Lucha de gigantes
La relación entre nosotras y los bancos es complicada no porque seamos incompetentes o incapaces, sino por la naturaleza misma de las instituciones financieras:
Es una relación de desiguales. Los bancos te podrán decir que eres “la cliente consentida”, que “te entienden y están comprometidos con tu futuro” (y cualquier otro slogan publicitario), pero la verdad es que es una relación en la que ellos tienen el poder ¡y lo saben!
Para ellos eres más que un cliente… Eres un lechón en el rostizador. Los bancos ganan dinero de acuerdo a los productos que te ofrecen; con algunos ganan más, con otros ganan menos. ¿Cuáles crees que te van a ofrecer primero o con más emoción? ¡Los que les dejan a ellos más dinero! No importa si ésos son los más adecuados para ti. ¿A quién van a atender mejor: a los clientes de grandes cuentas o a las personas comunes? No se necesita ser un genio para responder.
Sería maravilloso pensar que podemos pasar nuestra vida sin tener que pisar jamás un banco o una casa de cambio, pero en la realidad estas instituciones son como los hombres: un mal necesario. No podemos vivir sin ellos, por lo que hay que saberlos manejar para que funcionen a nuestro beneficio (y no al revés).
Para poder manejar con éxito y a tu beneficio a los bancos, hay una verdad que te tiene que quedar muuuuy clara:
Nadie consigue nada por su linda cara (por bien que te esté funcionando el botox). Si quieres que te traten como a un cliente de primera y que te den el servicio que te mereces lo tienes que exigir, no con pancartas ni amenazas, sino siendo una cliente inteligente y, valga la redundancia, siendo una Cabrona.