Capítulo

35

 

 

 

            Melanie corrió por las largas extensiones del jardín trasero, Carlie había sabido escoger la casa. Ella corrió hasta que sintió que sus pies no iban a poder más, hasta que el dolor en sus costillas y clavícula amenazaron con volverse a quebrar, pero fue suficiente. Cayó de rodillas y no lloró, sorprendentemente no había lágrimas, sólo… frustración y rabia… Y no sabía qué era peor.

             —Corres rápido —Dijo José sentándose a su lado. Melanie no lo miró.

            —No puedo creer que aún sigas por aquí —Dijo con tristeza—. No deberías. No te lo mereces —Confesó.

            José medio sonrió.

             —Carlie acaba de salir. El juicio empieza en dos días.

            —¿Sabes que quiero, José? —Preguntó.

            —¿Qué?

            —No ser yo —Dijo—. En estos momentos quisiera ser otra persona. No yo, o al menos no ser esta yo.

            —¿Por qué?

            —Porque siento mucho odio ahora. Y no me gusta…

             Ambos hicieron silencio por breves momentos.

             —Acabas de decir que no debería estar aún por aquí. Sí, tal vez no debería, pero, tal vez, sólo quiero estar por aquí.

             Melanie lo miró y le sonrió tristemente.

             —Tal vez necesitas un psicólogo. Yo no, por supuesto, pero otro…

             José sonrió.

             —¿Recuerdas el día que nos conocimos? —Ella asintió—. Ese día quería dejar el trabajo en la prisión. Me estaba consumiendo el ambiente de allí. Iba a hablar con el jefe de mi grupo y le iba a pedir que me cambiara a otro lugar, pero tú llegaste. Estabas cansada por subir las escaleras, te acercaste a mí. No recordaba que empezabas ese día, de lo contrario había estado preparado, pero no, estaba leyendo las noticias y fuiste a saludar.

     No puedo explicar lo que pasó pero sentí… Sentí… fuiste como una luz… lo más hermoso que había visto, quedé deslumbrado contigo. Y luego te conocí realmente, conocí a la mujer encantadora que moría por cambiar al mundo, que ayudaba a gente olvidada —Él soltó una risa baja—, que le llevaba muffins a los reclusos y compró una nevera ejecutiva para atibórralos con buena comida.

Esas son unas de las muchas razones por las que quiero estar por aquí —Hizo una pausa—. Porque espero que esa mujer resurja, quizá no ahora, pero pronto. Cuando puedas sacar todo ese odio de ti.

             Melanie sintió un nudo en la garganta.

        —Carlie y yo estamos aquí para ayudarte, de la forma que sea, de la forma en que lo necesites. Sólo tienes que decirlo…

             José se puso de pie y la ayudó a hacer lo mismo, ella sin pensarlo se abrazó a él de inmediato.

             —Todo lo que necesites.

             En los brazos de José, Melanie supo que pronto perdería todo por lo que había luchado en su vida, pero había algo que podía retener, por lo que aún podía pelear, porque era lo que más quería.

             —Todo lo que necesito eres tú —Se puso de puntillas buscando los labios de José—. ¿Todavía me quieres? —Preguntó en un susurró. José cerró los ojos y suspiró.

            —Estás jugando sucio, Melanie —Murmuró él casi sin mover los labios porque ella estaba besándolos.

            —Estoy a punto de perder muchas cosas, pero no creo que pueda soportar perderte.

            —¿Es cierto lo que le dijiste a Carlie?

            —¿Sobre qué?

            —Que ibas a terminar con él —Melanie asintió—. ¿Por qué? ¿Por qué ibas a hacerlo?

            —Porque... —Ella apartó la mirada— porque me di cuenta que tenía sentimientos por ti.

            José la agarró de la mandíbula y levantó su rostro para que lo mirara.

             —¿Qué clase de sentimientos? —preguntó con los dientes apretados, ella no sabía si él estaba molesto, pero que la otra mano la apretara más parecía una buena señal.

            —Tú sabes…

            —No. Yo no sé nada, Melanie.

            —José…

            —¡Maldita sea, Melanie! ¡Dilo!

            —Me equivoqué. Siempre fuiste tú y yo… Luché contra eso, porque…

            —¿Luchaste contra qué, Melanie?

             Ella lo miró intensamente, de la misma forma que él lo hacía.

             —Contra lo que me hacías sentir, contra las ganas de estar contigo, contra los celos que sentí cuando creí que salías con Carlie…

            —¿Entonces…

            —Siempre fuiste tú. No sé cómo explicarlo, José. Incluso cuando no parezca, creo que siempre supe que eras tú. Tal vez caí en la fantasía porque la realidad no podía ser tan buena para ser cierta. Tú eras el real —Soltó ella. José la miró unos segundos.

            —No te creo —Dijo él, pero una sonrisa estaba empezando a dibujarse en su rostro. Melanie le acarició la mejilla y se dejó contagiar por la picardía en la sonrisa disimulada de José.

—Y como la estúpida que soy, voy a esperar a que cambies de parecer, José Maldonado, porque lo harás. Lo sé. Vas a ser mío y entonces, no te dejaré ir. Nunca —Entonces José la abrazó tan fuerte que ella sintió que eran uno y cuando él la besó, Melanie supo que todo estaría bien en cuanto él estuviese a su lado.