11
Manual de Justin para la artista
Si te topas con un problema, intenta afrontarlo desde una perspectiva distinta
El equipo médico limpió rápidamente la herida de Stormy, y después le hicieron una revisión general por si tenía otras lesiones (que no fue el caso, como bien podría haberles indicado ella). Después le curaron el brazo y la mejilla a Hunter. El guardia acompañó a la joven a su habitación. En cualquier caso, no habría podido encontrarla sola.
Hunter abrió la puerta y la dejó pasar.
—Deberías descansar —aconsejó, y se dispuso a cerrar la puerta.
—No te vayas —le pidió, y con la palma de la mano mantuvo la puerta abierta—. Quiero decir… Quédate, por favor. Todavía no quiero estar sola.
Hunter la miró un instante.
—De todas maneras querrán interrogarnos pronto —dijo, y entró en la habitación.
Por alguna razón, cuando entró el espacio le pareció más pequeño. Stormy intentó no mirarle.
—¿Qué?
De acuerdo, no lo había conseguido.
—Tienes la ropa manchada de sangre.
—Tú también —indicó el guardia, que sacudió la varita, y en su mano apareció una camisa negra y unos jeans—. ¿Por qué no te cambias tú primero?
Stormy asintió, fue a por su ropa y se metió en el baño.
La enorme bañera le dio la bienvenida. Espacio para dos. No, no iba a pensar en aquello.
Deshacerse del vestido rojo la refrescó. También una ducha rápida, aunque el agua le escocía en la cabeza. Se puso unos pantalones cortos limpios y una camiseta sin mangas, y pudo volver a respirar.
—Tu turno —dijo al salir.
—Gracias. —Hunter desapareció en el baño a toda prisa.
Stormy miró a su alrededor. Con un rápido recorrido por las cadenas comprobó que en la televisión solo había programas terrenales. Quería noticias sobre la explosión. ¿Es que los arcanae no tenían ni siquiera un canal de noticias?
Alcanzó el portátil y se conectó a Twitter. Tal y como esperaba tenía un mensaje. Era de @amorbestia858, el usuario de Reggie.
Amorbestia858 @tifontextil Eh, amiga. He oído que la noche ha sido emocionante. ¿Cómo ha acabado?
Leyó entre líneas la súplica de información en las aparentemente inocentes y tranquilas palabras. Los padres de Reggie eran los anfitriones. Debía de haberse enterado de la explosión y quería noticias de sus padres.
Stormy meditó sobre sus palabras con cuidado. Después escribió:
Tifontextil @amorbestia858 Ha sido la bomba, pero he tenido que irme pronto. Me he perdido el final. Te contaré enseguida.
Aquello debería bastar para transmitir su falta de información. Pulsó el botón.
—¿Qué haces? —preguntó Hunter.
Stormy se sobresaltó y se dio la vuelta en la silla.
Hunter había salido del baño y se estaba secando el pelo con una toalla. Todavía no se había puesto la camisa.
A Stormy se le cortó la respiración.
Todavía mojada tras la ducha, la piel del joven brillaba a la luz de la habitación. Tenía los músculos muy definidos y las costillas se estrechaban a la altura de la cintura. Los jeans le caían, bajos, por la cadera. Desde el ombligo le bajaba una fina línea de vello que desaparecía bajo el pantalón, obligándola a dirigir su mirada hacia abajo, abajo...
Stormy tragó saliva en un intento de humedecerse los labios.
—Yo… el… ordenador. Estaba echando un vistazo en Twitter.
Hunter parecía confuso. Bueno, claro. Los arcanae no usaban Twitter, ¿no?
—¿Te has enterado ya de algo? —se puso la camiseta limpia por encima de la cabeza.
—No sé ni por dónde empezar a buscar.
Llamaron a la puerta.
Hunter sacó la varita y le indicó que permaneciera detrás de él. El guardia abrió la puerta. Ian entró en la habitación.
—Buen trabajo, Merrick. Me han informado en cuanto habéis vuelto al Consejo —dijo Ian, entrando tranquilamente. Tenía el brazo en cabestrillo—. No está herida, supongo.
Hunter guardó su varita.
—Solo un corte superficial en la cabeza. La saqué antes de que la explosión llegara al máximo.
—Al menos has resultado ser competente —espetó Ian con desdén.
Claramente no se percató, o no hizo caso, de que Hunter apretaba los labios tras oír sus palabras. Stormy creyó oportuno intervenir.
—¿Qué te ha pasado a ti?
—¿Esto? —dijo Ian, señalando su brazo—. Me he hecho daño en el hombro cuando la onda expansiva me ha lanzado hacia atrás.
—Más bien cuando te has tirado al suelo para protegerte, gallina —murmuró Hunter.
Stormy apretó los labios para evitar echarse a reír. Esperó a poder volver a hablar con normalidad.
—¿Alguien más ha resultado herido? —preguntó.
—El señor Gardener, un miembro del Consejo, ha muerto.
—¡Dios mío! —exclamó, y todo deseo de reír se esfumó de repente. Aquel hombre tan simpático que se había sentado a su lado había muerto. La conmoción la sacudió. Si Hunter no hubiera estado allí, si no la hubiera agarrado, podría haber… Su estómago amenazó con rebelarse.
—De todos modos iban a reemplazarlo en este ciclo de renovación. Pero aun así, la muerte de un miembro del Consejo no es un asunto que haya que tomarse a la ligera.
Stormy observó a Ian. ¿La muerte de cualquier otro invitado le habría importado lo más mínimo? Y entonces recordó la súplica de Reggie rogándole información.
—¿Qué hay de nuestros anfitriones?
—La explosión se produjo en el centro de la mesa, y ellos estaban sentados en los extremos. Varios rasguños, pero están bien.
Sintió una oleada de alivio. Podría comunicarle a Reggie aquella información en unos minutos. Se alegraría de tener noticias. La joven se sacudió de encima el sentimiento de terror. Los padres de Reggie estaban metidos en una farsa peligrosa. Habían celebrado aquella fiesta para Luc. Miró a Ian.
—¿Y Luc?
Ian chasqueó la lengua.
—Unos rasguños. ¡Es tan valiente! Reunirse con sus seguidores, sabiendo que las hadas madrinas están intentando matarle… Lo que me recuerda el motivo de mi visita —dijo, y se volvió hacia Hunter—. Necesitamos saber qué viste. Reaccionaste incluso antes de que sucediera todo.
Hunter entornó los ojos.
—¿Me estás preguntando si he tenido algo que ver con el ataque?
—No te enfades —intentó tranquilizarle Ian, agitando la mano del brazo que no tenía herido—. No estamos cuestionando tu lealtad. Has llevado a cabo tu trabajo de una manera admirable. Pero tienes que haber visto algo para reaccionar tan rápido.
—No.
Stormy frunció el ceño. Aquella respuesta había sido demasiado rápida. Se lo quedó mirando.
Hunter no reaccionó ante su incisiva mirada.
—Quiero decir que sentí la magia y saqué a Stormy de allí.
Ian resopló.
—¿Eso es todo? Tenemos que saberlo.
Hunter se encogió de hombros.
—No puedo ayudarte.
Ahora sí que tenía dudas. Hunter no se comportaba de forma superficial. Jamás.
Ian lo examinó y asintió.
—Decepcionante, pero estoy seguro de que no nos ocultarías información.
Los músculos de la mandíbula del guardia se tensaron, como si sintiera dolor. Probablemente estaba molesto por la duda acerca de sus capacidades.
—¿Tenéis alguna teoría? —el tono de Hunter era demasiado preciso.
Ian asintió.
—Creemos que fue un atentado contra la vida de Luc. Por parte de las hadas madrinas. Él supone una barrera en sus planes de gobernar a los arcanae.
Aquellas afirmaciones dejaron atónita a Stormy.
—¿Qué?
—El plan de Luc de liberar a los arcanae para que tomen su lugar en el mundo es una amenaza para las hadas madrinas.
—¿Por qué? —preguntó ella.
—Las hadas madrinas tienen dones especiales que las hacen únicas. Disfrutan de un estatus elevado entre los arcanae. Incluso entre los terrenales. Ten en cuenta todos los cuentos que se han escrito y se escriben sobre ellas —explicó Ian, ajustándose la tela del cabestrillo—. En el momento en que los arcanae vivan abiertamente su papel será innecesario. Perderán todo su prestigio y celebridad.
¿En serio creía Ian que las hadas madrinas amenazarían a la sociedad solo por una cuestión de fama o estatus? La indignación apenas la dejaba respirar.
—Las hadas madrinas saben que su influencia ha disminuido —continuó Ian, al parecer muy convencido—. Con la tecnología, los ordenadores y todo eso los terrenales ya no las necesitan y, si los terrenales no las necesitan y nosotros ocupamos nuestro lugar en el mundo, como sugiere Luc, tampoco las necesitaremos. Por eso están intentando aferrarse a su poder tomando el control y dificultando el progreso.
Increíble. Stormy no sabía ni cómo empezar a refutar sus argumentos. Cualquiera que conociera a las hadas madrinas sabría que no les interesaba el poder. A ella misma no le interesaba.
—Así que han encontrado pruebas de que las hadas madrinas están detrás de la explosión de esta noche —dio por hecho Hunter.
—Nada tangible, pero no han terminado con la investigación —explicó Ian. Después se volvió hacia Stormy—. Luc estaba desolado por no haber podido pasar más tiempo contigo. No tiene nada en contra de las hadas madrinas, solo en contra de aquellas que intentan matarle —afirmó, y soltó una risita falsa—. Le gustaría contarte sus ideas y conocerte mejor. Nos ha invitado a cenar mañana.
—¿De verdad ha hecho planes para mañana por la noche? ¿Y si Stormy estuviera herida? —preguntó Hunter.
Ian lo fulminó con la mirada.
—Pero no lo está.
Hunter dio un paso atrás. En ese momento Stormy supo que algo iba mal. Sabiendo lo que Hunter pensaba sobre Ian estaba segura de que el guardia nunca se echaría atrás ante él, a menos que tuviera sus motivos para hacerlo.
—Te veré mañana, Stormy —se despidió Ian—. El Consejo nos ha dejado una habitación para que practiques tu magia.
—Lo estoy deseando. —La muchacha sonrió. Hunter no era el único que sabía actuar.
Ian asintió rápidamente con la cabeza y se marchó. En cuanto se cerró la puerta, Stormy se volvió hacia Hunter.
—¿Qué era todo eso?
—No sé de qué estás hablando.
—Corta el rollo. Nunca habrías dejado que Ian te intimidara —afirmó poniendo los brazos en jarras—. Desembucha.
Hunter sacudió la cabeza.
—Te falta muy poco para rebelarte. No necesito animarte aún más.
—¿A mí? —se sorprendió.
—Estás del lado de las hadas madrinas.
—¿Porque no creo que sean peligrosas? Si es eso lo que quieres decir, entonces sí —afirmó, y chasqueó la lengua en un gesto de exasperación.
—¿Ves? Lo admites.
—¿Entonces por qué no me has delatado?
Hunter dudó.
Sus instintos eran certeros. Ocultaba algo.
—¿No crees que saberlo todo me ayudaría a estar realmente a salvo?
—Ese es mi trabajo. Mientras yo esté aquí, estarás a salvo.
—Mira, señorito, no necesito que me protejan. Puedo cuidarme yo solita.
—Sí, seguramente —contestó—. Esto va en contra de mis mejores instintos.
—No, va en contra de tu formación. Tus instintos te dicen que tengo que saberlo —afirmó, y esperó su reacción.
Hunter soltó una amplia bocanada de aire, como si hubiera tomado una decisión importante.
—¿Sabías que Luc tiene un guardaespaldas?
—No —respondió Stormy sacudiendo la cabeza—. Pero si cree que está en peligro por culpa de las hadas madrinas, la verdad es que no me sorprende.
—Quizás, pero Dimitri no es un guardaespaldas normal. Hay en él una arrogancia y una pedantería que no encajan. No creo que esté protegiendo a Luc, sino siguiendo sus órdenes.
—¿Qué quieres decir?
—Desapareció antes de la explosión, como si supiera que se iba a producir. De hecho, creo que lo sabía.
—¿Crees que ha sido él quien ha intentado matar a Lucas?
—No, creo que trabajan juntos.
Stormy se quedó en silencio.
—¿Por qué iba Lucas a atacarse a sí mismo?
—Eso es lo que he estado preguntándome toda la noche.
—Pero Ian…
—Ian es un idiota que se creería cualquier cosa que Luc le dijera. ¿No te has dado cuenta de cómo actúa cuando Luc está presente? Es como si estuviera enamorado de él.
—Pensaba que yo era la única que lo creía —soltó, y dejó escapar un suspiro que le hizo ondear el flequillo. De repente la asaltó otro pensamiento—. Si eso es lo que piensas, entonces tú también debes de estar del lado de las hadas madrinas.
—Ahí te estás precipitando. Que no confíe en Luc LeRoy no quiere decir que el Consejo no tenga motivos para dudar de la lealtad de las hadas madrinas. El Consejo no ha compartido sus razones conmigo, pero eso no significa que estén equivocados.
Stormy se puso seria.
—Esta noche ha muerto un hombre. Si Lucas ha sido el culpable de la explosión, entonces es peligroso.
Una expresión extraña ensombreció el rostro del guardia, pero la eliminó tan rápidamente como había aparecido.
Sin embargo, Stormy se había percatado.
—¿Y ahora qué pasa?
—Nada.
—Basta ya. Si sabes algo…
—No tengo pruebas…
Stormy levantó una mano.
—O si crees algo… Lo que sea. Me sentiré más segura si me lo cuentas.
La joven podía detectar su reticencia, el conflicto interno de sus pensamientos. Finalmente, Hunter asintió.
—No creo que Luc pretendiera matar al miembro del Consejo.
—¿Por qué iba a querer hacerlo? Probablemente haya perdido a un aliado.
—Pero sí creo que pretendía matar a alguien esta noche.
Aquello la dejó sin palabras. Lo miró directamente a los ojos.
—Creo que quería matarte a ti.
La respiración se le cortó de una manera que le provocó dolor. Sintió los latidos de su corazón retumbándole en los oídos. Un frío glacial le helaba la boca del estómago. Se tragó como pudo la pesada losa que le apretaba la garganta.
—¿Por qué? —susurró apenas, y le flaquearon las piernas.
Hunter fue a toda prisa hacia ella y la sentó en el sofá.
—Pon la cabeza entre las piernas.
—No me voy a desmayar.
Pero el guardia le colocó la cabeza hacia abajo de todas formas.
—Estás más blanca que el vientre de una rana.
—Eso es algo que toda mujer quiere oír —dijo Stormy agriamente. Apartó las manos del guardia y se irguió. En su interior crecía la negación y el escepticismo—. ¿Por qué querría matarme Lucas?
—¿Cuánto sabes de las primeras dos hadas madrinas?
—¿De Reggie y de Kristin? Las he conocido un poco, y sinceramente no me parecen delincuentes.
—Exacto. No puedes ser arbitraria —afirmó Hunter recostándose en el sofá—. Las nuevas hadas madrinas han desafiado al Consejo y las veteranas se han negado a cooperar. El Consejo no ha tenido más elección que condenarlas a todas.
—Lo entiendo, ¿pero cómo explica eso que Lucas quiera matarme?
—Matar a una de las suyas demostraría su teoría acerca de lo despiadadas que son las hadas madrinas.
Tras aquellas palabras se sobresaltó.
—¡Pero no harían eso! Hasta tú crees que el malo es Lucas.
—No te precipites. Es solo una teoría. He investigado un poco sobre el tipo y está limpio. No hay nada sospechoso en su historial.
—Venga ya. ¡Si es un angustias!
—¿Un qué? —dijo Hunter, mirándola con la boca abierta.
—Un angustias. Ya sabes, lo contrario de despreocupado. Y eso que todo le ha salido siempre a pedir de boca.
—¿Qué pruebas tienes?
—Pues… —dudó Stormy, y enmudeció por un momento. No tenía ninguna—. ¿Entonces por qué crees que es el malo?
—No estoy seguro de ello. No puedo decir que lo creo.
La joven abrió la boca para protestar, pero Hunter levantó una mano.
—Tengo sospechas. Eso es todo. Todavía no he terminado de indagar, pero hasta el momento no encuentro nada. Lo más probable es que el Consejo tampoco haya terminado.
Stormy se estremeció.
—Las tías me contaron…
—¡Exacto! Fueron las tías las que te lo contaron. Las hadas madrinas son las únicas que tienen esa información sobre Luc. Son ellas las que han extendido los rumores de tomas de poder y de golpes de estado.
¿Era posible que las hadas madrinas se hubieran equivocado con Lucas? ¿Pero por qué iban ellas a querer hacerse con el poder? ¿El sinsentido de Ian era lógico? Las tías simplemente no parecían aquel tipo de personas. Sabía perfectamente que no se debía juzgar a la gente por su apariencia, ¿pero cómo iban tres mujeres mayores y dos novatas a arreglárselas en un complot que sacudiría los cimientos del mundo arcanae? Pero, un momento. Levantó la vista y miró al guardia a los ojos.
—Si realmente crees que las hadas madrinas están intentando hacerse con el poder, ¿por qué estás investigando a Lucas?
—Porque mi instinto me dice que no confíe en él, y yo me fío de mi instinto —afirmó, y se pasó una mano por el pelo—. He dicho que no hay nada en su historial que me haga sospechar.
—¿Entonces?
—Bueno. Eso mismo. No hay nada. Prácticamente ni hay historial. Nada. Como si no existiera. Como si se hubiera inventado un personaje.
—¿Los arcanae tenéis un programa de protección de testigos?
—¿Un qué?
—No importa —dijo, y sacudió la cabeza—. Entonces tienes que creer a las hadas madrinas.
—No, solo digo que no confío en Luc —explicó suspirando—. Mira, trabajo para el Consejo. He jurado protegerlo así como al mundo arcanae. No puedo ignorarlo sin más.
Stormy asintió.
—¿Pero estás dispuesto a seguir investigando?
—Sí. Por supuesto que he jurado lealtad al Consejo, pero soy capaz de pensar por mí mismo.
Stormy reprimió una sonrisa. Estaba claro que a Hunter no le gustaba que pensaran que era un lacayo estúpido.
—¿Y cómo te lleva todo esto a pensar que Lucas ha querido matarme?
—En primer lugar porque la explosión tuvo lugar justo delante de tu sitio. Luc se sentaba al otro lado de la mesa. Si realmente alguien hubiera tenido intención de matarlo habría colocado el explosivo más cerca de él. Así, sabiendo que estaría a salvo, podría ponerse otra medalla al valor y ganarse más simpatías. En segundo lugar, explicaría el comportamiento extraño de Dimitri.
—¿Actuó de manera extraña?
—Abandonó el lugar antes de la explosión, como si supiera que iba a ocurrir algo.
—De acuerdo, supón que me trago esta historia. Todavía no explica que Lucas me quiera ver muerta.
Hunter le dirigió una mirada compasiva llena de paciencia.
—Las hadas madrinas son las únicas que han expandido el cuento de que Luc está detrás de toda esta agitación. Tú eres una de ellas, y por tanto te considera su enemiga. Si te mata tendrá un enemigo potencial menos. Además, si achaca el ataque a las hadas madrinas y todos lo creen, acaba con su credibilidad.
—Pero estoy aquí. En el edificio del Consejo. Estoy cooperando. Ni siquiera puedo ver a las hadas madrinas.
—Ya escapaste de tus guardias una vez. ¿Quién puede garantizar que no vuelvas a hacerlo?
Ella misma podría, pero no lo haría porque sí que tenía intención de volver a verlas. Simplemente no sabía cuándo.
—Las últimas dos hadas madrinas desertaron en lugar de entregarse y cumplir la voluntad del Consejo. Tú eres la tercera. Luc tiene que saber que intentarán influir en ti. Si, y este es un «si» condicional muy grande, las hadas madrinas tienen razón en cuanto a Luc, entonces eres una amenaza para él.
—¿Por qué no lo llamas Lucas? Lucas Reynard. Se llama así.
—No hasta que tenga pruebas.
—Si crees que está intentando matarme, entonces tendrás que creer a las hadas madrinas.
—Te he escuchado, pero no he dicho que te crea.
Se sintió frustrada e impotente. No podía hacer nada más por el momento.
—Supongo que mañana descubriremos algo más en la cena.
—No vas a ir.
—Claro que voy a ir.
—Si él es el malo no es seguro para ti que te encuentres con él.
—No, eso es precisamente por lo que tengo que verle. Tengo que averiguar más sobre él.
—¿Y poner en peligro tu vida?
Se quedó en silencio. Pensó en el señor Gardener, el miembro del Consejo que había sido asesinado esa noche. No se merecía haberse visto envuelto en lo que fuera que estuviera pasando, y aun así lo había pagado con su vida. Ella tampoco había pedido interpretar este papel en toda la historia, pero lo había aceptado. ¿Cuánto dolor y tragedias sucederían por su culpa? Por primera vez se alegraba de estar en la sede del Consejo en lugar de en casa. Si les pasara algo a sus padres, ella…
Se le entrecortó la respiración a la altura de la garganta. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Clavó la mirada en Hunter.
—Mis padres necesitan protección.
—Ya me he encargado de eso. He pedido que les asignen varios guardias.
—Y tú también. Tienes que pedir que te reasignen. Dios, ya lo pediré yo.
—Espera un poco. ¿A qué viene eso?
—Si tienes razón, estás en peligro. No puedes estar cerca de mí.
Hunter se la quedó mirando. Frunció el ceño, pero no porque estuviera enfadado. Stormy veía su cara borrosa tras el brillo de las lágrimas que empañaban sus ojos. Al parpadear, dos lágrimas rodaron por sus mejillas.
—Eh, calma —la consoló Hunter. Colocó las manos a ambos lados de su rostro y le secó las lágrimas con los pulgares—. No me voy a ir a ninguna parte. Voy a encargarme de que estés a salvo.
—¿Pero quién se encargará de que tú estés a salvo?
—Es mi trabajo.
—Pero yo no quiero que sea tu trabajo. Nadie tendría que tener un trabajo así. Estás despedido.
El guardia soltó una risa dulce.
—Tú no tienes el poder de despedirme.
—Entonces… entonces volveré a escaparme y conseguiré que te despidan.
Hunter se la quedó mirando.
—¿En serio? Entonces tendrás que seguir corriendo. Porque sería la única forma de la que conseguirías deshacerte de mí. Además, eso solo le daría ventaja a Luc, y tú nunca darías la espalda a una situación como esta.
Tenía razón. Si se escapaba, Lucas sería libre de hacer lo que le viniera en gana. No podía escapar. Se le aceleró la respiración.
—No puedo permitir que hagan daño a nadie más por mi culpa —exclamó, y las lágrimas siguieron corriendo por sus mejillas.