CAPÍTULO 17

ALGO VA MAL -DIJO CHRISTIAN, MIRANDO LAS montañas que se alzaban alrededor de ellos sin vislumbrar ni el más mínimo rastro del ejército que habían sospechado los estaría esperando. Ya deberían de haber oído alguna llamada de alerta, o visto el reflejo del sol sobre una armadura…

Algo.

Pero no había el menor indicio sobre la posición del enemigo. Era como si no estuviesen allí.

- ¿Ves algo? -preguntó loan.

Christian negó con la cabeza.

- Y ése es precisamente el problema. Hay… -Dejó que su voz se desvaneciera mientras lo invadía una sensación catastrófica. ¿Por qué no había pensado en eso antes?-. ¿Fantasma? -llamó, y esperó a que su compañero se colocase a su lado-. ¿Conoces bien a Selwyn?

El Fantasma se encogió de hombros.

- Desde que asesinó a mi padre y trató de matarme, nunca hemos mantenido una relación amistosa. ¿Por qué?

Christian ignoró su pregunta y su sarcasmo.

- ¿Hay algún otro lugar en el que pudiesen estar esperándonos? ¿Otra posición que pudiera serles más ventajosa?

El Fantasma hizo un gesto negativo.

- Éste sería el sitio más probable.

- Sí, el más probable. El único lugar probable.

- Christian maldijo lo estúpidos que habían sido. -¿Qué te preocupa? -preguntó su primo. Christian sintió que se le endurecía el músculo de la mandíbula.

- Que él sabía que éste era el único lugar para atacarnos.

El Halcón se mostró intrigado.

- ¿Y qué tiene de malo para nosotros que no esté aquí para asesinarnos?

En la cara del Fantasma apareció un reflejo del temor que invadía a Christian.

- ¿No creerás que él…?

- Sí, primo, eso creo.

- ¿Qué? -preguntaron Joan y el Halcón al mismo tiempo.

- ¿Cómo ganas una partida de ajedrez? -les preguntó Christian.

- Capturas a la reina -respondió el Halcón mientras Ioan maldecía, y su semblante cambiaba de color, al comprender, al fin, el mal presentimiento de Christian.

- ¿No estarás pensando que esperaron nuestra partida y luego atacaron a Adara?

Christian no se molestó en responder. Le dio la vuelta a su caballo y emprendió una veloz carrera en dirección al campamento. En el fondo de su alma sabía que eso era exactamente lo que ellos habían hecho. Su corazón retumbaba a medida que el miedo se iba apoderando de él y crecía hasta alcanzar enormes proporciones.

Tenía que regresar junto a Adara.

- Por favor, necesito estar equivocado -se repetía una y otra vez, cabalgando a toda velocidad de regreso al campamento.

Por primera vez desde niño, rezó. Repitió todas las oraciones que le habían enseñado, espoleando su caballo con la esperanza de hacerlo volar sobre el terreno rocoso.

Pero las oraciones se quedaron retenidas en su garganta al acercarse al campamento y ver los cuerpos de sus hombres caídos. Yacían diseminados por la tierra como muñecos abandonados. Christian echó la cabeza hacia atrás, lanzando un grito de angustia y de rabia al verlos.

Saltó del caballo antes de que éste se detuviera y corrió hacia la tienda donde había dejado a su esposa durmiendo hacía tan poco tiempo.

Estaba vacía. No había el menor rastro de Adara.

- ¡Maldito seas! -gritó, desgarrado por el dolor. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido?

Salió y vio a loan, Corryn y el Fantasma deteniendo sus caballos en el centro del campamento, antes de desmontar.

- ¿Se la han llevado? -preguntó el Fantasma en tono airado.

- Sí.

Embargado por la pena, la mirada de Christian se detuvo ante un hombre que vestía un brillante jubón amarillo.

Lutian.

Corrió hacia el bufón, apenado al ver que había permanecido leal a su reina hasta el final. Pobre Lutian. Su cara estaba cubierta de sangre por la paliza que le habían dado y, a juzgar por sus heridas, era evidente que había luchado valientemente para protegerla.

Christian no albergaba la menor esperanza de que estuviese vivo.

Pero lo estaba.

- ¡Trae agua! -le gritó a Corryn al darse cuenta de que el bufón aún respiraba, aunque muy débilmente.

La muchacha corrió, obedeciendo al caballero mientras éste levantaba con cuidado al bufón y lo llevaba a su tienda. Lo acostó en el camastro para que estuviese más cómodo. Lutian tosió y abrió los ojos.

- ¿Christian? -Era la primera vez que Lutian lo llamaba por su nombre.

- Sí, amigo mío. Descansa.

La mirada de Lutian estaba cargada de angustia. -Se la han llevado. Traté de impedirlo, pero… -Ya lo sé, Lutian. No ha sido culpa tuya. He sido yo quien la dejó aquí, desprotegida.

Corryn se unió a ellos con un odre lleno de agua para el bufón. Christian le ayudó a beber un poco, y luego se giró hacia Joan, que estaba detrás de ellos.

- Reúne al ejército. Vamos a por ellos…

- ¡No! -balbuceó Lutian, atragantándose con el agua. Retiró el odre de sus labios-. Selwyn me dejó con vida únicamente para que te dijera que si tu ejército no se retira de inmediato, matará a Adara.

El Fantasma resolló.

- Si te retiras, la matará de todas formas -dijo sombrío.

La mente de Christian giraba enloquecida, calibrando sus opciones.

- ¿Ha dicho algo más, Lutian?

- Quiere que te rindas y te entregues. Tu ejército debe retirarse y tres días después debes ir, solo, a la abadía de San Sebastián a entregarte. Ha dejado hombres apostados para vigilar y si, al caer la noche, tú no has tomado el camino de la abadía y el ejército no se ha retirado de sus fronteras, Adara morirá.

El Fantasma y Joan empezaron a maldecir mientras Christian reflexionaba.

- Yo insisto en que sigamos adelante -gruñó el Fantasma-. ¿Qué garantía tenemos de que esté aún viva? Es un bastardo cauteloso y, probablemente, ya la habrá asesinado.

Christian no estaba tan seguro.

- Necesita a Adara para controlar a su pueblo y legitimar las aspiraciones de su hijo al trono. En vista de ello, dudo que la haya matado todavía.

- Entonces, ¿qué hacemos? -preguntó loan-. No me gusta la idea de ser el rehén de nadie.

Christian se puso de pie y dejó que sus pensamientos revolotearan mientras una idea empezaba a consolidarse.

- Tenemos pocas opciones. O bien llegamos hasta donde esté Adara antes de que alcancen la ciudad, o la rescatamos antes de que le hagan daño.

- El terreno es demasiado llano y abierto para avanzar sin que nos vean -dijo loan-. No podemos escondernos en ningún lugar. Verán que los estamos siguiendo.

Lutian suspiró.

- Todavía estamos a una semana de camino de Elgedera o de Taagaria.

- No -intervino el Fantasma, tocándose la barba, pensativo-. Estamos a una semana si somos mil hombres. Pero un grupo pequeño, una docena o menos…

- Podríamos llegar en unos pocos días -finalizó Christian la frase-. ¿Qué estás pensando exactamente?

El Fantasma esbozó una media sonrisa e intercambió una mirada cómplice con Lutian.

- Estaba pensando que lo único que necesitamos es robarles a nuestra dama.

Su primo frunció el ceño.

- ¿Robarla?

Lutian sonrió, y luego hizo una mueca como si el dolor de su golpeado costado lo hubiese cortado en dos.

- Sí, hay mucha gente en Elgedera que odia a Selwyn y conocen los callejones y pasadizos de la ciudad mejor que las ratas que habitan en ella.

El Fantasma miró a Lutian.

- ¿El Gran Visir sigue dominando los callejones? Lutian asintió.

Christian estaba totalmente confundido. -¿Gran Visir?

El Fantasma se rio, divertido.

- Dirige a los ladrones de Elgedera y aún me debe algunos favores.

- ¿Y cuál es tu plan?

- La pena merecida, hermano Christian, un gran y justo castigo.

- Se retiran.

Al escuchar las palabras que el mensajero dirigía a Selwyn, Adara dejó de tratar de liberarse de las cuerdas con que habían atado sus muñecas. Montada en una yegua blanca, cabalgaba con las manos atadas al frente, entre Selwyn y uno de sus generales.

Selwyn se rio.

- De manera que, a fin de cuentas, el príncipe resultó ser un cobarde. -La miró con una sonrisa burlona-. O quizás no merecéis que luchen por vos.

Ella lo miró con desagrado.

- Si de verdad creyerais eso, no lo habríais amenazado. Hace lo que le habéis ordenado únicamente para que no me hagáis daño.

Selwyn hizo una mueca con los labios antes de girarse hacia su mensajero.

- ¿Y que hay del bastardo impostor? ¿Va con el ejército?,

- No. Lo hemos visto salir por su cuenta rumbo a la abadía, tal y como vos habéis ordenado.

La sonrisa de Selwyn se volvió insidiosa.

- ¿Los asesinos están en sus puestos?

- Sí, milord, lo matarán tan pronto cruce las puertas de la abadía.

Selwyn miró hacia todos los lados, con su burda cara brillando de orgullo y deleite.

- Quiero que me traigan su cabeza tan pronto lo decapiten.

- Me encargaré de que así sea.

El corazón de Adara se aceleró al oír aquellas palabras. Seguramente, Christian no sería tan tonto para caer en semejante trampa. No, ella tenía fe en él. Aun así, había una parte de ella que no confiaba en que Selwyn no tuviese más planes traicioneros urdidos contra todos ellos. Que Dios tuviera misericordia de ellos.

Sintiendo un gran temor por su esposo y su hijo, Adara trató de que su miedo no aflorara ante el enemigo. Sería fuerte por Christian.

- ¿No tenéis nada que decir, majestad? -preguntó Selwyn.

Ella fingió total indiferencia.

- ¿Qué queréis que diga?

- Esperaba que suplicarais por la vida de vuestro esposo.

Ella lo miró irónicamente.

- Antes preferiría morir que suplicaros. Además, os conozco bien. No hay nada en este mundo que pueda hacer que le perdonéis la vida.

- Sois una joven inteligente y habríais sido la pareja perfecta para mi hijo. Es una pena que os hayáis negado a apoyar nuestra causa.

- Podría haber visto vuestra causa con buenos ojos, si no hubiese visto primero vuestro corazón. Tengo fe en Dios para que evite que nadie tan malvado como vos consiga permanecer en el poder.

Él levantó la mano como si fuese a pegarle, luego titubeó. Adara sabía que no se atrevería a semejante afrenta ante la mirada vigilante de sus hombres. Aunque se trataba de soldados elgederianos, eran conscientes de su poder y posición como reina de Taagaria. Puede que no estuviera en condiciones de dirigirlos, pero ellos tenían el compromiso de honor de garantizar que no sufriera ningún daño en ausencia de su rey.

Miró a Selwyn con suficiencia.

- Sí, Selwyn, llevo en mi vientre al próximo rey de Elgedera. Golpeadme y vuestros hombres se rebelarán. Él le sonrió burlonamente.

- No tenemos pruebas de vuestra palabra. Por lo que sabemos, habéis engendrado a un bastardo.

- Soy la reina de dos naciones y como tal mi palabra no admite objeción alguna por vuestra parte. Estoy legalmente casada con Christian y éste es su hijo. Os debe resultar muy molesto saber que habéis fracasado.

Él la miró con ojos siniestros.

- El juego no ha terminado aún, milady. Todos los días nacen niños muertos. Las mujeres enviudan. Conoceréis el lugar que os corresponde antes de lo que pensáis.

Espoleó su caballo y se le adelantó.

Adara le hizo una mueca. Con toda seguridad, conocería el lugar que le correspondía. Y él también conocería el suyo. Ella se encargaría de enseñárselo.

Los tres días siguientes fueron aterradores para Adara. No sabía qué iba a ser de ella y esa incertidumbre la consumía. Selwyn la había llevado a Kricha, la capital de Elgedera, al amparo de la oscuridad. La habían introducido a escondidas en el palacio a través de las estancias posteriores, ocultándola en una pequeña habitación en la torre norte, bajo la atenta vigilancia de cuatro guardias.

Su aposento era bastante cómodo, si no tenía en cuenta el hecho de que se encontraba prisionera. Ni Selwyn ni Basilli habían ido a visitarla. Lo único que sabía era que el ejército de Ioan estaba regresando a Europa y que Christian había tomado el camino de la abadía.

Desde que el mensajero había partido hacía tres días, nadie le había dicho nada más. Ni siquiera sabía por qué Selwyn la mantenía con vida. Quizás estaba esperando la noticia de la muerte de Christian.

Desde su llegada había intentado varias veces convencer a los soldados de Selwyn de que se sublevaran. Siendo su reina, ella debía ser capaz de dirigirlos. Pero Selwyn les había recordado que era su esposo, y no ella, quien tenía que tomar el mando de las tropas, y en su ausencia, Selwyn era el regente. Su deber era protegerla a ella y a su futuro heredero, lo que significaba que la tenía encerrada en aquella habitación, sin posibilidad de huida.

Lo maldijo por ello.

¿Cómo podía tener éxito un hombre tan despreciable como él? Aquello perturbaba su sentido de la rectitud. Pero se obligó a tener fe. Su esposo vendría a buscarla. Estaba segura.

Christian estaba exhausto cuando el Fantasma condujo al pequeño grupo por las oscuras callejuelas de Kricha. Se habían arrastrado como ratas por las cloacas para entrar en la ciudad, que bullía de actividad horas después del atardecer.

Se movían en silencio, disfrazados con ropas de campesino sobre sus armaduras. Sólo iban diez: Lutian, el Fantasma, cinco arqueros, dos caballeros y él. Eran pocos, pero debían ser suficientes para llegar hasta Adara y conducirla a un lugar seguro.

Esperaba que Jerome hubiese engañado a los espías de Selwyn para que creyeran que él era Christian. Con suerte, habrían seguido al caballero hasta la abadía mientras loan alejaba al ejército de las fronteras.

El temor y la ira habían sido su compañía constante durante los últimos días. Sólo podía pensar en lo atemorizada que estaría Adara y en cómo la habrían tratado. Si la suerte estaba de su lado, todavía podía matar a Selwyn.

Todos guardaban silencio a medida que el Fantasma los conducía hacia la parte más sórdida de la ciudad. Las calles estaban sucias y pestilentes. Algunos de los hombres tuvieron que taparse la cara con la mano, intentando que el hedor no los mareara.

Aquélla era una forma de identificar a los miembros de la Hermandad. Christian recordó la época en la que aquel olor era tan corriente como respirar.

El Fantasma se detuvo frente a un burdel, delante del cual había varias prostitutas merodeando en la entrada, que los miraron intrigadas.

- ¿Buscáis un poco de diversión? -le preguntó una al Fantasma. Era una mujer pequeña con el cabello largo y negro y los ojos pintados.

El Fantasma se quitó la capucha.

La mujer se santiguó de inmediato como si hubiera visto a un espectro.

- Tú estás muerto.

Él se encogió de hombros y volvió a ponerse la capucha.

- Interesante saludo, Romany. ¿Dónde está tu padre? Inmediatamente, adoptó un aire receloso y preocupado.

- ¿Para qué lo buscas?

- Tiene una deuda conmigo y vengo a cobrarla. Llévame hasta él, mujer. No tengo tiempo para conversar contigo.

Inquieta, los miró uno por uno antes de darse la vuelta y entrar en el burdel, indicándoles que la siguieran.

Christian se quedó impresionado por la suciedad. Había prostitutas medio desnudas haraganeando por todos lados, muchas de ellas atendiendo a los clientes delante de todo el mundo.

- Tienes unas amistades muy interesantes, Fantasma -balbuceó.

- Gracias a ellos estoy vivo, Abad. Y, debes creerme, eso no es fácil de lograr en este reino.

Romany los condujo a una pequeña habitación en la parte trasera del edificio, donde abrió una puerta y luego titubeó.

A través de la abertura, Christian pudo ver a unos hombres jugando a los dados y bebiendo. Formaban un grupo ruidoso que parecía estar integrado por tres campesinos, dos nobles y un hombre que imaginó, por su hosca apariencia y costosas ropas, era al que ellos buscaban.

- ¿Padre? -dijo Romany, llamando su atención. Era grande y calvo, con ojos saltones que denotaban crueldad.

- Te dije que no me molestaras, criatura. Ve a vigilar a tus putas. -Le lanzó una copa, que el Fantasma hábilmente atrapó, devolviéndosela.

El hombre escupió y quedó empapado en vino. Iracundo, se levantó rápidamente mientras el Fantasma empuñaba su daga y la dirigía hacia él en señal de advertencia. Luego, volvió a quitarse la capucha para que todos los hombres allí presentes lo reconocieran.

- Velizarii. -El hombre pronunció el nombre con reverencia y temor-. Me habían dicho que habías muerto.

- Ésa parece ser la opinión generalizada, Azral. Pero como podrás ver, estoy vivo y coleando, y profundamente enfurecido por mi situación actual. -El Fantasma entró en la estancia como si fuese su propietario y miró a los presentes-. Marchaos -ordenó a los hombres que estaban jugando a los dados-. Cuando se estaban poniendo de pie para obedecer sus órdenes, clavó su daga en la manga de uno de los nobles-. Tú no.

Christian y los demás se apartaron para dejarles pasar. No dijeron nada, permitiendo que el Fantasma controlara la situación. Aquéllos eran sus dominios y conocía las reglas del lugar.

El Fantasma esperó hasta que estuvieron a solas. Christian y el resto de la guardia entraron en la habitación y echaron el cerrojo.

El noble, flaco y bien vestido, comenzó a sudar.

- Yo no sabía que iban a matarte, Velizarii. Te juro que no lo sabía. De haber sabido que iban a asaltar tu dormitorio esa noche, te lo habría advertido.

El Fantasma no parecía muy convencido por sus palabras.

- Silencio, Petr. No deseo oír hablar de tu inocencia, sobre todo cuando puedo ver con mis propios ojos lo lejos que ha llegado tu familia gracias a la traición de tu padre. ¿Cuántos guardias fueron asesinados esa noche? Sé que mi dormitorio no fue el único que atacaron.

El hombre tragó saliva ruidosamente.

- Todos murieron.

El dolor cruzó los ojos del Fantasma antes de que pudiera ocultarlo.

- ¿Tu padre? ¿Qué cargo ocupa?

- Es el segundo visir de Selwyn.

Azral los miraba como si el miedo de Petr y la intimidación del Fantasma le resultaran divertidos.

- ¿Le cortamos la cabeza y se la mandamos a su padre?

El Fantasma no respondió, sino que hizo otra pregunta.

- ¿El Círculo sigue intacto? Azral se encogió de hombros.

- Nunca formé parte de ellos. Incluso después de tu captura, ellos se negaron a seguirme.

- ¿Sigue intacto?

- Sí. Darian es ahora su jefe.

- Hazlos venir. -Azral se encaminó hacia la puerta, pero se detuvo cuando el Fantasma agregó-: Si me traicionas con Selwyn, Azral, mi ira será tal que te sacaré las tripas como a un cerdo y asaré tus entrañas en tu propia chimenea.

Azral palideció.

- Nunca sería tan estúpido.

- Bien.

Cuando estuvieron a solas, el Fantasma se dirigió a Petr.

- ¿Ha cambiado algo en el palacio desde mi partida? Petr negó con la cabeza.

- ¿Qué es el Círculo? -preguntó Christian.

El Fantasma suspiró larga y lentamente.

- Ellos eran mi familia. Cuando Selwyn me abandonó creyéndome muerto, su jefe me acogió y me entrenó para trabajar con ellos. Son asesinos y ladrones a sueldo.

- El Fantasma fue su jefe -explicó Lutian-. Todos sabían que nadie podía tocar el Círculo mientras él lo liderase.

- ¿Y Darian?

- Era tan sólo un niño cuando yo me fui. Su madre murió en el parto y su padre de una enfermedad. Christian sintió pena por el pasado del Fantasma. -¿Confías en ellos?

- Sí. Tú les garantizas el perdón y serán un ejército más poderoso que el de Ioan.

- Son pocos -intervino Lutian.

El Fantasma lo miró con severidad.

- Los más grandes incendios se inician con las chispas más pequeñas. Darian y sus hombres estarán encantados de librarnos de los seguidores de Selwyn. Escúchame bien, ese usurpador se ha sentado por última vez en el trono de nuestro abuelo.

La cara de Petr palideció cuando levantó la vista hacia Christian.

- ¿Tú eres el rey no coronado? Christian se quitó la capucha. -Sí.

Antes de que alguien pudiese impedirlo, Petr tomó la daga de la mesa y la lanzó con mortífera precisión hacia Christian.