Capítulo

23

 

 

Melanie fue a la puerta de su casa antes de que volvieran a llamar, Carlie estaba arriba, al parecer duchándose, llevaban casi una semana de monosílabo en monosílabo, salvo cuando ella le había dicho las acotaciones de William, que Carlie anotó sin entusiasmo.

—Hola, José —Dijo al abrir la puerta. José iba nuevamente de civil.

—Buenas noches, Melanie, ¿Cómo estás?

—Bien —Contestó, alegrándose de verlo—. ¿Quieres pasar?

—Seguro —Dijo.

—Siéntate, voy a servirte una limonada de las que tanto te gustan.

—Gracias.

Cuando Melanie volvió a la sala, ocupó el puesto más cercano a José.

—¿Qué va mal? —Preguntó él.

—Nada. Estoy cansada, eso es todo.

José se acercó.

—Dime que no tengo que ir a buscar al imbécil de tu novio para patearle el culo, por tenerte así.

Melanie lo miró.

—¿Mi novio?

—Sí, el idiota que trabaja tanto que nunca viene a visitarte.

—Ah, mi novio. Sí. No, no es él. Es en serio que estoy cansada, esta semana ha estado muy cargada en la prisión.

—Y que lo digas, esta semana hubo tantas riñas que casi lloré de emoción cuando llegó mi hora de salida. Me alegra poder salir esta noche para distraerme.

—¿Distraerte en mi casa? Al menos déjame ofrecerte una película.

José se sonrojó.

—Voy a salir con Carlie.

Melanie se quedó de piedra.

—¿Con Carlie?

—Sí, nos encontramos ayer en la tarde y me dijo que estaba un poco aburrida, así que vamos a salir. Si quieres nos acompañas.

—¿Y jugar a la tercera rueda? olvídalo —Dijo poniéndose de pie y yendo a la cocina, por alguna razón no le gustaba en absoluto la idea de que José saliera con su amiga.

—Melanie, ¿Qué pasa? —José la había seguido.

—No pasa nada.

—No lo parece. Ahora estás molesta.

Melanie comenzó a limpiar la isla de la cocina bajo la atenta mirada de Maldonado.

—Si quieres le cancelo —Dijo él, y sonó honesto. Melanie siguió limpiando.

—¿Por qué querría eso?      

La mano de José detuvo el restregar frenético sobre el mármol de la isla.

—No lo sé. Dímelo tú.

Se miraron. José era su amigo y ella necesitaba un amigo ahora que se sentía tan desprotegida, Carlie, al hacer su trabajo y resaltar lo del arma en el expediente de William le había quitado algo a su relación, Melanie se sentía frustrada, engañada y necesitaba a un amigo, pero Carlie también se lo estaba quitando.

—Te juro que si dices una sola palabra cancelo con Carlie.

Melanie no retrocedió cuando José se le acercó peligrosamente. Era incorrecto querer decirlo, querer exigirle a José que cancelara con Carlie, era injusto porque ella estaba en una relación y estaba segura de estar sumamente enamorada de William, pero ahí, con José mirándola tan intensamente no podía dejar de sentir su sangre calentarse y fluir en olas hasta su vientre, porque José representaba algo muy distinto a lo que tenía con William. José era un Oasis.

—Melanie —Le susurró José—. Quiero quedarme contigo —Le dijo—. Puedo encontrar a un amigo que salga con Carlie, y en lo que ella cruce la puerta voy a desnudarte y mantenerte despierta toda la noche. Sólo dilo.

Por un momento Melanie pensó en las posibilidades, en dejarse hacer lo que José quisiera, que se entregaran al sexo durante horas y olvidaran al resto del mundo, solo ellos. Los tacones resonaron contra las escaleras. Carlie estaba bajando.

—Diviértanse —Murmuró ella, soltándose de José y yendo a las escaleras, Carlie se despidió con la mano y Melanie se encerró en su habitación dejándose atrapar en una vorágine de confusión.

 El taxi se detuvo frente a la casa y Melanie juntó más las cortinas, Carlie y José bajaron del auto y caminaron hasta el porche, la ventana abierta permitía escuchar la conversación.

—La pasé realmente bien, José —Dijo Carlie deteniéndose en la puerta.

—Yo también, te agradezco mucho la conversación —Ambos rieron, como si se tratara de un chiste entre ellos.

—Deberíamos salir de nuevo —Apuntó Carlie en ese tono seductor que Melanie le conocía, tuvo que rodar los ojos.

—Cuento con ello.

—Entonces, nos vemos. Llámame mañana y vemos si salimos en la noche.

—Seguro.

Melanie se asomó lo justo para ver donde besaba José a Carlie, cuando fue en la mejilla no pudo evitar sentirse aliviada, pues sabía que si José besaba a su amiga, como la había besado a ella, Carlie no se detendría hasta tenerlo pidiendo clemencia en su cama.

La llave de Carlie entró en la cerradura y ella corrió hasta la puerta trasera en puntillas para no hacer ruido, cuando la puerta principal se cerró, Melanie ya estaba en el lateral de la casa.

—¡José! —Exclamó por lo bajo, llegando hasta la mitad del camino donde estaba Maldonado mirándola, por un momento sorprendido, hasta el segundo siguiente, cuando sus ojos la recorrieron entera, Melanie se miró a sí misma, las solapas de la salida de cama se habían abierto y se veía claramente la franela y short de algodón con las que iba a dormir, se abrazó juntando la bata y la mirada de José se posó en sus ojos.

—¿Qué pasa? —Preguntó acercándose más a ella, ambos miraron hacia el segundo piso, Carlie había encendido la luz de su habitación, aguardaron en silencio hasta que otra vez la habitación estuvo a oscuras—. ¿Qué haces despierta a las tres de la mañana?

—No podía dormir —Respondió sin mentirle.

—Ya veo.

—¿Vas a volver a salir con Carlie?

José sonrió.

—Lo estoy pensando —Contestó y Melanie quiso golpearlo.

—Ya veo.

—Pero como te dije, una sola palabra tuya bastará.

Melanie bajó la mirada, era egoísta querer prohibirle a José salir con Carlie, pero ella realmente quería hacerlo, vetarlos el uno al otro, que no salieran nunca más.

—Tal vez necesites un poco de persuasión —Dijo José de pronto y la pegó a su cuerpo, para luego besarla como él solo sabía hacerlo. Fueron dando tumbos hasta llegar a la puerta de la casa, pero ninguno buscó la manija, sólo tantearon con sus manos hasta encontrar apoyo en la pared. José le apretó el trasero y ella enrolló una pierna en torno a él mientras se aferraba con los brazos por el cuello.

La lengua de José era ardiente y penetrante, la saboreaba, la seducía… Ella gimió cuando las manos de él migraron hacia adelante y entraron bajo el algodón de su camisa, manos fuertes le apretaron los pechos. Jadearon.

—José, no me toques así, por favor —Suplicó ella.

—¿Por qué? —Preguntó él sin apartarse de su boca y apretándole las puntas con más fuerza.

—… Me duele —Jadeó arqueándose, le dolía porque quería más, más fuerte, pero no podía terminar de hablar. José sonrió y fue dejando besos por su cuello, bajó, lamió los últimos trozos de piel que delimitaban con la camisa, siguió bajando y se apoderó de uno de sus pezones a través de la tela, ella se contorsionó y hundió los dedos en el cabello de Maldonado—. José… no podemos… —Dijo, pero su cuerpo la desengañaba, quería a José por todas partes y por debajo de la tela, una de sus manos buscó el borde de la camisa y se la subió hasta donde pudo, dándole espacio a José para alternar de uno a otro, las manos de él bajaron otra vez. Melanie quería parar, conscientemente quería detener aquello, pero le era imposible, quería tenerlo, quería que la tomara allí, casi en la calle, sin importar los vecinos, que eran compañeros de trabajo, que ella estaba enamorada de otro hombre, lo que sentía por José era química pura, atracción genuina de hembra a macho. Sin lógica, Instinto puro.

Melanie comenzó a tener espacios en blanco en su mente cuando José llevó una de sus manos hasta el centro de su cuerpo, la tocó en el punto exacto, haciendo que el sonido desapareciera, se movió contra esos dedos y José volvió a besarla.

—Detente —Susurró, pero como el gemido con el que lo dijo la hacía sonar como si quisiera todo lo contrario, José no se detuvo.

De alguna forma, Melanie sabía que eso estaba mal, no podía seguir haciendo eso, no podía permitir que José siguiera tocándola de esa forma, pero no quería dejarlo de nuevo al borde del precipicio, una parte de ella quería satisfacerlo… verlo llegar al orgasmo, que disfrutara y no se olvidara lo que ella podía hacerle. Con determinación detuvo las manos de José antes de que fuese demasiado tarde. Rompió el beso logrando obtener su atención.

—Necesito que mantengas tus manos fuera de mí.

—¿Por qué haría eso? —Preguntó él pasando el dedo índice por su apretado pezón.

—Porque te le estoy pidiendo —Para entonces el ritmo de su voz estaba más controlado, el jadeo iba disminuyendo—. Pon tus manos en la pared —José dudó un breve momento pero lentamente fue subiendo las manos hasta dejarlas  a los lados de la cabeza de Melanie—. Y no las muevas, porque me detendré inmediatamente.

—¿Qué vas a… —Pero Melanie no lo dejó terminar, con rapidez hundió las manos dentro de la cinturilla del pantalón de José, encontrando de inmediato lo que buscaba. Él siseó y Melanie apretó la mano en torno al sexo creciente de Maldonado.

—Quiero hacer esto por ti —Le murmuró, pero él parecía no escucharla, ya que ella había comenzado a mover la mano de arriba abajo sin importarle que la presión de la cinturilla del pantalón le estuviese cortando la circulación en las muñecas. Siguió sus acciones y una de sus manos se hundió más, encontrando las hinchadas gemelas, el cuerpo de José estaba ardiendo bajo su mano y era un espectáculo que le quitó la noción del tiempo, aumentó el ritmo y él dejó caer la cabeza a un lado de su rostro, gimiéndole al oído.

—Mel… Detente o voy a… a correrme en tu mano —Gimió José sin dejar de mover las caderas con ritmo frenético.

—Hazlo —Dijo ella apretando más—. Hazlo ahora, José.

Él lo hizo, el gemido fue un grito ahogado y prolongado; Melanie tuvo que sostenerlo por unos segundos y tuvo que poner toda su fuerza de voluntad en no dejarse arrastrar por el cálido aliento de José en su cuello, mientras se recomponía.

—Se supone que esto es todo, ¿no? —Le susurró él recuperando el ritmo natural de su respiración.

—Sí.

—No, Melanie. Déjame entrar en ti… necesito estar dentro de ti.

Melanie gimió.

—No puedo, José. Esto es incorrecto. Yo estoy con alguien y lo que acaba de pesar me va a torturar por siempre. Sólo quise… compensarte por…

—¿Sexo por compasión?

—No hemos tenido sexo.

—Sólo porque justo ahora estamos hablando, porque en lo único que estoy pensando en abrirte las piernas y follarte toda la puta noche, pero tú no quieres.

Melanie soltó un suspiro. Imaginando a José todo desnudo sobre ella…

—No —Repitió—. No sé lo que me haces, José, pero debe parar. Yo estoy con alguien —Insistió—, y lo quiero y respeto… Lo amo —Dijo comenzando a sentirse sucia.

—¿Lo amas?

—Lo siento. Me dejé llevar, pero no se va a repetir.

José le acarició la mejilla.

—Si me amputan las pelotas va a ser sólo tu culpa.

—Lo siento —Se disculpó con una media sonrisa. Se quedaron en silencio. José la miraba casi sin parpadear.

—Y como el estúpido que soy, voy a esperar a que cambies de parecer, Melanie Rice, porque lo harás. Lo sé. Vas a ser mía y entonces, no te dejaré ir. Nunca.

Melanie no esperó a que José desapareciera en la esquina de la cuadra, entró a su casa cuando él le dio la espalda, porque de alguna forma sentía que si lo veía un segundo más iba a olvidar su resolución y entonces todo estaría perdido con William.