LA FRONTERA HACIA LO INFINITO.

 

 

 

 

Esta vez os puedo asegurar que el susto ante su voz e imagen fue mortal. Quizá podáis creer que exagero ya que no era la primera vez que le veíamos, pero imaginadlo mentalmente por un momento: todavía era de noche y nos encontrábamos relativamente enfrascados hablando acerca de temas extraños y conversaciones que terminaban en insólitos y disparatados descubrimientos, que verle produjo en nosotros algo más que pavor. Sobre todo cuando había aparecido de la nada, sin más, sin ningún tipo de sonido o señal que precediera su posterior presencia, puesto que normalmente sentía algo antes de que apareciera, quizá una leve y fresca brisa, quizá un pequeño crujido o cualquier tipo de sonido que me alertaba de que en segundos aparecería su figura. Quizá si había ocurrido y al estar tan metidos en la conversación no nos hubiésemos dado cuenta. O quizá él había vuelto a olvidar que no era humano. Apostaba más por la segunda opción.

Ahora puedo reírme al recordarlo e incluso pensar que fue una escena algo cómica, de película incluso, pero os confesaré que en aquel momento en el que su presencia nos cogió de imprevisto reír fue lo único que no hicimos. Mi madre y yo dejamos escapar un espantoso grito que, aunque lo intentamos, no pudimos reprimir. Mi hermano en cambio, chilló como una nena acorralada en un callejón sin salida en plena noche intentando que su voz llegue al mayor territorio posible, fue tanto el susto que sufrió que debido a la brusquedad de su acto reflejo cayó de espaldas desde el sillón donde se encontraba para luego maldecir y soltar una buena sarta de improperios que dolían hasta de escuchar y que por tanto no voy a escribir.

Si hay algo que me molesta y me rompe los tímpanos quebrándolos, es la forma de gritar que tiene mi hermano, esa forma histérica y aguda que a veces emite cuando quiere juguetonamente provocarme, hacer que el corazón casi me estalle del susto o hacerme reír ante el tono de su grito que no era nada similar al de su potente voz. Esa enorme diferencia entre su voz de barítono y el grito de nena histérica, provocaba de forma inevitable que rompiera a reír en estruendosas carcajadas hasta el límite en que tenía que doblegarme por la cintura debido a la risa llegando a tal punto que a veces me dolía el estómago. En definitiva, no es un grito que jamás imaginarías que pudiera salir de aquellos pulmones que siempre emiten una voz tan grave y que no hace juego con su imagen. Si escuchases ese grito sin haber visto de donde procede, jamás lo relacionarías con mi hermano. Jamás.

Hay que comprender que aunque ya habíamos visto a Amadeus, sabíamos en parte lo qué era y tanto mi hermano como nosotras siempre habíamos sentido mucho respeto hacia aquellos temas. Creo por eso que nuestra reacción estaba dentro de lo normal. Podría decir lo típico de que ante nuestra reacción el rostro de Amadeus pasó del blanco al amarillo, del amarillo al verde, del verde al morado y así sucesivamente, pero os mentiría. En su cara más bien se reflejaba un auténtico pesar ante lo que provocó en nosotros: miedo. Pues no podemos olvidar que se trataba de un fantasma por mucho que nosotros pudiéramos verle y oírle.

—Lo... lo siento... —balbuceó en un tono realmente apesadumbrado y con una voz apagada y entrecortada. Su rostro aparecía desencajado ante la visión de los nuestros—. A veces olvido por un momento lo que soy, a veces no puedo evitar actuar como si fuera normal, como si todavía fuera un humano más. Con vuestro permiso, me sentiría mejor si pudiera remediar mi error —concluyó de forma caballerosa.

Y dicho esto, volvió a desaparecer dejándonos más intrigados que nunca. Pero aunque le conocía poco tiempo me sentía como si fuera al contrario y podía intuir que sería lo que ocurriría a continuación y sonreí para mis adentros. No me equivoqué en mi anterior explicación: olvidó que no es humano.

—No me jodas que... —empezó a decir mi hermano como si hubiera adivinado lo que pasaría momentos atrás.

—Sí Athan, te jodo —le corté sonriendo, en cuanto sabía lo que iba a decir—. Apostaría algo a que ha ido a llamar al timbre con el fin de reparar su pequeño error como él lo llama, no es necesario por supuesto, pero sólo así se sentirá mejor consigo mismo y con nosotros.

—Para él es como una disculpa. Está realizando tantas acciones impropias de su naturaleza que a veces olvida su verdadera identidad —dijo mi madre sin ocultar cierto pesar.

Adiviné por donde iban los tiros, pues dicho aquello sonó el timbre. Me dirigí rápidamente a abrirle invitándole a entrar.

—Buenos días, mi amada. ¿Me permitís entrar y conversar con vosotros? —me dijo de manera solemne, ante lo que no pude evitar que asomara mi sonrisa contenida ante tanta y exagerada formalidad como si estuviera frente a un caballero de otra época.

—Sabes que siempre eres bienvenido Amadeus. Yo... nosotros... lo de antes... —no sabía cómo decirlo sin que sonara de manera violenta. Como bien podréis intuir no podía decirle: lo siento, eres un fantasma y nos has asustado con tu presencia inesperada. Demasiado violento y fuera de contexto.

—Evangeline —se adelantó para decirme tiernamente—, el que tiene que disculparse soy yo porque la forma en la que he aparecido no ha sido la más sensata y menos a estas horas y sin previo aviso. Por tanto, no puedo aceptar tus disculpas cuando no tienes motivo para ofrecérmelas, en cambio yo sí te ofrezco las mías —dijo mientras depositó un suave beso en mi frente, tomando mi rostro entre sus manos suavemente, como si fuera algo frágil que debías cuidar.

Nos dirigimos a la sala de estudio donde nos esperaban mi madre y mi hermano. Pero antes de atravesar la puerta sentí sus brazos apremiantes a mi alrededor, sus manos reposadas en mi cintura la movieron para voltear mi cuerpo hacia su dirección, acercarlo al suyo con suavidad para dejarme con la miel en los labios después de aquel inesperado pero dulce y cálido beso.

—Esta es una de las cosas que me hacen sentir vivo y olvidar lo que realmente soy —susurró en mis oídos con aquella potente voz produciendo en mí escalofríos y unos deseos refrenables de aferrarme a él y no despegarme de sus sedientos labios que suspiraban cerca de mí, haciéndome sentir su aliento, respirando en un suspiro compartido.

Irrumpimos en la estancia y se presentó ante mi familia, que quedó anonadada y con los ojos abiertos como platos ante su cordial saludo, pues no estaban habituados a contemplar algo así, fuera de lugar ya que la caballerosidad y gentileza se iban perdiendo con el transcurso del tiempo. Se posó frente a ellos saludando de la manera más caballerosa posible: se dobló por la cintura a la vez que con la otra mano hizo como si ondeara al viento una capa invisible recordándome a los caballeros presentes en las películas u obras de teatro que representaban historias de épocas pasadas. Muy pasadas. Si hubiera llevado un atuendo clásico que imitara aquellos tiempos hubiera estado completamente de acuerdo en que aquella era la época a la que pertenecía y en la que encajaba. Si hubiera estado sobre un escenario habría admirado su capacidad de interpretación y lo hacía de un modo tan natural que parecía que hubiera vivido en aquel tiempo.

—Me presento ante vosotros para aclarar vuestras dudas, que no son precisamente pequeñas; si me lo permitís —se dirigió a nosotros tres.

—Estaremos encantados de que seas tú quien nos aclare todo y nos hagas ver un poco más de luz —le dijo mi madre lo más amablemente que pudo mientras con un gesto de la mano señalaba un sillón invitándole así a sentarse.

—Recordáis cuando os dije que todo a su debido tiempo. ¿Verdad? —hizo una breve pausa en la cual asentimos con un gesto de cabeza y continuó—. Como bien sabéis estoy actuando de una forma en la que no debería, por ello, si hablaba demasiado acerca de mi lugar y sus leyes estaría arriesgándome más a perder lo que ya he obtenido —dijo mientras me miraba—. Tenía que tener paciencia y dejar que vuestras mentes trabajaran al unísono y encontraran la respuesta. Siendo así, yo no habría delatado nada que no debo nombrar porque seríais vosotros quienes lo habríais descubierto y confiaba plenamente en que lo hicierais, pues habéis demostrado siempre ser un gran equipo. Llegados a ese punto ya podría hablar del tema sin temor a ser oído por ellos y por tanto descubierto. Ahora, es el momento que tan ansioso esperaba y en el que puedo hablar abiertamente sobre ello. Pues la información no ha salido de mis labios, sino que vosotros la habéis descubierto.

—¿Has estado presente durante toda la conversación? —le pregunté curiosa.

Por un segundo, sus ojos parecieron abrirse como platos a causa de la sorpresa. No era mi intención reprimirle por haber estado presente de algún modo y nosotros sin tener constancia de ello, era sencillamente, para evitar tener que repetir algo que ya hubiera oído.

—Prácticamente sí —suspiró—, es como si tú y yo Evangeline, estuviéramos conectados. Pronunciaste mi nombre y me necesitabas, ese sentimiento de llamada, de necesidad llegó a mí, por eso supe que requerías mi presencia y acudí en tu búsqueda. Lo siento, la conversación empezaba a coger el rumbo que esperaba y necesitaba escuchar vuestras opiniones al respecto. Y cuando hablé, me sentía tan metido en la conversación que olvidé que desconocíais mi presencia.

—No pasa nada, solo deseaba saber hasta qué punto habrías escuchado para no volver a repetirme —le sonreí tranquilizadora—. Entonces, todo lo que hemos estado hablando momentos atrás, ¿es cierto? —le pregunté.

—Habéis llegado a la conclusión correcta en todo momento Evangeline. Y ahora puedo especificar: cierto es que no debo ni debería nunca estar aquí como tampoco debería haber sido visto por nadie más, pues ya es suficiente peligroso mostrarme ante una sola persona; pero como dije antes, hay sentimientos en mí que me hacen olvidar lo que realmente soy y por ello he cometido errores que en mi mundo son imperdonables.

—¿Y ese es el motivo por el cuál le dejabas señales en su camino y debías trasladarte junto a ella a otro lugar seguro donde poder estar a su lado? —preguntó mi hermano, aunque más que una pregunta fue una afirmación.

—Así es Athan, deseaba tanto estar a su lado y dirigir mi voz hacia ella en un lugar donde pudiera oírme, que debía hacerlo en territorio seguro. ¿Y qué más seguro que el mundo de los sueños, el lugar de lo infinito donde la vigilia y la realidad pasan a un segundo plano? En caso de suceder algo o que me hubieran interrogado habría tenido una coartada: yo no estaba allí, era un simple sueño.

—¿Quiere eso decir que estás siendo observado a tiempo real en cada momento, estés donde estés? —preguntó esta vez mi madre.

—Sí y no. No tenemos una observación constante las 24 horas del día aunque eso no quiere decir que no la tengamos. Es como en vuestro mundo en el cuál política y económicamente debéis cumplir con vuestro deber si no deseáis ser sancionados. Si yo llevo a cabo alguna acción prohibida o ilegal, yo mismo me estaré delatando y entonces si pasaría a estar siendo observado a cada milésima de segundo. Dependiendo también de la gravedad del error que esté cometiendo.

—Por tanto, quiere eso decir que cuando hacéis algo indebido lo reciben y tienen constancia? —le preguntó Athan asombrado.

—Athan, visualiza un mapa mundial mentalmente. Imagina que tan sólo uno de los millones de habitantes realiza una acción impropia que está completamente prohibida y penalizada severamente, es el único que lo está haciendo. Imagina entonces que en el lugar donde se encuentra Odon aparece un punto de color rojo chillón, que como si fuera una luz, no deja de parpadear intermitentemente, les está advirtiendo de que alguien está rompiendo una de sus leyes. ¿Me comprendes mejor ahora? Es como si gritara a los cuatro vientos lo que estoy haciendo. Y al ser el único que grita, no es difícil distinguir mi voz.

—¡Vaya...! Creo que voy comprendiéndolo mejor, por eso tomas tantas medidas de seguridad para que no perciban aquello que estás haciendo —dijo Athan.

Amadeus asintió complacido al comprobar que Athan por fin le comprendía a la perfección.

—Por eso nunca querías hablar conmigo públicamente arriesgándote a que me vieran hablando sola y tener que dejarte ver para evitar que me tomaran por perturbada. No sólo por mi seguridad, sino por los dos. Por eso tus mensajes, tus apariciones... creo que cada vez que descubro algo nuevo de tu mundo voy comprendiendo mejor el modo en el que actúas velando siempre por nuestra protección, es como si poco a poco fuera resolviendo una desconocida ecuación donde tuviera que desvelar las incógnitas —le dije cuando aquellas escenas me vinieron a la mente.

—Estás completamente en lo cierto Evan. No podría permitir jamás que por mi culpa te tomaran por algo que no eres. Tampoco podía arriesgarme a que me viera alguien que me conocía en vida, como bien podrás imaginar el riesgo sería muy elevado, ya que este lugar es donde transcurrí mi vida humana.

—Con respecto al mismo tema pero con una cuestión diferente: ¿qué ocurre si reciben conocimiento de lo que has estado haciendo? ¿Y si alguien más de ellos conoce tus asuntos? —le preguntó esta vez mi madre mostrándose inquieta.

—Ese es el peor de los problemas si te detienes a pensarlo Helen. Si sólo yo actúo mal recibiría una especie de ultimátum, un aviso como el que le das a un niño pequeño diciéndole o recordándole que lo que hace no está bien y por tanto no debería hacerlo más. Lo peor del asunto es si alguien decide seguir mis pasos y dejo de ser el único.

—¿Qué ocurriría en ese caso Amadeus? —le pregunté asustada ante el temor de que pudiera pasarle algo —¿A qué especie de castigo te refieres con ser sancionado?

—He roto muchas leyes Evan. Me he enamorado inevitablemente de ti aunque luché en mi fuero interno por detener ese sentimiento, me he dejado ver por ti, por tu familia, tu amiga Eloise, tus vecinos. He roto las peores reglas: dejarme ver, tener contacto con humanos y lo peor de todo: enamorarme de uno de ellos.

—Lo que tampoco acabo de comprender es... siempre te veía Evangeline, pero ahora mismo te vemos en tiempo real.

—Con Evangeline no necesito materializarme, me ve sin necesidad de ello. Con vosotros debo materializarme y por ello me estáis viendo ahora mismo.

—¿En qué situación te encuentras ahora mismo? ¿Has recibido alguna notificación o ha ocurrido algo? —continuó mi madre.

—Si continuo mi camino es como si les estuviera provocando, porque a pesar de saber que no debo hacerlo continuo haciéndolo, por eso romper las leyes o más bien continuar rompiéndolas es como si me estuviera rebelando contra ellas.

—¿Y qué tipo de castigo pueden imponer ante el incumplimiento de esas leyes? —intervino nuevamente mi hermano, sin ocultar tampoco su preocupación.

—Dependiendo de la situación que me rodee Athan. Si fuera el único recibiría un aviso para no volver a hacerlo más y evitar que alguien se una a mí. Pero si hay más que siguen mi camino... —dijo ladeando la cabeza negativamente—, las cosas pueden ponerse realmente feas y dejarían de ser benévolos para pasar a ser justo lo contrario —dejó la frase sin terminar por un motivo que todavía desconocía.

—Y continuas haciéndolo... —especulé preocupada.

—No he recibido ningún aviso —me dijo sonriendo de forma pícara y guiñándome un ojo—, al menos por ahora.

—Creo que acabas de delatarte a ti mismo nuevamente, has dicho “si fuera el único”. ¿Quiere eso decir que hay más que han empezado a seguir tus pasos? —le pregunté.

—Muy perspicaz, en efecto deseaba que lo descubrieras por ti misma. El problema Evan, es que como en todos los lugares del mundo, la gente habla, comenta y la voz con mi historia llega a muchos destinos pero por el camino se distorsiona. Aun no me consta que lo estén haciendo, pero sé que lo planean, lo desean, lo puedo ver en sus miradas, su nerviosismo reciente, sus síntomas.

—Desean fervientemente seguir tus mismos pasos, puedo suponer —dijo nuevamente mi hermano.

—Inevitablemente así es. Ahora muchos de ellos al comprobar que he podido hacerlo desean seguir mis pasos y ese es el problema Athan. Que si siguen mis pasos todo cambiará radicalmente.

—¿Podría considerarse como una rebelión? —preguntó mi hermano.

—Más bien lo sería porque todos se estarían rebelando contra las normas que conforman nuestro mundo, normas que son establecidas para que éste no pierda el equilibrio que lo sostiene en armonía.

—¿Qué ocurriría en ese caso? —le pregunté temiendo la respuesta.

—Mi sentencia sería la peor puesto que se me consideraría como el pionero, como el líder en cuestión por ser quien ha empezado todo este asunto. En definitiva: el infierno. Ese sería mi destino Evan.

 

Tras unos momentos de silencio, cavilaciones y una conversación familiar que se prolongó hasta convertirse en algo que parecía no tener fin, mi madre y mi hermano decidieron que era hora de zanjar el tema, se despidieron de nosotros y muy sutilmente nos dejaron solos en la estancia y marcharon a sus quehaceres. Aproveché aquel momento de paz en que estuvimos solos, pues era mi oportunidad de hablar sin trabas que me lo impidieran o cohibieran mis verdaderos pensamientos.

—Entonces... ¿Qué es lo que ocurrió exactamente anoche? Quiero decir, en tiempo real, en esta dimensión —le pregunté sintiendo como me ardía la cara en cuanto pronuncié aquellas palabras.

—Estuve contigo, eso fue real. Aparecí y estuve a tu lado, a tu lado literalmente—recalcó—, hasta que entraste en el mundo de los sueños donde yo te acompañé a soñar y me aventuré contigo en ellos.

Oh tranquila, no hicimos nada, si a eso te referías exactamente —añadió en cuanto vio que me había ruborizado ante tal cuestión—. Jamás iría tan deprisa Evangeline. Puedes llamarme anticuado o romántico quizá, pero no, no lo haría al menos de eso modo y menos todavía amándote como te amo, de verdad.

Suspiré. Al menos ya sabía que era lo real y que entraba en la ficción.

—¿Pensabas que...?

—En realidad no sabía que pensar Amadeus, me sentía un tanto confusa perdida entre la realidad y un sueño sin poder ser capaz de distinguir quien era quién. Sabía que habías estado conmigo, pero no sabía hasta qué momento estuviste en la realidad.

—Cierto es que te quiero y que me pierdo entre tus besos sintiendo incluso que me arrastran hacia otro tipo de infierno, pero no soy así. No tan deprisa. Además, yo jamás lo vería como la ocasión ideal, merecerías algo mejor que ese momento.

—Me parece más que estupendo pero me pregunto, tan sólo por curiosidad: ¿Qué es aquello que te hace no querer ir tan deprisa? Otro en tu lugar ya hubiera deseado dar ese paso y más si hubiera tenido cualquier ocasión. Una ocasión quizá tan perfecta como la de anoche... nadie que pudiera molestarnos, una habitación, los dos solos...

Pareció ofendido ante mis palabras.

—Yo no soy otro ni ese otro estará jamás en mi lugar y por tanto, jamás será capaz de comprender mis motivos. Te quiero de verdad, no eres un mero objeto, deseo o triunfo para mí.

—Lo sé pero me besaste tan... —me interrumpí sin saber cómo seguir.

—Dilo, no muerdo —me sonrió animándome a seguir—, deseo saber qué pasa por tu cabeza. No deseo que nada te inquiete, si está en mi mano impedirlo.

—Me besaste de manera tan apasionada... ¿Eso fue real o tan sólo fue un bonito sueño? —le pregunté todavía confusa.

—Fue real, te besé como nunca hubiera besado a nadie más, te besé como aquello que buscaba y nunca tuve en vida. Te besé, te amé y te acuné hasta que te quedaste dormida entre la cuna formada por mis brazos y fue tan maravilloso para mí, que hubiera dado mi vida nuevamente por poder dormir y que fuera contigo a mi lado —dijo esta vez como si recordara un hermoso sueño, acariciando una de mis mejillas suavemente—. Pero luego tuve que marcharme para mi desgracia, el deber y la obligación llamaban a mi puerta.

—¿Tus padres? —le pregunté inquieta.

—Sí, mis padres —su tono de voz me pareció preocupado. Intuí que algo iba mal por el modo en que habló.

—¿Ocurre algo con tus padres? ¿Se encuentran bien? 

—Mi madre no ha pasado una buena noche. Sus peores recuerdos dormidos despertaron con más fuerza que nunca para torturarla sin piedad.

—Y esos recuerdos imagino que se trataban de ti —le dije aunque imaginando la respuesta.

—Así es Evangeline. ¿Sabes? Mi madre siempre ha creído que hay vida más allá después de esta, siempre ha creído que yo estaba entre ellos aunque de otra manera, mantenía esa esperanza porque solo así podría volver a verme en cualquier momento y lugar. Necesitaba creer que me vería en algún momento de su vida. Pero el hecho de no poder verme hace que no pueda soportarlo. La tristeza la inunda por completo y queda sumergida en ella como en un pozo en el que la salida resulta tan inalcanzable como una estrella.

—No imaginas como la comprendo, ese vacío, ese anhelo de ver a alguien que no está, que jamás volverá a estar... debe de ser muy duro para ellos.

Miró el reloj de la pared y la pena cruzó su semblante.

—Te propongo algo: no deseo irrumpir en tus estudios, pues mientras los humanos lo ven algo tedioso y lo aborrecen, yo daría lo que fuera por volver a tener la oportunidad de ir a clase porque eso supondría que estoy vivo. Así que propongo que sigas tu rutina de hoy como cualquier otro día y de ser posible, a la salida te recogeré en nuestro lugar de encuentro o vendré a visitarte. ¿Te parece bien? —me sonrió.

Miré el reloj odiándole pese a no tener la culpa, pero siempre pasaba el tiempo velozmente cuando más deseaba que hiciera lo contrario.

—De acuerdo, te veré a la salida o más tarde entonces y aunque suene cursi y exagerado ya estoy deseando que llegue la hora, continuar a tu lado y conocer más cosas sobre ti—. ¿Qué ocurre? —me interrumpí y le pregunté nerviosa cuando me di cuenta de que me miraba con suma fijación, y palpándome la cara como si hubiera algo extraño en ella—. ¿Por qué miras así? —seguí sin poder evitar esconder un amago de sonrisa.

—A veces te miro y aun no puedo creer que estés ahí, que mi sueño se encuentre enfrente mía, mirándome a mí directamente. Jamás podría desaparecer para siempre, es por eso que estoy dispuesto a rebelarme contra todo lo que se entrometa en mi camino con la intención de impedirme seguir avanzando. Eres mi sueño y eres un sueño tan hermoso y perfecto que no deseo despertar jamás.

Quedé sumergida en la profundidad de sus palabras y lo que ellas significaban. Me besó y desapareció, desapareció literalmente como una voluta de humo arrastrada por el oscilante viento y lo hizo seguramente con la intención de no hacerme perder más tiempo. De lo contrario estoy casi segura de que habría dirigido sus pasos hacia la puerta. Pero teniendo en cuenta la seguridad de no dejarse ver no sería la opción más correcta sobre todo en aquellas horas es las que la gente empezaba a salir de sus casas camino al trabajo o estudios. Así que, con mala gana, me dirigí a cumplir con mi palabra.

 

 

 

 

 

 

 

La conspiración de los ángeles
titlepage.xhtml
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_000.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_001.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_002.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_003.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_004.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_005.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_006.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_007.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_008.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_009.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_010.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_011.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_012.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_013.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_014.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_015.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_016.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_017.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_018.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_019.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_020.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_021.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_022.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_023.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_024.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_025.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_026.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_027.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_028.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_029.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_030.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_031.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_032.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_033.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_034.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_035.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_036.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_037.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_038.html
CR!X7G41Y08MD03SAPVC33Y0DMWX2J2_split_039.html