(7 y 18 de julio de 1972)
A Andrés Cascioli
Pasé seis meses vagando por la redacción sin escribir una línea. Creo que todavía hoy debe ser un récord. Hacia julio, Timerman debe haberse dado cuenta porque me llegaron rumores alarmantes. Entonces, Milton Roberts, que conservaba el buen humor pese a la enfermedad que lo vencería unas pocas semanas más tarde, me sugirió que hiciera un par de «calendarios». Esa columna, de fecha antojadiza, ofrece la posibilidad de escribir sobre lo que a uno le gusta y, a la vez, escapar al asalto de la información cotidiana.
Mi amigo Pasquini Durán, que participaba como todos los jefes en las reuniones con el director, me avisó que pese a la aparición de estos artículos no faltó un comedido que se explayó sobre el hecho de que, además de no hacer nada, yo andaba por la redacción dándole charla a todo el mundo y organizando partidos de fútbol.
El asunto era cierto, pero son cosas que no se dicen delante de un patrón. A la semana siguiente, Juan Gelman vino en mi ayuda y me integró al equipo del suplemento cultural.