Capítulo
26
Melanie sentía que iba directo al paredón cuando visualizó a José en la entrada del área de castigo, una suerte que el guardia que la escoltaba fuese tan ancho como un camión de cargas porque pudo secarse las lágrimas con facilidad. Al llegar a la puerta, se sorprendió, la expresión de José era una mezcla escalofriante entre la sorpresa, la decepción y la más pura rabia.
Él la tomó del brazo y la llevó a zancadas hasta la salida, allí en vez de tomar hacia arriba en las escaleras, siguió hasta los pisos inferiores, cada vez la oscuridad se hacía más patente y el silencio abrumador. Dos o tal vez tres pisos por debajo de la tierra José se detuvo, encendió una luz disminuyendo apenas la oscuridad. Él no dijo nada, comenzó a caminar de una lado a otro sin salir del débil haz de luz, se mordía el labio inferior y fruncía el ceño, sacando cuentas, supuso Melanie, atando cabos… Descubriéndola.
—José… —Comenzó a decir, pero la mirada directa de él la silenció en el acto.
Más idas de un lado a otro.
—Dime que no es verdad lo que estoy pensando —José habló con una nota decadente de tristeza tan profunda que Melanie se sintió aún peor.
—No-no sé qué estás pensando —Dijo ella, su voz sonó demasiado culpable.
—Pienso que no existe ningún novio que trabaja mucho porque está ahorrando para llevarte con él, creo que me has ocultado demasiadas cosas y creo que todo tiene que ver con el recluso por el cual saliste corriendo a la celda de castigos.
Nada. No podía decir nada.
—¿Estás enamorada de un paciente, Melanie?
—No —Dijo tan pronto y convincentemente que se sorprendió.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué? —Contra preguntó.
—Melanie, ¿qué te está pasando con Richards? ¿Qué te movió a llamar a Carlie para que viniera a desempolvar su caso? —La expresión de sorpresa en su rostro le dio la pauta a José para seguir con sus demandas—. Trabajo aquí, lo recuerdas. La vi. Vino la semana pasada. Nos cruzamos y aunque intentó no hacerlo, me dijo a qué vino. No pudo hablar con su cliente porque estaba castigado. La deducción no fue tan difícil después de todo.
—Sólo se trata de querer ayudar a alguien que, según todo lo que he logrado estudiar en nuestras sesiones, es completamente inocente.
Maldonado soltó una risa despectiva.
—Recuerda que estás tratando con hombres que son expertos en mentir, recuerda que además de eso tienes esa cualidad tan particular de creer que todos en el fondo tienen sentido de contrición. Tú piensas que soy un buen hombre, pero no es así, soy un hombre regular, lo que me demuestra que puedes tener más fe de la que la gente se merece.
—Eso es ridículo.
—¿Ridículo? Tan ridículo como que me hayas dicho que tu novio es un ex compañero de universidad, cuando según sé, eso es imposible. Y sí, todo eso me lo dijo Carlie.
—Carlie. ¿Y crees en todo lo que te dice Carlie? Supongo que sí —Dijo sin darle tiempo a contestar—, ya que has estado saliendo con ella.
Para su consternación, Maldonado rió irónicamente.
—¿Vas a hacerme una escena de celos? —Preguntó caminando hasta invadir su espacio personal—. Créeme, habría dejado que me frieran los huevos por eso hace dos días, pero ahora… —Negó con la cabeza. Y a ella no le gustó en absoluto.
—No estoy enamorada de Richards, sólo quiero ayudarlo. Y sí, soy una especie en peligro de extinción que cree que puede hacerse justicia.
José soltó el aire, evidentemente molesto.
—No se trata de justicia, sino de que esto te lo estás tomando demasiado personal.
—Sólo hago lo que creo correcto.
—¿Y crees que es correcto ir a meterte en la celda de castigos con un recluso… sola? —Recalcó la última palabra.
—¿De eso se trata, José? ¿De que estuve sola con él?
—Una parte.
—Entonces el que está haciendo una escena de celos, eres tú.
Maldonado la miró unos segundos y sin decir nada la agarró de los brazos con brusquedad hasta pegarla a su cuerpo.
—Sí. Te estoy haciendo una maldita escena de celos porque ¿sabes qué? Estoy que me reviento. ¿Qué hiciste con él? ¿Qué te dijo? Quiero saberlo todo, asegurarme que no tienes ni un maldito sentimiento inapropiado por ese hijo de puta que no te merece.
—José, me estás apretando.
Maldonado se relamió los labios.
—¿Qué me estás haciendo, Melanie? No puedo estar así de desesperado por ti. No quiero saber que ese tipo te hace sentir algo… Dime, ¿te gusta? —La miró con desesperación—. ¿Sientes cosas por él?
—Él necesita ayuda… —Dijo por lo bajo.
—¿Y eso es todo, Melanie, sólo quieres ayudarlo? —Ella asintió. Hubo más silencio—. Entonces ¿qué está mal contigo?
—¿Disculpa? —Preguntó al verlo sonreír.
—¿Por qué no quieres estar conmigo? Siento como se calienta tu piel cuando te toco —Dijo él mirándola fijamente—. Siento como se acelera tu pulso cuando estamos cerca —La mano de José se posó sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón. Apretó—. ¿No fingiste ese gemido, verdad? —Ella cerró los ojos y se mordió el labio para acallar otro gemido—. Melanie, ¿qué pasa? ¿Por qué no quieres? Mira hasta donde he llegado tratando de encontrarle sentido a que te niegues a esto que sentimos.
—Simplemente no puedo —Soltó con los últimos vestigios de voluntad.
—Júrame que no es por él, Melanie. Júramelo.
—Por favor, suéltame y déjame ir.
—¿Es por él? —Insistió, soltándola lentamente. Ella simplemente esperó a estar libre del agarre de José y buscó las escaleras, debía escapar de Maldonado cuanto antes, él no podía saber la verdad.
Melanie se sumergió en una espiral de angustia esa noche, sola en su habitación, atrapada con la persona que más detestaba en ese momento: ella misma. No podía dejar de llorar, las lágrimas eran un torrente incontrolable y por más que se obligara no podía parar, tenía miedo y estaba del todo segura que era porque sabía que tarde o temprano terminaría hiriendo a William o a José, ambos hombres se habían clavado en su corazón. ¿Cómo, en nombre de Dios —y de la ciencia—, ella había quedado atrapada en esa trampa? ¿Cómo podía querer a dos hombres? Más importante aún, como podía salir de esto causando el menor daño posible, no, eso no era lo más importante, lo que era casi una urgencia era hablarlo con alguien, en esos momentos ella necesitaba una amiga.
Como si la hubiese convocado, los pasos de Carlie se oyeron en los últimos tramos de la escalera, Melanie se puso de pie, dispuesta a contarle todo, suponía que al contarle la verdad entera a Carlie también entendería y aceptaría la inocencia de William, y teniéndola de su lado todo sería más fácil, más simple. ¿Cuán equivocada podía estar?
Carlie entró en su habitación sin darse cuenta de que Melanie salía de la suya mientras hablaba por teléfono, su amiga no cerró la puerta y ella se pegó a la pared para poder oír.
—…Me encantó lo de las esposas, pero para disimular las marcas tuve que llevar chaqueta todo el día y estaba haciendo un calor de los mil demonios —Dijo sonriendo mientras se desvestía, el celular lo apretaba entre su oreja y el hombro.—… Sí, qué pena que trabajes hasta tarde hoy —Melanie se llevó una mano al pecho, sintiendo un agudo dolor—… Te aseguro que eres el primer hombre al que le pido la segunda vez…— Ella rió de forma coqueta— ¡Claro que no! No quedé para nada insatisfecha, todo lo contrario, quedé tan complacida que quiero repetir —Carlie se lanzó en la cama y bajó el tono de voz, a un susurro sensual—. Claro que quiero salir, ¿te parece mañana?... Sí, no hay problema… Puedo llegarme directamente allí… Sí, por eso —Era José, Melanie lo supo, estaba arreglando una cita con José y se encontrarían en otra parte para no cruzarse con ella, sería incómodo—. Que sea una cena y si tienes suerte me quedo para el desayuno.
No necesitó oír más, con las manos aún sobre su pecho, volvió a su habitación casi arrastrándose, si lo que sentía no era su corazón roto, entonces no sabía qué era lo que le pasaba, pero la realidad era obvia, su dolor no era en el orgullo sino en su corazón: Estaba enamorada de José Maldonado, y era como si siempre lo hubiese sabido, él, con su peculiar personalidad, con su instinto protector y su insistencia, se había filtrado en su corazón y ella se había negado a aceptarlo porque… amaba a William ¿verdad?
—Ay, por Dios —Sollozó echándose a llorar sobre su cama.
Melanie estaba demasiado alterada y confundida, pero saber que José ahora estaba con Carlie… La estaba matando de dolor.