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—La Directriz Principal señala que en cualquier contacto entre humanos y formas de vida desconocidas, los exploradores humanos tomarán todas las medidas necesarias para evitar perturbar a las formas desconocidas. Hay algunas especificaciones y aclaraciones, por supuesto, pero esto es lo esencial.

—Un principio excelente, que tratamos de que se cumpla. —Dexter Plowinan se parecía a su hermana de un modo alarmante; tenía un rostro flaco, cejas tupidas y el pelo negro canoso encrespado—. Con buenos resultados, por supuesto.

Blake y los dos Plowinan iban a pie a paso ligero hacia el Nordeste por una playa, al parecer interminable, llena de basura. A su derecha, un oleaje cansado, del color del té, chocaba con la arena. A su izquierda se elevaban las serpenteantes y ennegrecidas ruinas de Atlantic City.

Arista había seguido a su hermano a esta sombría playa, donde estaba efectuando una inspección personal —y de paso, proporcionando a los periodistas oportunidades de fotografiarle— preparando su próximo gran litigio contra el Gobierno. Los periodistas habían sido reacios a dejar el solar de aparcamiento y llenarse los zapatos de arena, así que Blake tuvo a Dexter y a Arista solos el tiempo suficiente para efectuar su discurso.

—A lo que quiero llegar, señor, es a que la Directriz Principal fue promulgada en una época en que no había indicios de vida sobreviviente de ningún tipo en ningún otro sitio del sistema solar…

—¡Muchas pruebas de vida! —Casi se podía oír la objeción no manifestada en el tono de Dexter—. ¡Todos esos fósiles!

—Sí, señor, en un momento en que se habían descubierto media docena de fósiles en la superficie de Venus, todos ellos con seguridad de hace mil millones de años, cuando Venus tenía océanos, un clima moderado y una atmósfera parecida a la de la Tierra.

—¡De eso se trata, Redfield! Cierra la puerta antes de que los cerdos se vayan, ¿no lo dicen así?

—El caballo, Dexter —murmuró su hermana.

Él no le hizo ningún caso.

—Y lo que es seguro es que no fue mucho antes de que la placa marciana demostrara que habían llegado aquí. Y sólo hace unos meses, hubo aquellos espectaculares descubrimientos en Venus…

—Sí, señor, yo me encontraba en Puerto Hesperus en aquella época —dijo Blake.

—¿Ah, sí?

—Mi pregunta es diferente. Me pregunto sólo qué motivó…

—¡Motivación! —Dexter dio una fuerte patada a un montón de jeringas usadas—. Un trabajador de una estación espacial acudió a nosotros con pruebas de que había sido infectado con microorganismos extraterrestres.

—¡Qué fiasco! —Arista hizo una mueca de burla—. No pudiste presentar ni una prueba en el juicio.

—Aunque quizá perdimos la herradura, querida —no la miró cuando le dijo querida—, salvamos el clavo.

—Perdiste el caso —murmuró ella.

—Ganamos el principio. Ningún contacto entre humanos y extraterrestres. Cuarentena establecida como línea de base. Una victoria resonante para la exoecología. Nada de mezclarse con cosas que no comprendemos.

Hizo una larga pausa para arrancarse un montón de brea del pie.

—Sí, señor. Mientras que el litigio de los trabajadores no tuvo éxito, la Junta Espacial no se resistió a la posterior campaña que realizó usted para que la Directriz Principal se convirtiera en ley administrativa —dijo Blake.

Dexter le lanzó una mirada apreciativa: ¡qué muchacho tan brillante!

—De hecho, su oficina de Planificación de Largo Alcance ya estaba de nuestro lado. Había dado su testimonio amistoso.

Blake vaciló, acercándose al momento delicado.

—El trabajador de cuya reivindicación usted se encargó.

—Una acción de clase, de hecho. En beneficio de todos los empleados de la Junta de Control Espacial que habían sido expuestos a organismos extraterrestres causantes de enfermedades.

—Organismos extraterrestres no existentes —murmuró Arista.

—No se hizo nada para intentar castigar o disciplinar al trabajador debido a su acción legal —dijo Blake.

—¡Nos aseguramos de eso!

—De hecho, le aumentaron el sueldo y fue promocionado al cabo de un año de haber perdido su pleito contra sus jefes.

Dexter enarcó una poblada ceja —¿ah, sí?— pero no dijo nada.

—Tenía curiosidad en cuanto a dónde tuvo su origen el texto real de la Directriz Principal —prosiguió Blake—. Logré develar un borrador de un memorando de Brandt Webster, quien, como es posible que sepa usted, actualmente es Subdirector de Personal de Planes…

Dexter explotó:

—¿Cómo?

—¿Diga?

—¿Cómo descubrió el borrador de este memorando?

—Utilicé un… ordenador que tengo en mi casa. El memorando de Webster recita las frases de la Directriz Principal prácticamente tal como fue adoptada algo más de un año después. Me pregunto… —Dexter juntó sus gruesas cejas y tropezó con el cuerpo de una gaviota.—… si es posible que Webster trabajara con ustedes en Vox Populi al redactar la propuesta para el Consejo de los Mundos.

La mirada de Dexter pasó a su hermana.

—Sin duda es posible. No estoy seguro, hace mucho tiempo.

—Señor, al principio el superior de Webster rechazó su propuesta por varios motivos, principalmente que en situaciones sin precedentes debía permitirse a los astronautas el mayor alcance posible de criterio y acción. Además, no había ninguna prueba de vida extraterrestre en el sistema solar en aquel momento y sí muchas pruebas contra su existencia en condiciones que no fueran como las de la Tierra. Todo eso sucedió cinco meses antes de que el trabajador de la Junta Espacial acudiera a usted con su queja. —Blake dio una palmada a la cartera de mano que se había llevado a la playa—. Tengo aquí las holocopias.

—Hum. Más tarde, señor Redfield.

—También tengo copias de los documentos que el trabajador, el señor Gupta, le mostró a usted cuando vino a verle por su problema. Y los holos de la recuperada sonda de Júpiter que supuestamente trajo un organismo infeccioso a la Base de Ganímedes. Y microfotogramas del supuesto organismo extraterrestre. Y el informe del médico sobre la infección CNS del trabajador…

—Recuerdo todo eso perfectamente —dijo Dexter irritado, pero el fuego había acabado con su objeción.

Arista sonrió con malicia.

—Entonces el señor Redfield no tendrá que enseñarte los documentos que demostraron que el llamado organismo extraterrestre era S. cerevisiae corriente, levadura, mutada por exposición a radiación gamma y a antibióticos.

—Eso no salió a la luz hasta mucho más tarde —dijo Dexter.

—Y su infección del sistema nervioso resultó ser un caso leve de herpes —informó Arista.

—Eso alegó la defensa —contestó Dexter.

—Eso creyó el jurado —replicó Arista.

—Por entonces habíamos dominado los medios de comunicación durante meses —dijo Dexter—. El tema más importante fue bien comprendido por el público: podían existir formas de vida extraterrestres peligrosas. Como dije en aquel momento, una puntada a tiempo, ahorra ciento. Y sigo creyéndolo firmemente.

—Señor, este Gupta puede que sea miembro del grupo que ha mencionado antes, el Espíritu Libre…

Las cejas de Dexter se enarcaron.

—¡Ah, ahora lo entiendo! ¡Una conspiración! —Efectuó un agudo giro a la izquierda, conduciendo el pequeño grupo en torno al desagüe de una cañería de aguas residuales—. Está usted insinuando que me engañaron para ayudar a crear un clima político en el que la Directriz Principal pasara las objeciones de los jerifaltes de la Junta Espacial. Sí, sí, Redfield, ahora entiendo por qué mi hermana se tragó su azucarado argumento. Pero ha pasado usted una cosa por alto.

—¿Qué? —preguntó Arista.

—¡La motivación! ¡La objeción! ¿Qué posible motivación podía tener este culto del Espíritu Libre para proteger a los exploradores humanos de los gérmenes extraterrestres?

—Ninguna, señor.

—¡F. O. B.! —gritó Dexter.

—Q. E. D. —murmuró Arista.

—Eso no es lo que hace principalmente la Directriz Principal, señor —dijo Blake con suavidad—. La Directriz Principal de hecho exige que un explorador se sacrifique a sí mismo antes que dañar o perturbar a un extraterrestre.

—Incluso a una alimaña extraterrestre —dijo Arista con amargura—. Dexter, cállate un minuto. Deja de defenderte y limítate a escuchar.

Hermano y hermana se miraron fijamente. Dexter parpadeó primero.

—Adelante, Redfield —dijo Arista.

—Cuando me infiltré en el Espíritu Libre aprendí que sus creencias se basan en textos históricos que ellos creen son documentos de visitas de extraterrestres a la Tierra. El llamado Conocimiento indica la ubicación aproximada de la estrella hogar extraterrestre. También indica cuándo y dónde creen que el Pancreator extraterrestre regresará.

—¿Lo cual será…? —gruñó Dexter.

—Júpiter. Dentro de dos años.

El pequeño grupo se detuvo. La playa, al frente, estaba llena de pequeñas formas purpurinas.

—¿Qué es aquello? —preguntó Dexter horrorizado—. ¿Restos del almuerzo de alguien?

—Medusas, señor. No las pise. Podrían picarle.

—Por lo que dice usted —Dexter se metió las manos en los bolsillos de su abrigo. De pie, inmóvil, el viento parecía más fuerte—, Redfield, ¿por qué Vox Populi u otro estaría interesado en lo que creen esos lunáticos?

—Por un par de razones, señor. Se han apoderado de la maquinaria del Gobierno; han gastado el dinero de la gente en su religión, si quiere mirarlo de ese modo. En el último siglo se han enviado 326 sondas a las nubes de Júpiter. Dentro de dos años, la expedición de la Kon-Tiki tiene programado enviar el primer explorador humano a Júpiter.

—Sí, sí, es un gran derroche; pero la ciencia es así, ¿no? Timadores y locos esquilando al público.

Blake dejó pasar el arrebato.

—¿Y si alguna cosa extraterrestre está esperando en las nubes de Júpiter? La Directriz Principal prohíbe acercarse a ella.

Dexter negó con la cabeza.

—¡Esto es una locura!

—Los del Espíritu Libre son unos locos —dijo Blake—. Eso no significa que no tengan razón. Lo que he visto del Conocimiento parece bastante convincente.

—Equivocados o no, hay que detenerlos —intervino Arista.

—¿Cómo propone hacerlo, Redfield?

—Me alegro de que lo pregunte, señor…

Dieron la vuelta y regresaron por la playa. El frío viento lleno de humo que les había azotado por la espalda ahora les golpeaba en las mejillas y les quemaba los ojos y las ateridas orejas, y Blake tuvo que gritar para esbozar su plan.

Cuando llegaron al solar del aparcamiento, donde unos cuantos periodistas temblorosos todavía esperaban oír la siguiente salva antigobierno, él era más que un converso; ya estaba preparándose para llevarse el mérito del esquema de Blake.

—Como siempre he dicho, Redfield —expuso—, no se pueden romper huevos sin un cañón suelto.

—Ese soy yo, señor —coincidió alegre Blake, mientras Arista ponía los ojos en blanco.