XI
Estaban dentro. Las voces no engañaban y tampoco el sonido de golpes. Mantenía la pistola en la mano y la daga enganchada al cinto del vestido. Cuando menos, estaban en su interior los Saxton, Peter y Rob. Si había o no alguien más no tardaría en descubrirlo.
Se giró frenética. ¡Por Dios! Alguien ascendía las escaleras, acercándose a su posición, por lo que no tenía salida. Giró el pomo y empujó la puerta con violencia, con toda la fuerza de su menudo cuerpo. Creyó que golpearía contra la pared pero rebotó en un obstáculo, una persona, por lo que decidió arriesgarse y embistió de nuevo.
Lo siguiente que escuchó fue el ruido como de un saco al caer y en seguida todo se convirtió en un endemoniado caos. A su espalda escuchó gritos de hombres, y entre el jaleo le pareció distinguir las voces de su John y su hermano. Hasta el piso superior llegó igualmente el estruendo de la puerta principal siendo reventada desde el exterior. Todo se precipitaba a pasos agigantados y ella, en medio.
No podía perder de vista el interior de la habitación. Lo haría, vaya si lo haría. La necesidad de saber lo que ocurría tras ella, en las amplias escaleras o en el primer piso le consumía pero lo único que percibía su mente era al maravilloso hijo de Norris, casi desnudo, colgando de una soga por un brazo en el centro del cuarto, suspendido, y a Saxton a su espalda, parcialmente oculto. Un musculoso brazo le rodeaba el cuello y la afilada punta de un cuchillo apretaba contra la curva de su fuerte cuello.
En tablas. Se encontraban en tablas.
Su mirada se expandió más allá. En la pared del fondo estaba Peter, rabioso y a punto de perder los estribos. Su cuerpo desprendía una furia fría, sin vida, mientras su negra y mortal mirada no se apartaba del hombre que sujetaba a Rob. Tenía las manos unidas y algo sostenía entre ellas.
A tres pasos de distancia se encontraba Celeste Saxton. Quieta y sorprendida, sin saber muy bien cómo reaccionar. Estática.
Mere lo tuvo claro. Apuntó directamente a la cabeza de la mujer.
A través de la puerta entornada se escuchaba cada vez más cercano el sonido de la escaramuza. Escuchó en la lejanía que alguien gritaba su nombre. Por favor, que se dieran prisa, por favor...
Entró en la habitación, lentamente, con pasos inseguros. Tenía tanto miedo... Frente a ella Rob y Saxton. Peter tras ellos y la loca a su derecha. Mantuvo la mira del arma centrada en la frente de Celeste, pero la deslizó con parsimonia hasta centrarla en su pecho y en parte rezó por no verse en la necesidad de disparar.
Tras la puerta el cuerpo permanecía inmóvil.
Los ojos de Saxton brillaban febriles, dementes.