EPÍLOGO
Es sumamente complicado llegar al final de una historia sin la sensación de haber perdido algo. Debería ser al revés: Tener la sensación de ganar. Pero no la tienes. No la tienes porque no ganas nada hasta que la historia toma forma de libro y sale a la luz. ¡Mentira! no es entonces tampoco. No ganas hasta que la primera persona que la lee, te felicita y te da su opinión. Entonces empiezas a ganar un poquito. Y otro poquito más con la segunda. Con la tercera… como veréis, hablo de ganar algo inmaterial, no de dinero. Como diría su –ex majestad- el Rey: Me llena de orgullo y satisfacción…
Pero hasta que eso sucede, hasta que tus lectores se manifiestan, hasta que lo hacen, pasan muchos días, horas y segundos, y en todo ese tiempo solo tienes la sensación de haberlos perdido a ellos. A los protagonistas. Los echas de menos, con el agravante de no poder decirlo en voz alta por miedo a que te llamen loca. Pero es que resulta que las voces que han estado sonando, y que te han acompañado durante todo este tiempo, y que lo han hecho con la misma entonación y con el mismo timbre de voz con el que lo harían si te hablasen de verdad, si fueran reales, ya no volverán a sonar más. Tampoco tendrás diálogos frente al espejo adoptando el rol de uno u otro personaje, como hacías hasta ahora. Y te pone triste. O más que triste, melancólica, que en mi opinión, es ese tipo de tristeza leve que sabes a qué o quién achacarla, además de saber que pronto acabará pasando, pero aun así no puedes evitar estarlo.
Pues así estoy yo mientras me despido de Alexandra: melancólica.
Y creo que esta obra, aunque es menos personal que mis primeras novelas, No sin Lola y Aitor, reflejan la maduración con la que me desenvuelvo escribiendo tramas más complejas y más enmarañadas, así que si tuviera que escoger aquella que me representa como escritora, sin dudar elegiría esta. O mejor dicho, estas. Las dos. La primera y la segunda parte de Alexandra. Una historia que empecé con la intención de mostrar como dos personas tan antagónicas como lo son mis protas, pueden llegar a vivir vidas tan paralelas, compartiendo sin saberlo mucho más que un simple nombre: cometen los mismos errores, las mismas estupideces, de diferente forma pero con el mismo final siempre -o casi siempre-. Y se odian como lo hacen los seguidores del Madrid y del Barça. Como se odian los independentistas catalanes y los fachas. Como se odian dos opuestos radicales incapaz de ver que, precisamente lo que tienen en común es la actitud ante lo que les separa. Lo que les diferencia.
Y durante el relato te podrás sentir representada por Alex o Sandra, representado por Rubén o Samuel, pero tendrás que saber que ser cómo eres no sirve de nada si no entiendes y respetas que el resto de personas sean también como son: Simplemente ellos mismos. Únicos. Diferentes.
Pues una vez explicada un poquito la idea principal, o lo que podría ser el trasfondo de algo más que una novela femenina con toques eróticos, quisiera comenzar por fin con la tanda de agradecimientos. Me gustaría agradecer en general a mis contactos, a mi entorno, mis amigos, conocidos y a todo aquel que haya interactuado conmigo aunque sea tan sólo una vez en la vida, por haberme convertido en la persona que soy hoy. En cómo soy y cómo pienso, porque sé que soy producto de las experiencias que he tenido la suerte o la desgracia de vivir. Y no soy mejor ni peor que nadie, pero considero que soy de mente abierta. Empatizo, y pese a lo inevitable de los prejuicios de las primeras impresiones, sé que soy capaz de modificarlas sin cerrarme en banda y escuchar a los demás. Soy de las que tienden a pensar que todos tenemos un motivo o una razón para actuar de una u otra forma. Sea cual sea. Y creo que, que esa característica, me convierte aunque sea en un poquito en una mejor persona.
Ahora, y dejando de tirarme flores a mí misma de una vez, quiero hacer un agradecimiento un tanto extraño porque se trata de alguien quién seguramente nunca lo llegue a leer. Se trata de Leiva, un artista muy especial que me ha acompañado con sus canciones, durante el desarrollo de toda la novela. De las dos partes. No había tenido el placer de conocer su trabajo con el grupo Pereza, pero en el mismo momento en que una de sus canciones sonó por casualidad en la lista de éxitos de mi Spotify, quedé flechada por su talento, por su voz y por sus letras. Tanto es así, que tenía incluso fichadas qué canciones escuchar para que me motivaran a narrar ciertas escenas de la historia. Gracias y mil gracias por Diciembre, pero sobre todo por cantarme Eme, por Vis a Vis. ¡¡Quién pudiera ser tu inspiración como tú lo has sido conmigo!!
Ahora podría agradecérselo a los creadores de los teclados ergonómicos, de las butacas de EspoMueble, o a las compañías de la luz. Pero a estas últimas tendría que pedirles antes que dejaran de atracarnos a mano armada con las sabladas que nos pegan con sus facturas mes a mes. Así que voy a ponerme seria y a agradecérselo de verdad a quienes realmente se lo merecen. A quienes son mis currantas. Mis editoras. Mis correctoras y, por supuesto, mis amigas. Quienes, además de su inestimable tiempo y de la ayuda material que me brindan, son mis grandes apoyos y consultoras cuando no sé por dónde tirar. Porque recuerdo tu reacción, Alba, cuando te dije: te paso una novela de una amiga, a ver qué opinas. Y te gustó. Y sí, lo sé. No sé mentir. La novela era mía. Gracias por esas primeras palabras de aliento. Aquella novela ya ha visto la luz en papel. Marta se unió a mi camino en éste proyecto, en Caminos Paralelos. Y no tardó ni una milésima de segundo en respondes un «sí quiero» como una casa. Y no le pedí matrimonio, no, lo que le pedí fue que currara muchas horas e hilara muy fino, sin cobrar a cambio ni un mísero céntimo. Sí señores: soy una explotadora. Pero qué grandes sois chicas. Mil millones de gracias. Que sepáis que aunque lleva mi nombre, el proyecto es también es vuestro.
Y gracias también a esos maravillosos parajes donde se ha gestado mi novela. No muchos autores pueden decir que escribieron un libro en tres países diferentes y en dos continentes distintos. Sí, sí. Comencé en Andorra, continué en Barcelona y la acabé en Marrakech. Además de haberme acompañado al frío agosto de Vielha y corregirse en el cálido puerto de Blanes. Ahí es nada. Así que cada vez que la releo, es inevitable recordar dónde y por qué estuve en cada uno de esos sitios. Todos por motivos que me llenan de felicidad. Y que me guardo en el recuerdo de por vida.
Y como no, una y mil millones de veces más, gracias a TI: mi Samuel y Mi Rubén. Mis dos en uno. Siempre encuentro en ti todo lo que podría encontrar por separado en los demás. Pero tú lo tienes todo. Lo reúnes sin más. Lo reúnes y me lo das. Así que gracias, Amor de mi vida, por dejarte serlo. Gracias por las portadas. Por el currazo. Por la una y por la dos. Aunque más que por el currazo, pensándolo mejor, te doy las gracias por las discusiones (charlas de nuestras cabezonerías) de las cuales ha salido lo mejor de lo mejor. No lo dudo.
¿Me dejo a alguien?
¡Ah, sí!
A ti. Y a ti. Y a ti también. A ti que me estás leyendo. A ti que has llegado hasta aquí porque leíste la primera parte y te quedaste con ganas de más. Gracias. Sin ti… todo queda en nada. Yo soy de las que piensan que en el bosque no hay árboles si nadie los ve. Así que este libro sólo existe porque tú te lo estás leyendo. Te lo has leído, de hecho. Así que espero que me cuentes cuál ha sido tu impresión. Tu opinión. Si te he dejado indiferente. Si te he hecho pensar. Sentir. Disfrutar. Cuéntamelo en mi blog. En nuestro blog. En www.lashistoriadelola.com y recuerda cuando lo hagas, que es entonces cuando empiezo a ganar.
Gracias