12
Teo daba vueltas de un lado para otro en el salón de su casa. Miraba una y otra vez el reloj y el móvil que mantenía entre las manos. Se preguntaba qué estaría sucediendo. Cómo habían sido tan inconscientes de irse con él, sin más. Aunque en realidad, no sabía como habían sucedido los acontecimientos. ¿Qué plan tendrían trazado los dos locos? Afortunadamente le tranquilizaba que estuvieran juntos. A Adrián lo había visto un par de veces y resultaba un tipo fuerte, Leo, también lo era y seguro que no se dejarían aminorar por él. Estaban dispuestos, desde que ambos se unieran como paladines en aquella contienda, de ir a por todas. Eran dos putos valientes, o dos locos sin remedio.
Miró de nuevo el reloj, faltaban cinco minutos para la media hora y no lo pudo resistir más. Llamó a su amigo el policía.
—¿Dónde estás? —le preguntó.
—En la comisaría, hoy tengo guardia. Los policías no descansamos, y cuando se trata de un día de fiesta que se une al fin de semana, mucho menos.
—Necesito hablar contigo.
—¿Qué te sucede? Te noto intranquilo.
—Es una larga historia. Tiene que ver con los asesinatos y…
—¿Qué sabes tú de eso? —le preguntó interrumpiéndole.
—Ya te he dicho que es una larga historia y dos amigos pueden estar en peligro.
—Pues ya me la estás contando. ¿Cuándo cojones os daréis cuenta que los ciudadanos tenéis bastante con protegeros a vosotros mismos, como para meteros en líos? Es que sois la hostia.
—No me bronquees, cuando te lo cuente todo, tal vez lo entiendas. ¿Puedo pasarme por ahí? Si cojo el coche, estaré en unos diez minutos.
—Si la cosa es grave, no busques aparcamiento, hazlo delante de la comisaría. ¡Joder, ahora me dejas preocupado!
—Llego en un abrir y cerrar de ojos.
—Tampoco te pases. No quiero recoger tus restos en una cuneta.
Teo colgó el teléfono y salió disparado tras coger las llaves. Se subió al coche y el camino hasta la comisaría le pareció eterno, cuando sólo le distaba de su casa ocho calles.
Pensó en cómo contarle la historia a su amigo. Era amigo, pero también policía y… ¿Le creería la historia que le iba a contar? ¿Le tomaría como un demente y le obligaría a salir de allí tras lanzarle cuatro gritos? Si eso sucedía, él no pensaba abandonar a Leo. No. Iría personalmente a la casa, buscaría la forma de entrar y…
Esa mañana se había ido de su casa con la cabeza como un puzzle recién comenzado y sin saber dónde situar algunas de las piezas. Él había deseado aquel encuentro, saber lo que dos hombres perciben cuando se entablan en una batalla sexual. Buscando el placer que él encontró en algunas mujeres, pero que ninguna le había satisfecho como lo hiciera Leo.
Leo, desde el primer día que se conocieran en el Retiro, le pareció un chico interesante, tranquilo y lleno de una vida que había dejado atrás. Le gustaba entrenar duro y le provocaba en los entrenamientos para que se esforzara. En ocasiones resulta difícil encontrar un compañero para practicar deporte y en Leo lo halló, y además, un amigo con quien debatir temas interesantes. Hacía tiempo que no tenía un gran amigo y aunque en el gimnasio, diariamente se relacionaba con mucha gente, al final todos se iban a casa y todos sabemos lo difícil que es consolidar una buena amistad en una gran ciudad.
Las dudas que le asaltaron al despertar junto a Leo, los dos desnudos, sabedor de que el encuentro deseado y por él buscado, se había consumado. Le aterró. Una parte de él no renegaba de lo sucedido, sino todo lo contrario. Una nueva visión se abría a sus ojos, pero la otra parte, ese lado heterosexual que aún conservaba, le carcomía. Follar con un hombre… Se intentó justificar en un principio que Leo no era un hombre cualquiera, que Leo era su amigo, con el que compartía muchas cosas desde hacía poco tiempo, pero que consideró intensas. Pero a la vez, su consciencia le decía «con los amigos no se folla, se forja una gran amistad».
Dudas y más dudas, que durante aquella mañana y tarde le llevaron a mil preguntas y a todas intentó contestar. No había comido y decidió tumbarse a dormir una siesta. Al despertar y mirar la parte libre de la cama, suspiró. Ahora lo tenía claro. Leo era más que un amigo, sentía algo especial por aquel tío, podría decirse que le gustaba y que no le importaba reconocerlo. Sí, las mujeres le atraían, sentía placer con ellas, pero Leo, Leo era muy distinto, Leo…
Aparcó al lado de dos coches de policía. Uno de los chicos, vestido de uniforme, que estaba en la puerta, se acercó para decirle que no podía aparcar allí, que era zona reservada. Leo salió del coche y le explicó que le esperaba su amigo y que él mismo le aconsejó que lo hiciera en ese lugar. El chico asintió y le acompañó al interior.
Traspasó aquella puerta, aún con dudas, convencido de que no le iba a creer nadie, pero tenía el deber de hacerlo. La policía era la ley y ellos sabrían como actuar. Y qué demonios. ¿Quién sabe, si estos hombres ya se han enfrentado en alguna ocasión a casos extraños y que guardan celosamente en su mente? La verdad, ya no sabía qué creer.
Traspasaron dos pasillos. En una sala, algunas personas aguardaban, seguramente para prestar algún tipo de declaración o denunciar un robo nocturno. Dos policías se cruzaron con él, llevando a un chico esposado en medio de los dos. El chaval no levantaba la mirada del suelo. Se estremeció al ver aquellas esposas. Debe de ser horrible cometer un delito, por pequeño que sea y la humillación de sentirse en aquella situación, pensó mientras llegaban ante una puerta.
El joven policía golpeó con los nudillos la madera. Una voz que Leo conocía bien le pidió que pasara. La puerta se abrió y Teo se encontró cara a cara con su amigo policía que se encontraba sentado tras una mesa tecleando en su ordenador. Éste levantó una ceja y con un gesto de la mano le mandó entrar.
—Pasa y cierra la puerta. Estoy deseando conocer esa historia.
El juego sexual, en aquel salón, había cobrado dimensiones de alto voltaje. Los tres estaban sumidos en el máximo placer que entre ellos experimentaban sus cuerpos. El sudor en sus pieles y las respiraciones casi incontroladas, denotaba la fuerza que los tres guerreros sexuales estaban llevando a cabo.
Adrián se sentía agotado. Las penetraciones del vampiro le destrozaban y creía no poder aguantar más. Se preguntaba por qué Leo no le reemplazaba, al menos por unos minutos. Su culo, seguramente, en esos momentos, estaba más dolorido que lo que Leo pudiera notar en el suyo. Total, esto sí era una gran follada y no la que él le dio esa tarde. Sus pensamientos cesaron cuando en su interior una oleada de semen lo inundó. Respiró. Aquel instante cesaría por unos segundos antes de volver a la carga. Adrián se incorporó, le comió la oreja a Leo y le susurró que por favor le reemplazara unos minutos. Leo sonrió y asintió.
El vampiro se tumbó boca arriba y separó sus piernas ofreciendo a Leo su gentil orificio. Leo acometió contra él y el vampiro bufó. Esa era la palabra exacta, bufaba como un animal, moviendo la cabeza de un lado a otro y contorsionando su cuerpo. Leo le penetró con mucha fuerza. Sacaba y metía la polla casi por completo.
—Quiero tu leche en mi boca —le gritó el vampiro a Adrián.
Adrián se agachó y se la metió en la boca. Estiró su cuerpo y con unas leves flexiones de sus piernas, le folló aquella boca. Aquella situación, enardeció a Leo. Sin duda, su amigo era una bestia sexual, que él nunca había visto en tal acción, hasta esa noche. Se corrió en el interior de aquel ser endemoniado. El vampiro bajó sus piernas, Leo sacó la polla y permaneció sentado sobre sus propias piernas, mientras Adrián continuaba aquella follada de boca. Su rostro se desfiguró por el placer, por el momento del éxtasis y tras lanzar un fuerte gemido, fue inundando la boca de aquel personaje. La leche salía por la comisura de sus labios y los ojos del vampiro se iluminaron de excitación. Relamió aquel glande y se agarró la polla.
—Necesito volver a follar. Necesito volver a descargar. Me tenéis muy cachondo, pero todavía preciso más, mucho más de vosotros dos. Vuestro olor… Vuestro olor me está volviendo loco de deseo.
—Toma mi culo entonces, pero tampoco te pases —se ofreció Leo.
—¿Me ofreces ese culo? Semejante manjar no lo desperdiciaría nunca. No te vas a arrepentir. Te lo aseguro.
Leo se tumbó boca abajo, el vampiro separó sus nalgas e introdujo la lengua en aquel orificio. Leo levantó la cabeza y parte del pecho. Cómo comía el culo aquel cabrón. Joder, que manera de usar la lengua. Suspiró, suspiró y percibió que su ano se abría placenteramente a sus deseos. Adrián tentado por las poderosas nalgas del vampiro, se las mordisqueó. El vampiro giró la cabeza.
—Puedes morder fuerte, cuanto más placer me des a mí, más daré a tu amigo.
Se las mordió según sus deseos, se las separó y lamió el ano, que estaba perfectamente abierto para ser penetrado. Su polla estaba dura de nuevo, se acomodó y se la metió de golpe. Un aullido resonó en el salón y Adrián acometió contra aquel culo, intentando emular las embestidas que le había dado a él. Lo folló con todas sus fuerzas. Sacaba la polla entera y la volvía a meter de golpe. Su rabo era un buen taladro para abrirse camino en aquel lugar de placer, y lo era, sin duda. Aquel culo pedía guerra y él estaba dispuesto a dejarse la piel en el campo de batalla.
El vampiro se incorporó parcialmente. Adrián lo abrazó con el rabazo completamente dentro de él. Aquel ser levantó las nalgas de Leo y éste se mordió la mano, esperando aquella entrada. Se la fue clavando poco a poco y Leo lo agradeció. Pero su tremenda envergadura le abría el culo como si estuviese excavando un túnel. Se la metió hasta el fondo y Leo gritó. No lo pudo evitar. Había dejado marcados sus dientes en la mano mientras le traspasaba. El vampiro agarró su cintura y comenzó a bombear. Leo intentaba aliviar el dolor lanzando fuertes bocanadas de aire entre gemidos. Adrián siguió aquel ritmo dentro del culo del vampiro. Cuando sus pieles se tocaban, resbalaban por el sudor que desprendían. Leo miró hacia atrás, buscando los ojos de Adrián, cuando sucedió, miró hacia la bota de éste y Adrián comprendió aquellos gestos. Era el momento, no debía demorarse más la situación, aunque el placer hubiera dominado sus instintos y lo que les llevó hasta aquel lugar. Era la hora de terminar con la pesadilla y posiblemente, ningún instante como aquel, donde el vampiro estaba disfrutando del culo de Leo. Un hermoso culo que seguramente deseó y no esperaba gozar aquella noche.
Adrián tanteó con la mano, intentando alcanzar la bota. No podía, por unos centímetros no estaba al alcance de sus dedos. Resopló y sacó la polla de aquel culo, cogió la bota y se la volvió a clavar hasta el fondo. El vampiro no se había inmutado, seguía follándose a Leo con el máximo de los placeres. Adrián tanteó dentro de la bota y sacó la estaca, estiró el brazo para tomar velocidad y en ese momento, en ese preciso instante, el vampiro se giró y le agarró con fuerza el brazo, con tal fuerza, que se pudo escuchar el crujir de los huesos y el grito desgarrador emitido por Adrián. La estaca quedó en las manos del vampiro, sus ojos se encendieron como el fuego y su voz se volvió aún más grave.
—¿Qué pretendíais, miserables mortales?
Preguntó mientras sacaba la polla del culo de Leo y éste intentaba separarse de él ante lo sucedido, pero fue detenido, al notar como aquella estaca se clavaba en su muslo. Un choro de sangre de la pierna de Leo salpicó el espacio.
Adrián se levantó arremetiendo con furia contra el vampiro e intentando sacar la estaca de la pierna de Leo. El vampiro le dio un revés con el brazo y le estampó contra el mueble del bar. Algunos objetos cayeron al suelo y otros sobre el cuerpo de Adrián, al igual que uno de los cristales de una de las vitrinas, que al romperse en mil trozos, varios de ellos, atravesaron su piel. Perdió el conocimiento ante el impacto y la fuerte sacudida de la cabeza contra la pared.
El vampiro se levantó y pisó el pecho de Leo, con su pie derecho, aplastándolo contra el suelo con fuerza. Leo se retorcía de dolor.
—¡Qué sorpresa! ¿Así que lo sabíais? ¿Conocíais mi secreto? Me habéis sorprendido. Además de buenos folladores, inteligentes.
—No saldrás de aquí —comentó con furia Leo.
—¿Estás seguro? ¿Quién me lo va a impedir? —Dobló la cabeza mirándolo con desafío—. ¿Sabes? Ese culo todavía necesita una gran follada, quiero ver el placer y el terror dibujados en tu ser, para que luego, satisfagas la sed que estoy reprimiendo desde hace tiempo.