Un latido punzante despertó a Eragon, quien a cada nueva pulsación sanguínea sentía una oleada de dolor en la cabeza. Abrió apenas un ojo e hizo también un gesto de dolor, mientras las lágrimas le acudían a los ojos, deslumbrados por la brillante luz de un farol. Parpadeó y apartó la mirada. Al tratar de incorporarse, se dio cuenta de que tenía las manos atadas a la espalda.


Se volvió, aletargado, y vio los brazos de Brom. El muchacho se sintió aliviado al darse cuenta de que estaban atados juntos. ¿Por qué le aliviaba? Se esforzó por averiguarlo hasta que comprendió de repente que los captores no atarían a un muerto.

Pero ¿quiénes eran? Giró la cabeza un poco más y se detuvo cuando un par de botas negras entraron en su campo visual.

Eragon levantó la vista y tropezó con el encapuchado rostro de un ra'zac. Sintió una sacudida de terror y fue en busca de la magia, pero al querer expresar una palabra que mataría al ra'zac, se detuvo, confundido, porque no era capaz de recordar la expresión adecuada. Desesperado, lo intentó de nuevo, pero lo único que sintió es que la palabra se le escapaba de su control.

En lo alto sonó la risa escalofriante de un ra'zac.

-La droga funciona, ¿a que ssssí? Creo que ya no volverás a molestarnos.

Oyó un ruido a la izquierda y el temor se apoderó de él al ver que el segundo ra'zac estaba poniendo un bozal en la boca de Saphira. La dragona tenía las alas inmovilizadas a los lados con unas cadenas negras, y llevaba grilletes en las patas.

Eragon trató de ponerse en contacto con ella, pero no sintió nada.

-Se mostró más cooperadora cuando la amenazamos con matarte -siseó el ra'zac. Éste, agachado al lado del farol, rebuscaba en las bolsas de Eragon. Examinó y desechó varias cosas hasta que sacó a Zar'roc -. Qué cosa tan bonita para alguien… tan insignificante. Quizá me la quede. -Se indinó sobre el muchacho y añadió con desdén-: O quizá, si te portas bien, nuestro señor te dejará sacarle brillo.

El húmedo aliento del ra'zac le olía a carne cruda. El individuo dio la vuelta a la espada entre las manos y lanzó un chillido al ver el símbolo en la funda. Su compañero se acercó corriendo, y se quedaron mirando la espada siseando y chasqueando la lengua. Luego se volvieron hacia Eragon.

-Servirás muy bien a nuestro señor, ssssí.

Eragon se esforzó en hablar a pesar de lo pastosa que tenía la lengua.

-Si lo hago, os mataré.

Se rieron entre dientes fríamente.

-No, no, somos demasiado valiosos. En cambio, tú eres… desechable.

Saphira lanzó un bufido ronco y le salió humo de la nariz, pero a los ra'zac no pareció importarles porque su atención estaba puesta en Brom, que en aquel momento gimió y se giró hacia un lado. Uno de los ra'zac lo cogió de la camisa y lo levantó sin esfuerzo.

-Se le essstá pasando el efecto.

-Dale más.

-Matémossslo -dijo el más bajo de los ra'zac-. Ya nos ha causado demasiados problemas.

El de mayor estatura pasó un dedo por su espada.

-Un buen plan. Pero acuérdate de que las instrucciones del rey eran que los lleváramos vivos.

-Podemos decir que lo matamosss al cogerlo. -¿Y éssste? -preguntó el ra'zac señalando a Eragon con la espada-. ¿Qué passsa si habla?

Su compañero rió y sacó una daga terrible.

-No se atreverá.

Hubo un prolongado silencio.

-De acuerdo -dijo el otro.

Arrastraron a Brom hasta el centro del campamento y lo pusieron de rodillas.

Brom cayó hacia un lado. Eragon observaba la escena presa del miedo.

«¡Tengo que soltarme!» Tiró de las cuerdas, pero estaban demasiado apretadas.

-Ni se te ocurra -dijo el ra'zac de elevada estatura pinchándolo con la espada.

El ser olisqueó el aire y olfateó a fondo: algo parecía preocuparlo.

El otro ra'zac dio un gruñido, tiró hacia atrás la cabeza de Brom y le acercó la daga a la garganta. En ese preciso instante, se oyó un zumbido quedo, seguido del aullido del ra'zac. Le habían clavado una flecha en el hombro. El ra'zac que estaba más cerca de Eragon se tiró al suelo y a duras penas evitó una segunda flecha. Se arrastró hacia su compañero herido, y ambos miraron con odio a la oscuridad entre furiosos siseos. Ni tan siquiera intentaron detener a Brom, que se puso de pie tambaleante. -¡Agáchate! -le gritó Eragon.

Brom titubeó y fue dando tumbos hacia Eragon. Las flechas atravesaban el campamento silbando, disparadas por atacantes ocultos. Los ra'zac se escondieron detrás de unas rocas. Después de una pausa, las flechas empezaron a llegar en dirección opuesta. Los ra'zac, cogidos por sorpresa, reaccionaron despacio. Tenían las capas perforadas en varios lugares, y una flecha rota estaba clavada en el brazo de uno de ellos.

Con un grito salvaje, el ra'zac más bajo huyó hacia el camino y, al pasar junto a Eragon, le dio una patada brutal en el costado. Su compañero dudó, después recogió la daga del suelo y echó a correr detrás del otro ra'zac, pero mientras salía del campamento, lanzó el cuchillo contra Eragon.

Un brillo extraño iluminó de pronto la mirada de Brom, que se tiró delante de Eragon con la boca abierta en un grito sordo. La daga lo golpeó con un ruido amortiguado, y el anciano cayó pesadamente sobre el hombro. La cabeza le colgaba inerte. -¡No! -chilló Eragon, a pesar de que estaba doblado por el dolor.

Oyó pasos, después cerró los ojos y no supo nada más.