Las invasiones de los persas y los árabes

Ante todo se hace imprescindible dar una serie de fechas y un esquema general de la situación. En primer lugar, tenemos a los sasánidas. El tratado firmado por Justiniano en 562 no trajo consigo en realidad una paz duradera entre Bizancio y Persia, y muy pronto fueron emprendidas nuevas campañas por sus sucesores, Justino II (565-578), Tiberio (578-582) y Mauricio (582-602), cuya decisión de ayudar al rey persa Cosroes II a regresar del destierro y recuperar el trono (591) trajo consigo la obtención por parte de Roma de las ciudades fronterizas de Martirópolis y Dará.[402] Pero tras el derrocamiento y posterior ejecución de Mauricio a manos de Focas (602), Cosroes invadió el territorio bizantino, tomando Antioquía y luego Jerusalén (614); allí los persas se apoderaron de la Vera Cruz y se la llevaron a Ctesifonte. Según las fuentes cristianas, los invasores saquearon la ciudad matando a gran número de sus habitantes y deportando a muchos otros. Después de Jerusalén caería Alejandría (617), y mientras tanto los ejércitos persas asolaban toda el Asia Menor, saqueando Éfeso y Sardes; de allí llegaron a Calcedonia y en 626 pusieron sitio a Constantinopla junto con los avaros. En 622 el emperador Heraclio abandonó Constantinopla a su suerte y contraatacó con fuerza extraordinaria, llevando la guerra al corazón del territorio persa —sus victorias allí facilitarían poco después la caída de la dinastía sasánida a manos de los árabes— y devolviendo al fin la Cruz a Jerusalén en el año 630.[403] Además, desde las dos últimas décadas del siglo VI, el imperio había tenido que hacer frente en los Balcanes a los ataques de los avaros y los eslavos, y estas circunstancias, a las que debemos añadir la escasez de las pagas de los soldados y la insuficiencia de los aprovisionamientos, constituyen el marco en el que debemos situar la insurrección del ejército del año 602, que nombró emperador a Focas. En cuanto a las victorias de Heraclio, fueron conmemoradas con una gran procesión en Constantinopla y celebradas en la grandilocuente poesía de Jorge de Pisidia,[404] pero, en una de las grandes ironías de la historia, quedaron rápidamente eclipsadas por la entrada de los ejércitos árabes en Siria. El avance árabe fue espectacular: entre 634 y 637 tuvieron lugar tres batallas, la de Ajnadayn, entre Jerusalén y Gaza, la de Fihl (Pella) y la del río Yarmuk; Damasco cayó tras largo asedio, el patriarca Sofronio entregó Jerusalén en 638 y Alejandría fue conquistada en 642. El infortunado Heraclio vio cómo sus tropas eran derrotadas en el río Yarmuk; y tras su famosa despedida de Siria, recogida en las fuentes siríacas y árabes, regresó a Constantinopla, donde murió en 641.[405]