Capítulo
14
Melanie nunca creyó que se sentiría tan libre al cerrar la puerta de su oficina, era como una pecera y su pequeño rincón de punto ciego era como estar al resguardo entre las algas, no se iba a engañar, había ido moviendo los muebles estratégicamente para que desde afuera no se viera absolutamente nada.
—¿Te vas a quedar ahí parada? —Le preguntó William antes de tomar asiento.
—No. Por supuesto que no —Dijo arreglándose el cabello tras la oreja. Le pareció que a William ese gesto lo hizo sonreír—. Tu rostro luce mucho mejor.
—Sí, estoy recuperando mi forma humana —Bromeó sentándose finalmente.
—Puedo verlo —Melanie también tomó asiento—. Bien —Dijo y volvió a su tono profesional—. ¿Qué crees que haya sido relevante en tu vida tras los acontecimientos con Clare?
—Nada, realmente. Mantuve mi vida lo más normal que pude, me gradué de la secundaria. Saqué una carrera en ciencias actuariales, trabajé, me alejé de mis padres porque… Me recordaban constantemente a Clare, y conocí a Kate —Hubo un silencio en el que sus miradas no se abandonaron—. Así que básicamente hemos llegado al punto en el que comenzamos.
Lo que significaba, pensó Melanie para ella misma, que estaban al final del camino, y que sus sesiones no tenían porque seguir ya que William era un paciente que estaba consciente de su situación, que había superado los momentos duros de su vida y que si por alguna razón salía libre se adaptaría perfectamente a la sociedad.
—No quiero que termine —Dijo de pronto William, mirándola suplicante.
—¿Qué?
—Te contaré cada día de mi vida, cada experiencia por tonta que haya sido, pero no quiero terminar mis sesiones contigo. Dios, creí que tardaría más en romper mi promesa. Ni siquiera cumplí una semana, pero si no te veo más…
—Yo tampoco quiero que termine —Dijo ella sin reprimirse.
William se acercó a ella y le acarició la mejilla.
—Melanie…
—No sé qué me está pasando, William. No debería sentirme así contigo —Dijo disfrutando el toque, incluso se atrevió a posar sus manos en el antebrazo de él y acariciarlo—. Pero sé que no podría dejarte ahora.
Ella sintió el tirón en su brazo y como William la llevó al espacio donde antes habían estado abrazados, fue un movimiento sincronizado, ella alzó los brazos por sobre su cabeza y William la atrapó entre su pecho.
—Nos gustaba estar en el parque —Era miércoles y Melanie estaba
nuevamente en el sofá con William frente a ella, pero él estaba
disfrutando de un sándwich que ella misma había traído de su casa—.
Y de pronto Clare comenzó a tratar de dirigir a unos patos para que
comenzaran a bailar como en el lago de los cisnes —William
sonrió.
—Ella era tan dulce —Comentó Melanie. En su último encuentro no habían hablado mucho, pero en éste, William había querido hablar de sus mejores recuerdos de Clare.
—Sí. Y tenía una imaginación vivaz. Perdí la cuenta de cuantos amigos imaginarios hacía en un día. Volvía loca a mamá —Sonrieron y él dejó el sándwich—. Melanie, estaba delicioso y te lo agradezco, pero no puedo más.
—Está bien. Será mi cena —Dijo aceptando el resto del sándwich, lo envolvió y guardó en su nevera. Cuando se volvió, William estaba en su espacio con los brazos alzados esperándola, ella sonrió y de dos zancadas estuvo abrazada a él nuevamente.
—Los mejores 15 minutos de nuestras sesiones —Le dijo William apretándola. Nunca habían hablado mientras se abrazaban y que él lo hiciera la hizo sentir aún más cómoda.
—Te voy a extrañar estos días.
—Yo también —Y sintió como William posaba los labios sobre lo alto de su cabeza, lo abrazó más fuerte. No sentía que el no haberse besado aún fuese una mala señal, simplemente lo que estaban viviendo era algo nuevo, para ambos, e irían paso a paso—. Voy a extrañarte mucho.
—Y yo a ti —le dijo. Pensando, aunque estaba segura que no encontraría solución, en la forma de poder verlo más a menudo. Dos veces a la semana era muy poco, pero crearle cualquier trastorno para verlo más días podía ser sospechoso e incluso perjudicial para él. Irlo a visitar era una locura, incluso pensarlo.
Cuando ella miró el reloj de pared que había puesto el día anterior se apartó de William que esperó a que ella alzara de nuevo los brazos para desembarazarse del abrazo.
—Cuídate en estos días, Melanie.
—Y tú, no te metas en problemas.
—No lo haré si nadie te hace daño.
Ella negó sonriendo.
—Incluso así quisiera que te mantengas lejos de los problemas, si vuelven a castigarte tendría que robar una farmacia para traerte más analgésicos.
—Y como no sé qué clase de castigo te impongan si llegan a atraparte, entonces evitaré los problemas, no quisiera que te alejaran de mí para recluirte en alguna prisión femenina.
—Eso es una cruel pero graciosa broma.
—Hasta el lunes, Melanie.
—Hasta el lunes.
Un beso, a ella le habría encantado un beso, pero William salió como todos sus pacientes: esposado y escoltado.
De alguna manera, Melanie terminó tarde la jornada del día,
comenzó a recoger sus cosas del escritorio y recordó el sándwich
que quedaba en la nevera, cuando iba a guardarlo recordó otro
sándwich, uno que había compartido lo que le parecía era mucho
tiempo atrás, con José, en esa misma oficina. ¿Dónde se había
metido él esos días?, se preguntó mientras cerraba la puerta y
andaba hasta las escaleras.
La última vez que recordaba haberlo visto, había sido exactamente una semana antes, en la mañana cuando él se había despedido en el estacionamiento.
Melanie hizo más memoria, era imposible que José no le tocase guardia en su piso al menos una vez a la semana, ¿acaso volvía a evadirla?, ¿él había decidido no cruzarse con ella tras la conversación en la que habían quedado en sólo tener una relación de compañeros de trabajo?
El camino fue pesado para Melanie, pero cuando entró a la zona poblada decidió que tenía que averiguar ese mismo día donde estaba Maldonado, pues su mente, adaptada a las circunstancias la llevó a los peores escenarios posibles: José podría haber sido lastimado en alguna trifulca penitenciaria.
Estacionó el Zephyr frente a la casa de José y se dirigió hasta la puerta, aunque sospechó que sería en vano pues dentro no había ni una sola luz encendida que indicara que había alguien allí. Se quedó una hora frente a la casa, esperando, pero nada. Nadie salió o entró.
Entonces, ¿Dónde estaba José?, ¿Qué le había pasado? y ¿Por qué se sentía tan desprotegida al percatarse de que José no estaba cerca?