Se volvió, aletargado, y vio los brazos de Brom. El muchacho
se sintió aliviado al darse cuenta de que estaban atados juntos.
¿Por qué le aliviaba? Se esforzó por averiguarlo hasta que
comprendió de repente que los captores no atarían a un
muerto.
Pero ¿quiénes eran? Giró la cabeza un poco más y se detuvo
cuando un par de botas negras entraron en su campo
visual.
Eragon levantó la vista y tropezó con el encapuchado rostro
de un ra'zac. Sintió una sacudida de terror y fue en busca de la
magia, pero al querer expresar una palabra que mataría al ra'zac,
se detuvo, confundido, porque no era capaz de recordar la expresión
adecuada. Desesperado, lo intentó de nuevo, pero lo único que
sintió es que la palabra se le escapaba de su
control.
En lo alto sonó la risa escalofriante de un
ra'zac.
-La droga funciona, ¿a que ssssí? Creo que ya no volverás a
molestarnos.
Oyó un ruido a la izquierda y el temor se apoderó de él al
ver que el segundo ra'zac estaba poniendo un bozal en la boca de
Saphira. La dragona tenía las alas inmovilizadas a los lados con
unas cadenas negras, y llevaba grilletes en las
patas.
Eragon trató de ponerse en contacto con ella, pero no sintió
nada.
-Se mostró más cooperadora cuando la amenazamos con matarte
-siseó el ra'zac. Éste, agachado al lado del farol, rebuscaba en
las bolsas de Eragon. Examinó y desechó varias cosas hasta que sacó
a Zar'roc -. Qué cosa tan bonita para alguien… tan insignificante.
Quizá me la quede. -Se indinó sobre el muchacho y añadió con
desdén-: O quizá, si te portas bien, nuestro señor te dejará
sacarle brillo.
El húmedo aliento del ra'zac le olía a carne cruda. El
individuo dio la vuelta a la espada entre las manos y lanzó un
chillido al ver el símbolo en la funda. Su compañero se acercó
corriendo, y se quedaron mirando la espada siseando y chasqueando
la lengua. Luego se volvieron hacia Eragon.
-Servirás muy bien a nuestro señor, ssssí.
Eragon se esforzó en hablar a pesar de lo pastosa que tenía
la lengua.
-Si lo hago, os mataré.
Se rieron entre dientes fríamente.
-No, no, somos demasiado valiosos. En cambio, tú eres…
desechable.
Saphira lanzó un bufido ronco y le salió humo de la nariz,
pero a los ra'zac no pareció importarles porque su atención estaba
puesta en Brom, que en aquel momento gimió y se giró hacia un lado.
Uno de los ra'zac lo cogió de la camisa y lo levantó sin
esfuerzo.
-Se le essstá pasando el efecto.
-Dale más.
-Matémossslo -dijo el más bajo de los ra'zac-. Ya nos ha
causado demasiados problemas.
El de mayor estatura pasó un dedo por su
espada.
-Un buen plan. Pero acuérdate de que las instrucciones del
rey eran que los lleváramos vivos.
-Podemos decir que lo matamosss al cogerlo. -¿Y éssste?
-preguntó el ra'zac señalando a Eragon con la espada-. ¿Qué passsa
si habla?
Su compañero rió y sacó una daga terrible.
-No se atreverá.
Hubo un prolongado silencio.
-De acuerdo -dijo el otro.
Arrastraron a Brom hasta el centro del campamento y lo
pusieron de rodillas.
Brom cayó hacia un lado. Eragon observaba la escena presa del
miedo.
«¡Tengo que soltarme!» Tiró de las cuerdas, pero estaban
demasiado apretadas.
-Ni se te ocurra -dijo el ra'zac de elevada estatura
pinchándolo con la espada.
El ser olisqueó el aire y olfateó a fondo: algo parecía
preocuparlo.
El otro ra'zac dio un gruñido, tiró hacia atrás la cabeza de
Brom y le acercó la daga a la garganta. En ese preciso instante, se
oyó un zumbido quedo, seguido del aullido del ra'zac. Le habían
clavado una flecha en el hombro. El ra'zac que estaba más cerca de
Eragon se tiró al suelo y a duras penas evitó una segunda flecha.
Se arrastró hacia su compañero herido, y ambos miraron con odio a
la oscuridad entre furiosos siseos. Ni tan siquiera intentaron
detener a Brom, que se puso de pie tambaleante. -¡Agáchate! -le
gritó Eragon.
Brom titubeó y fue dando tumbos hacia Eragon. Las flechas
atravesaban el campamento silbando, disparadas por atacantes
ocultos. Los ra'zac se escondieron detrás de unas rocas. Después de
una pausa, las flechas empezaron a llegar en dirección opuesta. Los
ra'zac, cogidos por sorpresa, reaccionaron despacio. Tenían las
capas perforadas en varios lugares, y una flecha rota estaba
clavada en el brazo de uno de ellos.
Con un grito salvaje, el ra'zac más bajo huyó hacia el camino
y, al pasar junto a Eragon, le dio una patada brutal en el costado.
Su compañero dudó, después recogió la daga del suelo y echó a
correr detrás del otro ra'zac, pero mientras salía del campamento,
lanzó el cuchillo contra Eragon.
Un brillo extraño iluminó de pronto la mirada de Brom, que se
tiró delante de Eragon con la boca abierta en un grito sordo. La
daga lo golpeó con un ruido amortiguado, y el anciano cayó
pesadamente sobre el hombro. La cabeza le colgaba inerte. -¡No!
-chilló Eragon, a pesar de que estaba doblado por el
dolor.
Oyó pasos, después cerró los ojos y no supo nada
más.