I

Sentía la cabeza llena de algodón, la boca reseca y las malditas manos adormecidas. Sacudió la cabeza para despejarse y decidió abrir los ojos.

¡Rob!

Otra vez gritándole. Últimamente Peter no hacía más que gritar, gruñir y chillar. Con indecisión abrió uno de sus ojos al tiempo que se daba cuenta de que estaba amarrado con las manos sobre su cabeza.

Dios. Estaban en una amplia estancia, en penumbra y solo disponían de la luz que desprendía la enorme chimenea. El ventanal estaba cubierto con apelmazados cortinajes pero por la falta de luz filtrándose por las rendijas, imaginó que seguía siendo noche cerrada. Recordó lo ocurrido.

¿Nos drogaron? tenía algo adormilados los labios así que se los humedeció.

En el alcohol.

¿Quién?

La puta.

El sonido le llegaba de frente pero lo único que alcanzaba a percibir era una inmensa silueta atada a la pared, imaginaba que también encadenada. A él lo habían colgado como un pavo en medio de la estancia, como si de una ofrenda para el sacrificio se tratara. Joder, a veces desearía tener una imaginación menos activa.

Estaban realmente jodidos.

¿Por qué?

Al parecer le pagaron una fortuna por drogarnos.

¿Saxton?

Peter no contestó, pero tampoco hizo falta.

¿Ha llegado a entrar alguien?

No desde que he recobrado la consciencia hace unos veinte minutos.

¿Y a qué esperan?

Las miradas de ambos se dirigían continuamente hacia la cerrada puerta.

¿Qué crees que les habrá ocurrido a los demás?

Y yo qué coño sé, Rob.

Se escuchó sonido de cadenas y fuertes tirones a la par que gruñidos entremezclados con juramentos. También lo intentó él, pero era como tratar de mover una maldita montaña. Lo único que logró fue agotarse.

Se escuchó un furioso juramento de la zona en la que estaba atrapado Peter y después silencio, pero no duró mucho.

Nos han preparado para una escena.

Dioses, no le gustaba nada ese tono.

¿De qué hablas?

Tendrás que prepararte.

¿Para qué?

Joder, Rob, estas colgando del techo, encadenado, con la camisa suelta y desabrochada, descalzo y a mí me han amarrado a apenas dos metros de distancia con una visión perfecta de lo que te van a hacer. ¡Qué crees que significa!

Joder.

Me van a torturar, los Saxton me van a torturar.

Mierda Rob, ojalá fuera solo eso. Intentarán quebrarte delante de mí para lograr lo que no consiguieron hace años.

Supo que iba a preguntar aunque no quisiera conocer la respuesta.

¿Qué?

Romperme en pedazos.

Maldito seas, Peter, no me hagas esto. Júrame que pase lo que pase pelearás.

Rob, no entiendes...

¡Júramelo! Escapaste una vez y lo haremos de nuevo. Lo haremos.

Se miraron y el mundo se congeló en esa mirada que encerraba una promesa, hasta que ambos la apartaron.

Intentemos aflojar las cadenas.

Lo intentaron una y otra vez hasta quedar jadeando ambos. Le estaba siendo difícil comprender cómo se había ido todo al garete en menos de una hora, una condenada hora. Estaba gafado. La única explicación posible era la que su mente sopesaba desde que había recobrado el conocimiento y era esa. Tenía una suerte de perros o un mal de ojo. Las gruesas cadenas no cedían un ápice y el tiempo seguía su lento curso, inalterable.

También estaba realmente asustado, pero eso no era algo que fuera a compartir con otra persona, ni siquiera con Peter. Había llegado el momento que había temido desde que Peter les relatara todo lo que sufrió mientras estuvo prisionero, y se sentía incapaz de mirarle. No podía verle luchar enfurecido contra las cadenas, incansable, destrozándose las muñecas, pese a saber que no podría soltarse. Un luchador nato. Un nudo le apretó la garganta. No podría soportar que lo quebraran, no podría.

Estaba de espaldas a la maldita puerta cuando escuchó el suave sonido al abrirse y la leve corriente de aire que pegó la camisa a su espalda al circular la suave brisa. La expresión de Peter se endureció y sus ojos reflejaron una mirada que jamás se hubiera imaginado ver en esos profundos ojos negros. Puro odio. Ellos habían llegado.

No hizo falta que se girara para sentir su presencia. Unas afiladas uñas rozaron su espalda desde el hombro a la cintura mientras su mirada se veía atraída por la tensión en los músculos de la cuadrada mandíbula de Peter. Dios, ella no lo hacía por su propio placer, ni siquiera para molestarle a él, era para que Peter lo viera y supiera que nada, absolutamente nada, podría hacer frente a lo que tenía planeado.

Fuiste malo, mi dulce sombra.

Estaba loca, completamente desequilibrada.

No me dijiste que fuera tan bonito de cerca esperó unos segundos ¿No hablas? Qué pena, ya que tendré que idear la manera de soltarte esa silenciosa y deliciosa lengua.

Mientras continuaba hablando acercó la mano a la cabeza de Rob e introdujo lentamente los dedos en la maraña de pelo, y sin aviso, tiró brutalmente arrancando un gruñido de dolor, imposible de retener, de sus labios.

No lo toques, zorra.

Las palabras, heladas, que surgieron del rabioso hombre encadenado a la pared, paralizaron momentáneamente a la mujer que seguía teniéndole firmemente aferrado por el cabello, tirando de forma dolorosa. Aun con los dedos enredados en su indómito pelo cerró la mano formando un puño causándole otra oleada de agudo dolor pero no soltó ni un gemido. Aunque se le saltaran los dientes por aguantar el dolor no les daría de nuevo el gusto de gemir.

Es mío, querida, recuérdalo.

La sangre se le heló en las venas al escuchar la grave voz masculina. Volvió lentamente la cabeza pese al dolor sordo en cabeza y cuello y abrió los ojos pasmado. No lo podía creer, el hombre que le observaba apoyado indolentemente contra la cerrada puerta junto a otro hombre con aspecto de sabandija, no le era desconocido. Lo había visto con anterioridad pero le costaba ubicarlo.

Recordó de golpe ¡En la maldita fiesta!

En la celebración de los Saxton, cruzaron miradas y algo en la alta, musculosa figura le causó desagrado, un instintivo rechazo. Maldita sea, debió atender a sus instintos.

Veo que me reconoces, sabía que lo harías.

Era el momento de hacer la pregunta cuya respuesta necesitaba conocer.

¿Qué coño quieres de mí?

La ronca y lenta risa masculina hizo que todas sus defensas se alzaran.

Todo, lo quiero todo.

La tenía a ella a su izquierda, observándolo, pero no podía distraerse. Presentía que el peligro principal provenía de la enorme figura que seguía a su espalda por lo que se giró tirando de las sogas que le mantenían sujeto al techo.

Muérete.

Una mueca de diversión cubrió esos cruentos labios. Los ojos azules, inanimados lo recorrieron con la mirada, con lentitud, disfrutando, sus ojos deleitándose con la figura que colgaba de las argollas, en su dolor. Jamás se había sentido desnudo estando totalmente cubierto hasta ese momento. Su pulso se aceleró cuando la alta figura, en un fluido movimiento, dio un paso en su dirección.

Si lo tocas, te mataré lentamente.

La ronca amenaza surgió de Peter mientras tiraba de las tensas cadenas.

Los azules ojos se alejaron brevemente de Rob, apenas un segundo y se recrearon de nuevo en la desquiciante situación. Una fina risa escapó de su garganta en dirección al hombre que si pudiera lo destrozaría, provocándole.

Antes tendrás que liberarte, sombra, y créeme, no me limitaré a tocarle.

Se adelantó hasta quedar de espaldas a Peter y frente al hombre rubio, algo más bajo que él. Alzó la mano y con ella rodeo el cuello de Rob, quien instintivamente trató de alejarse, echándose hacia atrás, sin resultado.

No me toques, hijo de la gran puta.

La mano presionó, obligando a Rob a acercarse. Su boca rozó su oído.

¡No me toques!

La mano pareció acariciar, la cara se acercó, esos ojos...

Regla número uno. Eres mío para hacer contigo cuanto desee y cuanto antes lo entiendas, mejor para todos.

Al infierno. No se daría por vencido. Ni lo pensó.

Lanzó un potente cabezazo que por poco no hundió la jodida cara de ese enfermo. Si no se hubiera girado, si no se hubiera movido, le hubiera dado en pleno rostro y no a un lado. Por tan poco...

A una distancia diminuta, separando sus rostros, presenció la furia estallar en los impávidos ojos azules. Saxton lo sujetó firmemente con ambas manos rodeándole la mandíbula mientras él se retorcía en el poco espacio que le permitían las cuerdas, al tiempo que escuchaba el metálico sonido de las cadenas golpear contra la pared, los roncos gritos y amenazas de Peter, a lo lejos, intentando evitar lo que iba a llegar a continuación, fuera lo que fuera. Un brutal golpe en el costado le dejó sin respiración y doblado ligeramente para amortiguar el tremendo dolor, de nuevo sintió que tiraban de su rostro hacia arriba, con brusquedad, hasta sentir que unos calientes labios cubrían los suyos, forzando su boca para que se abriera.

¡Dios! Le estaba besando, esos repugnantes labios y esa lengua, esa húmeda lengua...

La ira le ganó la partida a la sensatez.

Mordió con saña, con toda la fuerza que le fue posible sintiendo en su propia boca el violento grito lanzado por Saxton. Apenas duró debido al tirón que sintió en la cabellera, que le obligó a soltar su presa pero, Dios, le supo a gloria, el dolor causado, el aviso de que no se dejaría manejar, ni adueñar, ni quebrar. A gloria. Hasta que su visión se llenó con un puño que se aproximaba a gran velocidad y... nada más.

Amor entre acertijos
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