorradas —se ratificó la infanta, para romper el hielo.
Con razón, la propia doña Pilar hizo examen de conciencia poco después de su matrimonio: «Mi mayor defecto es el genio. Tengo un genio muy fuerte…».
Tampoco es ella, ni lo ha sido nunca, una mujer coqueta.
En la Fundación Nacional Francisco Franco se conserva hoy el «Informe amarillo» —como tituló su anónimo autor los tres folios mecanografiados, bajo el más estricto sigilo— sobre la puesta de largo de la infanta en su residencia portuguesa de Villa Giralda, celebrada el 14 de octubre de 1954 con motivo de su dieciocho cumpleaños.
El espía de Franco anotó luego:
La infanta Pilar, según fotografías que constan en poder de este servicio, no llevaba medias; tenía el traje manchado en la espalda, en el omoplato derecho, y el collar, que era excesivo para su cuello, lo llevaba cogido con una simple gemita… Don Juan vestía traje azul a rayas, cuello duro y corbata verde con cuadritos blancos. Su esposa, traje gris perla con fondo de aguas. La infanta Pilar, traje burdeos de moaré, sin planchar.
Balansó ahondaba en lo poco o nada presumida que era la infanta. De complexión recia y algo rolliza, la aludida admitió incluso en cierta ocasión: «Mi padre se desesperaba conmigo. Una vez, cuando tenía diecisiete o dieciocho años, me obligó a comprar una barra de labios y me pintó».
DE UNA BODA REGIA…
Aun así, don Juan llegó a soñar con casar a su primogénita nada menos que con Balduino de Bélgica.
¿Se imagina el lector que doña Pilar hubiese ocupado el trono belga, en lugar de su amiga Fabiola de Mora y Aragón?
Sabemos por Pedro Sainz Rodríguez, consejero y confidente del conde de Barcelona, que el proyecto de boda rondó por la cabeza de éste, hasta el punto de asentir sobre el particular: «Fue una de las cosas que yo barajé… y una de las que más se opuso fue la tonta esa de la Réthy».
Don Juan aludía así a Lilianne Baels, princesa de Réthy, segunda esposa del rey Leopoldo III y madrastra de Balduino, hipotético novio de la infanta.
Sainz Rodríguez terció entonces:
—Esa señora [la princesa de Réthy] —dijo— se opuso porque le fastidiaba que llegara a ser reina de Bélgica una infanta de España, una persona de familia real, como doña Pilar, de categoría europea.
—Y además —añadió don Juan—, Pilar tenía carácter. Luego Balduino acabó con otra española, buenísima, y a quien hoy quieren mucho en Bélgica, pero de inferior categoría a Pilar… Tres años antes, el 57, habíamos ido a pasar unos días a Bruselas. Balduino estaba muy modosito. Era el año de la exposición —porque hubo que buscar la excusa de por qué se había ido a tal sitio— y quiso acompañar a Pilar a todos lados. Pero yo vi muy pronto cómo estaba la cosa y, aunque deberíamos habernos quedado cuatro o cinco días, estuvimos allí sólo dos.
—No creo —apostilló don Pedro, complaciente con la infanta— que a doña Pilar le gustase mucho Balduino, ¿no? Era muy soso.
—Yo fui el que negoció este noviazgo —admitió don Juan—, y mi hija, la infanta, hubiera estado dispuesta a lo que ella consideraba un sacrificio, como lo están todas las Princesas bien educadas, ¡vamos!
Consumado el fracaso de su gestión, parece como si el conde de Barcelona pretendiese dar la impresión de que el regio enlace no le convencía del todo, máxime si la versión de la corte de Bruselas difiere por completo de la suya. Sabemos así por varios biógrafos del monarca belga que la reina Victoria Eugenia le dijo poco antes a su nieta Pilar: «Para la visita del rey Balduino tráete a una amiga poco llamativa».
Pilar obedeció y se llevó consigo a Fabiola de «carabina». Pero el tiro, como todo el mundo ya sabe, le salió por la culata a nuestra infanta y la susodicha Fabiola acompañó finalmente al rey de Bélgica hasta el altar el 15 de diciembre de 1960.
… A OTRA POLÍTICA
Hubo que aguardar siete largos años para que la infanta que pudo reinar se decidiese a contraer matrimonio con el abogado madrileño Luis Gómez-Acebo.
Doña Pilar había conocido a su futuro esposo en Madrid, en casa del ex rey Simeón de Bulgaria, casado con Margarita Gómez-Acebo y Cejuela, prima archimillonaria del entonces novio.
Luis Gómez-Acebo había estudiado en el colegio El Pilar y en el de los Jesuitas y, al terminar la carrera de Derecho, se trasladó durante un año a Lille para aprender literatura. Luego trabajó dos años en una compañía petrolera en Nueva York, para incorporarse a continuación a la cementera catalana Asland como secretario general de su consejo de administración.
Nieto del marqués de Cortina, ex ministro y uno de los fundadores de Banesto, el joven ejecutivo conquistó muy pronto el corazón de la hermana mayor del rey.
La boda se celebró el 5 de mayo de 1967, con la novia a punto de cumplir los treinta y uno.
El 4 de enero anterior, el padre del novio, Jaime Gómez-Acebo, marqués de Deleitosa y presidente de Banesto, había enviado esta desconocida carta que rescaté también del Archivo de la Fundación Nacional Francisco Franco.
Dirigida al jefe del Estado, dice así:
Excelencia, anoche he regresado de Estoril. Fui con objeto de pedir al Conde de Barcelona la mano de la Infanta Pilar para mi hijo Luis.
En el curso de una conversación que mantuve con S. A. me dio cuenta, con emoción, de algún párrafo, altamente elogioso para mi familia, contenido en una carta que me indicó haber recibido de V. E.
Tanto Isabel como yo le quedamos profundamente reconocidos y aprovechamos esta oportunidad que nos brinda la espontánea expresión de nuestra cordial fraternidad para desearle con los suyos todo género de venturas en el próximo año y para reiterarle el testimonio de nuestra respetuosa y alta estimación.
La carta del marqués de Deleitosa abona así la tesis de que la unión de la infanta Pilar con Luis Gómez-Acebo se trató en realidad de una «boda política» a la que el propio Franco había dado ya previamente su total anuencia en una misiva suya al conde de Barcelona.
La propia doña Pilar, de nuevo sin pelos en la lengua, corroboraba esto mismo en unas declaraciones suyas recogidas por Balansó: «Fue una boda —aseguró la infanta— demasiado grande a mi gusto; más que boda principesca fue una boda política. Un lío muy grande».
No en vano, el enlace se producía una vez promulgada la Ley de Sucesión de 1947, según la cual Franco tenía la sartén por el mango para nombrar sucesor suyo en la Jefatura del Estado a título de rey; designación que no se produciría hasta dos años después de la boda de la infanta Pilar, en 1969, en la persona de don Juan Carlos.
Recordemos que, de acuerdo con la vigente ley sucesoria, las mismas posibilidades tenía en principio don Juan de ceñir la corona de España que su primogénito o su sobrino Alfonso de Borbón Dampierre. De modo que las espadas sobre la sucesión seguían entonces en lo más alto.
Al poco de casarse, doña Pilar y su marido alquilaron un piso al célebre bailarín Antonio, en el número 45 de la calle Padilla, por el que pagaron 30.000 pesetas mensuales de finales de los años sesenta. Pero el propio Antonio contaba que rebajó luego a la mitad la renta por ser su inquilina tan especial.
Era una vivienda más bien pequeña, pero decorada con exquisito gusto con muebles franceses, alfombras persas y bonitos cuadros, en la que los duques de Badajoz solían ofrecer cenas y cócteles a sus invitados, algunos tan insignes como la duquesa de Alba.
EL TIMO «DEL TOCO MOCHO»…
Recién casada, la infanta Pilar protagonizó una inverosímil anécdota si no fuera porque la contaba con todo lujo de detalles el fallecido biógrafo del rey, José Luis de Vilallonga.
Sucedió en diciembre de 1967, con motivo de las terribles inundaciones registradas en Lisboa.
La infanta tuvo ocasión de exhibir entonces su admirable generosidad con los pobres damnificados, ofreciéndose como voluntaria para rescatar a los heridos del barro y aplicarles curas de urgencia. Pero su dadivoso corazón no se conformó con esto, y organizó a continuación un festival benéfico para recaudar fondos con los que ayudar a las víctimas de las inundaciones.
Días después, la propia doña Pilar quiso entregar personalmente el dinero obtenido al entonces presidente de Portugal, Antonio de Oliveira Salazar.
El día indicado acudió al palacio presidencial y, ante la gran expectación de los medios de comunicación, ofreció un resplandeciente sobre blanco al dictador portugués. Los fotógrafos inmortalizaron la escena con sus objetivos. Pero lo que todo el mundo ignoraba, excepto doña Pilar, obviamente, era que el sobre no contenía ni un solo escudo sino… ¡papeles recortados!
Se trataba, en palabras de su propia madre doña María, de «una especie del timo del toco mocho».
La explicación era muy sencilla: mientras se dirigía al palacio presidencial, doña Pilar reparó en que había olvidado el dinero en Villa Giralda, y no se anduvo por las ramas.
Días después, con el dinero ya en la mano, Oliveira condecoró a la infanta con el Collar de la Orden del Infante don Enrique, equivalente en importancia al Toisón de Oro.
… Y DEMÁS «MENUDENCIAS»
Años después, su marido Luis Gómez-Acebo se vio envuelto nada menos que en una querella por delito de estafa presentada por un grupo de compradores de pisos de la urbanización El Soto, de Móstoles.
Más tarde, don Luis fue acusado, como accionista mayoritario de la empresa Altos del Retiro S. A., de haberse beneficiado con la renta de un terreno rústico en Vallecas.
Al parecer, el Ayuntamiento de Madrid había pagado por ese solar, según un miembro de la propia corporación municipal, hasta nueve veces más de su precio de mercado, vulnerando el Plan de Ordenación Urbana, en lo que fue calificado de «chollo total y absoluto para la empresa».
Por si fuera poco, el Tribunal Superior de Justicia de Baleares ordenó luego demoler una planta de un chalet propiedad de Luis Gómez-Acebo en Palma de Mallorca por estar en desacuerdo con el Plan General de Urbanismo.
La decisión judicial irritó profundamente a la infanta Pilar, que se desahogó con el diario El País, asegurando que un vecino mallorquín la odiaba, pues debía de ser carlista o republicano. Sus declaraciones al rotativo fueron motivo de chufla general, hasta el punto de que la revista carlista Ahora Información recuadró la foto de doña Pilar con el siguiente comentario, publicado en febrero de 1996:
«El País» del domingo 21 de enero daba noticia del derribo de la casa ilegal que posee en Mallorca Pilar de Borbón, hermana del actual jefe del Estado. La desesperación de la dama traicionó inconscientemente los miedos de la familia Borbón. La casa es derruida a causa de las denuncias de un vecino con el suficiente tesón para denunciar a personaje tan famoso y protegido. Ella declaró literalmente a «El País»: «No sé por qué nos persigue de esa forma. A lo mejor es carlista o republicano». Ambas tendencias son lo que realmente teme la familia; representan a los únicos con argumentos lo suficientemente sólidos como para poner en peligro una situación de privilegio que no corresponde a la familia por derecho ni por hecho.
EMPRESAS PRIVADAS
Sin proponerse emular ni mucho menos a su abuelo Alfonso XIII, que en 1916 atesoraba una fortuna de más de 15 millones de las antiguas pesetas en acciones, bonos y obligaciones, la infanta Pilar preside una sociedad que invierte en Bolsa. Su nombre: Labiernag 2000 Sicav S. A.
Labiernag 2000 es una Sociedad de Inversión Mobiliaria de Capital Variable (Sicav) muy utilizada por las grandes fortunas españolas para rentabilizar su patrimonio. Esta empresa ofrece importantes ventajas, pues a diferencia de los fondos de inversión, posibilita a sus accionistas planificar y modificar sus inversiones tantas veces como quieran, beneficiándose así de las buenas perspectivas de un sector o empresa concretos.
Además, las Sicav gozan de un privilegiado tratamiento fiscal, dado que sólo pagan a Hacienda el uno por ciento de su beneficio, frente al 35 por ciento que abonan las sociedades en general.
Tres de los cinco hijos de la infanta —Simoneta, Bruno y Beltrán Alejandro Gómez-Acebo y Borbón— se convirtieron al principio en consejeros de esta sociedad domiciliada en la madrileña calle Velázquez, cuyo consejero-secretario fue el abogado Fernando Herce Meléndez.
La infanta Pilar de Borbón apostó en un primer momento por colosos empresariales tan dispares como la multinacional Microsoft de Bill Gates, o por otra que hasta los más pequeños de sobra conocen: Coca-Cola; en marzo de 2005 era accionista de Acerinox, Banco Popular, Ebro Puleva, Iberdrola, Repsol, Telefónica, Rolls Royce, Citigroup, Zeltia, BNP Paribas, Deutsche Bank, Dell Computer… En total, más de una treintena de empresas y bancos de lujo que cotizaban cantidades desorbitadas de euros o dólares en las Bolsas de Madrid y Nueva York.
Constituida el 15 de noviembre de 2000, Labiernag tenía entonces un patrimonio de 4.424.000 euros (más de 736 millones de las antiguas pesetas). De su gestión se encargaba Banif, la firma de banca privada por excelencia del Santander Central Hispano (SCH) que preside Emilio Botín.
La cartera de inversión había rendido 106.000 euros al cierre del primer trimestre de 2005, lo cual no era un mal balance teniendo en cuenta que suponía unos ingresos de casi 36.000 euros mensuales.
En diciembre de 2006, doña Pilar aumentó su inversión en Telefónica hasta 96.000 euros, o en Repsol, donde colocó 81.000 euros. Otras empresas como Telepizza o FCC, la constructora de las hermanas Koplowitz, desaparecieron de su cartera para dar entrada a otras nuevas como ACS, la constructora de Florentino Pérez, en la que participaba con 44.000 euros, o el mismo Banco Santander Central Hispano, donde poseía acciones por valor de 48.000 euros. Otros valores tan populares y rentables como Nokia, Vodafone o Vivendi habían sido incorporados también a su cartera.
Sus grandes apuestas financieras en España eran entonces Bancaja, con 193.000 euros de inversión, y Caixa Galicia, con la misma cantidad.
La infanta había elevado su participación en empresas cotizadas en Bolsa hasta 853.000 euros, igual que su cartera de empresas extranjeras, que sumaba entonces 1.249.000 euros.
Sólo en el segundo semestre de 2005, Labiernag obtuvo un beneficio neto de 302.000 euros.
Pero con Labiernag 2000 no se agotaba la capacidad empresarial de la infanta. También era administradora, junto con Jaime Carvajal y Urquijo, marqués de Isasi y amigo íntimo del rey desde la infancia, de Aviva Vida y Pensiones S. A. de Seguros y Reaseguros, una compañía presidida por el banquero Guillermo de la Dehesa.
Entre las empresas participadas por la firma figuraban entonces Aviva Gestión S. A., Aviva Valores Agencia de Valores S. A., y los fondos de inversión mobiliaria Aviva Espabolsa FIM, Aviva Renta Fija FIM y Aviva Gestión Global FIM.
La infanta era igualmente consejera de Plusfondo Renta Fija Fondo de Pensiones junto con Jaime Carvajal y Guillermo de la Dehesa.
Y por si fuera poco, consejera también de Richemont Iberia S. L., propiedad de Cartier International BV, domiciliada en Países Bajos.
Presidida por Antonio Candil Romanillos, al frente a su vez de Les Must de Cartier Canarias, Richemont Iberia llegó a un acuerdo con la sociedad de inversión de Juan Abelló, Torreal, para vender a ésta la cadena de ropa masculina Hackett.
CARIDAD Y CULTURA
La hermana del rey desempeña también desde hace años un papel destacado en sociedades benéficas, como Cruz Roja, Adevida y, especialmente, Nuevo Futuro, organizadora del popular «Rastrillo» anual en el que las damas de la alta sociedad madrileña se convierten durante unos días en «criadas» del prójimo, obsequiando a éste con obras de caridad.
No en vano, la infanta trabajó en su juventud como enfermera en Lisboa, primero en un dispensario infantil, y más tarde en los hospitales de Santa Marina y de San Carlos, donde se empleó a fondo en turnos de noche y fines de semana.
Doña Pilar dedicó también su tiempo a la firma británica de subastas Sotheby’s, donde luego estudiaría su primogénita Fátima, conocida como «Simoneta». En Sotheby’s, la infanta formaba parte del consejo de administración junto al mismísimo Henry Ford II, el barón Thyssen y Ann Getty.
«Este trabajo —comentaba ella misma— me supone tres reuniones al año y luego pensar bastante. Puedo decir que llevo una vida complicada».
Gozó también ella de las atenciones del ex presidente de Banesto, Mario Conde, que la colocó en la Fundación Banesto, tras intentar en vano nombrarla consejera del banco, a lo que se opuso con uñas y dientes el entonces jefe de la Casa del Rey, el general Sabino Fernández Campo.
Excuso decir el escándalo que se habría organizado si, tras la intervención de Banesto por el Banco de España, en diciembre de 1993, hubiese aparecido el nombre de un miembro de la Familia Real en el órgano de decisión del banco cuyos responsables fueron acusados de provocar un desfase patrimonial de 600.000 millones de las antiguas pesetas.
Al parecer, según han explicado quienes recogieron en su día las confidencias del ex banquero, la infanta aceptó su cargo en la Fundación Banesto acuciada por su situación económica tras enviudar en marzo de 1991, dado que así podía pagar una antigua deuda de 7 millones de pesetas contraída con el banco por su difunto esposo.
Se barajó como hipótesis que el marido de la infanta hubiese avalado a un amigo suyo para abrir, gracias al préstamo, un restaurante en Palma de Mallorca que acabó siendo un fiasco.
A la muerte de su esposo, doña Pilar lo sustituyó como miembro del patronato de la Fundación Thyssen.
En 1994, el marqués de Samaranch respaldó con éxito la candidatura de la hermana del rey para la presidencia de la Federación Ecuestre Internacional. «Me veo —dijo entonces de sí misma doña Pilar— con capacidad para desarrollar esta labor; a mi edad, no cabe duda de que me ha halagado el que me eligieran para desempeñar un cargo de esta categoría. Por otro lado, también me ha preocupado, porque es mucho trabajo».
Más tarde, añadió: «Que haya una infanta de España en un puesto así es precioso».
LA COLECCIÓN THYSSEN
Entretanto, Luis Gómez-Acebo, pese a sus negocios inmobiliarios y petrolíferos, sobre todo en Kuwait, presidió la Fundación de Amigos del Museo del Prado y la Real Fundación de Música de Cámara.
El marido de la infanta se afanó por traer a España parte de la colección pictórica de su amigo y jefe, el barón Thyssen, marido de Tita Cervera, íntima de doña Pilar.
Carmen Cervera, ex mujer de Lex Baxter y de Espartaco Santoni, había conocido a los duques de Badajoz a través de don Juan de Borbón, con quien a veces coincidía en Marbella.
Muy pronto, los Thyssen estrecharon lazos con los duques, hasta el punto de que Carmen eligió a Luis Gómez-Acebo como padrino de su hijo Borja, en una ceremonia celebrada en la iglesia de San Patricio en Nueva York, en la que actuó como madrina la multimillonaria Ann Getty.
La intervención de Gómez-Acebo en el asunto de los cuadros dio mucho que hablar entonces; tanto, que hasta el complaciente historiador Javier Tusell dedicó este comentario crítico en Diario 16, el 31 de agosto de 1990:
Resulta patente que las personas con las que ha pactado el Estado español no pertenecen a ese género que podría ser denominado como el de las personas normales y estables, de comportamiento riguroso y dignas de respeto por la fidelidad a sus compromisos. No quisiera ser ofensivo. Pero ¿alguien sensato elegiría a esos tipos humanos como ideales para llegar a un acuerdo de trascendencia con ellos? Cada vez parece más claro que lo de los Thyssen no va a acabar nada bien.
Pero entonces, don Juan Carlos se mostró tan sumamente agradecido a su cuñado, que le otorgó la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica.
El traslado a España de la colección Thyssen, compuesta por 775 obras maestras de la pintura, costó al Estado 245 millones de dólares en concepto de préstamo durante nueve años, 5 millones por cada uno de estos años y 350 millones más cuando se adquirió definitivamente, en 1992.
NADA DE «QUÍMICA REGIA»
La infanta Pilar, al decir de la periodista francesa Françoise Laot, una de las más renombradas biógrafas de los reyes de España, nunca ha tenido afinidad con su cuñada la reina Sofía. El sentimiento, según parece, es recíproco.
Laot, que entrevistó varias veces a la duquesa de Badajoz, anotó sin complejos: «Cuando Sofía y Pilar están mano a mano no tienen nada que decirse porque una tiene el poder y la otra no. Doña Pilar acude sobre todo a La Zarzuela, la residencia de su hermano, porque hay una piscina…».
Tal vez doña Pilar se haya sentido desplazada por la hermana de la reina, Irene de Grecia, que goza del privilegio de sentarse incluso a veces en el palco real.
La química tampoco parecía existir entre el rey Juan Carlos y su cuñado Luis Gómez-Acebo.
El resultado fue que los duques de Badajoz vivieron siempre distanciados de La Zarzuela, incluso los veranos en Palma de Mallorca, donde adquirieron al principio una casa de pueblo frente a Porto Pi, lugar de atraque del yate Fortuna.
Luego, la infanta se vio obligada a comprar otra vivienda en el distinguido municipio de Calvià, muy próxima a la del príncipe georgiano Tchokotua, amigo del rey Juan Carlos, quien nada hizo para evitar que derribasen la primera residencia de la infanta a causa del problema urbanístico que ya hemos comentado.
La infanta y sus hijos apenas visitaron Marivent o el yate real. Tampoco don Juan, en sus últimos años de vida, lo hizo. El padre del rey combatía su tremenda soledad viajando a Nueva York para asistir a un recital de Julio Iglesias, con quien luego se iba a cenar, o se perdía en las antípodas de Australia, en Grecia o en su añorado Portugal; otras veces se hacía a la mar en el Kelismar, el barco de su oftalmólogo, el doctor Muiños.
En verano, en lugar de acudir a Marivent con sus hijos, don Juan viajaba a Marruecos y se instalaba luego unos días en Marbella, rodeándose de una «corte» que nada tenía de real, reunida para almorzar en el restaurante Antonio o para tomar unas copas en el Menchu de Puerto Banús. Desde Gunilla von Bismarck o Pitita Ridruejo hasta Lola Flores o Marujita Díaz se enorgullecían de acompañar a don Juan en sus ratos de ocio.
Pero si doña Pilar y su padre procuraban no mezclarse con la corte palmesana, Constantino e Irene de Grecia, hermanos de doña Sofía, eran asiduos de aquélla. Constantino solía acudir con su esposa Ana María y sus cinco hijos: Alexia, Pablo, Nicolás, Teodora y Filipos; también los acompañaban su prima Tatiana Radziwill y el marido de ésta, el doctor Fruchaud, con sus hijos Fabiola y Alexis. Eran «los griegos», como se les conocía familiarmente, y cada verano se alojaban en Marivent.
Doña Pilar compró hace muchos años un pequeño barco, el Doña Pi, que en más de una ocasión se cruzó en el puerto con el majestuoso Fortuna del que con razón presumía, como un pavo real, su querido hermano.
INFANTA «CREADA»
El 6 de noviembre de 1987, don Juan Carlos quiso dejar claro el estatus de sus hermanas, «creándolas» infantas de España, lo cual significaba que para él no eran tales hasta entonces, pues si no se habría limitado a «reconocerlas».
El Real Decreto 1368/1987 decía textualmente así: «Las hermanas de Su Majestad el Rey, Don Juan Carlos I de Borbón, serán Infantas de España», dándose a entender que hasta entonces no lo eran.
El asunto tenía más calado del que parecía a simple vista: con su decisión, don Juan Carlos no hacía sino admitir implícitamente que él era el rey de una monarquía instaurada por Franco y que, por lo tanto, sus propias hermanas sólo serían infantas si él mismo las proclamaba como tales, y no en virtud de las normas dinásticas que el Caudillo vulneró saltándose el orden sucesorio en perjuicio del legítimo heredero, don Juan de Borbón.
A esas alturas, doña Pilar y su marido se habían trasladado a vivir a un piso en la urbanización de Puerta de Hierro, abandonando así su chalet de la calle del Mirlo, en Somosaguas.
Residieron allí durante algún tiempo, sin saber que un implacable cáncer linfático arruinaría para siempre las esperanzas e ilusiones de Luis Gómez-Acebo, además de ahondar en la crisis de sus finanzas.
Tras los despiadados tratamientos de quimioterapia recibidos en España, el duque de Badajoz viajó al New York Hospital para someterse a un tremendo via crucis de nueve meses que de nada le sirvió, pues falleció con sólo cincuenta y siete años.
Fue tal vez el golpe más duro para la «infanta diamantina».