EPILOGO
LOS DOS ÚLTIMOS MESES HABÍAN TRANSCURRIDO DEmasiado rápido para Christian. Todo en su vida había cambiado por completo. Con la ayuda de Adara, habían unido sus dos reinos en una fuerza que inspiraba respeto.
Tras dos escaramuzas menores con nobles rebeldes que no estaban preparados para renunciar al poder que Selwyn les había otorgado, loan, Corryn y su ejército se habían despedido y regresado a Europa. Para gran sorpresa de todos, el Fantasma se quedó con ellos, aunque a todas horas le preguntaba a Christian por qué seguía allí.
Christian no tenía una respuesta, pero estaba eternamente agradecido por el humor de su primo.
Con el transcurso de los días, Christian se iba acostumbrado a su papel de rey. Si no fuese por Adara, le habría resultado insoportable. Todavía odiaba la sensación de las paredes de piedra a su alrededor, pero en el refugio de sus brazos, de alguna manera podía olvidarlas.
En aquel momento, se encontraba en el salón del trono con el Fantasma. Fiel a su palabra, estaba totalmente redecorado. No había vestigios de Selwyn y era de un azul perfecto, para complacer a Adara. Había vuelto a usar el medallón de su madre, que había sido encontrado en la habitación del usurpador.
Las puertas del salón del trono se abrieron para permitir el acceso a la prima de Adara, Thera, que había ocupado el trono de Taagaria durante la ausencia de la reina. Como siempre, miró al Fantasma, ruborizándose, luego se inclinó ante Christian.
- Vuestra reina me ha pedido que os informe que está de parto, majestad.
El corazón de Christian se paralizó al oír las palabras que había estado esperando durante los últimos meses con una mezcla de temor y emoción. Sólo pudo quedarse mirando fijamente a la mujer que guardaba un asombroso parecido con su esposa.
El Fantasma le chasqueó los dedos en la cara. -El bebé, Abad. Tu hijo.
Christian saltó del trono. Sin pensar en el aspecto que tendría el rey corriendo como si el mismísimo diablo lo estuviese persiguiendo, se precipitó por los pasillos hasta llegar a su alcoba.
Abrió las puertas de par en par y vio a su esposa acostada en la cama rodeada de mujeres. Había un médico esperando a un lado mientras las mujeres confortaban y daban consejos a Adara.
El médico se aproximó al ver a Christian.
- Es indecoroso que vuestra majestad esté aquí -dijo el hombre-. Yo os presentaré el bebé tan pronto nazca.
- No -gruñó Christian, pasando a su lado-. Yo estuve con ella cuando mi hijo fue concebido, y por gracia de Dios, estaré aquí cuando él o ella nazca-. Se acercó a Adara. Su hermoso rostro estaba tenso, sus ojos llenos de dolor.
Aun así, se las arregló para sonreírle. Y luego lo maldijo gritando en evidente agonía. A decir verdad, no sabía que su reina conociese la existencia de semejante insulto.
- Creo que viajamos durante demasiado tiempo con los hombres de loan -le dijo Chistian quitándole el paño de la mano a una criada para pasárselo por la frente.
Ella lo miró enfadada, jadeando.
- Prefiero que seas tú quien tenga este hijo. -Y gritó de nuevo.
Christian la besó en la frente, consumido por el complejo de culpa.
- Desearía poder hacerlo, Adara.
Pero ella no lo oyó, soportando una nueva oleada de dolor que estremeció su frágil cuerpo. Christian no sabía qué hacer, de manera que permaneció a su lado mientras ella luchaba durante varias horas.
Estaba a punto de anochecer cuando nació su hijo. Adara descansó aliviada mientras el médico examinaba al bebé.
Christian sintió las lágrimas quemándole los ojos mientras dirigía miradas alternas a su hijo y a su esposa. Su hijo.
No le había parecido verdaderamente real hasta ese momento. Era padre y se lo debía todo a la exhausta mujer que estaba acostada en su cama. La besó suavemente y le limpió sus propias lágrimas de felicidad.
- Es hermoso, milady -le susurró.
El médico trajo al bebé, colocándolo en brazos de Adara. Christian miró boquiabierto a la pequeña criatura que gritaba enfadado, y le pasó un dedo por su enrojecida y suave piel.
- ¿Cómo lo vamos a llamar? Ella pensó un instante.
- Lutian.
Christian se atragantó al escuchar el nombre. -¿Cómo?
Sus oscuros ojos lo miraron, divertida.
- Sería lo más justo, en vista del tratamiento que le diste cuando se ofreció como voluntario para apoyar mi causa.
Christian refunfuñó.
- Entonces llamémoslo Josyn. -¿Josyn?
- Significa «Hijo del Valiente» en el idioma de Taagaria. No se me ocurre mejor nombre para tu hijo.
Se inclinó y apoyó su mejilla contra la de ella para respirar su dulce aroma.
- Entonces será Josyn, pero no por mí. Mejor que sea nombrado así por su intrépida madre, que atravesó el mundo conocido para encontrar un alma perdida y traerla de vuelta a casa. Gracias, Adara, por todo lo que me has dado.
Los ojos de Adara se llenaron de lágrimas nuevamente al oír las palabras de su esposo. Ella sabía lo difícil que le resultaba a Christian decir todo aquello y saboreó cada sílaba.
- Tú tienes más que merecido ese viaje Christian.
Atravesaría el mismísimo infierno por ti. Christian la miró con ternura y adoración. -Te amo, Adara.
Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla cuando escuchó las palabras que tanto había anhelado. No dudaba de su amor, pero era agradable oír aquellas dos sencillas palabras de su propia boca.
- Yo también te amo.
Christian la besó, y se apartó para que ella pudiese alimentar a su hijo.
Sus damas de compañía la felicitaron una por una y luego se fueron. El médico miró al bebé por última vez, y los dejó a solas.
Era muy íntimo estar en familia, los tres juntos. Ella miró a su esposo detenidamente mientras él guardaba silencio. Simplemente permaneció sentado en la cama, mirando cómo mamaba su hijo.
Cuando Adara terminó de alimentar a Josyn, Christian tomó al bebé.
- Me lo llevo para que puedas descansar. Ella lo miró sospechosamente. -¿Y tú qué sabes de bebés?
- Para ser sincero, lo único que sé es cómo engendrarlos, pero debo decir que es tan sólo un poco menos de lo que tú misma sabes.
En eso, tenía razón. Riéndose, Adara le entregó al niño y miró cómo las grandes manos de Christian parecían tragárselo. Su esposo abrazó al pequeño contra su pecho y fue a sentarse junto a la ventana.
Adara no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando oyó como él contaba a su hijo el futuro que tenía planeado para él.
Ella cerró los ojos, y casi no había tenido tiempo de recostarse cuando llamaron a la puerta. Adara no prestó mucha atención a Lutian, que había venido a ver al bebé, al menos hasta que oyó pronunciar la palabra «Hermandad».
- ¿Qué ha sido eso? -preguntó, sentándose de inmediato.
Lutian la miró avergonzado.
- Hay una llamada para sus miembros.
El pecho de Adara se puso tenso y sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se resistió a llorar. Ya sabía que ese día llegaría, aunque hubiera deseado que no fuese tan pronto.
Christian miró hacia ella, la frente surcada por la indecisión.
- Debes atender su llamada, esposo -murmuró ella en voz baja, a pesar de que su corazón se estaba desgarrando. Ella había sido testigo de primera mano del amor y de la devoción que los hombres se profesaban unos a otros-. Te dije que nunca interferiría en tus votos.
Él se acercó y depositó a Josyn en sus brazos.
- Y yo prometí permanecer a tu lado como rey y como esposo durante el resto de mis días. -Miró a Lutian por encima del hombro-. Dile al Fantasma que se lleve a los hombres necesarios. Él se encargará de hacer honor a mi palabra.
Las lágrimas de Adara cayeron en silencio. -¿Estás seguro? No quiero que llegues a pensar en algún momento que obstaculicé tus decisiones. Él resolló.
- Tú eres mi vida, mi corazón, mi alma. No puedo vivir sin ellas. Además, cada vez que te he dejado a solas, has tenido que enfrentarte a problemas de enormes proporciones.
Ella se quedó boquiabierta al oír sus conmovedoras palabras, que desataron su ira.
- ¿Yo? Fuiste tú quien…
Él interrumpió sus palabras con un beso.
- Sí, Adara, yo soy quien te ama y quien nunca te abandonará.
La indignación de Adara sucumbió ante el extraordinario amor que sentía por aquel hombre. Porque si algo tenía claro es que Christian era, y siempre sería, un hombre de palabra.
Y nada en este mundo lo apartaría de su lado.