INVEROSÍMIL.
Desperté ante aquel súbito frío que padecía mi cuerpo.
Aun podía percibir la gélida corriente nocturna atravesando los cristales de la ventana de mi habitación. Ya no estábamos en plena estación de verano y aunque de día todavía seguía haciendo días cálidos, la característica helada nocturna propia de la época empezaba a hacer presencia en cada noche. Me desperecé como un silencioso y orgulloso gato. Sin todavía levantarme de la cama miré a través de la ventana comprobando que la luz de sol todavía no penetraba en la estancia y por su posición, parecía que aun tardaría en asomar completamente. Un par de horas, quizá. Y suspiré con una sonrisa en mis labios ante el recuerdo de la noche.
¿Frío? Me pregunté de pronto mental y súbitamente ante aquel hecho que me pareció de lo más ilógico, pues mi temperatura corporal debería de ser precisamente la contraria con respecto a mi compañía nocturna. Aun atolondrada debido al recién despertar y a las escasas horas de sueño, sin todavía poder abrir completa y despejadamente los ojos y con la mente todavía adormecida, me preguntaba que habría ocurrido en el transcurso de la noche. Recordaba perfectamente que Amadeus estaba conmigo en esa misma cama aunque las sábanas en su perfecta posición no daban a entender que alguien más hubiera estado en sus adentros, sino todo lo contrario, como si en ellas no hubiera habido apenas movimiento. Comprobé la estancia en busca de algo que delatara su presencia de momentos atrás y al no encontrar ningún indicio ni señal me pregunté si no habría sido nuevamente un sueño que parecía ser demasiado real. Y aquello me ofuscó, el hecho de no poder distinguir lo que era real y lo que no. Y de pronto pensando de tal manera sentí que algo hizo clic y encajó como una pieza de puzle en mi interior haciendo que lo comprendiera todo, fue entonces cuando lo tuve más claro que nunca: tenía que hablar con él y averiguar ciertas cosas que rondaban por mi mente sin encontrar respuesta. Lógica y sensata al menos.
¿En qué momento finalizó lo real y me personé en el misterioso mundo de los sueños? ¿En qué ocasión hallé y abrí la puerta que siendo traspasada me conduciría a la nigromancia de un mundo fantásticamente irreal? ¿En qué instante abandoné tanto lo real como lo irreal para navegar hacia un mundo donde sólo tu alma puede entrar a viajar? ¿Realmente es eso posible o se trataba de una mala jugada de mi imaginación desbocada y aletargada tras su reciente despertar?
No era la primera vez que sucedía algo así dado que las primeras veces en las que se me apareció fue de ese modo, de una manera en la que parece ser un sueño que realmente no es. Incluso antes de conocerle había padecido ese tipo de extraños y vívidos sueños. Pero a decir verdad, si no hubiera sido porque las cámaras me mostraron una rotunda e innegable respuesta, habría creído que tan sólo era un simple sueño o imaginaciones mías. Me habría dejado guiar por la lógica, por el camino más sencillo. No porque sea una persona realmente cerrada sino porque aquel tipo de cosas costaban mucho de asimilar sobre todo si sueles ser escéptico ante ciertos temas.
Ya evaporado el sueño que antes me atolondraba y con interrogantes varios rondando en mi cabeza, estaba segura de que no podría dormir un solo minuto más. Dándolo por imposible, me levanté, me aseé, cepillé mi cabello y me vestí rápidamente, y con un objetivo marcado en mi mente salí de la habitación tan pronto como pude hacerlo a pesar de ser consciente de lo temprano que era y sin importarme en absoluto aquel hecho. Necesitaba respuestas. Y las necesitaba en ese preciso momento. Esta vez no podía dejarlo pasar como en muchas otras ocasiones anteriores había hecho con algunas cosas quizá menos importantes. Y esto sí era importante. Ningún libro podría ayudarme, solo él podría hacerlo, solo él disponía de las respuestas que mi mente imploraba conocer. Él era el libro que necesitaba, en sus páginas estaba la respuesta.
Deslicé mis pies silenciosamente, tan silenciosamente que parecía que volara a ras de suelo mecida por un invisible viento. Con paso cauteloso y casi mudo, me dirigí hacia la puerta dispuesta a salir sin provocar un solo sonido que alertara a mi familia de mis intenciones. Pero parece ser que cuando más empeño pones en no hacer ruido, contra tu voluntad más ruido consigues producir. Pues tras colocar la mano en el tirador de la puerta y tirar de él como a cámara lenta, al abrir, las bisagras de la puerta de mi habitación cantaron chirriando molestamente, y con el objetivo de no repetir aquel desagradable sonido que destacaba en el silencio propio de la noche, no me molesté en cerrarla. Seguí andando con la mayor cautela y sigilo posibles para atravesar el pasillo sin siquiera detenerme a encender ninguna luz para que ésta no entrase por las rendijas de las puertas y penetrasen en la oscuridad absoluta de las habitaciones donde mi familia dormitaba, evitando así despertarles. De cuclillas, aún no había llegado al tramo de escaleras andando en la oscuridad cuando escuché tras mis espaldas el sonido sibilante de otra puerta al abrirse y detuve mis pasos evitando hacer ningún sonido que adivinase mi presencia y quedándome quieta sin pestañear siquiera. Contuve la respiración. La luz se encendió en el pasillo delatando la posición que ocupaba mi figura. No fue realmente una sorpresa, pues no me extrañaba que alguien se hubiera percatado tras aquel molesto crujir de la madera que tan perceptible había sido en el silencio total y opaco de la noche.
—¿Dónde vas a estas horas Evangeline? ¿Te encuentras bien? —me interceptó mi madre asustada y frotándose los ojos debido al sueño. No le faltaba razón, por supuesto.
—Necesito comprobar algo antes de que empiece a volverme loca. Eso es todo, tranquila mamá, vuelve a acostarte y descansa por favor —le tranquilicé—. Hablaremos más tarde y te lo contaré todo. Pero ahora necesito hacer un par de averiguaciones —le aclaré antes de seguir mi camino—. O más bien intentarlo.
—¿Crees que voy a poder descansar cuando veo que mi hija, preocupada por volverse loca, sale a estas tempranas horas de casa? —me preguntó un tanto irónicamente —Todavía no ha amanecido, no podré conciliar nuevamente el sueño si no se al menos cual es el motivo que ha perturbado el tuyo, sin saber dónde vas o qué te ocurre Evangeline, la preocupación me consumiría.
—No me voy lejos mamá, como mucho estaré por los alrededores de casa. Agradezco tu preocupación y comprendo tu posición como madre, pero quédate tranquila, soy mayorcita para saber lo que hago —le dije sonriendo y de la manera más apaciguadora y quitando hierro al asunto con el fin de que pudiera estar tranquila.
Escuché el sonido de otra puerta al abrirse y la cara de mi hermano apareció por el resquicio. Tras sus pasos, apareció el peludito de la familia, mirando a ambos lados y en todas direcciones sin saber que ocurría. Mi hermano parecía no poder abrir los ojos ante el enorme sueño que padecía al igual que hacía escasos momentos me ocurría a mí.
—He escuchado voces —dijo mientras nos miraba intermitentemente a cada una, aclarando así el motivo por el cual había salido—. ¿Ha ocurrido algo? ¿Qué hora es? ¿Dónde vas tan pronto Evan? —me preguntó al percatarse de que iba vestida con ropa de calle y no con el pijama—. ¿Qué ha pasado? ¿Han llamado al timbre a estas horas?
—Pareces una metralleta que en vez de disparar balas dispara preguntas —le respondí riendo ante la sarta de interrogantes que me disparó sin apenas pausa entre cada uno de ellas—. Tranquilo pequeño, no ocurre nada, solo iba a comprobar algo.
Sonrió maliciosamente ante mi afirmación y mi madre tampoco pudo evitar reír ante aquello.
—¿No ha vuelto a ocurrir nada extraño, verdad? —preguntó esta vez preocupado y deslizando el cuello, como si intentase escuchar algo anormal que proviniera de otro lugar de la casa.
—No tranquilo, simplemente necesito respuestas Athan, respuestas que no puedo encontrar en vosotros ni en otro lugar —le expliqué.
—¡Pero podríamos intentarlo Evan! —exclamó animadamente sin perder aquella sonrisa que le caracterizaba—. ¿Por qué no nos lo cuentas e intentamos ayudarte y en caso de no poder, recurres a otros sujetos? ¿Qué me dices? —dijo guiñándome un ojo pícaramente y frotándose las manos enérgicamente.
—Creo que tu hermano tiene razón cariño, muéstranos tu problema e intentaremos darte respuestas y en caso de no poder: nuestras perspectivas y como último recurso acudes a otra persona. Es demasiado pronto para preguntar a nadie.
—Está bien —suspiré—. Os espero abajo con las mentes más despejadas y hablamos del tema, para mí es algo serio —dije con voz cansina. Y por cierto —añadí como si tal cosa—, para alguien que no duerme no es demasiado pronto —sonreí aclarando a quien me dirigía a “molestar”.
Cansina porque sé cuándo he perdido un diálogo o cualquier tipo de intentona, así que prefería acceder a que me ayudaran en ese momento a que mi cabeza estallara con sus disparos de preguntas a tropel. Solo se preocupaban por mí y eso jamás podría reprochárselo. Bajé al piso inferior y preparé dos tazas de café para mi madre y para mí, que no nos vendrían nada mal para combatir el frescor nocturno y a la vez despejarnos del sueño. Para mi hermano preparé un tazón de leche con chocolate como al él le gustaba. Dispuse la mesa, me senté en una de las sillas y esperé a que se reunieran conmigo. Apenas habían pasado quince minutos cuando oí el rumor de sus pasos aproximándose para poco después ver asomar sus cuerpos en la estancia. Se sentaron enfrente de mí, tomaron sus respectivas tazas e impacientes, me imploraron para que empezara a hablar. Mi hermano golpeaba con los dedos la mesa en señal de impaciencia y mi madre me miraba de la manera más expectante y preocupada. Nadie creería sobre lo que íbamos a conversar a aquellas horas como si aquello fuera lo más normal del mundo, como quién va al supermercado a comprar leche. Pero agradecí inmensamente la predisposición de mi familia en cuanto a ayudarme a disipar mis dudas sin importarles siquiera la hora que era, pues todavía no había asomado el sol tras el horizonte y cuando salieron a mi encuentro apenas podían abrir los ojos ante el efecto del sueño.
—¿Por qué vosotras dos tenéis café y yo leche? —preguntó Athan mientras miraba el interior de su taza con una mueca de disgusto y le daba un pequeño y ruidoso sorbo.
—Porque el café te sienta como un tiro Athan y te pone como una moto, lo sabes. Cosa que no te hace ninguna falta y con lo que no tengo ningunas ganas de verme —le sonreí.
—Vale, tienes razón —afirmó sonriendo pícaramente.
—Recuerdo como te pusiste la última vez que te empeñaste en beber café y té saliste con la tuya. A pesar de impedírtelo lo tomaste cuando me descuidé. No desearía verme nuevamente con semejante bomba humana —dije entre risas perdiéndome entre aquel recuerdo. En ese momento me hizo gracia recordarlo, pero cuando sucedió, admito que no tanto.
Mi madre también rió ante aquello.
—Voy a decir esto porque te conozco mejor que la palma de mis manos Athan, déjame narrar la historia enteramente y luego opinas y teorizas todo lo que quieras como a ti tanto te gusta. ¿De acuerdo? —le pregunté a la vez que le guiñaba un ojo amistosamente, pues no deseaba sonar de manera implorante. Estaba preocupada y mi tono sonada distante, por eso intenté modular el tono de mi voz con el fin de no sonar grosera o como si estuviera reprendiéndole cuando aquello no era mi intención.
—Prometido —me respondió de manera solemne—. Ni siquiera notarás que estoy presente en la conversación —pronunció mientras realizaba el gesto de sellar sus labios con una cremallera invisible que después lanzó por los aires y me miró con los labios apretados, como si no pudiera abrirlos. Contuve las ganas de reír ante la expresión de su cara, pero fue en vano. Siempre me hacía sonreír incluso en mis peores momentos. Tiene esa facilidad de hacerme sonreír, y a mí me encanta.
—Empieza hija, estamos expectantes ante tu problema —intervino mi madre sin poder evitar que el inicio de una pequeña sonrisa contenida se dibujara en sus labios.
—Bien esto es lo que ocurre: por la noche cuando ya estaba acostada percibí un sonido y al abrir la luz comprobé que Amadeus estaba presente como ocurrió en las primeras apariciones, a un lado de mi cama. Estuve hablando con él... pero al despertar antes de lo normal, percibí algo extraño, como si no todo lo que hubiera vivido en la noche fuera real, como si parte de ello no hubiera ocurrido realmente ¿Comprendéis? —les pregunté para comprobar si seguían o advertían el rumbo de la historia y recibí un asentimiento como respuesta—. Como cuando despiertas de un sueño que aunque ha sido demasiado real, eres consciente de que lo has soñado, no hay duda.
Les narré todo lo ocurrido y mi perspectiva con todo lujo de detalles y sensaciones vividas mientras ellos me escuchaban más atentos que nunca.
—Esa sensación de que has soñado algo que era demasiado real, no se si me explico —proseguí al ver sus rostros pensativos. Estoy segura de que estuvo allí, pero no en todo momento en tiempo real.
—Estás queriendo decir que sabes que hay parte de realidad pero a la vez dudas que algunos hechos hayan ocurrido realmente ¿Es así? —preguntó esta vez mi madre algo confusa, pues el tema lo era aunque no lo pareciera.
—Veo que me has comprendido perfectamente mamá, hay situaciones que por ciertos motivos sé que han ocurrido y otras me resultan más impredecibles, como si no estuviera segura del todo —le respondí—. No dudo que al principio estuviera allí presente en cuerpo, pero no luego tras dormirme.
Me giré y vi la cara de mi hermano contraída en una mueca de concentración.
—Dispara —le dije sonriendo a mi ensimismado hermano.
—¿Perdona? —me respondió como si mi pregunta le hubiera asombrado realmente.
—Sé que quieres decir algo, dilo antes de que las palabras contenidas hagan que te atragantes —le dije riendo.
Sonrió de nuevo ante aquello. A veces parecía que nuestras mentes estuvieran conectadas y supiéramos lo que cada uno va a decir y aquello nos hacía estallar en sonoras carcajadas.
—Está bien —dijo mientras intentaba volver a estar serio—. En caso de ser como tú dices: ¿en qué momento lo real deja de serlo, en qué momento crees que ocurre ese cambio de parecer? ¿en qué momento se atraviesa la delgada línea que separa ambos mundos? —me preguntó.
—Si es que eso es posible claro —musitó mi madre anticipándose a mi respuesta—. Pues solo podemos hacer meras suposiciones y conjeturas, como siempre —concluyó abatida.
—Eso es precisamente lo que me disponía a averiguar porque no puedo distinguir la línea que separa lo que viví de lo qué no, y es eso lo que más me frustra de todo este asunto. Al igual que también me pregunto si es eso posible.
—Visto lo visto, ya no me sorprendería nada —murmuró esta vez mi hermano.
—Ya sabes cuál es la fuente más directa de la que puedes obtener información de primera mano... de primera mano —dijo mi madre recalcando y haciendo hincapié en esas tres últimas palabras y dejando la respuesta en el aire.
—Solo tienes que preguntarle a tu fantasma, seguro que él tiene las respuestas a muchas de las preguntas que nos hacemos constantemente —dijo esta vez mi hermano como si hubiera descubierto un planeta o continente nuevo.
—¿Y a dónde crees que me dirigía antes de que me acorralaseis en pleno pasillo deteniendo mis pasos? —le respondí sarcásticamente mientras alzaba las cejas—. Ya os lo mencioné antes, para él nunca es demasiado pronto o tarde, simplemente un momento en el tiempo.
—¿Y cómo acude a tu llamada? ¿Le llamas por alguna especie de teléfono fantasma-humano y te recibe, como una especie de walkie talkie como esos que teníamos cuando éramos pequeños y pasábamos el día jugando? —dijo de manera irónica mientras irrumpía en estruendosas carcajadas, aunque sabía que en el fondo se moría de curiosidad por saberlo. Tras su risa y fallido intento de mostrar indiferencia, intentaba aunque no podía, contener o disimular su inminente curiosidad hacia aquel hecho.
Pequeño demonio... pensé en mis adentros aunque no pude evitar reírme ante sus ocurrencias. Un teléfono que pudiera comunicar a los humanos con los que ya están muertos; lo que había que escuchar, por todos los dioses. Negué con la cabeza como si aquello pudiera desechar aquella idea tan irracional como absurda y disparatada.
—¿Cómo has dicho? —preguntó mi madre saliendo de su atolondramiento.
—Un teléfono que pudiera comunicar a los habitantes de los dos mundos, los muertos y los no-muertos ¿Por qué? —le respondió Athan un tanto extrañado ante el repentino interés de mi madre hacia aquello que no parecía ser más que una tontería, algo estúpido, improbable y sacado de una película de ciencia ficción.
—Nada... cosas mías —pronunció ella mientras volvió a quedarse sumida, meditando entre sus pensamientos.
La miré y el pesar me inundó por completo empañando mis ojos de lágrimas las cuales no permití dejar caer. Sé que daría lo imposible por volver a escuchar a mi padre, por verle y tenerle enfrente una vez más o mínimamente escuchar de nuevo aquella voz que se perdía en el olvido del recuerdo.
—Iba a probar con algo más fácil como pronunciar su nombre, llamarle. No se cómo lo hace, no sé cómo funcionan en ese mundo sus sentidos, pero sé que él me oye cuando lo hago —le aclaré.
—El problema no es que te oiga o no lo haga, el problema es que acude a tu llamada cuando no debería hacerlo. ¿Es el único que lo hace? ¿El único de aquel mundo? Y siendo así ¿qué tiene el de especial como para poder hacerlo? —preguntó nueva y misteriosamente mi madre.
Sabía que en su cabeza rondaba algo aunque por ahora no parecía dispuesta a decir el qué. No hasta que esa idea se hubiera moldeado en la forma que buscaba y lo sabía porque también a ella la conozco como la palma de mi mano.
—Francamente dudo que les estuviera permitido hacerlo, siendo una ley que no sólo le afecta a él sino a todos los suyos —le respondí sin poder ocultar mi pesadumbre ante aquel espinoso tema.
—Además de ello, lo peor de todo es que se ha dejado ver y no sólo ante tus ojos sino que ha corrido la suerte de hacerlo ante más personas. Ha tenido el valor de romper una barrera inquebrantable. ¿No será ese el peor de sus problemas? —intervino nuevamente mi hermano.
—¿Crees que no he hablado con él y que no me gustaría saberlo? —le espeté sin poder evitar que la ansiedad volviera a aflorar —su respuesta fue: todo a su debido tiempo y soy consciente de que algo está tramando o quizá ya lo esté llevando a cabo —respondí pensativamente.
—¿Y por qué no te ha explicado nada todavía sobre su mundo? ¿No sientes curiosidad hacia lo desconocido una vez tienes conciencia de que sí existe? —preguntó él.
—A mí también me gustaría conocer más cosas de su mundo, como tú lo llamas. Cómo se comportan, qué hay, qué leyes les definen, todo. Pero si no ha hablado sobre ello todavía es porque existe algo que le impide hacerlo —añadió esta vez nuestra madre.
—Que lo tiene prohibido —especuló él.
—Ese es uno de los primeros motivos que le obligan a no hablar más de lo necesario —concluí.
—Antes solo podíamos imaginar lo que habría después, dejarnos guiar por palabras escritas y transmitidas a lo largo de los siglos, pero ahora sabemos que hay algo más aunque desconocemos exactamente como es.
—Mira Athan, creo que comprenderíais mejor a lo que me refiero si pudierais contemplar aunque fuera mentalmente, su expresión cuando desea hablar de un tema que no puede. Si fuera tan sencillo como transferir una imagen desde un dispositivo a otro pero de mente a mente, me encantaría tener el poder de retransmitiros esa imagen con tal de que lo comprendierais mejor una vez la hubierais visualizado.
—Estar en posiciones tan abismalmente diferentes hace que la comprensión y el simple hecho de imaginar algo se convierta en algo extremadamente difícil cuando tratándose de alguien normal sería tan sencillo —explicó mi madre sin falta de razón.
—Así que... como hoy por hoy es un hecho imposible que nos transmitas un pensamiento desde tu mente a las nuestras, no te queda más remedio que describírnoslo —me dijo Athan riendo mientras esperaba que le diera más detalles.
Suspiré y busqué las palabras más adecuadas para explicar no sólo lo que mis ojos veían en Amadeus en dicha situación, sino también lo que sentía al ver su estado y lo peor: lo que experimentaba a mi alrededor, aunque eso pasaba a un segundo plano debido a que no sabía explicar qué era. Y una vez ordenadas mis ideas, me dispuse a explicarles.
—Las veces que le he preguntado sobre algo que no debe responder, es como si una fuerza implacable hiciera mella en él y le dejara petrificado en contra de su voluntad, aunque interiormente parece intentar luchar en vano contra ella. De pronto, puedes ver como su rostro crispado se contrae en una mueca, sus labios que antes intentaban hablar quedan sellados de tal modo que las palabras quedan ahogadas, sepultadas en su interior como si alguien le estuviera prohibiendo abrirlos y mientras tanto, parece estar debatiéndose entre esa poderosa energía y su deseo de expresarse. Para ser más exacta: es como si a su alrededor hubiera algún tipo de esencia guardiana que tiene constancia de que desea hablar de algo prohibido y se lo impide de manera que su habilidad de hablar queda inhabilitada o reprimida durante ese trance. Es por eso que a veces, no le queda más remedio que darme pistas sobre algo para que yo acierte lo que desea darme a conocer.
—Increíble —musitó mi hermano más para sí mismo que para el resto de la audiencia— Tan solo imaginar alguna especie de espectro guardián montado vigilancia a su alrededor mientras yo también estoy presente y no puedo verlo, hace que se me erice el vello de todo el cuerpo.
—Has dado de lleno en la diana. Una sensación similar es la que experimento cuando eso sucede, como si me sintiera vigilada ¿sabes? Como si esa fuerza también pudiera ejercer su energía sobre mí.
Era extraño no escuchar a mi madre participando en la activa e interesante conversación, así que la miré y vi que parecía estar debatiendo con algo en su interior, y me preocupó en cuanto vi mejor su semblante.
—¿Ocurre algo mamá? —le pregunté al ver que seguía sin decir una sola palabra.
Levantó su semblante y nos dirigió una mirada un tanto extraña, parecía que durante el tiempo que estuvo pensando hubiera realizado algún hallazgo y en ese instante estuviera a punto de revelárnoslo. O eso parecía indicar el misterioso brillo de sus ojos.
—¿No os habéis detenido a pensar en una cosa? —preguntó mi madre. ¿Qué haríais vosotros si estuvierais en aquel lugar separados para siempre de vuestros seres queridos y tuvierais conocimiento de que alguno de ellos estuviera haciendo lo que Amadeus hace? —nos preguntó mientras nos miraba de manera sutil —¿No os parecería realmente injusto? ¿Por qué el sí y vosotros no?—insinuó.
—En mi humilde opinión, yo moriría de nuevo con tal de poder hacer lo mismo lo que él y seguir sus pasos —afirmó Athan—. Es más, estaría dispuesto a pagar todo lo que pudiera ofrecer y daría todas mis posesiones con tal de hacerlo.
Y... —dije, pero me contuve. Había algo que tenía en la punta de la lengua tomando forma, a punto de escapar a través de mis labios—. Y ya no tendría tanto temor de ser la primera en hacerlo, puesto que podría conocer el camino y ya no tendría que dar pasos de ciego, porque entonces ya no sería un camino inexistente, inalcanzable e invisible a mis ojos sino que este tomaría forma ante mí invitándome a adentrarme en su sendero, incitándome a seguirlo. Amadeus sería para mí como un referente, lo que me daría determinación y valor para emprender ese camino.
Quedamos sumergidos en el silencio durante unos escasos momentos.
—¡Dios mío! —no pude evitar gritar ante lo que mi mente dormida hasta aquel momento, acababa de descubrir y dando un inevitable brinco de mi asiento a la vez que con las dos manos me cogía la cara, consternada.
—¿Qué ocurre? —gritaron los dos al unísono, asustados y mirando a ambos lados.
—Estoy segura de que es un sentimiento colectivo el deseo de ver nuevamente a sus familiares. En definitiva: que todos podrían rebelarse y luchar por hacer realidad ese deseo que tanto anhelan desde hace a saber cuánto tiempo al ver que alguien está teniendo el valor de atreverse a perseguir su sueño.
—Como si pudieran encontrar en Amadeus un referente, como si pudieran ver en él un líder —dijo mi madre también acalorada y atropelladamente debido al impacto que producía aquello que acabábamos de descubrir.
—¡Eso es lo que está tramando! —exclamé al caer en la cuenta de su mutismo y sus intenciones secretas. Cosa que jamás imaginé posible. Y debo admitir que aunque no lo parezca, me sentía a la vez estúpida por creer en cosas que jamás creí factibles. No es que exceda en cabezonería, pero costaba tanto de creer.
—No hay duda cuando se dice que la unión hace la fuerza, pues si solo se tratara de él, no tendría nada que hacer. En cambio, si se suma más gente a esa misma causa, el impacto sería diferente... continué.
—Estás diciendo... ¿Que se le podría considerar como un revolucionario entre los de su especie? —me preguntó mi hermano—. ¿Un ángel revolucionario? ¿Un conspirador? —dijo casi irónicamente al también verlo como algo inverosímil y remoto.
—Así es Athan y si te detienes a pensar es algo que no les conviene en absoluto. Son dos mundos diferentes que no pueden unirse en uno sólo y por eso nunca lo han hecho. ¿Qué demonios pasaría si todos ellos quisieran hacer lo mismo? Pensadlo... —dejé caer de forma misteriosa.
Hubo un lapso de tiempo en silencio con nuestras mentes maquinando a toda velocidad.
—Al final no sabrías quien está muerto y quien no porque no hay evidencias que permitan distinguirles y por tanto se confundiría la muerte con la propia realidad —musitó mi hermano.
—Efectivamente así es. Si nadie conociera nuestra historia y vieran a Amadeus, personas que no lo hubieran conocido en vida por supuesto, jamás podrían llegar a la inhóspita conclusión de que está muerto. Es algo que jamás se te ocurriría pensar y lo digo por experiencia propia. Me hacía confundir lo real con lo imposible.
—¡Seguidme! —nos instó mi madre nerviosa mientras se levantaba bruscamente y se dirigía a la sala de estudio asustándonos con aquella repentina reacción tras su silencio. Una vez allí, encendió el ordenador y misteriosamente se dispuso a buscar en el navegador algo de forma apremiante, mientras mi hermano y yo sentados cerca en uno de los sofás nos mirábamos intrigados e impacientes preguntándonos que sería aquello que tramaba nuestra madre.
Los minutos transcurrían como si la aguja del reloj se aferrara a no querer realizar movimiento alguno y lo hiciera pesadamente demostrando así sus escasas ganas de avanzar a un nuevo tiempo. Su desplazamiento me inquietaba, cuyo sonido me llegaba casi impecablemente debido al silencio que habitaba entre nosotros, a excepción de los rápidos dedos de mi madre que acostumbrados a escribir sobre teclado se deslizaban ágiles y certeros sobre las letras como movidos por un resorte musical invisible.
—¡Lo tengo! Viaje astral —dijo pasado más de un eterno cuarto de hora mientras se acercó a nosotros y se sentó a nuestro lado—. Evan, antes mencionaste las primeras apariciones de Amadeus. ¿Recordáis perfectamente cada detalle de las grabaciones? —preguntó sin apartarse del monitor.
—Bueno tampoco hubo mucho movimiento que recordar, simplemente la velaba mientras ella dormía. ¿No es así? —preguntó mi hermano como si no hubiera más misterio.
Ella le miró inquisitivamente como si él se hubiera acercado demasiado a la verdad. Pero nuestra misteriosa madre deseaba que nosotros mismos viéramos la respuesta con nuestros propios ojos, porque no era una simple teoría sino una respuesta. Quería cerciorarse de que una vez lo comprobásemos llegáramos los dos a la misma conclusión que ella por nuestros propios pasos. Fue por ello que vimos nuevamente aquella grabación en busca de algún hecho insólito que por si fuera poco se encontraba dentro de una escena que de por sí ya era demasiado insólita.
—¿Y? —nos apremió una vez terminada la grabación.
—Como dijo Athan no hay mucho movimiento que observar. Pues durante toda la grabación permanece quieto, ya esté sentado o de pie, pero siempre inmóvil como si más que una persona se tratara de una estatua —intervine yo aunque eso era algo que todos podíamos apreciar.
—Solo está en movimiento cuando aparece o cuando reacciona antes de desaparecer, que es justo cuando tu Evangeline, estás a punto de despertar —dijo mi hermano.
—Es como si su cuerpo estuviera en modo pausado durante todo ese tiempo...—intervine esta vez cayendo cada vez más en la verdad, casi palpándola sin darme cuenta.
—Además de ello Evan, nos contaste en aquel momento que incluso pudiste notar su presencia, su olor, su cercanía aun cuando supuestamente estabas durmiendo. ¿No crees que eso es algo difícil cuando alguien duerme tan profundamente como duermes tú? E incluso que escuchaste su voz cuando no habla —dijo mi madre.
—Es verdad mamá, Evan duerme como si fuera una marmota —dijo mirándome de manera socarrona—. ¿Cómo es eso posible entonces? ¿A dónde quieres llegar con esto? —le preguntó sin atinar el rumbo que guiaba a nuestra conversación.
—¿No os parece demasiado inquietante que permanezca tantas horas inmóvil ya sea una persona normal como si no? ¿Por qué no se mueve? Ni siquiera pestañea. ¿Cómo recibe Evan su voz si sus labios no se mueven y ella mantiene que han hablado? —le respondió.
Quedé estupefacta cuando lo comprendí por lo que quedé muda ante mi asombro. Aquello ya era demasiada información extraña que asimilar. Que precisamente le tuviera que ocurrir esto a alguien que no había creído nunca en aquellos temas.
—Ninguno de los dos se mueve ni interactúa físicamente. Lo que deseo decir Athan, es que los dos están presentes en cuerpo dentro de esa habitación pero sin embargo sus almas han viajado hacia otro lugar en el que sí pueden verse y oírse como si en este no debieran hacerlo. Por ese motivo Amadeus es consciente de cuando Evangeline va a despertar, entonces regresa para volver a ocupar su cuerpo, reacciona como si despertara de un sueño y finalmente desaparece justo antes de que ella despierte y le vea físicamente. De ahí que sus sueños sean siempre tan vívidos.
—Sé que no adoras este tema Evan pero... —titubeó mi hermano indeciso. Le miré y como si nuestras mentes estuvieran conectadas, adiviné el rumbo de sus pensamientos aunque deseaba equivocarme.
—Suéltalo Athan, imagino por dónde van los tiros pero dilo, no muerdo —le animé a continuar.
—Los tres sabemos que no es la primera vez que sueñas cosas extrañas. No ha sido con Amadeus la primera experiencia... antes de que ni siquiera le conocieras, hace años ya tenías ese tipo de sueños.
Vi que mi madre, de acuerdo, asentía con la cabeza.
—Sí, pero una cosa es un simple sueño, otra cosa es lo que ahora está ocurriendo. Siendo así, la nueva cuestión sería: ¿cómo puede ser que sin estar consciente viaje hacia otro lugar sin tener ningún conocimiento sobre cómo hacerlo, sin saber que eso es realmente posible y sin saber que estoy haciéndolo?
—Esa respuesta puedo dártela yo, si lo deseas —sonó aquella voz a nuestras espaldas.