XX
Lola Crespí
(Autorretrato)

Si yo tuviera que trazar mi semblanza, me gustaría no decir ni dónde he nacido, ni cuándo, ni dónde estoy, ni cuál es mi posición, ni cómo me llamo. El lector tendría que ir adivinándolo poco a poco y con trabajo. Sí confesaría que a veces me acomete una actividad afanosa y que a veces caigo en una languidez profunda. No sé qué prefiero, si lo primero o lo segundo. Cuando lo primero, quisiera hacerlo todo en un momento y estar a la vez en todos los sitios de la casa: en el salón grande y en los saloncitos, en el comedor grande y en el pequeño, en los pasillos, en la galería de cristales, en el recibimiento, en el jardín. Cuando caigo de sopetón en la languidez, no sé lo que me pasa. No es que me encuentre mal. Todo lo contrario: siento un desmayo, un abandono, un sopor que tienen su dulzura. Lo que sucede es que mi pensamiento desvaría, y que acaba por no saber si soy yo misma o si soy otra. Pero, no. Estoy segura de mí misma. Soy Lola Crespí de Valldaura, futura baronesa de Olocau. El nombre es bonito. La baronía de Olocau es también preciosa. En Olocau está la casa solariega de la familia. Cerca de Olocau se encuentra el valle de Lulén, y en ese valle está Portaceli. Esta parte de la provincia es de lo más abrupto, y su belleza severa contrasta con los valles rientes en que crece el naranjo. Dicen que no saben cuándo estoy más bonita: si cuando trajino afanosa por la casa, encendido el rostro y brilladores los ojos, o cuando me encuentro sumida en el sopor y tiene toda mi persona un matiz indefinible de melancolía.

No me parezco a mamá. De quien soy el vivo retrato es de la abuela Amparo, la madre de mi madre, cuando la retrató Francisco Domingo Marqués, en París. El pelo en mí es ébano, con irisaciones azules, pelo espeso y sedoso. Y en mamá es castaño. Tengo los ojos negros y rasgados, ensombrecidos por largas pestañas. La cara, blanca, con suave carmín en las mejillas, ofrece un óvalo perfecto. Y de las esbeltez y prestancia de la persona no hablo. Digo todas estas cosas entre mí, para mí sola, en estos momentos de dulzor en que me hallo y en que mi pensamiento anda descarriado. Estoy cansada, muy cansada. No sé cómo explicar este cansancio. Estoy cansada... de ser bonita. He oído decir también —yo no digo nada— que mis manos son maravillosas. Luzco en ellas un hermoso zafiro que me ha regalado papá, y que es la única joya que llevo. Estoy cansada de que me miren tanto y que repitan mi nombre con admiración. Lola Crespí de Valldaura, baronesa de Olocau en su día, quiere vivir ignorada. Desea un poquitín de silencio y soledad. No puedo dar un paseo por Valencia sin que todos se paren a mirarme. Cuando han pasado, todavía se vuelven para contemplarme un poco más. (He observado que mamá tiene un tantico de celosía y que esquiva el salir conmigo.) En el teatro, cuando aparezco en el palco, todos los gemelos se enfocan hacia mí. Soy popular en los cuatro puntos cardinales de la provincia: me conocen en Chelva, en Liria, en Moncada, en Alcira, en Enguera, en Játiva, en Albaida. Se habla de mí en los cafés, en las tertulias, en los teatros, en las tiendas, en los trenes.

No sabía yo que Guadalaviar, es decir, el Turia, quiere decir río blanco. Hay un remanso en el Turia, con un cañaveral de un verde azulado, que es un fondo precioso. Ahora van a pintar mi retrato, y estamos buscando un fondo bonito. Va a hacer el retrato un muchacho pintor —Jaime Febrer— que dice que el Greco es el único que tiene arte y que los demás pintores no valen nada. Jaime tiene mucho talento. No acaba de gustarnos ningún fondo. Hacemos largas correrías en automóvil. Hemos estado en el valle de Miralles, donde se encuentran las ruinas del monasterio de la Murta, otro de los sitios bellamente fragosos de Valencia. Tres o cuatro veces hemos ido a Náquera y al valle de Lulén. Los naranjales de Alcira y de Carcagente los hemos repasado y vuelto a repasar. No acaban de agradarnos ni el fondo abrupto de las regiones mantuosas, ni las llanadas cubiertas con bosques de naranjos. Hace ya tres meses que Jaime y yo andamos buscando fondos. Mamá dice sonriendo que estamos abusando de los fondos. Y acaso tenga razón.