EN EL MUSEO DE TU
CAMA
Ella me dijo que estaba rota.
Así que empecé a pegarla,
pedazo a pedazo,
con la savia de unos besos
en saliva rebajados,
restaurando, con manos extendidas,
los tapices
por sus dudas lastimados,
como pincel
de lengua de gato
untando…
Había vellos
a mil caricias de profundidad,
como cabellos
de un muñeco de trapo,
y destellos
acariciando corales
sobre una fuente
de miel y oro
manando...