Capítulo

29

 

Al recuperar la conciencia estaba en la peor situación posible, atada con cables de sus propios electrodomésticos a una silla de su propio juego de comedor, las partes de su cuerpo golpeadas latían, el dolor se propagaba como una enfermedad, el sabor a sangre estaba en toda su boca y el espeso líquido resbalaba por su barbilla mezclándose con las lágrimas que le nublaban la vista.

William… Nathan, caminaba a lo largo de la mesa arrastrando los dedos por los recortes de periódico hasta que llegó a la fotografía de Clare, Melanie gimió al ver la expresión en el rostro de él, el odio era casi palpable, un odio desmedido y desproporcional por una niña de 5 años que además estaba…

—Dios mío… —Sollozó y William centró su atención en ella.

—Creo que le mentí un poco, doctora —Confesó el hombre sin ápice de arrepentimiento en su voz.

—Fuiste tú —Sollozó Melanie —. ¡Tú mataste a Clare! —Gritó, y la rabia que sintió la hizo dar un tirón para liberarse aporreando sus extremidades atadas. William llegó hasta ella y se situó detrás de la silla, hablándole al oído.

—No grites, Mel —Le susurró, tratando de taparle la boca—. No todavía.

—¡Eres una bestia! ¡Un maldito psicópata! —La voz se le quebró, ella había dejado que él la engañara y no sólo eso… Quería vomitar.

—Mi dulce, Melanie — Le susurró acariciando su cuello—. Ella debía morir. Me ponía enfermo —Dijo rozando los labios en el hombro de ella.

—¡No me toques! —Melanie estaba fuera de sí. Eso era una pesadilla y tenía que despertar—. ¡Quítame tus asquerosas manos de encima!

William rió en tono grave.

—Recuerdo que hasta hace poco querías exactamente lo contrario —Melanie lo miró con odio—. Parecías una perra en celo —Escupió William, jalándola del cabello y echando su cabeza hacia atrás—. ¡Eres una perra! —Le dijo con los dientes apretados jalando más fuerte y soltándola con violencia, la silla se tambaleó y cayó al piso. William no tuvo ningún cuidado cuando pasó sobre ella rumbo a la cocina. Melanie oyó como registraba los gabinetes—. Bonito juego de cuchillos, Mel —Los pasos volvieron y con una fuerza asombrosa William recolocó la silla.

Indudablemente ya no había rastro de razón en él, William estaba completamente desequilibrado… e iba a matarla. Aún así, Melanie quería aferrarse a la vida.

—¿Por qué yo? —Preguntó con una mezcla de emociones en su tono. William no le respondió, sólo la miraba de forma penetrante e hipnótica. Era esa mirada la que la había llevado a ese momento, a caer bajo un brumoso encanto, a amar a un hombre inexistente. William la había hecho dudar de su cordura y ella necesitaba saber por qué—. ¡Maldita sea, me lo debes!

William se detuvo frente a ella y sus dedos fueron suaves cuando le recorrieron la línea de la barbilla hasta hacerle levantar la cara para que lo mirara.

—Me la recuerdas demasiado —Soltó él de pronto, Melanie apenas reaccionó cuando William volvió a tirar de su cabello y un grito ahogado de espanto abandonó su garganta cuando los mechones irregulares de cabellos iban deslizándose por su cuerpo hasta el piso. William le estaba cortando el cabello con el cuchillo. Los sollozos empezaron a salir de manera incontrolable—. ¡Cállate, maldita perra! —Le dijo pateándole las piernas—. Siempre estás hablando, siempre quieres dar tu maldita opinión y demostrar que eres muy inteligente. ¡Eres igual a ella!

—Déjame ir, por favor —Pidió—. No diré nada. Incluso puedo ayudarte a escapar, pero…

            —¿No te mato?

            —¿Cómo puedes hablar con tanta facilidad de matar?

            —Con la misma que los demás hablan de vivir —Melanie sollozó, dio gracias a Dios por lo hermoso de su vida y alzó la mirada para enfrentar a su verdugo.

            —Creí en ti. Moví cielo y Tierra para ayudarte… —Sollozó de nuevo—. Arriesgué todo para ayudarte, mi carrera, mi reputación… mis amigos…

            —¿Tus amigos? —Preguntó—… la abogada. Ella sí que no cayó. Tal vez deba buscarla luego de que termine aquí. Sabe demasiado —William hablaba como si todo aquello fuese divertido para él y Melanie sólo podía esperar que Carlie y José se estuviesen divirtiendo tanto como para no regresar, si a ellos les ocurría algo sería sólo su culpa—. ¿Ahora vas a rogarme que no le haga nada a tu amiga?

            —Por favor… —Pidió con un gemido de dolor.

             William sonrió.

             —¿Eso es todo lo que puedes hacer? ¿Y por tu otro amigo? —Melanie se tensó más y miró a William directamente a los ojos—. Las paredes tienen oídos, doctora Rice. ¿Cómo no saber sobre lo que ocurría entre la psicóloga y uno de los guardias de San Severo? —William se colocó frente a ella—. ¿Cómo era su nombre? Ah, sí, Maldonado ¿cierto? —Melanie no se movió, su corazón estaba a punto de explotar— ¡Te hice una pregunta! —Exclamó William y Melanie sintió un agudo dolor en su brazo, el cuchillo ensangrentado reposaba en la mano de William— ¡Cuando te haga una maldita pregunta, debes responderme! —Y para afirmar su orden la golpeó con el dorso de la mano izquierda— ¡Tú eres mía! ¿Cómo te atreviste a engañarme con ese infeliz? No creas que hago esto por celos, es cosa de principios. Tú eres mi presa. ¿Dónde está él ahora, Mel?

            —No lo sé… —Respondió entre sollozos.

            —¿No lo sabes? Pero yo sí. ¿De dónde crees que saqué este uniforme?

             Melanie lo miró de los pies a la cabeza, era sin duda el uniforme de los guardias, pero pensar que era el de José la hizo sentir que moría. 

             —Por favor, por lo que más quieras —Y ella no tenía idea de qué podía ser eso—. No le hagas daño —William sonrió—. Estoy aquí. Hazlo. Mátame, pero déjalo, por favor. Mátame.

             William frunció el ceño.

             —Estás arruinando la diversión, Melanie —Dijo negando—. Quiero  verte sufrir —Le dio una bofetada que la hizo escupir—. Quiero que llores lágrimas de sangre —La volvió a golpear—. Cada mujer que maté, se lo merecía.

            —¡Ellas te amaban, idiota! —Exclamó.

            —¿Cómo me dijiste? ¿¡Me llamaste idiota!? —Gritó—. ¡No me llames idiota! —Exclamó. Melanie se encogió más en la silla presa del pánico cuando él se acercó de forma amenazante, pero William se alejó y comenzó a golpearse la cabeza con las manos—.  ¡No me llames idiota! ¡No me llames idiota! ¡No me llames idiota! ¡No me llames idiota! ¡No me llames idiota! ¡Tú eres idiota, perra! —Exclamó, pero no se lo decía ella, William estaba en un trance—. Mamá no está aquí para defenderte —Dijo mirando un espacio vacío—. ¡Bien, vamos a casa! En nuestras bicicletas… No es tan inclinado… Gallina —William rió maliciosamente—. ¡Dije que bajaremos en las bicicletas! —Gritó—. ¡No me llames idiota! —Volvió a gritar y sin más tiró una silla al suelo de una patada.

             Melanie gimoteó, así había muerto Clare. Él la había empujado por la colina.

             —No soy un idiota —Dijo sonriendo, él no parpadeaba. Se dio la vuelta hacia Melanie nuevamente—. Ellas no me amaban, amaban lo que ellas querían que yo fuese, amaban una fantasía… Como tú, porque tú me amabas ¿verdad, Melanie? Tú amaste la idea del hombre inocente, pero, mi dulce Melanie, tú querías amar la mentira.

            El disparo la hizo gritar, William se agarró el brazo derecho a la vez que el cuchillo caía al suelo, la siguiente detonación le dio en lo bajo de la espalda y la tercera en la pierna, la cual lo hizo caer. José llegó hasta William, lo hizo girar de una patada y lo apuntó justo a la cabeza. Él se retorcía del dolor de las heridas, pero miraba el arma con temor.

             —Ya acabó, Mel. Esta pesadilla terminó —Carlie la estaba desatando mientras le decía palabras reconfortantes que llegaban como una mala transmisión de radio—. La policía está por llegar… Fueron 5 prisioneros… Faltan 2… Este bastardo —La mirada de Melanie estaba en José, que no la había mirado directamente desde que entrara silenciosamente a la casa.

            —¡No! —Exclamó en cuando vio la decisión en el rostro de Maldonado de acabar con la vida de William en ese preciso instante—. No lo hagas, por favor.

            —Mel tiene razón —Apoyó Carlie.

             José no bajó el arma.

             —¡Mírala! —Dijo—. Mira lo que este maldito hijo de puta le hizo.

             Melanie sintió como las lágrimas corrían por sus mejillas.

             —Ya lo tienes. Ahora, noquéalo y baja el arma.

            —No iré a prisión por esto, Carlie. Tengo permiso para hacerlo.

            —Pero no lo harás porque ya es suficiente con el lío en el que estamos metidos. Piensa en Melanie.

            —¡En ella estoy pensado! —Gritó José, el disparo dio justo al lado de la cabeza de William, José cayó a horcajadas sobre él y lo golpeó con la culata repetidas veces.

            —Ya déjalo —Dijo Carlie desatando el último cable que Melanie tenía en los pies—. Quedó fuera de combate con el primer golpe —José se detuvo, se puso de pie y miró a Melanie con detalle. Ella no sabía cómo lucía, pero de acuerdo a la reacción de él, debía ser algo muy feo.

            —Vamos arriba, Mel —Sugirió su amiga.

            —¿Te tocó? —Melanie levantó la vista hacia José—. Me refiero a hoy, a ahora, él… ¿él abuso de… —Ella negó con la cabeza—. Bien, Carlie por favor, acompáñala a bañarse, cuando lleguen los demás probablemente querrán hacer fotos y luego no habrá tiempo, además se verán mejor las heridas si está limpia.

             Carlie asintió y trató de ayudar a Melanie a pararse, pero ella no podía.

             —Mel, ¿puedes ponerte de pie? —Para Melanie el aire se puso denso, su corazón comenzó a latir de forma irregular y el temblor de su cuerpo se hizo evidente. José la cargó en sus brazos y la llevó hasta el mueble de la sala. Se sentó junto a ella.

            —No sé por qué la gente hace esta pregunta estúpida pero ¿estás bien?

             Melanie miró a José y se quebró como una figura de porcelana.                 

             —No —Sollozó. De pronto las sirenas comenzaron a sonar y las luces de las patrullas se filtraron por las ventanas—. No estoy bien…