Hotel Formentor: se repite el desenlace
Apenas un mes más tarde de la inesperada clausura del Gran Casino de San Sebastián, encontramos a Daniel Strauss en la isla de Mallorca, donde busca un lugar adecuado para explotar sus ruletas Straperlo. Puesto en contacto con la Cámara Sindical de Propietarios de Hoteles de Palma, su presidente, apellidado Eusenat, se ofrece como intermediario para convenir un acuerdo con el Hotel Formentor de Pollensa que, en aquellos momentos, atravesaba por serias dificultades económicas. El Formentor, señalado como el lugar idóneo para que Strauss pueda desarrollar sus fines empresariales, era un precioso hotel situado en un encantador bosque de pinares junto a la bellísima Caleta del Pi.
Vista del Hotel Formentor en la caleta del Pi, Pollensa
(Mallorca).
La construcción del Hotel Formentor se había gestado en el círculo artístico relacionado con el pintor catalán Hermenegildo Anglada Camarasa [26] quien, procedente de París, se había refugiado en Mallorca al estallar la Primera Guerra Mundial. El ambiente intelectual que rodeaba al pintor era frecuentado por Adán Carlos Adalberto Diehl [B114], un visionario argentino de personalidad multifacética que había conocido Mallorca gracias a su compatriota Tito Cittadini [B115], alumno aventajado de Anglada Camarasa. Diehl quedó impresionado por la belleza del cabo Formentor cuando visita este paraje mallorquín a finales del año 1921. Esta fascinación por el lugar le lleva a comprar unos terrenos, entre los pinares y el mar, con la intención inicial de construir una casa para él y su esposa, Elena Popolizzio, y con amplitud suficiente para acoger a sus amistades e invitados. Con posterioridad, gracias al apoyo financiero del Banco Tornquist de Buenos Aires, el argentino decide levantar un hotel que él mismo concibe, respetando la armonía entre el edificio y un paisaje que, hasta aquel momento, no había sufrido ninguna intervención y que Diehl supo mantener en su integridad como principal atractivo para los potenciales turistas. Uno de los visitantes asiduos del hotel, el novelista francés Francis De Miomandre, describe su singular entorno natural de la siguiente manera:
«Llegaba de Pollensa, acababa de doblar el cabo del Faro, y de repente me apareció, al final de la masa marina inverosímilmente traslúcida y azul, esa franja de arena pura, relumbrante como polvo de perlas y bordeada en el fondo por una línea de pinos verdes [27]».
De planta rectangular con un cuerpo saliente, el Hotel Formentor constaba originariamente de una planta baja en la que se encontraban la cocina, el comedor y los servicios comunes, para pasar luego a tres plantas destinadas a habitaciones. En el edificio, de sobrias y elegantes líneas arquitectónicas y con capacidad para albergar a un centenar de huéspedes, destacaba un gran despliegue de fastuosidad, ya que además de contar con luz eléctrica, teléfono y agua caliente en todas las habitaciones, se cuidaron todos los detalles en la decoración de interiores sin llegar a romper con el entorno. El mobiliario era de tipo mallorquín, con camas salomónicas con doseles de seda hechos a mano, al igual que los cobertores y las mantelerías. Otro de los aspectos destacables era el diseño de los jardines, debido al ingeniero y urbanista italo-argentino Felipe Bellini [28]. Desde ellos, donde se combinaba la vegetación autóctona con plantas ornamentales, se bifurcaban distintos caminos que conducían a pistas de tenis, campos de golf y piscinas para ofrecer unos deportes poco habituales entonces entre los mallorquines.
El 25 de agosto de 1929 se inaugura el hotel de Adan Diehl cuyos buenos contactos en París le habían permitido publicitario en todas las estaciones de ferrocarril de Francia, además de conseguir para su establecimiento la calificación de «cinco torres», valoración máxima en la guía del Automóvil Club Inglés. Atraídos por su prestigio, el Hotel Formentor acogió en aquellos años en que agonizaba la belle époque a grandes personalidades, escritores y artistas, como Eduardo de Windsor, Winston Churchill, el filósofo alemán Hermann Alexander Graf Keyserling, conde de Keyserling, los ya citados Francis De Miomandre y Tito Cittadini, Roberto Ramaugé, Agatha Christie, Francisco Bernareggi, José María Salaverría, Ramón Gómez de la Serna [B116]…; y se afirmaba que una joven llamada Claretta Petacci, posteriormente amante de Benito Mussolini, hacía striptease en sus salones y participaba en las partidas de cartas donde las mujeres intercambiaban pareja según les fuera la suerte. Fue tal la fama del hotel de Adan Diehl en toda Europa que hasta el célebre modisto Jean Patou llegó a diseñar un pijama Formentor muy difundido por las revistas de moda de aquellos años.
Sin embargo, el negocio en manos de Diehl empezaba a ser ruinoso, haciéndole perder al argentino una gran cantidad de dinero. De hecho, lo único que había llegado a funcionar con cierto beneficio en el Hotel Formentor había sido la tienda de modas, considerada como la primera boutique que fue abierta en la isla de Mallorca. Es en esta situación de bancarrota cuando aparece Daniel Strauss por Pollensa con la intención de solucionar los problemas económicos de Adan Diehl, a cambio de obtener su permiso para instalar el juego mecánico Straperlo en los salones del hotel. En su desesperado esfuerzo por conseguir algún dinero, Diehl llegó a un pronto acuerdo con Strauss quien, garantizando que contaba con las autorizaciones oficiales pertinentes, se aprestó a transformar el Hotel Formentor en un casino con todas sus diversiones complementarias.
En el plazo de apenas un mes se acondiciona en el decaído hotel de Adan Diehl un magnífico salón de juegos. En él se acomoda una preciosa mesa de Straperlo, cuyo montaje es encargado por Strauss al constructor de decorados cinematográficos Espiga, quien, por aquellos días, se encontraba trabajando para la película El gato montés, de la directora Rosario Pi Brujas, según testimonio del cineasta catalán Ramón Biadíu [29]. Al tiempo que se prepara el casino, una campaña publicitaria en la prensa mallorquina anunciaba el juego del Straperlo en Formentor como uno de los mayores atractivos turísticos de las islas. De Barcelona, donde son contratados, llegan orquestas y artistas y se forma un equipo de croupiers compuesto por cuatro pagadores, dos inspectores y un jefe de mesa que son instruidos por la señora Strauss, perfecta conocedora de las posibilidades de aquella curiosa ruleta eléctrica.
Publicidad del Hotel Formentor de la máquina Straperlo
Por fin, el sábado día 1 de diciembre de 1934, al mediodía, se inaugura el casino del Hotel Formentor, logrando un gran éxito de público y una afluencia de ávidos apostadores que es aún mayor que en San Sebastián. Pero, al décimo día de su apertura, se repite el desenlace de la capital guipuzcoana: varios números de la guardia civil, dirigidos por el sargento Antonio Escandell, comandante de puesto de Pollensa, clausuran el casino del hotel por órdenes del gobernador civil de Baleares, Juan Manent Victori.
Tras el fiasco del casino, Diehl desiste en su intento por conservar su establecimiento hotelero. Las deudas le obligan a traspasarlo y regresa a Argentina, quedando el Hotel Formentor en manos del Banco de Crédito Balear. Por su parte, Daniel Strauss, en silencio y cargando con sus fracasos y con su juego mecánico, también abandona España antes de que finalice el año. Pero su marcha dejaba algunos interrogantes: ¿quién era este extraño personaje empeñado en lograr el funcionamiento de su máquina Straperlo en España?; ¿contaba Strauss con las correspondientes autorizaciones del Gobierno para explotar su juego, como él mismo manifestaba? Y, en el caso de que así fuese, ¿qué se escondía detrás de las clausuras, sin ningún tipo de contemplaciones, de los casinos de San Sebastián y Formentor?