Recuerdo lo que hizo una vez. Nos criamos juntos cuando teníamos diez años. Yo iba delante de él en la escuela. Un día perdió una pelota blanda de béisbol carretera abajo y se coló en unos terrenos… entre unos rosales silvestres y tal, y le dijo a un chico, a un tal Finney, que fuera a buscar la pelota. El tal Finney era un poco más joven que él. Le mandó: Ve a por la pelota. Finney no quería ir. Lester se acercó hasta él y le repitió: Será mejor que vayas a por la pelota. Finney le contestó que no iba a ir a por la pelota y Ballard le volvió a repetir una vez más: Como no vayas a por la pelota te voy a partir la cara. Finney estaba muy asustado, pero le plantó cara y le respondió que él no la había tirado cuesta abajo. Pues bien, estábamos allí de pie como estás tú ahora, por ejemplo. Ballard podría haber pasado de aquello, ya que el chico no iba a ir a por la pelota. Se quedó allí de pie durante un minuto más o menos y después le soltó un puñetazo en toda la cara. Finney cayó al suelo y no paraba de sangrar por la nariz. Alguien le dio un pañuelo y él mismo se lo puso en la nariz. Tenía la cara totalmente hinchada y llena de sangre. Finney se quedó mirando a Ballard y después se fue andando carretera arriba. Me sentí, me sentí… no sé. Nos sentimos muy mal. Desde entonces Lester Ballard no me cae bien. Tampoco me caía bien antes de aquello, aunque a mí no me había hecho nada.