(27 de enero de 1974)
A Catherine Brucher
Esta autobiografía de Lucio Demare, que es también parte de la historia del tango moderno, fue realizada en condiciones extremadamente dolorosas. Demare estaba muriéndose, pero ni él ni yo lo sabíamos. En cambio, yo acababa de recibir la noticia de que mi padre tenía los días contados, también por un cáncer.
Demare vino a la redacción, en la calle Reconquista, acompañado por su mujer. Nos encerramos en una pequeña oficina y él se disculpó porque acababan de operarlo y lo fatigaba cualquier esfuerzo. Sin embargo, no quiso postergar el trabajo y grabamos por lo menos tres horas de recuerdos de su vida de músico y compositor.
Murió tres o cuatro días después de aparecido el relato. Yo mismo escribí el artículo de adiós que publicó el diario y fue, para mí, como enterrar anticipadamente a mi padre.
Después del sepelio de Demare, su esposa vino a la redacción y me trajo una botella de whisky que él había comprado para agradecerme la nota.
No pude abrirla por mucho tiempo. En esos meses penosos, con la energía que suele dar el dolor, escribí de un tirón No habrá más penas ni olvido.