DÍAS ARTIFICIALES
LUCES, gente y edificios altos hasta el exceso. El habitáculo del taxi era cálido y oscuro, y en él, por alguna extraña razón, se apreciaba cierto aroma a anís, el cual cubría otro olor más profundo y persistente que le resultaba familiar. El taxista miró de soslayo, vio el libro en rústica que Joe sostenía en las manos y frunció el ceño.
—Mi sobrino tiene esa novela —comentó—. Escuche: una bomba estalla en el centro de la ciudad y la Policía arresta al conejo de Pascua, a Papá Noel, al ratoncito Pérez y a Osama bin La den. Los colocan en una rueda de presos y llevan a una testigo para que identifique al culpable. ¿A quién elige?
—No lo sé —dijo Joe.
—A Osama bin Laden —reveló el taxista—. Porque los otros tres no existen.
Frunció el ceño un poco más.
—No lo pillo —dijo, a lo que añadió—: Le dije a mi sobrino que si volvía a descubrirlo leyendo esa mierda, se ganaría un bofetón.
Joe se sentía cansado.
—¿Le sirvió de algo? —preguntó. El taxista negó con la cabeza, muy despacio y con un marcado gesto reflexivo.
—No —admitió.
Joe miraba no al libro abierto sino a la hoja de papel suelta que había desplegado sobre sus páginas, la que encontró en la correspondencia de Mike Longshott. Al igual que el taxista, tampoco le veía el sentido. La carta decía:
Conspiraciones y crímenes, asesinatos y desorden,
venganza y valentía.
¡Por primera vez!!
Solo en Nueva York.
Una congregación mundial de mentes afines:
¡¡¡OsamaCon!!!
¡¿Dónde diantres está Osama bin Laden?!
El Vigilante sombrío, el gran genio del crimen, el enemigo de la civilización occidental.
¡Ven y descúbrelo... si te atreves!
¡Charlas, conferencias, actividades familiares, sala de mercado, exposición de arte y concurso de disfraces!
¡Barbacoa libre tras la exhibición del domingo!
Solo 55 dólares con inscripción anticipada, 65 dólares en puerta, hotel Kandahar, en el bajo Manhattan. (No se incluye el precio de la habitación. 10 por ciento de descuento para los primeros en inscribirse. Niños a mitad de precio). Para inscribirte en las mesas comerciales, contacta con los organizadores (Sociedad de Agradecimiento a Mike Longshott, Queens, Nueva York).
Precio negociable.
Déjate sorprender, solo en la Primera OsamaCon Anual. Próximamente.
Después se facilitaba una serie de fechas, direcciones de hotel y números de contacto, todo arrebujado al final, como si temiera mezclarse con el incongruente texto en negrita que lo precedía.
—¿Qué es eso? —preguntó el taxista.
—¿Eso? —dijo Joe. Sacudió la cabeza—. No estoy seguro —admitió mientras plegaba de nuevo el papel—. ¿Puede llevar me al hotel Kandahar, por favor?
—¿Al hotel qué? —preguntó el taxista.
Cuando Joe le pasó la dirección, el conductor se encogió de hombros.
—¿Necesita una chica? —inquirió.
—No.
—Todo el mundo necesita una chica —le aseguró el taxista.
—Ya tengo una —indicó Joe, aunque sin estar muy seguro de que así fuese. La imagen de la chica brotó de nuevo en su cabeza, bajo el avión, justo antes de que este despegase. «Lo encontraré», le dijo. Y hasta entonces lo había hecho siempre.
—¿Quiere ponerse?
—¿Disculpe?
—¿Necesita ponerse? Tengo material birmano. Te hace viajar al paraíso.
Bajo el aroma del anís, persistía el familiar olor del opio.
—Usted lléveme allí —dijo Joe.
Se reclinó y cerró los ojos para evadirse de la ciudad que estaban atravesando. El taxista siguió adelante. Un silencio que se extendía como una telaraña tiritaba detrás de los ojos de Joe.
La mañana estaba próxima, pero en Nueva York brillaban los días artificiales que solo podían encontrarse en su seno.