LOS ARGONAUTAS

El día tres de Agosto, á la alborada,

año noventa y dos, mil cuatrocientos,

abandonando de Moguer, la rada,

se daban á la mar tres bastimentos,

que, á favor de la brisa levantada,

gallardos, en poquísimos momentos,

se fueron de las costas apartando

con rumbo Sudoeste navegando.

Los naos eran que Castilla fía

á Cristóbal Colón, gran mareante

que á las Indias llegar se prometía

por el camino opuesto al de Levante,

una era la Real Santa María

que gobierna el novísimo Almirante,

y la Pinta y la Niña se llamaban,

las que los dos Pinzones comandaban.

Los pilotos, llegar hasta la altura

querían de las islas Fortunadas,

desde donde, tomar en derechura,

por marítimas vías nunca aradas;

pero, un percance, que á la Pinta apura,

les fuerza, tres semanas, bien contadas,

hacer en las Canarias estadía

buscando reparar esa avería.

Un náutico ejercicio placentero

dispuso el Almirante que se hiciese,

para pasar el rato más ligero

todo el tiempo que al ancla se estuviese;

y, en tanto, el descansado marinero

no mano sobre mano se aburriese;

mas en risa, bullicio y pasatiempo,

matara el ocio y divirtiera el tiempo.

Así tres grandes bochas de madera

por orden de Colón fueron labradas,

cuidando de dejarlas por afuera

con pez, resina y brea bien untadas.

Quedaron como tres bolas de cera,

en tal guisa redondas y alisadas,

que no era empresa baladí cogerlas

y menos sobre el agua retenerlas.

La gracia de este juego consistía

en que echadas las tres al oleaje,

con miras de captarlas se echaría,

á nado, el voluntario marinaje;

más como evitar pleitos convenía,

se dio como consigna de abordaje,

que del primero que cogiese una

sería el galardón con la fortuna.

Anuncióse, además, á la escuadrilla

haberse una regata concertado,

á correr la distancia de una milla

contándose el regreso al mismo lado;

remitiendo á este fin, una barquilla

cada bajel al sitio del jurado,

que, como es natural, se sentaría

á bordo de la Real Santa María.

Fué con solemne pompa referido

el orden de los premios; y el primero,

era un costosísimo vestido

á usanza y al estilo marinero.

Este regalo fué constituido

para aquel que, más ágil ó mañero,

cualquiera de las tres bolas lograra

y alzándola del agua la mostrara.

Y sendas gorras finas, no estrenadas,

con un airón de plumas de colores,

de un cerquillo de raso veteadas,

esmaltadas en él varias labores,

fueron las ricas prendas señaladas

para aquellos más buenos contendores

que, con diestro timón y ágil remo,

primeros arribasen al extremo.

En cada carabela los pilotos

andaban á la chusma entusiasmando;

siendo de ver las prisas y alborotos

de éste, de aquél y del estotro bando.

Cien apuestas, y díceres, y votos,

se conciertan y vanse barajando.

La Pinta y Niña arrían batelones

donde embarcan garridos campeones.

No bien fueron llegados á la cita

escalaron á bordo la Almiranta;

entonces, sí, fué sórdida la grita

que por los aires cunde y se levanta;

la chusma sobre el puente anda y se agita,

cada equipo se reta y solevanta,

desnudos los más ágiles se ponen

y lanzarse á la prueba se disponen.

Los cuerpos, de la ropa desceñidos,

el Sol de Cáncer con su fuego entona,

halagando la piel y los oídos

un aura bonancible y juguetona;

Colón y los pilotos reunidos

están á popa, bajo fresca lona;

ya en el agua los tres globos flotantes

se muestran á los ojos incitantes.

De pie, sueltos los brazos y dispuestos

á los cimbeles arrojarse, á nado,

todos los contendores en sus puestos

aguardan el aviso concertado;

un cañonazo resonó, y prestos,

con ímpetu brioso, arrebatado,

sin tregua, ni compás, desde cubierta

prepáranse á saltar en pugna abierta.

Unos lo hacen lisa y llanamente,

empezando á nadar con ligereza;

otros se echan atrás, primeramente,

para tirarse al agua de cabeza;

y no pocos se paran de repente,

pegan un brinco, con gentil firmeza,

y en salto mortal, limpio y redondo,

caerse dejan al obscuro fondo.

En menos que lo digo se presentan,

á flote resurgiendo todos ellos;

abren las bocas que la brisa alientan,

sacuden presurosos los cabellos,

y, en seguida, solícitos se orientan

en demanda los tres globos aquellos,

por las ondas del baño más distantes

del sitio donde se mecían antes.

Como son excelentes nadadores

y la ocasión se presta al lucimiento,

mil juegos ejecutan y primores

con notable vigor y atrevimiento,

á guisa de ejercicios precursores

de la suprema prueba del intento,

por tácito convenio diferida

para punto final de la partida.

Ora, con algazara y fuerza suma

las sosegadas linfas chapotean ,

y de un turbión de aljófares y espuma

se rocian, salpican y batean;

Ora, de espaldas, como leve pluma,

al rítmico vaivén se balancean,

hundiéndose, de pronto, cuantas veces

nadan entre dos aguas como peces.

De la suerte, que oliendo la carnada

flotante en alta mar sobre las olas,

acuden los delfines, en bandada,

las aguas azotando con las colas:

que alrededor la presa codiciada

dan saltos, volteretas y cabriolas,

y á fuerza de coleos y aletazos,

tiran de ella, hácenla pedazos;

De este modo, la chusma marinera,

dando á sus juegos fin, ora se apiña

en tres grupos, en torno cada esfera,

con prisas de infantil arrebatiña;

cogerlas buscan de cualquier manera;

todo es desorden, confusión y riña;

mientras á tanto golpe redoblado,

van aquéllas del uno al otro lado.

Pero en una de tantas sacudidas,

las bochas rebotando, tal se alejan,

que muchos jugadores, ya rendidas

ambas extremidades, al fin, cejan;

á sus rivales de fuerzas más sufridas

la conclusión de la partida dejan,

y atrás cían perdida la esperanza

de ganar el trofeo y la alabanza.

Los únicos en campo se quedaron

tres robustos marinos, tres atletas,

quienes todos sus bríos ensayaron

por retener las bochas inquietas,

y al circunstante público asombraron

con sin cuento de ardides y de tretas,

cuantas veces, al ir á ganar uno,

los otros se lo estorban de consuno.

Ninguno de los dos rivales gana

á lince, á estratégico y mañero,

á un tal Rodrigo, de apellido Triana,

alistado en la Pinta de gaviero;

que aunque garzón, aunque de edad temprana,

en toda maniobra es el primero,

y en ocasión del juego ora metido,

tampoco quiere ser de otros vencido.

Pues el dicho mancebo, como viera

que si bien á sus émulos vencía

en pulmones y en vista más certera,

de nada todo esto le servía,

porque apenas tentaba alguna esfera

cualquiera de los dos le acometía,

que, ó bien de un empellón se la quitaba,

ó tiempo de agarrarla no le daba;

Los tres juguetes reunir procura

que estaban , al azar, desconcertados ;

los empuja adelante con prestura

hasta ver sus contrarios rezagados;

luego, con mucho ingenio y travesura ,

notando que éstos quedan distanciados,

dos bochas para cebo allí les deja

y empujando la otra más se aleja.

Libre de estorbos el garzón ladino,

de nuevo da principio á la tarea,

y aunque el lustroso globo, de contino,

se escurre, se sumerge ó bambolea,

Rodrigo, con astucia de felino,

lo calma, lo acaricia, lo tantea,

y en un instante, con gentil donaire,

lo alza en vilo, suspéndele en el aire.

No de otro modo Hipómenes venciera

en palio á la intrépida Atalanta,

amazona gentil que en la carrera

á todos los atletas se adelanta;

tres pomas, de una en una, á la ligera,

aquél le echó; la virgen las levanta;

á cuyo tiempo, su rival mañoso,

le alcanza y queda en campo victorioso.

El gozo con que ha visto de Rodrigo

el término felice de su empresa,

el vocinglero público testigo

con aplausos y vítores le expresa;

en tanto, aquél, trayéndose consigo

el trofeo, á bordo ya regresa,

para obtener, con la modesta gloria,

la prez y galardón de su victoria.

Terminado este náutico ejercicio,

sosegada la turba, ya repuesta

de los pleitos, escándalo y bullicio,

factores obligados de una fiesta,

en breve se aprestó para el servicio

de la regata por Colón dispuesta,

en la cual , más que el lucro, era la honrilla

lo que se disputaba la escuadrilla.

Sus botes más esbeltos y ligeros

habían ya la Pinta y Niña enviado,

con la nata y la flor de sus remeros

cada uno de ellos tripulado.

La almiranta eligió sus marineros,

también de lo mejor y más granado;

en su bote más rápido los puso

y á las otras, ufana, los opuso.

Ufanos los bateles se mostraban,

las linfas recortando á su albedrío,

mientras los tripulantes ensayaban

los remos, el timón, nervios y brío,

con otras gallardías que inflamaban

los encontrados gustos del gentío,

en tales casos siempre fluctuando

en pro ó en contra de uno ú otro bando.

Quién entre los curiosos prefería

un bote de los tres que vía delante,

porque con gusto estético atendía

al de hechura y perfil más elegante;

quién el seguro triunfo predecía

ateniéndose á un bando contrincante;

y quién llevaba á todos la contraria

por ser aquesto, en él, cosa ordinaria.

En éstos, en esotros argumentos,

y el recreo de armónico sonido

de varios musicales instrumentos,

el tiempo transcurría inadvertido;

cuando, al fin, el jurado reunido

ocupa como antes sus asientos,

y anuncia la señal que se pusiera

á una milla de trecho la bandera.

Buen golpe de insulares, en el puerto,

dando alaridos de placer se asoman

y en la anchurosa playa, al desconcierto,

en apretados grupos se amontonan;

otra porción, con más feliz acierto,

por las laderas de los montes toman,

desde donde la vista se derrama

en curioso y soberbio panorama.

Á bordo, se confunden y apelotan,

entre sí, los alegres marineros,

del lado aquel do las barquillas flotan

con los prontos y ágiles remeros;

los más curiosos al flechaste trotan

y á las vergas, haciendo de gavieros,

para observar, con detenido examen,

los lances y sorpresas del certamen.

Y, cuando todo se encontró dispuesto

para darse la orden de partida,

y los finos esquifes, en su puesto,

esperan impacientes la salida,

otro estampido resonó, y en esto,

con vigorosa y pronta sacudida,

cada lancha ligera se desata

ansiosa de vencer en la regata.

¿Visteis un escuadrón de paladines

preparado á justar, por el deseo

de adornarse con nuevos lambrequines

las prendas señaladas de trofeo,

no bien el agrio son de los clarines

da señal que en la pista del torneo

pueden los campeones dispararse

y las ansiadas cintas disputarse?

¿Visteis el escuadrón cómo se ordena

en rigurosa fila de batalla?

Cada ginete su corcel refrena

que, ansioso de partir, bufa y se engalla;

el alegre clarín súbito suena;

á cada contendor dispuesto halla,

y el escuadrón, en rápido momento,

echa á correr, parejas con el viento.

Pues así, cada alígera barquilla

á un golpe de los remos , vigoroso,

obediente al timón, con fácil quilla,

vuela, no corre, por el puerto undoso,

azuzada por toda la escuadrilla

y los vivas del público curioso,

aquélla, por sus nombres señalando,

los campeones de uno y otro bando.

Desde la nave capitana gritan

á su bote, infundiéndole coraje;

los de la Pinta y de la Niña incitan,

de otra parte, también á su equipaje;

y aquellos son, que rnás se desgañitan,

que á la vanguardia ven de aqueste viaje,

la lancha favorita, á cuya quilla,

su dinero jugaron ó la honrilla.

Al correr de los botes se veían

dos á dos, los remeros en su banco,

cómo con sendos remos dividían

los cristales por uno y otro flanco,

mientras los timoneles atendían,

mirando ansiosos al reñido blanco,

por la línea más recta y más segura

llevar la embarcación en derechura.

Casi á un tiempo, en una misma raya,

atravesó la trinca volandera

la milla justa que en la mar se explaya,

entre el punto de arranque y la bandera;

mas siendo, de rigor, que, de aquí vaya

de vuelta al sitio de la vez primera,

cada barquilla, haciendo una ciaboga,

con nuevo ahinco, presurosa boga.

No tanta rapidez, ni maña tanta,

despliega el avestruz americano,

cuando ve al cazador que se adelanta

con las dos boladoras en la mano;

bate las alas, el caballo espanta

y de un esguince escúrrese liviano;

como las tres barquillas desplegaron

cuando, obedientes al timón, viraron.

En los momentos críticos, supremos,

que á la meta final se avecinaban,

era de ver los bríos, los extremos,

que los rivales todos empleaban;

las rápidas bogadas de los remos

y el arte, con que así se soliviaban,

cual se ve al delgado carrerista

corriendo su caballo por la pista.

El bote de la nave capitana

delante de sus émulos venía;

luego, con quilla á la de aquél rayana,

rápido el de la Pinta proseguía;

y á retaguardia de los dos, se afana,

sin perder la confianza y la energía,

el de la Niña, con tan buen provecho,

que, á poco rato, les iguala el trecho.

Puestos en parangón , los tres partidos

bogan, forcejan, gimen, y jadean;

los brazos, todavía no rendidos,

los ponderosos remos aletean;

y todos los curiosos reunidos,

inciertos y dudosos titubean

en predecir cuál llegará primero,

de entre los tres, al límite postrero.

Al cabo, nuevamente, á la cabeza

se pone, y á los otros se adelanta,

ó, por más fuerza ó por mayor destreza,

el bote que se arrió de la almiranta.

En ésta aplauden su sin par guapeza ,

y el equipaje la victoria canta

creyendo han de ser sus compañeros

quien á la meta llegarán primeros.

Cuando, sentido de ominosa afrenta,

sin oir á la zángana zozobra,

su rival de la Pinta se violenta;

en un minuto la ventaja cobra;

y en la meta final sólo se ostenta ,

con rápida y certera maniobra,

dejando á sus contrarios rezagados,

y, lo que vale más, desengañados.

Gallarda prueba de sus fuerzas dando

no obstante haber rendido todo el viaje,

algunas brazas prosiguió bogando

con idénticos bríos y coraje;

poco á poco, el batel fueron ciando

y en ordenado, rítmico viraje,

atracaron al sitio del jurado

á recibir las gorras de brocado.

Pocos días pasados de esta fiesta,

estaba ya la Pinta reparada;

y del agua y víveres repuesta,

pronta para salir, quedó la armada;

Colón, con alegría manifiesta,

dio orden de zarpar, y la ensenada

de Gomera, las carabas dejando,

siguieron de una en una ponteando.