III
Levantó la vista en cuanto la puerta se abrió de nuevo. Evans sonreía con verdadera malicia.
¿Lo has disfrutado?
Bastardo.
Tiró de las cuerdas pero no cedían.
Esa bruja tenía un maldito don con las palabras. Le describió con maestría lo que tenía pensado hacer con ellos, lo que tardaría, cómo empezaría y terminaría, cuándo admitiría a terceros, hasta qué punto les permitiría intervenir. Llegó un momento mientras lo relataba que John se dio cuenta que no lo hacía para informarle sino para escucharse a sí misma. Se excitaba tan solo de pensarlo, de imaginarlo.
Todo lo que hizo a Peter y lo que tenía ideado de nuevo, sus planes de incluir a Rob.
Tan enfermizo. No le puso un dedo encima durante todo el rato en que habló, no le tocó ni rozó, pero fue como si un pequeño trozo de suciedad y maldad que llenaba esa negra mente se hubiera adueñado de él.
Pero lo que había conseguido revolver su estómago y que perdiera los estribos fueron sus planes para su Mere. Jamás lo permitiría. Antes se los llevaría por delante consigo, al infierno.
¿Qué te hizo? Estas algo pálido la risilla que acompañó a la frase hacía entrever la catadura moral del hombre que había traicionado todo aquello que debía proteger.
Que te jodan, cabrón.
Las carcajadas inundaron la habitación.