—Repito: el paciente desea ver a
…Alexandra. —vuelve a decir el doctor, al ver que ninguna de las dos ha respondido ante ese nombre.
Ambas han permanecido shokeadas por las palabras del doctor e intentando asimilar qué está pasando, y a quién se refiere Samuel cuando pregunta por Alexandra.
Alex, sin embargo, es la primera en responder. Sin estar segura al cien por cien de ser ella la afortunada, decide ser la primera en dar un paso al frente y hacer valer el derecho que le otorga ser la novia de Samuel. Pero no solo lo hace por eso, estar delante de Rubén y de su nueva novia no es un plato de buen gusto. Le gustaría pensar que lo único que le lleva a querer correr pasillo adelante en busca de su actual chico es saber que él está bien, pero egoístamente sabe que no soporta ver allí a su ex acompañado de otra mujer. Ella sigue enamorada de ese hombre y aunque es un tema tabú para los dos, Samuel también lo sabe y no la juzga, porque es un secreto a voces en su relación el hecho de que él también sigue enamorado de la suya. De Sandra.
Ellos se quieren, sí, pero su relación no es más que la oportunidad que un día decidieron darse para ser feliz y superar el pasado. Y en eso están todavía. En fase de superación.
Cuando Alex comienza a caminar tras los pasos del doctor, Sandra la detiene pronunciando su nombre en voz alta:
— ¡Alexandra! —Exclama ella para que Alex se dé la vuelta—. Pregúntale si ha vuelto a recaer. —Le pide.
Alex se detiene al oírla y vuelve su cabeza hacia la otra, mostrándole un gesto que revela la confusión y la repulsión por lo que acaba de oírle decir. Vuelve a mirar hacia delante, dándole la espalda a la rubia, y reprende su camino tras el doctor, que le lleva varios pasos de ventaja.
Mientras tanto, Sandra ha permanecido inmóvil donde se encontraba hasta que ha notado los brazos de Rubén al rodearla por la cintura.
—Ni siquiera sé qué decirte, Sandra. —Le susurra.
Sandra se da la vuelta para abrazarle y devolverle en el mismo tono:
—Sácame de aquí, por favor.
— ¿Qué? ¡No! No puedes irte ahora. No sin hacer lo que has venido a hacer.
—He venido sólo porque me han llamado, pero él está consciente y con la persona con la que tiene que estar. Quiero irme de aquí, Rubén.
—No, pequeña, tú no eres así. No eres una niña impulsiva que huye cuando algo no le gusta. Esto… esto es surrealista, lo sé. ¿Ella? ¿Aquí? ¿Mi ex y tu ex? Es una broma del destino o yo que sé, pero está pasando y no nos queda otra que sentarnos a esperar. —Expone Rubén intentando tranquilizar y hacer entrar en razón a su chica.
— ¿Y a qué tenemos que esperar? ¿A que salga Alex de ahí dentro, nos vuelva a chillar y nos eche de malas maneras?
—No lo va a hacer, cariño. Yo la conozco. Ella no es así. Todos estamos muy nerviosos ahora, pero si nos vamos tú no vas a estar bien, vas a estar pensando en él y cómo estará y no vas a poder continuar con tu nueva vida. Conmigo, —matiza.
Los dos se sientan en los sillones de la sala de espera con la mirada fija en el pasillo por el que hace unos minutos han visto alejarse a Alex en busca de Samuel. Siguen cogidos de la mano y Sandra apoya su cabeza en el hombro de Rubén, quien le susurra a ésta que le aclare algo de lo que le ha parecido escuchar:
—Sandra, ¿hay algo que quieras contarme?
Alex se detiene delante de la puerta de la habitación donde el doctor le ha indicado que se encuentra Samuel y, antes de dejarla pasar, éste le hace un par de indicaciones que la dejan todavía un poco más confundida de lo que ya estaba:
—Señorita, verá que ahora está algo aturdido, pero es que hemos tenido que sedarlo. Ha despertado aún con los síntomas de los estupefacientes.
— No lo entiendo doctor. ¿Qué estupefacientes?
—No se preocupe por eso ahora y entre de una vez, que seguramente Samuel estará deseando verla. Ha preguntado por usted con mucha insistencia. —Le argumenta—. ¡Ah! Y trate de no alterarlo, Alexandra.
Y al escuchar estas últimas frases, eso de que «estará deseando verla porque ha preguntado con mucha insistencia por ella», Alex no puede evitar volverse a preguntar si realmente es por ella por quien ha preguntado Samuel cuando ha mencionado el nombre de «Alexandra».
Además ha dicho que trate de no alterarlo. —Alterarlo, ¿cómo? —Se pregunta irónicamente a sí misma—, ¿diciéndole que su ex y mi ex están saliendo juntos y que, por cierto, están aquí mismo en el hospital?
— ¿Se puede? —Pregunta ella desde la puerta.
—A… Alex. —Responde Samuel y lo hace tal y como había dicho el doctor, aturdido.
Ella se dirige hacia Samuel y se planta delante de él, quien no deja de mirarla fijamente sin saber qué decirle.
— ¿No te alegras de ver a tu morena?—Le suelta con una gran sonrisa forzada.
Y entonces él se incorpora de la cama y la abraza, al tiempo que exhala todo el aire que estaba conteniendo en sus pulmones.
—No voy a poder darte meneos en un tiempo, morena —musita él—. Me duelen hasta las pestañas.
—No sé si voy a poder esperarte. Quizá tenga que buscarme a otro que me complazca. —Le espeta ella sin dejar de abrazarlo.
Se mantienen en esta posición y en silencio durante unos eternos segundos, en los que a Alex le da tiempo de unir la palabra que acaba de decir el doctor: «estupefacientes», con la frase que acaba de soltarle Sandra antes de entrar: «pregúntale si ha vuelto a recaer ». Es Samuel entonces quien la suelta y recupera su posición en la cama, devolviéndola a ella de los pensamientos en los que se encontraba elucubrando.
La coge después de la mano y le suelta en un tono de confesión:
—Alex, verás…
—Samu, yo solo quiero que estés bien.
—Lo sé, pero…
—No. No lo digas. No me has fallado. No lo has hecho, Samu. Yo… no sé. No me he dado cuenta. No he sabido darme cuenta de que tú… —Le responde sin atreverse a completar las frases que intenta decir. — ¿Cuánto hace que…?
—Es la primera vez. —La interrumpe.
— ¿De verdad? Pero, ¿y por qué ahora? ¿Por qué hoy?
—Bueno, quizá la segunda, o…
— ¡Samuel!
—Alex, tú sabes la presión que llevo encima. Tú sabes lo complicado que es para mí. —Responde alterado—. Rafael me da cada vez más curro y estoy muy estresado. Ya te dije que lo de volver a estudiar no resultaría. No lo aguanto —se excusa— y eso que llevo solo medio mes.
— ¡Samuel, para! Lo de volver a estudiar, lo de recuperar la carrera que dejaste a medias, fue cosa tuya. Fue… fue tu idea. —Le dice acusándole con el dedo—, yo simplemente te animé y te apoyé con tu decisión porque creía que era lo que tenía que hacer. Pero yo no quiero que lo hagas si tú no quieres o no puedes hacerlo. A mí no me tienes que demostrar nada. Yo no soy como tu ex.
Samuel, al escuchar esta último, enmudece y agacha la cabeza haciendo un gesto de resignación.
—Lo siento, no quería decir eso —se disculpa ella—, pero es que Samu…Tú y yo, ante todo, somos amigos. ¿Recuerdas? No me puedo creer que esté pasando esto.
—Alex, no está pasando nada.
—Sí, sí está pasando, Samu, te has vuelto a enganchar a la coca, joder. —Espeta ella, atreviéndose, esta vez sí, a pronunciar la maldita palabra.
— ¿Qué? No es cierto. No lo es. Han sido sólo tres veces.
— ¿Tres? Antes me has dicho una, luego dos y ahora ¿son tres?
—Alex, yo…
— ¡No! No, Samu, no. Cómo no me he dado cuenta. —Se lamenta—. No he sabido estar a la altura una vez más. No he sido capaz de verlo ni tampoco sé lo que tengo que hacer ahora. Esto es un error. No puedo ser tu novia cuando ni siquiera valgo para ser tu amiga. Esto es un error, Samuel. —Repite.
— Noooo, no lo es. No es un error. Morena, no es tu culpa. Ha sido el estrés ¿vale? Y ahora lo sé, ahora lo veo. Un error es lo que he hecho yo y sé cómo pararlo, pero necesito que tú estés ahí. Que no me dejes. —Le pide—. No me abandones ¿vale?
—Yo no he sabido cuidarte. Y por más que quiera, no voy a saber hacerlo, Samu.
—Sí lo haces. Lo haces muy bien. Y tienes razón, no te estaba culpando a ti por el esfuerzo que me supone estudiar ahora. Culpo a la frustración. Al querer y no poder y no tener tiempo suficiente. Acabo tan cansado, Alex. Cuando me acuesto ya no sé ni que día es ni en que mes vivo. Me acuesto al amanecer, me levanto al atardecer y estudio sábados y domingos. Esto no es vida, —argumenta el chico—, pero no vuelvas a repetir que no vales para cuidar de nadie porque eso no es así. ¿Quién te ha metido esas ideas en la cabeza? ¿Tu ex?
Alex mira automáticamente hacia la puerta, sabiendo que al final del pasillo se encuentra Rubén.
— ¿Tu ex, Alex? —Continúa preguntando Samu—. ¿Acaso no recuerdas todo lo que hiciste por tu padre? ¿Quién se ocupó de él? ¿Quién lo cuidó? ¿Quién fue la única que no le dio la espalda?
A la chica se le aguan inevitablemente los ojos mientras su chico sigue hablando, y le escucha decir:
—Tú. Alex. Fuiste tú. Y yo no necesito que me cuides así. Solo necesito que me entiendas. Que te quedes y que no me des la espalda.
— ¿Y qué vas a hacer cuando intentes llegar a más y no puedas? ¿Cuándo tengas exámenes y sigas llegando a las tantas de la madrugada? —Pregunta ella— ¿te vas a volver a poner?
—Hablaré con Rafael, buscaré ayuda para esto de la coca y saldremos adelante. Pero te necesito conmigo, morena.
Alex comienza a reírse entonces y le suelta a Samuel entre carcajadas:
— ¿Lo ves? Soy una mala novia, lo primero que me ha dicho el doctor era que no te alterase.
—Eso era inevitable, Alex. —Responde, apuntando con su mirada a su entrepierna—. Solo con mirarte se me alteran algunas partes de mi cuerpo.
—No bromees, idiota.
—No, no lo hago, toca aquí, verás.
—Idiota.
—Alex, —la busca con la mirada— te necesito conmigo. Esto ha sido solo un bajón que vamos a superar, te lo prometo. No volveré a ocultarte nunca nada más.
Y al escuchar la promesa de su chico, Alex recuerda que ella sí le está ocultando algo importante de lo que acaba de enterarse antes de entrar a esa habitación: Rubén y Sandra están juntos.
—Samu.
—Dime.
—No, nada. —Responde, al pensar que quizá ese no sea un buen momento para decírselo.
—Diiiiime.
—No, es que estaba pensando que quizá deberías intentar dormir un rato. Yo saldré un momento a llamar a Rafael para contarle lo del accidente, y cuando te despiertes me encontrarás aquí, a tu lado.
—Sin detalles, por fa.
—Sin detalles. —Responde, refiriéndose a lo de no contarle a su amigo nada sobre la adicción de su chico—. Descansa. —Le dice, tras propinarle un beso cariñoso en la mejilla antes de salir de la habitación.
«Sí, sí, ella está bien, me pide que la disculpe con vosotros. Os llamaré para concretar otra quedada, ¿ok? Dale un beso a mi hermanita. Chao», se escucha decir a Rubén, que está de pie frente a una de las ventanas de la sala de espera del hospital. Sandra, que permanece sentada en la misma silla en la que se sentó antes junto a Rubén, se levanta de golpe cuando ve aparecer por el pasillo a la nueva novia de su ex-novio, Alex.
Ésta también camina sujetando su teléfono entre las manos, y antes de que Sandra pueda dirigirse a ella, Rubén, que acaba de colgar su llamada, la intercepta exclamando su nombre:
— ¡Alex!
Ambas observan a Rubén acercarse a la chica de pelo corto, para preguntarle:
— ¿Cómo ha ido? ¿Cómo está?
Sandra se dirige hacia él y se coloca a sus espaldas, como queriendo ocultarse de la mirada de su rival, de Alex, pero sin poder evitar mostrarse interesada por la respuesta a la pregunta que acaba de hacer Rubén.
Alex baja la mirada y observa como Sandra, detrás del chico, busca con complicidad la mano de su novio, y no puede evitar sentir como el nudo de su garganta se aprieta y le duele al tragar.
Aun así, con orgullo y resignación, traga saliva y clava su mirada en la de la otra chica para responderle:
—Tenías razón.
— ¡No! —responde Sandra asustada, apretando la mano de Rubén con más fuerza.
Obviamente las dos saben de lo que están hablando, pero Rubén no acaba de entenderlo hasta que las oye continuar:
—Yo voy ayudarle. Va a salir de esta.
—Pero, ¿por qué lo ha hecho? ¿Yo he tenido algo que ver? ¿Ha sido por mi culpa?—averigua la rubia.
— ¿Qué? ¡Noooo! Claro que no. ¿Eso es lo único que te importa saber? ¿Si tú eres o no la culpable? —Le devuelve Alex con indignación—. Tú ya no eres nada en su vida. Tú eres un punto y aparte para Samuel. —Le aclara, pese a que al decirlo ella misma no termine de creérselo—. Tú no eres más que… lo que soy yo para Rubén. —Culmina, alzando esta vez sus ojos en busca de los del guapo moreno que se encuentra en medio de ambas.
— ¿De qué va todo esto? ¿Samuel ha vuelto a drogarse?
— ¡Qué bien! —Ironiza Alex, tras el interrogatorio de Rubén—. Pues ahora que lo sabemos todos, si me permitís voy a salir a hacer un par de llamadas, y os pediría, por favor, que os marchaseis vosotros también. Samu necesita descansar.
Por la forma en la que ésta ha dicho la palabra «Samu», Sandra no puede remediar que se le encharquen los ojos y sienta un pinchazo en el corazón que le recuerda sigue sintiendo algo por él, aunque hubiera sido ella quien lo había dejado.
—Alex, tú no vas a poder con esto. Él necesita unos cuidados y unas atenciones que no vas a poder darle.
Pese a que el tono con el que Rubén le ha soltado esta advertencia ha sido de total preocupación, la reacción de Alex parece fruto de la rabia, y su repuesta así lo demuestra:
— ¿No eras tú el que decía que estaba cansado de hacerme de padre? —Le recrimina—. Pues hazme el favor de no hacerlo ahora.
—Alex, no te lo tomes como algo personal, porque no lo es. —Se justifica él.
—Alex, Samuel necesita ayuda de profesionales. Tiene que volver al centro en el que estuvo una vez. Allí lo consiguió una vez, y lo puede conseguir ahora.
— ¿Tú también vas a opinar?—Le recrimina esta vez a Sandra.
—Escúchame bien. —Le advierte ella saliendo de detrás de Rubén para cogerla del brazo y sacudirla para llamar su atención—. Entiendo que estés molesta, aturdida, agobiada o lo que sea, pero no me digas que no me preocupe por Samuel, porque no te lo consiento. ¿Qué harías tú si fuera Rubén el que estuviera en la UCI después de tener un accidente por estar colocado?
— ¿Sabes lo que haría yo? —Le contesta la morena volviendo a mirar con crueldad a su ex-novio, pese a que sus palabras vayan dirigidas a quien le ha preguntado—. Nada. No haría nada. —Confiesa—. Si fuera Rubén el que estuviera ahí dentro, yo no estaría hoy aquí. Y no estaría porque ni siquiera me habría enterado. Seguro que yo nunca fui su contacto de emergencia en el móvil, pese a estar saliendo juntos, y si tal vez hubo una vez en la que lo fui, estoy segura de que me borró en el mismo momento en el que me apartó de su vida. Como tú a Samuel. —Añade, y lo hace esta vez, mirando nuevamente a Sandra.
—Vámonos, Sandra. No va entrar en razón.
Él se da media vuelta y estira de la mano de su novia para que vaya tras él.
—Samuel no es tan fuerte como parece.
— ¿Qué dices?
—Samu —repite Sandra—. Lo verás bromear, siempre lo hace, pero no te confundas. Que haga comentarios jocosos de sus problemas no significa que no le afecten.
Alex asiente con la cabeza demostrando que ella también lo conoce bien, y le contesta:
—Va a estar bien. Voy a cuidarle.
Y después de escuchar estas palabras, Rubén estira con más fuerza del brazo de su chica. Al parecer, las chicas no son las únicas que no soportan que sus respectivos ex estén con otra persona, ya que aunque Rubén está visiblemente tranquilo, como siempre, en el fondo no es un secreto para ninguno de los presentes el hecho de que dentro de él se está removiendo un sentimiento que no puede controlar.
Sandra se abrocha el cinturón de seguridad mientras escucha como Rubén enciende el motor de su coche. Después de unos segundos ausente, y tras darse cuenta de que todavía no han arrancado, se vuelve a mirarle y le pregunta:
— ¿Nos vamos?
— ¿A dónde?
— ¿Qué quiere decir a dónde? —Pregunta la chica—. A tu casa ¿no? ¿O prefieres que vayamos a la mía?
—Sandra, quizá…
— ¡No! —Le interrumpe—. ¿No irás a dejarme sola?
— ¿Salías con un yonqui?
—Estaba totalmente rehabilitado. No tomaba nada cuando yo lo conocí. Es ex-drogadicto.
—Sí, ya, ya lo veo. —Le devuelve con ironía.
—Las personas tenemos derecho a equivocarnos, ¿No?
—Claro que sí, Sandra, por Dios. Solo trato de entender por qué no me lo habías dicho.
—Porque no era importante. No era relevante en nuestra relación —le responde—. Además, yo ya lo había olvidado. ¿Por qué te importa tanto a ti?
— ¡Joder, pues porque está con Alex! —Le suelta el chico casi sin pensar.
De repente, se hace un silencio ensordecedor en el interior del coche de Rubén, donde ninguno de los dos se atreve ni siquiera a mirarse a la cara.
—Quizá lo mejor será que te deje en tu casa. Te relajas. Piensas. Reflexionas, o lo que necesites, y mañana nos vemos. —Insiste él.
— ¿Que piense? ¿En qué? —pregunta resignada—. ¿Tú tienes algo en lo que pensar?
—No. No te lo tomes así, cielo. Solo es que esta noche ha sido rara.
— ¿Solo rara?
—Difícil. —Matiza, intentando recuperar la compostura y el tono relajado al hablar—. Estoy hasta nervioso. —Confiesa, aunque parezca increíble viniendo de “Mr. Todo va a salir bien”.
— Piensas en ella, ¿verdad?
— ¡No! Sí… y en ti. Y en él. No sé en qué pienso, Sandra.
— ¿Quieres dejarlo? Lo nuestro, digo. Si quieres que rompamos…
— ¡Noooo!
— ¿Entonces?
—Entonces nada. Es solo eso. Creo que no podemos obviar que ha pasado algo y que ahora más que nunca, si queremos que lo nuestro vaya bien, tenemos que tener las ideas claras. —Se justifica.
—Yo las tengo claras, Rubén.
—Sandra…
—Está bien. —Admite—. Tienes razón, es lo más sensato. Si queremos empezar algo serio, debemos estar seguros de querer dejar en el pasado nuestras anteriores relaciones. Y yo ahora mismo estoy hecha un lío. —Argumenta.
Rubén asiente con la cabeza intentando disimular que, pese a haber sido él el instigador, el argumento de Sandra lo ha dejado trastocado, ya que no es lo mismo saber que tu novia debe pensar en su ex, que escuchárselo decir en voz alta. Así como tampoco es lo mismo saber que tu ex, a la que todavía no has olvidado, puede rehacer su vida, a ver que ya lo ha hecho y además saber con quién.
Y es exactamente eso lo que siente Sandra también en el asiento del copiloto, desde donde está mirando por la ventana sin lograr ver otra cosa más que la cara de la chica que le robó el corazón a Rubén, y ahora también a Samuel.
¡Vaya papeleta!
—Hablamos mañana. —Se despide Sandra abriendo la puerta del coche, una vez que ha llegado ya a su casa.
— ¿Ya está? ¿Nada más?
—Por hoy, nada más. —Responde la chica, agachando la mirada para ocultar sus ojos aguados.
—Sandra, no te estoy dejando. Ni quiero que tú me dejes. Sólo…
—Pensar. Lo sé. Yo tampoco quiero dejarte y espero que, al despertar mañana, los dos hayamos llegado a la misma conclusión.
—Estoy seguro, cielo. —Afirma Rubén, alargándole la mano.
—Yo también. —Responde ella sonriendo tímidamente, mientras agarra la mano extendida de Rubén y la estrecha, como quien está cerrando un acuerdo o aceptando un trato.
—Hasta mañana. —Se despiden. Y Rubén arranca el coche después de ver como Sandra desaparece bajo el umbral de su portal.