A falta de dos jornadas para el final del campeonato se van despejando las incógnitas del torneo de Primera División. San Lorenzo pierde opciones y Rosario Central parece el único equipo capaz de complicar el triunfo de Boca. Por abajo Crucero del Norte ya está descendido y Nueva Chicago se aferra a la heroica frente a Colón, el único equipo que queda por asegurar la permanencia.

Al mismo tiempo se van aclarando las cosas para la temporada siguiente. Diego Cocca y el “Patón” Bauza anunciaron que no seguirán al frente de Racing y San Lorenzo, respectivamente. Ambos han liderado ciclos victoriosos en sus equipos y ambos han logrado algo que es poco menos que un lujo entre los entrenadores argentinos: elegir el momento de poner fin a una etapa. Para los entrenadores el fútbol también es bipolar. Van cayendo de los banquillos como un goteo desde la primera jornada y sufren la presión visceral de la hinchada si el equipo no responde. Pero, en Argentina, aquellos afortunados que logran hacer buenas campañas pasan inmediatamente a la categoría de mitos del club. En Boca y Vélez preparan una estatua en homenaje a Carlos Bianchi, Merlo ya la tiene en Racing y, en Newell’s, hace años que decidieron que su estadio se llamara Marcelo Bielsa.

Algo similar ocurre con los seleccionadores nacionales. Menotti y Bilardo serán recordados para siempre como los entrenadores que llevaron a Argentina a alzar la Copa del Mundo, pero a todos los que han venido detrás les ha pasado factura no haber logrado el tercer campeonato. El único caso en que un seleccionador argentino se mantuvo en el cargo tras una mala actuación en un Mundial fue el de Marcelo Bielsa.

Alrededor de la selección argentina se había extendido una sensación de desánimo tras el fracaso del Mundial de Japón. Todo el mundo parecía estar de acuerdo: si una plantilla plagada de figuras no era capaz de pasar de la primera fase, debía ser problema del entrenador. Se pidió la cabeza de Bielsa desde todos los sectores, pero Grondona hizo oídos sordos y ofreció a Marcelo su continuidad. Este se encerró unos días en el campo, lo pensó detenidamente y decidió seguir al frente de la selección.


LA RESACA

Tras el Mundial de Japón, el ambiente alrededor de la selección no era muy tranquilo. La prensa criticaba duramente el trabajo de Bielsa y los aficionados lo increpaban cada vez que se concentraba el equipo. Marcelo, por su parte, hacía tiempo que había decidido no conceder entrevistas; aguantaba y esperaba, sabedor de que esas opiniones se tornarían en positivas si se lograba un título.

La primera oportunidad llegó con la Copa América de 2004. Bielsa apostó por dar continuidad a la defensa y dar entrada a jóvenes cómo Lucho González, Mascherano o Tévez. El equipo funcionó y llegó con solvencia hasta la final frente a Brasil. En el minuto 87 de aquel partido, el “Chelo” Delgado marcó el 2-1 y parecía que Argentina iba a poner fin a 11 años sin títulos, pero en el 92 Adriano igualó el partido y Brasil se llevó el trofeo en los penaltis.

Apenas quince días después, Bielsa dirigió a la albiceleste en los Juegos Olímpicos de Atenas. Hacía 52 años que Argentina no ganaba una medalla de oro. Hasta que el 28 de Agosto del 2004 logró dos. La generación dorada del baloncesto argentino dejó en el camino a los Estados Unidos y venció a Italia en la final. Ese mismo día, la de fútbol hizo lo propio con Paraguay. Con la medalla de oro al cuello pareció que los ánimos se calmaban entorno a la selección. Se acallaban las voces de los más críticos y el puesto de Marcelo parecía más seguro que nunca. Entonces Bielsa renunció. En rueda de prensa declaró no sentirse con fuerzas para seguir al frente del equipo técnico y se marchó. Tardó tres años en volver a estar al frente de un equipo de fútbol.


LA PULGA

Tras la marcha de Bielsa, alguien en la AFA debió recordar que las inferiores de la albiceleste llevaban una década coleccionando títulos mundiales y sudamericanos. Ahora que esos futbolistas habían crecido y triunfaban en los mejores clubes de Europa, parecía lógico que, quien los había hecho campeones mundiales de chicos, los dirigiera para lograr los mismos éxitos con la selección mayor. Bielsa había empezado el camino hacia el Mundial del 2006, pero sería Pekerman quien lo terminara.

Para Alemania, el nuevo seleccionador eligió hasta 18 jugadores que debutaban en la competición. El más joven era un chico de 18 años de Rosario que debió emigrar muy joven a Barcelona para convertirse en el mejor futbolista del planeta. En un fútbol empobrecido como el argentino, Newell’s no pudo hacerse cargo del tratamiento para el crecimiento que necesitaba Lionel Messi. Probó en River, pero tampoco llegaron a un acuerdo y finalmente fue el Barcelona el que aceptó correr con los gastos del tratamiento y se llevó a Messi a La Masía.

Cuando Leo apenas contaba con 16 años y era un completo desconocido, en las oficinas de la AFA saltaron todas las alarmas. Corría el rumor de que la Federación Española estaba tratando de que aquel joven talento jugara con ellos. Rápidamente Grondona organizó un amistoso en el que debía estar Leo. El 29 de Junio de ese mismo año Argentina Sub-20 se enfrentó a Paraguay sub-20. Messi marcó uno de los siete goles y el informe del partido fue debidamente enviado a la FIFA, para que acreditara la condición de seleccionable argentino de Leo. Un año más tarde debutó con la absoluta y la albiceleste se aseguró definitivamente la participación de quien iba camino de ser el mejor jugador del mundo.

Aquel debut fue frente a Hungría, la misma selección contra la que había debutado Maradona 28 años antes. Era la primera de toda una serie de coincidencias que alimentarían la eterna comparación entre el ídolo que tantas alegrías dio a los argentinos y el mesías en el que pusieron sus esperanzas para devolverles la gloria perdida.

Messi llegó al Mundial de 2006 con apenas 18 años, pero consagrado ya como una de las estrellas del Barcelona. Rijkaard lo situaba como extremo de un equipo en el que Ronaldinho todavía ejercía como mejor jugador del mundo y que, ese mismo año, se había proclamado campeón de la Champions League. En la selección, por el contrario, Pekerman prefería reservarlo, sabedor de la expectación que generaba y tratando de quitar presión a un jugador que apenas acababa de alcanzar la mayoría de edad. El seleccionador argentino prefirió darle la batuta del equipo a un jugador con más trayectoria.

Juan Román Riquelme es una de las personalidades más controvertidas del fútbol argentino de los últimos años. Un enganche extraordinario, quizás el último maestro de la pausa argentina, pero que siempre necesitó que el equipo girara en torno a él para que brillara en su máximo esplendor. Bianchi lo entendió desde el principio y tejió una red a su alrededor para liberarlo de cualquier obligación defensiva. En el Barcelona, por el contrario, se encontró con un entrenador como Van Gaal, que daba mucha importancia al equilibrio defensivo y Riquelme no pudo cumplir las expectativas. En el Villarreal, de nuevo con el equipo basado en él, lideró al equipo hasta las semifinales de la Champions y sólo un penalti, fallado por el propio Román, evitó que el humilde equipo de Castellón se enfrentara al Barcelona en la final.


GRUPO DE LA MUERTE II

Cuando se celebró el sorteo de los grupos del Mundial de Alemania, los fantasmas del 2002 volvieron a la mente de todos los argentinos. La albiceleste volvía a quedar encuadrada en el denominado “grupo de la muerte”, esta vez más difícil incluso que el del Mundial anterior.

Para Hernán Crespo era su tercer Mundial y, a los 30 años, por fin lo afrontaba como titular. 24 minutos tardó “Valdanito” en poner por delante a los argentinos frente a Costa de Marfil y, más tarde, Saviola hizo el segundo gol del partido para asegurar los primeros tres puntos.

En el segundo partido, Argentina vivió una situación un tanto extraña. Uno de los insultos más comunes en el país es “no existís”, la negación absoluta de la identidad del contrario. En esta ocasión, por primera vez, los hinchas de la albiceleste podían decirlo de una manera literal, porque se iban a enfrentar a una selección que oficialmente había dejado de existir. Serbia y Montenegro se había clasificado para el Mundial como primera de su grupo, obligando a España a jugar la repesca. Sin embargo, el 3 de Junio de 2006, trece días antes del partido frente a Argentina, el Parlamento de Montenegro declaró la independencia de este país y su territorio dejó de estar ligado a la provincia de Serbia.

La albiceleste quería enterrar los fantasmas del anterior Mundial y frente a los balcánicos se exhibió con un fútbol basado en la posesión del balón, el toque y la búsqueda de espacios. Fue probablemente el mejor partido de la era Pekerman, representado magistralemnte en el segundo gol de los argentinos. Maxi Rodríguez, Heinze, Saviola, Sorín, Mascherano, Riquelme, Ayala, Cambiasso y Crespo intervinieron en una jugada de 25 toques que finalizó con el balón en las redes de los balcánicos. El “tiki-taka” dos años antes de la Eurocopa de Austria y de la era Guardiola.

En el minuto 75 y con 3-0 en el marcador, el Schalke Arena de Gelsenkirchen se vino abajo y Maradona gritó desaforado desde las gradas cuando se produjo el debut en un Mundial de Lionel Messi. Entró en sustitución de Maxi Rodríguez, ambos de Rosario, ambos de Newell’s. Apenas dispuso de 15 minutos, pero hizo un gol y dio una asistencia. Argentina venció a la inexistente Serbia y Montenegro por 6-0 y se clasificó para octavos de final. Abbondanzieri se mostraba seguro, la defensa funcionaba, Riquelme dirigía a sus anchas, Crespo goleaba y Messi empezaba a despuntar. Ya se hablaba de la albiceleste como una de las grandes favoritas y la hinchada volvía a cantar “¡Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremos a ser campeones, como en el 86!”.


MÉXICO-LA VOLPE

Tras empatar frente a Holanda, Argentina finalizó como primero del “grupo de la muerte”. En octavos de final esperaba una selección mexicana con cierto sabor argentino. Ricardo La Volpe había sido un portero de prestigio, que llegó a formar parte de los 22 seleccionados por Menotti encargados de lograr el primer título mundial para Argentina. Luego siguió su carrera en México y se labró un importante prestigio como entrenador en el país azteca. Siempre fue una persona con carácter y con una personalidad que, con el tiempo, hizo que se hablara de un sello La Volpe. Sus equipos se caracterizan por buscar la posesión del balón, por presionar al rival y por una vocación de ataque.

México se adelantó a los seis minutos de partido con un gol de Rafa Márquez, pero Argentina respondió a la salida de un córner por medio de Hernán Crespo . El juego era muy igualado, con dos equipos con una idea de juego similar. Viendo el partido complicado, Pekerman buscó mayor claridad en el juego. Dio entrada a Aimar para que se asociara con Riquelme y a Tévez y a Messi para que ofrecieran mayor movilidad a la delantera. La solución, sin embargo, llegó en una acción que escapa al control de los entrenadores. Maxi Rodríguez recibió un balón en el vértice del área, lo controló con el pecho y lanzó un tiro cruzado que se coló por la escuadra de la portería mexicana. Había sido un partido muy igualado, muy bien planteado por ambos entrenadores, pero lo había decidido la genialidad de uno de los grandes jugadores con que contaba el equipo de Pekerman. Argentina seguía adelante y se iba a enfrentar a un viejo conocido.


ALEMANIA EPISODIO I

Al llegar los cuartos de final, tanto Alemania como Argentina figuraban entre los grandes favoritos para llevarse el Mundial. Unánimemente se reconocía que la albiceleste había desplegado el mejor fútbol, mientras que los germanos eran los anfitriones y contaban todos sus partidos por victorias. Pekerman temía el juego aéreo del rival y decidió sustituir en la defensa a Burdisso por Coloccini. Sin embargo fue Argentina quien logró marcar de cabeza. Riquelme se acercó al córner con la calma de quien da un paseo un domingo por la mañana, colocó el balón en la hierba, miró al área y puso el balón en el punto exacto para que Ayala rematara a la red.

Los alemanes pasaron a tener la iniciativa del juego, pero Argentina encontraba buenos espacios a la contra. En las gradas del Olímpico de Berlín se dejaban sentir los nervios y, mientras los alemanes callaban, sólo se escuchaba “¡Soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar…!”. En un choque con Klose, Abbondanzieri se lesionó y debió ser sustituido por Leo Franco. Luego Cambiasso entró en el campo en sustitución de Riquelme. Un cambio con el que el seleccionador argentino esperaba ganar orden en el centro del campo, pero perdía toda la inspiración de un jugador que había sido capital en su esquema. El juego parecía controlado y los alemanes apenas lograban llegar con un poco de peligro. Argentina estaba a un cuarto de hora de las semifinales y Pekerman sabía que los germanos tratarían de encontrar el empate por alto. Por ello, cuando Crespo hizo gestos de dolor al banquillo, decidió sustituirlo por Julio Cruz. En el banquillo quedó Leo Messi, el ojito derecho de la hinchada, el que todos sabían que era capaz de cualquier cosa. Dos minutos más tarde, Ballack colgó un balón al áera y Klose logró la igualada. A partir de ese momento, la imagen de Messi en el banquillo se convirtió en uno de los iconos del torneo y Pekerman quedó condenado a tener que explicar esa decisión durante el resto de su vida.

Llegados a los penaltis Lehmann recibió de su cuerpo técnico una nota con indicaciones sobre los jugadores argentinos. Tal y como cuentan los periodistas Borinsky y Vignone, Leo Franco se acercó a un miembro del cuerpo técnico argentino y le preguntó:

—¿Y cómo patean estos?

—¿No te dijeron nada?

—No, nada[33]

Leo Franco no detuvo ninguno de los lanzamientos alemanes, mientras que Lehmann acertó el lado de todos los argentinos y detuvo dos. Alemania se clasificó para las semifinales y la nota que recibió el portero alemán se puede ver hoy en día en el Museo de Historia de Bonn.

Una vez consumada la eliminación del Mundial, Pekerman anunció a sus jugadores su renuncia a la selección. Estos trataron de convencerlo de que siguiera, seguros de que con él llegarían los éxitos, pero no había vuelta atrás. El seleccionador fue la primera víctima de Alemania 2006. La segunda fue el cerebro de aquel equipo, Juan Román Riquelme. Las críticas tras la eliminación fueron duras y, como consecuencia de ello, había debido internar a su madre en el hospital dos veces. Riquelme lo tuvo claro, “yo a mi vieja la amo con locura y no soy nadie para hacerla sufrir” y dejó la selección.


BASILE II

Tras la renuncia de Pekerman, Grondona se vio obligado a buscar un nuevo seleccionador. El “Coco” Basile venía ganándolo todo al frente de Boca Juniors y no parecía mala idea darle una segunda oportunidad, al fin y al cabo los últimos títulos de la selección se remontaban a su primera etapa y no se le podía responsabilizar del “dolor” del Mundial 94.

Basile contaba con una brillante generación de jugadores, pero le faltaba un jugador clave. Con todos sus equipos había utilizado un esquema en el que el enganche ocupaba un papel fundamental y, en ese momento, en Argentina sólo había un jugador con la jerarquía, la pausa y la magia necesaria para ese puesto. Desgraciadamente había antepuesto la salud de su vieja a la selección. Mucho le debió costar a Basile convencer a Riquelme, pero, finalmente, para la Copa América de 2007, Román decidió volver a ponerse la 10 de Argentina.

En aquella competición la albiceleste se exhibió. Contaba con todas sus figuras y acumuló goleadas hasta la final. Una vez allí, igual que en 2004, Brasil volvió a acabar con los sueños argentinos. Los cariocas no contaban con muchos de sus mejores jugadores y habían sufrido para llegar a la final, pero en el partido final fueron superiores a los Messi, Riquelme, Tévez, Ayala… Argentina sumaba una decepción más y la incomprensible cifra de 14 años sin obtener un título con la selección mayor.

La derrota en la final de la Copa América había sido dolorosa, pero Grondona nunca fue amigo de tomar decisiones en caliente. Basile siguió al frente del equipo con el objetivo de obtener la clasificación para el Mundial de 2010. Se lograron las primeras victorias, pero algo parecía ir mal entre el seleccionador y los jugadores. El “Coco”, muy defensor de los códigos del fútbol, siempre ha declarado que se llevara a la tumba las razones de ese conflicto, pero todo indica a que algunos jugadores del equipo forzaron la salida del seleccionador. Rodeado de un ambiente tenso, en octubre de 2008 Basile decidió renunciar a su cargo al frente de la selección.


ARGENTINA SUPERSTAR

El nombre de Carlos Bianchi volvía a sonar con fuerza para dirigir a la albiceleste, pero en la AFA se eligió la opción más emotiva, la más mediática: Diego Armando Maradona. Probablemente ninguna selección de alto o mediano nivel del mundo hubiera elegido como seleccionador a alguien cuyo curriculum se limitaba a no más de 25 partidos al frente de Deportivo Mandiyú y Racing, trece años atrás. Pero en Argentina Maradona no necesita presentar credenciales. En un mundo del fútbol cada vez más académico, Grondona apostó por la baza del carisma de Diego, de su capacidad de liderazgo, para conducir a la selección. Otra versión, menos romántica y más cercana al proceder habitual del mandamás de la AFA, sugiere que la principal motivación a para elegir al nuevo seleccionador fueron los millones que se aseguraba la AFA con la dupla Maradona-Messi.

Aquellos que eran escépticos con de la contratación de Maradona alzaron la voz tras la derrota por 6-1 en Bolivia. Estaban Messi, Tévez, Mascherano, Zanetti… pero la albiceleste acabó humillada en la altura de La Paz y se complicaba la clasificación para el Mundial. Luego llegaron las derrotas frente a Ecuador, Brasil y Paraguay, que dejaban al equipo de Maradona al borde de la eliminación. Cada vez eran más las voces que cuestionaban la capacidad de Diego para dirigir a la selección y los ataques contra el seleccionador crecían en intensidad. Este se iba a jugar su futuro y el de la albiceleste en un partido frente a Perú que estaban obligados a ganar.

Con el agua al cuello, Maradona hizo debutar a Higuain y el “Pipita” le respondió con un gol. Increiblemente, los peruanos igualaron el encuentro en el minuto 89 y Argentina disponía de unos pocos minutos para hacer un nuevo gol. Entonces apareció la apuesta más arriesgada del “Pelusa”. Habían sido muchos los que habían criticado la convocatoria de Martín Palermo, un delantero que seguía marcando goles en Boca, pero que contaba ya con 36 años y llevaba 10 sin acudir a la selección. Frente a Perú, Maradona se la jugó con el “Loco” y, en el minuto 93, bajo un diluvió que apenas dejaba ver el balón, Palermo le respondió marcando el gol que daba a la Argentina el pase al Mundial.

Una vez que se había asegurado el billete para Sudáfrica, Maradona pasó factura a todos sus críticos, “a los que no creyeron, con perdón de las damas, que la chupen, que la sigan chupando. Yo soy o blanco o negro, gris no voy a ser en mi vida. Ustedes me trataron como me trataron. Sigan mamando”.

De que Maradona es blanco y negro nunca ha habido ninguna duda. Consecuencia de ello fue que sus problemas no fueron exclusivamente con la prensa. Javier Zanetti quedó fuera de la lista definitiva por desavenencias con Diego y, por segunda vez en su carrera, Riquelme renunciaba a la selección argentina. La ausencia de Román tenía un significado que trascendía el mero conflicto entre jugador y entrenador. El 10 de Boca representaba la continuidad del enganche clásico, una escuela que enlazaba directamente con los Alonso, Bochini o el mismo Maradona. Su retirada de la selección significó también el final de un fútbol que elevaba la pausa a la máxima expresión, que se identifica tanto con el estilo argentino y que parece no encontrar su espacio en el fútbol moderno.


1986-2010

De cara al Mundial, Maradona trató de reproducir al máximo posible el torneo del 86, incluso llegó a pedir a la cantante Valeria Lynch que grabara una nueva versión de la canción “Me das cada día más”, que se había convertido en himno de la albiceleste en la concentración de México. Igual que hiciera Bilardo en el 86 y el 90, Diego también cerró filas en torno a la selección. Había señalado a sus enemigos y unió al grupo frente a los que quisieran perjudicarlo.

Como le había ocurrido toda su vida, en Sudáfrica Diego focalizó la atención de la prensa mundial. Ante las cámaras atacó a sus objetivos habituales (árbitros, Platini, FIFA, Pelé…) pero también repartió a los demás, hasta el punto de lograr sacar de quicio al “hombre tranquilo” Vicente Del Bosque. “Maradona es un tío majo, pero en algunas cosas es un poco pesado”, el mayor exabrupto que se le ha conocido al seleccionador español.

Con sus jugadores Diego fue como un padre. Se prodigó en abrazos y cariños hacia todos ellos, pero tuvo una especial atención con Messi. El 10 del Barcelona ya era el mejor jugador del mundo, lideraba al mejor equipo de la historia y tenía una inexplicable capacidad para repetir las hazañas de su antecesor. Frente al Getafe había igualado en tiempo, gambetas y ejecución la obra de arte de Maradona a Inglaterra. Diego se veía reflejado en Leo y sabía que era capaz de llevarlo a ganar el Mundial, como lo había hecho él 24 años antes. Lo cuidó, lo mimó y se enfrentó con quien hiciera falta para protegerlo. Cuando un jugador griego osó intimidar a su estrella, Maradona saltó inmediatamente: “¡Karagounis! ¿Qué carajo estás haciendo?” y por si no lo había entendido se lo dijo también en italiano “¡Karagounis! ¿Cosa faci? ¡ vaffanculo!”. Diego protegía a Messi como un padre protege a un hijo.

Libre de los “grupos de la muerte”, Argentina completó la primera fase con tres victorias y primera de grupo. Maradona parecía convencer a algunos de sus críticos, pero todavía había quienes veían demasiadas flaquezas en el equipo. En ataque contaban con los mejores jugadores del mundo (Messi, Tévez, Higuain, Agüero, Diego Milito…), pero la defensa parecía un tanto endeble. Además Messi no había marcado ningún gol todavía.

En octavos de final volvió a tocar enfrentarse a la selección de México. Tévez abrió el marcador en un flagrante fuera de juego e Higuain se aprovechó de un grave fallo de la defensa mexicana para poner el 2-0. Ya en la segunda parte, Tévez encontró un balón perdido en el borde del área rival y amplió la ventaja a tres goles. Con menos problemas de los previstos, Argentina entraba en los cuartos de final.


ALEMANIA EPISODIO II

Se repetía el camino del anterior Mundial. Después de eliminar a México, volvía a tocar enfrentarse al equipo alemán. Los germanos también se habían beneficiado de los errores arbitrales para eliminar en octavos a Inglaterra, aunque terminarían por ganar 4-1. Joaquim Löw había dado un paso más en la revolución del estilo de juego que se inició con Klinsmann. Había dado entrada en el equipo a los Müller, Ozil o Khedira, que anunciaban un juego más basado en el buen trato de la pelota que en la fuerza. Para Argentina, era el primer rival de verdadera entidad, la prueba para demostrar si el trabajo de Maradona y su equipo podía situarlos a la altura de los mejores. Y todo salió mal. Müller aprovechó a los dos minutos de juego el primer fallo de la defensa para marcar el primer gol. Los argentinos no se llegaron a sentir cómodos en ningún momento y Alemania acabó por apabullarlos. Klose dos veces y Friedrich cerraron un 4-0 humillante y los críticos empezaron a afilar sus cuchillos. Llegaron los ataques desde la prensa y fueron durísimos, sin embargo la selección de Maradona había vuelto a enganchar a los argentinos y, mientras algunos hablaban de una imagen humillante o de los errores defensivos, el equipo fue recibido una vez más por una multitud a su llegada al aeropuerto de Eceiza. Mientras unos destacaban la incapacidad de Maradona como técnico, otros muchos se identificaban con su entrega y su amor por la albiceleste. Mientras unos pedían la cabeza del seleccionador, otros consideraban que Diego era el único capaz de guiar a Argentina a otro título mundial.

Después de Sudáfrica, Maradona no volvió a dirigir a la selección argentina y, como era de esperar, su salida fue conflictiva. Diego reivindicó su trabajo y cargó contra la AFA. “Grondona me mintió, Bilardo me traicionó”. Su etapa al frente de la albiceleste terminó siendo la más corta de un seleccionador argentino en 36 años. Para Maradona era el adiós a la selección, pero para Messi era el inicio de un calvario. Mientras acumulaba títulos y elogios al frente del Barcelona, era incapaz de igualar esas actuaciones con la albiceleste. En Argentina todos ven en Leo al nuevo mesías y esperan con fe el día en que vuelva a hacerlos campeones. Hasta entonces la fórmula para conseguir que rinda con la selección al mismo nivel que en el Barcelona, seguirá siendo un debate nacional.

La pelota no se mancha
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