AMOR JÓNICO
I
Anoche estaba dormido.
Anoche vino alguien a verme.
Cogió mi mano, en Ortigia,
sobre peldaños cosidos al cielo,
donde aquella terraza
con sombrero de parras
se volvía un espejo
de flores y guirnaldas.
II
Unas manos pequeñas,
huesudas
-o eso me parecieron-
acariciaron mi mentón,
y una brisa,
en forma de beso,
me elevaba sobre un Mar Jónico
que no se movía.
Mis ojos cerrados lloraron de vida
para que todo cobrara sentido.
III
Una silueta de blanco
comenzaba a moverse
sobre los pies descalzos
más bonitos del mar.
De sonrisa gruesa
y cabello rojizo
sin pestañear me miraba
con ojos de cristal.
Ella, de pie, suspirando.
Yo, sin poder evitar
arrodillarme entre sus piernas
para abrazarlas
mientras caliente su vientre
una mejilla me besaba.
IV
Entonces fue
que las nubes se tornaron rosa,
quizá porque el sol nos observaba caído.
V
Y de nuevo sus manos
-esas manos de nuevo-
tocaron mi pelo para aferrarse
como solo un jinete lo hace
a las crines de su caballo.
"Maldita seas, locura, maldita seas, pero no me olvides",
creo que me dije...
Cuando una niña, de manos pequeñitas,
entró corriendo asustada
y, en un abrazo, me lanzó un te quiero…